Maniobra de pinzas

Publicada en Perfil el 21/12/14

por Quintín

María José Viera-Gallo me regala Cosas que nunca te dije y en la dedicatoria hace una misteriosa alusión a la invisibilidad, un tema del que estuve hablando en Chile. En la contratapa, Alberto Fuguet refuerza la idea y dice que Viera-Gallo es una escritora de culto y susurrada. Me gusta el libro, una colección de siete cuentos poblados de personajes desvalidos, tristes, distanciadamente trágicos. La dedicatoria me sigue desconcertando pero el último relato permite imaginar por donde van los tiros. Titulado «Una novelita muy sentimental», habla de una escritora que busca a otra llamada Silvina Arendi, perdida en una remota provincia después de atraer el éxito y el escándalo con una novela en la que la que una mujer de clase alta practicaba la zoofilia con su mascota. La narradora del cuento dice que «sus ambiciones personales se reducen a una sola: salir de su asfixiante invisibilidad» y cree que Arendi puede ser el tema de uno de los capítulos de «un libro de crónicas sobre autores malditos latinoamericanos», que planea la editorial de la universidad en la que trabaja, pero su «anónima firma no podía competir con la nueva cronista argentina de moda».

Estaesjanis

Las referencias son evidentes. Viera-Gallo es profesora en la Universidad Diego Portales, la UDP publicó en 2011 Los malditos, una antología de retratos de escritores latinoamericanos editada por Leila Guerriero, que bien podría ser la cronista argentina de moda. En cuanto a la figura de Arendi, «una de las escritoras más originales y arrojadas del continente», tanto el nombre de pila, como la clase social, la personalidad, y las turbulencias sexuales hace pensar en un homenaje a Silvina Ocampo aunque, a esta altura, ha dejado de ser «una maleza lejos de los jardines del canon» para convertirse en una planta exótica pero canonizada.

Silvina Ocampo no figura entre los malditos de Guerriero, pero la UDP le ha dedicado un retrato autónomo: La hermana menor de Mariana Enríquez. El libro es una prueba de que la crónica es un género complementario del ensayo académico. Uno le da brillo a la obra gracias a la teoría, el otro usa la chismografía para darle esplendor a la vida. En la Argentina, ambos son géneros progresistas y aunque Silvina Ocampo descendía de la oligarquía más rancia, su sexualidad aparentemente heterodoxa (el libro alude a ella todo el tiempo pero jamás la confirma) y el haber vivido a la sombra de las manipulaciones de su hermana Victoria, su marido Bioy y su amigo Borges la convierten en una especie de heroína cautiva, una asceta que comía muy mal y convivía con las cucarachas. Hasta su inocultable antiperonismo queda diluido en anticonformismo y fascinación con los pobres (por las dudas, Enriquez le endilga al lector algunas píldoras del catecismo oficial de estos días). En cuanto a la obra, la división del trabajo impide que el cronista diga algo personal sobre la literatura de Ocampo y deba limitarse a consignar lo que la academia ha establecido. Pero la maniobra de pinzas entre canonización y biografismo provee una segunda sepultura para los escritores. Una vez que sabemos todo sobre ellos (hasta cómo hay que leerlos), nunca pueden recuperar la invisibilidad que los defienda de las hordas. Eso es lo que intenta ejemplarmente Silvina Arendi, que hasta parece más real que su tocaya.

Foto: Flavia de la Fuente

7 respuestas to “Maniobra de pinzas”

  1. Yupi Says:

    Mi impresión es que nadie sabe del todo qué decir. El mismo Borges no era claro cuando hablaba de ella. O se perdía en digresiones, o destacaba su poesía, o trataba de justificar (buen puritano) la inocente crueldad de sus textos. Es bastante raro porque los cuentos de Silvina son más originales que los de Bioy o Cortázar, sin ir más lejos. “Silvina es un Borges”, decía Wilcock. Me parece una justa definición. Quizá podría agregarse que fue un Borges nocturno, una fiel compañera que devolvió al misterio todas las cosas que su amigo sacó a la luz.

  2. Sebastián Says:

    ¿Ya no se usa entrecomillar los títulos de los libros? Es una nimiedad, lo sé, pero me hace la lectura más fluida.

  3. Rodriguez Says:

    Uno tiene la impresión de que tanto Silvina Ocampo como Bioy y demás parásitos que orbitaban en torno a Borges no hubieran pasado jamás a la historia de la literatura si no hubieran sido amigos de éste.
    En cuanto a «La hermana menor», me pareció muy impersonal, periodístico en el peor sentido de la palabra, muy lejos de algunas crónicas mucho más logradas de Mariana Enríquez. Aunque justo es decir que el tema no ayudaba en nada.

  4. lalectoraprovisoria Says:

    Sebastián. Una de las razones por la que duplicamos aquí estas columnas es porque en la edición online de Perfil no usan las bastardillas. Normalmente ponemos así los títulos (y me parece esencial), pero esta vez se nos escapó. Ya está arreglado.

    Q

  5. bingo bongo Says:

    Qué raro este flaco Rodriguez comprarse el libro de Henriquez que trata sobre alguien que él llama parásito. Un animal

  6. Rodriguez Says:

    Compré el libro porque me interesaba la autora (Mariana Enríquez, de paso, sin hache, animal). Y metete los insultos en el orto, ya que estamos.

  7. bingo bongo Says:

    Se lo nota nervioso a rodriguez. Con dos líneas suyas entendés por qué cree que Silvina Ocampo fue un parásito. Pero tiene razón, animal fue demasiado, es un elogio excesivo. La literatura no es lo suyo.

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