El cuidador oculto

Sobre Rabia, de Sergio Bizzio, Editorial Interzona.

por Quintín

Nunca había leído nada de Sergio Bizzio. Tenía visto, en cambio, Animalada (2001), su desinhibido debut cinematográfico. Lo conocí en esa época e intercambié con él algunos monosílabos. Hace poco me sorprendió (muy favorablemente) un pequeño libro escrito en colaboración por Bizzio y Daniel Guebel, El día feliz de Charlie Feiling. A Guebel ya lo había leído un poco y así fue que decidí leer alguna novela de Bizzio. Rabia es la última. En la solapa de la edición argentina no se consigna el año de nacimiento del autor, una mala costumbre que hace suponer que sus editores o él mismo intentan ubicarlo en la categoría de escritor joven. Pero es inútil: la pelada de la fotografía lo delata. (La foto tampoco lo muestra tan viejo como para suponer que el dato a ocultar es su ingreso en los cincuenta, los sesenta o los setenta, como ocurre en otros casos).

Hay toda una zona de la literatura argentina que está bajo la influencia de César Aira. Rabia pertenece a ella, aunque no deje de ser original. En los libros de Aira el lenguaje es ordinario, poco adornado, pero lo que ocurre es en parte extraordinario. Más que al fantástico, pertenecen a la órbita de lo maravilloso: la narración y los personajes aceptan con naturalidad las extravagancias físicas o lingüísticas de las que son testigos. (Si no fuera porque los escritores argentinos que se precian detestan a García Márquez, podría decirse que, en ese sentido, esa credulidad es común a las criaturas del realismo mágico.) En Rabia, sin embargo, lo sobrenatural está bastante acotado. Se reduce a una agilidad descomunal del protagonista y, tal vez (acaso como consecuencia de ella), una cierta tendencia a la invisibilidad. Pero la anomalía más aireana son ciertos diálogos, ciertas preocupaciones culturales que exceden las del la clase social del que los emite. En efecto, José María es un obrero de la construcción pero un gran lector. Le cuenta a Rosa, su novia que es sirvienta, un encuentro con Bioy Casares en la playa de Mar del Plata. “Me miró y se sacó el sombrero, te juro por Dios. A partir de ese momento lo amé. Y después me quedé pensando… ‘No te parece que el Estado se tendría que hacer cargo de los escritores y del futuro de sus hijos también. Digo yo: qué le cuesta al Estado ponerles medio palo verde en el banco a sus artistas para que escriban tranquilos sin pensar en el futuro’.” Si un juego no practica Bizzio es el del realismo oral, la vocación de reproducir el habla de los distintos grupos sociales, como es el caso de algunos escritores nacionales con vocación de profesor Higgins.

muelle


Uno de los rasgos más notables de Rabia es que su protagonista masculino está feminizado. Que su afición literaria se complemente con su indiferencia por el fútbol, es lo de menos frente a su sobrenombre: todos lo llaman María. “Es algo que se daba naturalmente y que a José María parecía no importarle. No le importaba, de hecho. Rosa empezó a decirle María.” El narrador se asocia a la costumbre y cambia el José María por el María a partir de la página 24. Y eso no es todo: “Había algo en la delgadez fibrosa de su cuerpo que, combinado con el largo de sus pestañas, eliminaba casi automáticamente la posibilidad de ser llamado José.” Más aún, un bebé que nacerá bien avanzada la novela le dice a María “mamá”, como a su propia madre (y, luego, comienza a llamar “mamá al resto de los hombres). Pero María no es homosexual (el libro se encarga de dejarlo claro) y sí, en cambio, un amante apasionado. También una bestia feroz que, en el transcurso de la novela, asesina a tres tipos a mano limpia.

Las víctimas son el capataz de la obra y dos rivales amorosos. La pasión de María por Rosa es tan fuerte que ella le hace descubrir el amor y la violencia. Apenas cometido el primer crimen, María se esconde en la mansión en la que Rosa trabaja y allí permanece oculto como un duende. Duerme en un cuarto deshabitado, roba comida de la cocina, usa los baños con disimulo pero no sale de la casa. Rosa ignora su paradero, pero María la llama por teléfono, la cela, la vigila y, finalmente la cuida y la protege. Algo así como El fantasma de la ópera. Es un gran melodrama, un género poco literario, más bien cinematográfico, acaso televisivo. Con un material semejante, Bizzio se las arregla para no caer en la parodia ni el desdén, los peligros de la literatura pop. Por el contrario, la historia avanza a saltos abruptos, discontinuos, pero alcanza la solemnidad de la tragedia.

