El color que cayó del cielo, de H. P. Lovecraft
por Quintín
Este es uno de los relatos clásicos de Lovecraft, un escritor que me fascinó en la adolescencia. No lo leí desde entonces, y desde entonces lo noté devaluado, muchos menos leído. En esta tardía revisión me quedó claro que no fue uno de los grandes estilistas de la literatura. Lovecraft tiene un estilo farragoso, reiterativo, cargado de adjetivos grandilocuentes:
Los árboles eran excesivamente gruesos y los troncos muy grandes para cualquier bosque normal de Nueva Inglaterra. Había demasiado silencio en los sombríos pasajes entre los árboles, y el suelo era excesivamente blando y desagradable con el musgo y las hierbas en descomposición desde tiempos inmemoriales.
Y cubriéndolo todo, una atmósfera de intranquilidad y opresión con una mezcla de irrealidad y algo grotesco como si el elemento esencial de una perspectiva o de un claroscuro se hallara extrañamente torcido.
Y sin embargo, el cuento sigue impresionando. No exactamente porque aterrorice sino porque hay en su autor una inusual determinación, una insistencia por imponer esa disparatada cosmogonía que le termina dando fuerza y solidez. El mundo que creó Lovecraft está acechado por dioses primigenios, por fuerzas anteriores a todo atisbo de civilización: son dioses malignos, pero de una malignidad incomprensible, que proviene de un universo que se rige por otras leyes.
Este no es el producto de mundos y soles tal como brillan en el telescopio y en placas fotográficas de nuestros observatorios. Este no era un soplo de los cielos cuyos movimientos y dimensiones miden nuestros astrónomos o consideran demasiado vastos para medirlo. Era solamente un color venido de fuera del espacio, un terrorífico mensajero de reinos amorfos del infinito más allá de la Naturaleza tal como la conocemos; de reinos cuya mera existencia asombra la mente y nos paraliza, ante los negros abismos más allá del cosmos que se abren ante nuestra temerosa mirada.
Hay que reconocer la elocuencia de ese párrafo. Y también el ingenio que hay en la idea de un color que escapa al espectro óptico: un desafío a las leyes de la física que es imposible de imaginar, pero no de conjeturar lógicamente, algo parecido a lo que ocurre con la cuarta dimensión. Todo el mecanismo narrativo de Lovecraft se basa en la existencia de algo indescriptible, inefable, algo de lo que no se puede hablar de tan horroroso pero que sin embargo deja rastros en las leyendas campesinas, en los rumores apagados, en los susurros que intercambian los que vieron algo, en esas formas de comunicación que desafían a las certezas oficiales de la ciencia y las autoridades.
La idea de que hay algo más en el mundo, algo que escapa a la indagación de los científicos, es la base de la superstición. Los ovnis, los aparecidos y las fuerzas malignas son parte del mundo moderno, que se asienta en buena medida sobre la paranoia. Lovecraft radicaliza esos miedos tan naturales, tan defensivos frente a un mundo supuestamente ordenado. Los concentra en un desafío a la física y en una cosmogonía, pero la eficacia de su invención está relacionada con una idea de la ciencia contemporánea, la de las paradojas en torno a lo incognoscible, que en su tiempo (que fue el tiempo de Lovecraft, 1890-1937) irritaron fuertemente a los positivistas. Pero Lovecraft no es un supersticioso sino más bien una versión ficcional de Gödel, de la cuántica, de la posibilidad de que exista lo incognoscible fuera de la religión y de la mística.
Pero hay algo más. Lovecraft fue un neurótico serio, un fóbico que vivió recluido, un reaccionario que coqueteó con el fascismo. Es tentador interpretar su terror frente a las fuerzas ocultas como una sublimación de su rechazo por los negros y las mujeres. Pero su creación es universal, entre otras cosas porque interpela nuestro sentimiento de segregación y amenaza, porque convoca la sospecha de haber sido arrojados a un mundo dominado por el Mal.
Hay un libro de Houellebecq dedicado a Lovecraft. Lo leí hace un tiempo pero no lo recuerdo y no lo tengo a mano. Pero no es extraño que las primeras novelas de Houellebecq, las que escribió antes de hacerse famoso, hablen de la indefensión de los individuos frente a un mundo radicalmente hostil, dominado por fuerzas incontrolables. El impúdico Houellebecq se acerca en esas novelas al pudoroso Lovecraft y ambos insisten y se regodean en la abrumadora condición de inferioridad de los hombres. En definitiva, la catedral que construyó Lovecraft desde lo más oscuro de sus obsesiones perdura porque ante ella pueden orar los adolescentes que intuyen que la vida será horrible. Lovecraft es un amigo amable en los umbrales del horror verdadero.
