Estrategias frente al sometimiento

Publicada en la edición impresa de la revista Ñ del 13 de agosto de 2011

por Juan Villegas

Tiempo de revancha fue considerada muchas veces, durante los treinta años transcurridos desde su estreno, una alegoría de la represión y el estado de violencia durante la dictadura. Según esta mirada, la mudez de Bengoa -el personaje interpretado por Luppi- sería el símbolo de una sociedad silenciada y acobardada por el miedo; la multinacional ficticia Tulsaco representaría a la propia dictadura; el encierro del protagonista en el hotel referiría a los secuestros clandestinos; y así con todo lo demás. Creo que estas interpretaciones, a pesar de sus buenas intenciones, no han hecho otra cosa que desmerecer la película, seguramente una de las mejores de toda la historia del cine argentino.

A Borges le gustaba citar la contundente impugnación de las alegorías de Croce. El filósofo italiano sostenía que eran inadmisibles, ya que si aceptáramos, según el temperamento moderno, que no hay diferencia entre el contenido y la forma,  la alegoría sería un artefacto monstruoso, ya que implica una sola forma y dos contenidos: el literal y el figurado. Pero también decía Croce que el arte alegórico puede ser inocuo, en tanto resulta un agregado a una obra ya concluida, un apéndice de significación que, si la obra es realmente valiosa, no la perjudica.

Siguiendo este razonamiento, creo que el supuesto contenido alegórico de Tiempo de revancha está en realidad fuera de la propia obra, en las interpretaciones de sus exégetas o hasta en alguna declaración de Aristarain, pero no en las tensas y emocionantes casi dos horas que dura la película.

Cualquiera que la revisite hoy descubrirá, en cambio, que es un alarde de literalidad, en la mejor tradición clásica. Los personajes tienen una humanidad tan pulida que resisten cualquier posibilidad de convertirse en arquetipos o emblemas de nada. Al mismo tiempo, la probada capacidad narrativa de Aristarain, nunca mejor llevada hasta extremos de perfección como aquí, no necesita recurrir a claves cifradas o significados ocultos para dar cuenta de un mundo, de una ética y de un país en un momento dado. Tiempo de revancha habla, obviamente, de la dictadura, del miedo y del sometimiento, pero lo hace de una manera directa y concreta. Si fuera una alegoría, se estaría refiriendo a una dictadura abstracta, a un país que no existió nunca. El realismo de la puesta en escena y las referencias concretas en varias líneas de diálogo no dejan lugar a dudas acerca de cuál es el referente real. Por ejemplo, se cuenta, explícitamente, que Bengoa es un dinamitero que logró ocultar su pasado de dirigente sindical para conseguir trabajo en una empresa minera mutinacional. También es un error querer atribuirle un contenido alegórico a Tulsaco, cuando el sometimiento a los empleados y los abusos de violencia son de una literalidad que alcanza y sobra para entender de qué se está hablando. En todo caso, podríamos decir que Tiempo de revancha tiene un carácter metonímico. Es decir, que busca describir una parte para referirse a un todo. La metonimia puede confundirse con la alegoría, pero es algo muy distinto. Y la diferencia es de orden ético además de estético. La alegoría implica una sustitución, el reemplazo de un contenido real y trascendente por uno falso y transitorio. La metonimia es también un artificio, pero de alguna manera inevitable. Al fin y al cabo, no es posible contarlo todo. Aristarain rehuyó, por obligada estrategia frente a la censura, contar algunas cosas, pero no tuvo que mentir para hacerlo. Y en una película en la que los personajes ponen en juego cuestiones éticas todo el tiempo, las decisiones éticas del director pasan a ser decisivas. Si Tiempo de revancha fue una película valiente fue precisamente por hacerse cargo frontalmente de lo que estaba contando.

La original premisa narrativa de la película, la mudez repentina de Bengoa como estrategia para engañar a Tulsaco, niega la interpretación de Tiempo de revancha como alegoría. Con su silencio, Bengoa no solo desafía al sistema, sino que lo derrota. Si aceptáramos la lectura simbólica, ¿cómo deberíamos entender entonces ese silencio? Es evidente que Aristarain no cree que callarse pueda ser una forma de resistencia frente al sometimiento. Y la propia película deja esto muy en claro. La mudez de Bengoa no debe leerse sino como lo que es: un dispositivo narrativo perfecto para disponer un entramado de relaciones de poder entre los personajes, un medio para que las opciones éticas se interpongan en el camino de cada uno de ellos.

Tiempo de revancha no es una alegoría de nada, pero es muy posible que sea la mejor película sobre la dictadura hecha durante la dictadura. Su visión ahora, treinta años después, también nos permite descubrir que las mejores películas argentinas que se hicieron desde entonces también nos hablan de la dictadura, aún cuando no la nombren, aún cuando parezcan estar hablando de otra cosa, aún cuando tampoco sean alegorías de nada.

5 respuestas to “Estrategias frente al sometimiento”

  1. saint-jacob Says:

    …Grandísima película… dejo links, si Villegas considera que no deben estar, ruego a Q yF que los borren… gracias…

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  2. marcos76 Says:

    Sin duda una de las películas más rigurosas del cine argentino y una recuperación valiosa de Villegas – que asume el tono elusivo y explícito a la vez, de Aristarain-, a casi treinta años del estreno.
    Como punto cuestionable sin embargo, veo que toda la argumentación se sostiene a partir de la definición idealista de Croce, que le gustaba a Borges por intereses ligados a su propio modo de producción. Desde hace mucho se escucha esta consideración de la alegoría en distintos foros para distinguir una propuesta artística de otra que no lo es (recuerdo una nota de Sergio Wolf en El amante que denostaba a «La nube» por su alegorismo obvio y rescataba a «La sonámbula» por su capacidad metafórica). Se usa esta idea entonces para hablar de lo explícito, lo burdo y lo lineal en los discursos, entendiendo a la alegoría como una imagen que reemplaza a otra, en una sustitución torpe y alejada de lo estético. O sea que no sería retórica, aunque el uso alegórico fue desde la Antiguedad una estrategia ficcional, lejos de esa funcionalidad que le atribuye Croce.
    Pareciera que hoy esa definición croceana puede referir a la publicidad y al discurso político solamente, y es cada vez más improductiva para pensar al cine… Puede ser que este film se disfrute un poco más desde la definición de alegoría de Benjamin, que valoriza a la alegoría como deformación, como mortificación de un significado social….Desde ese punto de partida «Tiempo de revancha» parece más una alegoría barroca (pese a la relojería clásica que impone Aristarain) y no un mero logro narrativo, con su planteo explícito del miedo social y sus signos de muerte (sus metonimias) atravesando todo el film.

    Por último, es verosímil que todos los grandes filmes argentinos desde «Tiempo de revancha» hablen de -sin nombrarla- la dictadura, así como todo el cine moderno habla, tal vez, de los campos de concentración. En ambos planos sobrevive la inteligencia de esas estrategias ante el sometimiento.
    Tal vez haya discrepancias, sin embargo, respecto de qué filmes, que dictadura y que revancha.

  3. Montañés Says:

    Saint, impecable lo suyo. Thanks.

  4. sombrafantasma Says:

    este blog se está «taringueando» (borocotizando no, eso no, por favor). Gracias a saint-jacob

  5. Saint-Jacob Says:

    …pido las disculpas del caso… recien hice ‘otra de las mías’ en memoria de Ruiz, pero la corto con los links… el entusiasmo a veces me ciega…

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