María lee Tus zonas erróneas, pero no logra que Rosa acepte los consejos de la literatura de autoayuda. En ese bache entre el deseo y la convención aparece, casi misteriosamente, la literatura. Incluso, es como si Rabia tuviera lugar en un vacío temporal, como lo sugiere la relación entre el primer capítulo y el resto del libro. En esas páginas iniciales, se cuenta un diálogo que tiene la pareja en un hotel alojamiento. De pronto, un párrafo empieza así: “Se habían conocido en la cola del supermercado”. A partir de ese momento, el relato prosigue desde ese encuentro inicial y, lo que parecía ser un flashback, sigue de largo y no vuelve nunca a ese presente del hotel, como si este correspondiera a un tiempo paralelo. Es uno de las tantos huecos que deja Bizzio, que actúa sobre el lector como María con Rosa: hace lo imposible por no dejarse ver. Esa es la estrategia de una buena parte (¿la parte buena?) de la literatura argentina.

Nota. Escribí esta reseña hace un mes y medio. De hecho fue la primera para La lectora, cuya aparición suponía inminente. Días más tarde, me encontré, en el último número de Punto de vista, con un artículo de Beatriz Sarlo, en el que, a propósito de Aira y Guebel, dice que las ficciones de esos escritores irrumpen en lo maravilloso y no en lo fantástico. Se trata, evidentemente, de un caso de telepatía. De todos modos, la nota de Sarlo es mucho más amplia y tiene una idea que será muy difícil de esquivar cuando se hable de la literatura argentina reciente: que se ha remplazado la novela histórica por la novela “etnográfica”.

12 respuestas to “El cuidador oculto”

  1. Eduardo Montes-Bradley Says:

    El encabezado se ve en azul con letras verdes. Cualquier intento por confundir al daltónico será percibido como una provocación. EM-B

  2. Anónimo Says:

    rabia esta muy bien,

  3. carlos Says:

    Bizzio es un buen escritor, recomiendo En esa época, que fue premio Emecé y pocas veces me divertí tanto leyendo (cosa que agradezco) como cuando leí Planet. Desopilante.

  4. Germán Says:

    Rabia es una de las mejores novelas argentinas que leí en el último tiempo. También me gustó Chicos, su libro de cuentos. Y la verdad que El día feliz de Charlie… me decepcionó un poco.

  5. Pablo E. Chacón Says:

    Supongo que será o que podría ser para otro artículo-ensayo-post o lo que fuera, pero ¿por qué decís que la caracterización de Sarlo, el trueque (casi escribo truco), el reemplazo de la novela histórica por «etnográfica» será una idea muy difícil de esquivar?

  6. sofía Says:

    Bizzio es un grosso.

  7. Marcos Says:

    Leí Rabia el mes pasado, es impresionante, es lo mejor que leí en anios.

  8. Marcelo Says:

    A mi me pareció correcta. Aunque mucho mejor que sus novelas anteriores -que no habían gustado nada-, pero nada como para decir es impresionante. Un 6 con yapa.

  9. Anónimo Says:

    Estoy de acuerdo con Marcos: impresionante, un 10.

  10. Rufián Melancólico Says:

    (No lo conozco a Bizzio en persona, leí «Rabia» para una materia de la facultad y me gustó mucho. Aclarado esto, es decir, lavadas las suspicacias sobre si soy Bizzio o un amigo de Bizzio quisiera decir:)

    Creo que «Rabia» es una excelente novela. Trabajo en una biblioteca donde la tenemos y la recomendé a mucha gente distitna. El 99.9% de las personas que la llevaron volvieron fascinados con la novela. Una sola persona se quejó de la misma diciéndome: «Esto no es literatura».
    Realmente, «Chicos» es muy buen libro también.

  11. Sergio Bizzio Says:

    Quin Tin Tin: de no ser por lo que decìs de mì en Perfil, hay dos cosas que yo no harìa nunca en la vida. Una, leer tu blog. Dos, escribir en èl. (Y encima me ocasionàs la molestia de tener que llamar al diario para agradecer que hayan puesto una foto mìa con pelo).

  12. Un allegado Says:

    Hola. Soy un allegado de Bizzio que por primera vez se acerca a este blog gracias a la autopromoción que de este blog hizo uno de sus dueños en la contratapa del suplemento cultural de un diario de alcance nacional. Los blog dan para cualquier cosa, los suplementos culturales también.

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