octubre 17, 2011 a las 8:12 am
Muy bueno.
octubre 17, 2011 a las 8:46 am
Un escritor cercano a Lovecraft y que en mi adolescencia me impactó mucho más y mejor, fue el poco leído (en castellano al menos) Clark Ashton Smith, un cuentista macabro exquisito. Recuerdo que tanto su prosa como sus fantasías operaban sobre aquellas lejanas lecturas de mi juventud una magia irresistible. Era un favorito absoluto, para mí, frente a Lovecraft o Tolkien, por mencionar otros fabuladores de mitos y mundos alternativos. El primer libro que leí de Ashton Smith fue Zothique, una colección de cuentos en donde los viajes de aventuras, la nigromancia y la necrofilia se funden con inesperada elegancia a través de una prosa poética y atemporal.
Dice Lin Carter en el prólogo de Zothique:
“Los cuentos de Clark Ashton Smith son muy personales y, en América, no se ha escrito nada parecido, por lo menos desde Poe. Los verdaderos progenitores de su estilo en prosa son Vathek, de William Beckford, la siniestra y erótica novela del «Gótico Oriental», y dos obras de Gustave Flaubert: la exuberante novela Salambó, ambientada en Cartago, y la fantasmagórica extravagancia Tentation de Saint Antoine. La rica y vagamente evocativa prosa de Smith está más próxima al estilo de estas tres novelas que al de Lovecraft o cualquiera de los escritores más recientes sobre lo macabro. Pero las influencias que él admitía más frecuentemente fueron las de Robert W. Chambers, Ambrose Bierce y Edgar Allan Poe.”
“Smith concibe Zothique como el último continente de la tierra en un futuro muy lejano, cuando el sol se va oscureciendo, el mundo ha envejecido y los océanos han cubierto, despiadadamente, los restantes continentes terrestres, el paso de largos siglos ha hecho que las ciencias hayan sido olvidadas, y las sombrías artes de la hechicería y la magia vuelven a florecer. El resultado es un oscuro mundo de antiguo misterio, donde reyes lujuriosos y decadentes y héroes vagabundos persiguen aventuras a través de penumbrosos paisajes, desafiando con su fuerza y sabiduría a magos poderosos y dioses extraños, bajo un sol moribundo.”
Pienso que transcurrieron unos 20 años desde mi última lectura de Clark Ashton Smith. Estas primeras páginas me recuerdan implacablemente todo lo que no leí y todo lo que debería releer.
octubre 17, 2011 a las 12:07 pm
el estilo un telescopio por el que mira casto lector
octubre 17, 2011 a las 12:11 pm
no hay un cuento que borges le dedica a lovecraft?
me gusto esta nota compulsiva nostalgica acerba
octubre 18, 2011 a las 2:29 am
Dasbald : creo que el cuento que mencionás se llama ¨There are more things ¨ . El viejo Borges decía que al final HPL se había convertido en un parodista de Poe. Viniendo de alguien que se describía a si mismo como un amanuense , puede que sea un elogio.
Montañés , no estoy seguro, pero creo que Smith y Lovecraft se carteaban .
octubre 18, 2011 a las 2:51 pm
Ashton Smith y Lovecraft se carteaban porque junto a otros escritores publicaban en Weird Tales, una revista pulp de las tantas que abundaban en USA en las primeras décadas del siglo XX.
Es cierto, Smith quedó más en el olvido pero era un escritor interesante, considerando los parámetros restrictivos con respecto al género que se marcaban en esas publicaciones.
Me permito agregar a la lista de escritores fallidos pero memorables, a alguien a quien el mismo Lovecraft consideraba su maestro. William Hope Hodgson. El autor de «La casa en el límite».
Tiene algunos cuentos notables, como «Una voz en la noche», o «Desde el mar sin mareas». Hodgson puede ser leído ahora como un impensable híbrido entre Conrad y Lovecraft, ya que la mayoría de sus relatos están localizados en el mar.
Todas sus novelas son por lo menos imperfectas, pero todas son poderosas e inolvidables.
El comienzo de «Los botes del Glen Carrig», que trata sobre los sobrevivientes de un naufragio que llegan a una tierra inhóspita, angustiante y fantasmal, es algo que no se olvida fácilmente.
Hay un volumen de cuentos de él llamado «Aguas profundas», que tiene un prólogo preciso y lúcido de Elvio Gandolfo.
Hay escritores que nos acompañan en la madurez, otros, cuya ilimitada potencia devastadora impregna y maldice nuestra adolescencia.
