Publicada en Perfil el 8/12/19
por Quintín
Ayer me puse a leer el diario de Victor Klemperer, Quiero dar testimonio hasta el final, escrito desde la llegada de los nazis al poder en 1933 hasta el final de la guerra, cuando el final no fue el que el autor preveía con toda lógica. De origen judío, Klemperer estaba casado con una aria y evitó por muy poco los campos de exterminio. Pero no pude pasar de las primeras páginas, cuando Hitler asume como canciller y empiezan a sucederse la suma de actos totalitarios que conducirán al exterminio en masa y a la destrucción de Alemania. Mi ánimo no está lo suficientemente firme como para soportar esa situación en la que alrededor de la certidumbre del desastre, la esperanza intenta hacer lo posible para que sus deseos, contradictorios con la razón, hagan más soportable la agonía.
No tengo derecho a identificarme con Klemperer. Nadie me persigue más que en Twitter, no están por asumir Hitler ni Stalin. Después de todo, lo peor que puede pasar con el cuarto gobierno kirchnerista es que la Argentina se termine pareciendo a Cuba o a Venezuela y ni siquiera es seguro que eso vaya a ocurrir. Pero es lo que temo, aunque las personas sensatas aseguren que nunca llegaremos a tener una dictadura comunista (lo mismo decían las personas sensatas en Cuba y en Venezuela). Otras personas sensatas, desde luego, quieren con vehemencia que eso ocurra. Unas cuantas formarán parte del nuevo gobierno. Otras, con cargos públicos también, no harán nada para impedirlo si ocurre.
Por supuesto que la gente sobrevive (al menos la mayoría) a las dictaduras. Hace su vida, trabaja, ama a su familia, sus amigos y sus mascotas. Hasta va al cine y veranea. Tampoco es tan grave si a uno no le toca figurar entre las víctimas. Después de todo, sobreviví a varias dictaduras que no me dejaron otra huella que la profunda tristeza de ser un ciudadano privado de sus derechos civiles (votar, manifestarse libremente, esas cosas) y de ver la prepotencia de los canallas manifestarse en su esplendor. Pero yo entonces era joven. Pensaba como los jóvenes. En algún momento, hasta admiré a las dictaduras de izquierda. Pero ahora les temo verdaderamente. Y más les temo a los que las desean, las apoyan o las disimulan. Le temo a un aparato del Estado ocupado por una fracción política que vaya acomodando sus piezas en los lugares clave, de modo tal que desaparezca la división de poderes, los delincuentes queden libres si pertenecen al Partido y quienes molestan estén expuestos a imprevisibles represalias. Y todo esté enmarcado en una coartada ideológica que se enseñe en las escuelas y se difunda en los medios.
Cualesquiera sean sus alcances, sus límites y su destino, la consolidación de un poder autoritario que cada día deja marcas de su abuso en la vida cotidiana ante la indiferencia de la mayoría es un espectáculo infame. En los primeros días del Tercer Reich, Klemperer se sorprende frente a una amiga que le dice que había que probar con los nazis porque todo lo demás había fracasado. La prueba no fue muy exitosa, pero es más fácil convencer a los fanáticos que a los cínicos, a los que dicen que este vicepresidencialismo con modos monárquicos no es más que una variante original de nuestro sistema democrático. Tengo un mal día, una mala semana, un mal año. Los lectores sabrán disculpar.
Foto: Flavia de la Fuente
diciembre 8, 2019 a las 11:56 am
Te comprendo. Cuando uno se siente identificado con un partido político que pierde las elecciones ejecutivas la desazón es tremenda. No es un buen momento para leer cosas como el diario de Klemperer. Por suerte interrumpiste la lectura y no llegó la depresión que nubla la lucidez.
Como bien decís, no asume Hitler ni Stalin. Es el simple recambio de un gobierno por otro con distintas ideas. El fracaso de Macri fue tan notorio que parecía no haber otra salida.
Con el diario del lunes hasta podríamos decir que a Cristina no le hacía falta bajarse a la vicepresidencia.
Vendrá un gobierno con muchas dificultades que hará todo lo posible para garantizar su gobernabilidad. Esto incluye la famosa rosca política, tan denostada pero tan necesaria, como dice Monzó. Al fin y al cabo la incorporación de Pichetto al riñón del Pro es fruto de esas roscas.
La forma en que Fernández armó su gabinete es bastante representativa de los partidos que integran el FdT. Macri no fue tan generoso a la hora de repartir cargos. Cuesta pensar que no había en el radicalismo alguien más capacitado y honesto que Triaca para el Ministerio de Trabajo. Para citar sólo un caso. No había en el radicalismo alguien más idóneo que Laura Alonso para hacerse cargo de la OA? Lo mismo podemos decir de Arribas, Caputo etc. etc. etc.
Creo que ahí se vio la veta autoritaria de Macri.
Y ahí vamos al centro de la cuestión.
No se puede criticar a un gobierno partiendo del concepto ideal de democracia.
La democracia podría responderte: Tú me quieres blanca, como el poema de Alfonsina.
Lo que sí me preocupa es que a la hora de expresar tus miedos digas que les temés a las dictaduras de izquierda. Por qué esa especificidad? Un lector mal intencionado podrá replicarte que las de derecha no te preocupan.
Y en el último párrafo, quizás inconcientemente, hay un intento tímido de tratar de vincular a Cristina con Hitler. De hecho no los nombrás. Hitler se esconde en “Tercer Reich” y Cristina en “vicepresidencialismo monárquico”.
Te diría que la única coincidencia entre kirchnerismo y nazismo es que los dos gobernaron 12 años.
En cuanto al poder judicial, creo que si no hay dentro de ese poder una profunda autocríca corre el riesgo de dejar de ser un poder para pasar a ser un servicio de justicia. De la familia judicial depende. Los vínculos entre jueces, servicios de inteligencia, periodistas y políticos ya no se soportan.
Animo Quintín!
Espero que no veas en Alberto a un yerno mal querido.
Esos que cuando meten la pata nos disgustan.
Pero que nos disgustan más cuando hacen algo bien.