por Flavia de la Fuente
15 de febrero
Datos del mundo exterior: Temperatura del agua: 21 grados. Temperatura del aire: 22 grados. Sol. Viento: ONO 8 km. Olas: 0,3 m. Marea subiendo. Tiempo de natación: 26′
16 de febrero
Datos del mundo exterior: Temperatura del agua: 22 grados. Temperatura del aire: 25 grados. Sol. Viento: ONO 19 km. Olas: 0,4 m. Marea bajando. Tiempo de natación: 30′
Volvió el calor, amigos.
Ahora es el reino del viento Norte, en su variante más odiosa el ONO.
Aunque todavía no nos podemos quejar, sopla y sopla con tenacidad pero aun se puede respirar.
En nuestra vereda, cuando sopla el ONO no corre una gota de aire.
Y como por la mañana da el sol, porque la casa mira al Este, creo que esos metros hasta el muelle son algo parecido al infierno.
Así que hoy fuimos boqueando a la playa.
Esperanto lo peor.
Nos arrastrábamos desesperanzados por nuestra cuadra que es un horno de altísima temperatura.
Pero en la playa estaba agradable.
Corría el ONO, pero hasta me dio frío.
Después del la última ola de calor quedamos un poco aprensivos con el agua (y con el aire).
El mar con el ONO suele estar muy frío y al salir, si hacen más de 30 grados, uno se siente mal.
Sofocones, palpitaciones, en fin, como quien sale de un lugar con aire acondicionado extremo al calor de un día en la ciudad de 40 grados.
Yo pensé que eso me pasaba a mí porque estaba vieja.
Pero resulta que anteayer estuve hablando con Karina, una guardavidas joven, fuerte y nadadora como yo.
Y sin que le dijera nada, ella sola me habló de las aguas heladas, y de la sensación de falta de aire al salir.
La abracé, la besé, le agradecí el comentario.
Se ve que esos días hay que nadar menos y listo.
Un remojón para refrescarse y chau.
Pero dado que hoy no era el caso, le dimos duro.
Pensábamos nadar poco porque temíamos a las bajas temperaturas del agua.
Pero el mar estaba solo un poco fresco, muy razonable.
Además, Quintín se puso las pilas y nadó a buen ritmo.
Y yo lo seguía para no quedarme atrás.
Así que fue un nado muy deportivo.
Es lindo nadar a la par.
Nado sincronizado.
Si él me pasa, yo trato de alcanzarlo y el Osi hace lo propio.
Está bueno.
Nos metimos al Sur del muelle y nadamos hasta el Edén.
Me parecía que nunca llegaríamos.
Tenía que pensar en que la natación era el momento más lindo del día.
Que tenía que concentrarme en el agua, en los movimientos.
Que debía relajarme, entregarme a Neptuno y disfrutar.
Y lo logré.
Cuando llegamos al Edén decimos salir.
Y ahí me mandé mi súper pique, a nadar como Phelps en los 200 metros, si es que hace esa carrera.
En realidad no sé cuántos metros nadé a toda máquina.
Pero tardé 5 minutos en salir.
Y llegué con mi último aliento.
Quintín, en cambio, la salida la hace con parsimonia.
Y se tomó unos 8 minutos para hacer lo mismo.
Le da miedo que algo se complique y no se quiere cansar.
A mí eso no me pasa.
Quizás porque voy con el torpedo y siento que si me canso, me acalambro o lo que sea, llevo el borde de la pileta conmigo.
Me pone muy bien esa corrida de 5 minutos.
Me revitaliza.
Lo esperé al Osi flotando apoyada en mi torpedo.
El viento ONO me hacía tiritar.
Salimos juntos y Quintín también sentía un poco de frío.
Pero hoy nadie se sintió mal.
Está bueno nadar a la mañana los días de calor.
Al mediodía es demasiado agobiante.
Volvimos a buen paso a la playa donde nos esperaba mi mamá, sentada tomando sol.
A ella le cuesta mucho caminar, pero se ejercita todo lo que puede.
Así que la encontramos exhausta de todo el deporte que había hecho caminando de un lado al otro con su bastón.
Ahora se fue a dormir.
Quedó agotada, la pobre.
Quintín mira el fútbol de no sé qué país.
Y las tres perras duermen.
Reina la paz en la casita sanclementina.
Y yo me voy a tirar en el sofá a seguir releyendo El profesor de mi adorada Charlotte Brontë.
Hasta la próxima.
La lectora provisoria 
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