Lovecraft es de estos últimos.
abrazo
octubre 18, 2011 a las 10:56 pm
No entiendo por qué hodgson es un escritor fallido, sí entiendo por qué es el maestro de lovecraft, y al entederlo me parece que queda claro en mi imaginacion por qué no me parece lovecraft para nada un parodista, palabra que ya ni se qué significa, de poe.
no creo que lovecraft tuviera la suficiente distancia del material como para desenvolverse en la parodia, pero por sobre todo se me da que va por un camino opuesto a poe. digo: lovecraft me aprece mas bien un ser visitado por una sola y repetitiva vision, como esos niño que canalizan una y otra vez variaciones de un mismo dibujo con el que intentan trasmitir un mensaje, generalmente horroroso; mientras que a poe lo veo como a un escritor puro y formal, de infinitas perspectivas. lovecraft seria para mi un primitivo, uno de esos dioses indues que cambian de nombre y de atributos sutil y obsesivamente, mientras que poe seria una gran maestro flamenco, pongamos. hogdson
hace poco relei el caso de charles dexter ward y debo decir que me gusto mas que la primera vez, tiene su propio infirme sobre ciegos, :) hoy me gusta orson scott card, por ejemplo en su saga alvin maker, un buena ucronia de la misma zona con la que trabajo lovecraft. de hodgson me gusta the house on the borderland que tanto vi de oferta el año pasado por corrientes. con the night land, reescritura de tristan e isolda y novela obsesiva, saturada con matices minimos de de un solo color, hogdson alcanza una cumbre de esta literatura fallida, como se la llama, como fallidas son las extensiones y repeticiones de ann radcliffe? no seria todo udolpho en este caso una novela fallida? yo prefiero pensar que es radcliffe es proust en sus mejores pasajes sobre la musica y el paisaje. perdon me fui a cualquier lado y solo queria decirles:
quiero estar en el parana!!!
octubre 18, 2011 a las 11:16 pm
mi afirmación de lo fallido en escritores como hodgson es quizas una arbitrariedad, combinada con la admiración.
en mis lecturas de sus novelas presumo de ver ciertas imperfecciones, cierta debilidad dramática por momentos, en donde la tensión se desvía y cuesta que se encauce.
en algunos cuentos, por ejemplo, en «La nave de piedra», Hodgson postula con profunda maestría un desarrollo sobrenatural para luego condescender a explicar todo como un peliagudo fenómeno natural.
Esto lo reitera, con cierta obstinación racional, en varios otros cuentos.
Por momentos sus novelas se repiten, se siembran de construcciones molestas.
The night land, es una novela monumental, en el buen y mal sentido del término.
Los conceptos generales de su obra son únicos.
Releyendo a Lovecraft, encuentro puerilidades de la trama que en Hodgson no existen. A veces parece que Lovecraft miraba la tormenta desde su casa de Providence. Hodgson, e cambio, estaba en la tormenta. (De hecho trabajó de fotógrafo aéreo de huracanes).
Quizas parezca que al hablar de lo fallido en Hodgson o Lovecraft abro el paraguas en contra del canon literiario que durante mucho tiempo los desairó.
En realidad, siento que doy la opinión sobre unos amigos que me acompañaron mucho tiempo, a quienes quiero como son, con sus inevitables fallas.
gracias por el intercambio.
octubre 18, 2011 a las 11:43 pm
esta noticia que das me gusto mas, habla sobre vos como lector, algunas de las cosas que decis, ej, las explicaciones condescendientes, tambien se le atribuyen a radcliffe.
no creo que lovecraft mirara la tormenta, por lo que dije , y me repito, estaba en el centro de la tormenta como un medium, desde afuera. aunque a veces me parece que era la tormenta.
los lectores de literatura fantasticas estamos demasiado intoxicados y somos irredimibles…
octubre 19, 2011 a las 3:46 pm
«…La idea de que hay algo más en el mundo, algo que escapa a la indagación de los científicos, es la base de la superstición. Los ovnis, los aparecidos y las fuerzas malignas son parte del mundo moderno, que se asienta en buena medida sobre la paranoia…»
Otra mirada que se aproxima a esta idea es la que presenta Ian Watson en «Visitantes milagrosos» (Visitantes milagrosos – Ian Watson – Ediciones B, Barcelona, 1987 – Título original: Miracle Visitors; año 1987 – Traducción: Santiago Jordán).
Más que una novela que narra una historia, una ficción especulativa que presenta una extraña tesis mediante una historia en forma de novela. Un recorrido por los límites de la realidad. Y una propuesta interesante para explicar los ovnis, los aparecidos y las fuerzas malignas.
Si la tesis de Watson es correcta, entonces ¿cómo sería la relectura de esta obra de Lovecraft?
Gracias por traerme a la memoria mis lecturas juveniles de Lovecraft! Ahora mi tarea será releer.
Saludos!