Diario intermitente (87)

por Quintín

25 de mayo

Hace rato que no leía un policial del Inspector Cao Chen, el héroe de Qiu Xiaolong. Pero acaba de salir el noveno de la serie, El dragón de Shanghai y no pude resistirme. Qiu nació en 1953 en Shanghai, se exilió en EE.UU después de Tiananmen y actualmente vive en St. Louis, Missouri, donde enseña en la universidad. Sus novelas son entretenidas y tienen encanto. Chen es un quingguan moderno, es decir, un funcionario incorruptible, y un caballero tímido: buen hijo, buen amigo y compañero, respetuoso de las mujeres a las que siempre teme involucrar en su vida solitaria. Hay algo de Sherlock Holmes en Chen, también de Maigret, pero el toque personal de Qiu es describir la sociedad china actual como un nuevo episodio del ancestral despotismo, que obedece menos a las leyes del marxismo que a las de Confucio, a las enseñanzas de la literatura clásica, a las tradiciones ilustradas y a las supersticiones populares.

puntillismo otoñal

En esta aventura, a Chen lo destituyen por razones que no comprende pero tienen que ver con casos que todavía no ha investigado. La trama criminal es compleja, pero en el fondo es una excusa para acompañar al protagonista en sus viajes, en sus comidas, en sus citas de antiguos poetas, en el ajetreo de Shanghai. Esta vez la historia empieza en Suzhou, cuando Chen va a visitar la tumba de su padre, antiguo estudioso de Confuncio perseguido por la Revolución Cultural. Allí decide hacer reparar la tumba, que no visitaba hace años. Su buena acción será recompensada porque en el momento central de la novela, una llamada de su madre para agradecerle lo que hizo, lo salva de una trampa terrible. Eso ocurre en un lugar llamado El Mundo Celestial, un cabaret pynchoniano de amplio espectro, en el que caben tanto la presentación de las traducciones de Chen de Dylan Thomas como las habitaciones para la prostitución de alto rango.

Un tema dominante de las novelas de Qiu es la corrupción, los fabulosos negocios entre los nuevos empresarios y los ascendentes cuadros políticos dispuestos a todo, que «se ven a sí mismos como representantes del Partido, por lo que creen que cualquier cosa que hagan está justificada políticamente». Una de esas redes de corrupción político-empresaria, persigue a Chen y está comandada por un funcionario del «ala izquierda» que propicia un revival obligatorio de las canciones de la Revolución Cultural y las hace cantar en los karaokes. Es uno de los «príncipes», es decir, «los hijos de las élites del Partido que a su vez acaban accediendo a los cargos más altos. Era un fenómeno nuevo y antiguo a la vez en el panorama político chino.»

Contra la burocracia que lo acosa, Chen tiene pocas armas: su valentía y su inteligencia, pero también su leal subordinado Yu con su mujer Peiqin, dueña de un restaurante y su padre, «El Viejo Cazador», devoto de la ópera de Suzhou, un género popular en extinción, mitad cantado, mitad dialogado y lleno de digresiones. Pero el corazón del libro está por un lado en la melancolía, en esos viejos versos que Chen recuerda con nostalgia:

¡Cómo brillan las estrellas! Pero no brillaban aquella noche,

cuando la esperabas pese al viento y al rocío.

Pero, sobre todo, en la gastronomía, que atraviesa las páginas con momentos como este:

La camarera se acercó a la mesa para tomarles nota. Chen escogió los fideos en sopa roja y la guarnición doble a base de pescado ahumado y panceta de cerdo cocinada a fuego lento, mientras que Qian pidió la carne de cerdo desmenuzada, frita con col encurtida en sopa blanca.

—Las anguilas de arrozal fritas en abundante aceite son la especialidad del chef. Vienen del criadero personal de Cai, por lo que les garantizamos que no llevan hormonas.

Así que, además de los fideos, acordaron compartir una bandeja de anguilas.

o este:

Por recomendación de un camarero con gafas, Chen pidió lonchas de carne de cerdo picante que envolvían un minúsculo bastoncillo de bambú como si fueran de tela, una ración de mapo tofu, o tofu picante «al estilo de la anciana picada de viruelas», y un róbalo cocido vivo al vapor con jengibre y cebolletas.

Es placentero leer las novelas de Qiu. Funcionan aun cuando todo es un poco sentimental, un poco falsificado y se parece a una sucesión de postales de la cultura y la actualidad chinas. Pero los personajes son queribles, los viajes en tren se sienten verdaderos y las comidas mucho más. Creo que más que una adaptación al cine como policiales, merecen ser transformadas en un programa culinario llamado Almorzando con el Inspector Chen.

Foto: Gabriela Ventureira

4 respuestas to “Diario intermitente (87)”

  1. Maria C.Reiriz Says:

    Me resulta grato el inspector Cao Chen y, como vos decís, cada tanto necesito leer un policial, aunque al terminarlo sienta que he perdido un poco el tiempo y que me falta tanto por leer…
    Quizás podré parecer reiterativa, pero me resultó una joyita, la ultima novela de Álvarez Tuñón, «La mujer y el espejo». La recomiendo a todos y creo que te va a gustar Quintin porque, lateralmente, se vincula un poco con el mundo del cine. Muy poetica y original. Un saludo

  2. Guiasterion Says:

    Estimado:

    Acabo de terminar esta novela. De las tres que le leí a Qiu es mi favorita. Estoy de acuerdo con usted, el trasfondo político y social, la información fidedigna sobre la China que cambia y no cambia, el módico suspenso, la morosa investigación hacen a la lectura agradable y permiten sobrellevar los ripios de un libro con un doble propósito muy claro: denunciar los efectos de un materialismo sin alma y la perversidad del totalitarismo. El clima de paranoia, me parece, también merece elogios…

    Me impresionó, por otro lado, los parangones que pueden trazarse entre «el socialismo con características chinas» y los populismos latinoamericanos. Esa machacona propaganda de que el Partido (o el líder carismático) es el único que puede gobernar el país por mil años y todo lo que hace está justificado, incluso lo que repugna el más elemental sentido de la decencia. Todo asunto es político, se lamenta el querible Chen. ¿No fue así en la década ganada? El Partido está por encima de la legalidad ordinaria, añade (Idem). Pienso, como ley universal, que a esta altura de la Historia el sistema de partido único es nefasto allí donde se instaure. Nada más progresista que la alternancia en el poder,

    Mis respetos

    G.B.

  3. lalectoraprovisoria Says:

    Estimado. Fui a leer la novela de Qiu por un tuit que creo era suyo.

    Q

  4. Mariano Razuk Says:

    Creo que Qiu es un viento nuevo en el policial. Lo sigo siempre que puedo y acabo también de leer la novela y me parece la mejor. Para Reiriz y para todos: Coincido en que el libro de Alvarez Tuñón es muy, pero muy , original y está extraordinariamente escrito. Leí, por allí, que es una historia real y me parece loquisima. Es medio un tapado no? A mi me parece que sobresale. También te digo, Reiriz, que no siento que sea perder el tiempo leer policiales!!!. Saludos

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