por Flavia de la Fuente
Ayer leo distraídamente La Nación y me topo con “Murió Rodolfo Fogwill!” No terminé de leer la noticia y grité: “Quintín, ¡se murió Fogwill!”. “¡No!”, me contestó. “¿Cómo se puede morir Fogwill?” La verdad es que nos quedamos helados. Con el correr de las horas, el shock dio lugar a un desasosiego que no se me pasa. Ayer no me podía dormir y hoy me desperté angustiada por la muerte del escritor.
Hoy, mientras caminaba por la playa, me preguntaba por qué estaba tan dolorida si apenas lo conocía, lo había visto una sola vez, en un encuentro de críticos al que había invitado a Quintín hace algunos años. Pero, aunque lo vi una sola vez, su recuerdo quedó vivo en mi memoria. Recuerdo que su presencia me intimidó, pese a que Fogwill fue muy amable, cálido y gracioso. Me dijo, refiriéndose a mis crónicas en LLP: “Estoy esperando que cuentes los polvos en los médanos. Me encanta cuando escribís ‘mi maridito’˝. Yo me reí con nerviosismo y le dije que nunca iba a escribir sobre ningún polvo en los médanos porque la arena pica.
Esta tarde, mientras caminaba acongojada por la playa seguía pensando por qué me afectaba tanto la muerte de Fogwill, a quien no había visto más que una sola vez y con quien ni siquiera había compartido una mesa de café. Y me di cuenta de que el maldito Fogwill, con su muerte, nos había dejado un poco más huérfanos ya que él era el único escritor que se dignaba comentar en el blog o escribir a favor o en contra de nosotros en Perfil. Fogwill nos peleaba, pero jamás nos ninguneaba y por eso le estoy eternamente agradecida.
Recuerdo cómo me emocioné una vez porque elogió mis lecturas de Mario Levrero y también cómo me enojé cuando me llamó “nadadora y fotógrafa”, cuando no soy ninguna de las dos cosas. Pero, para mal o para bien, él siempre estaba ahí, siempre listo para atacar o elogiar.
También me da una pena enorme que haya desaparecido para siempre un comentador de LLP, el llamado “verdaderofogwill”, que irrumpía de tanto en tanto, deparándonos una alegría o un dolor de cabeza, mas nunca indiferencia. Recuerdo que una vez me corrigió un error semántico. Resulta que en una nota sobre un paseo en la playa yo había puesto “cangrejos disecados por el sol” en lugar de “desecados”. Y su ojo atento me llamó la atención de manera severa. Por supuesto, yo me morí de vergüenza por el error, pero, a la vez, me sentí halagada por su presencia en mi post. Me gustaba mucho que me leyera. Me hacía bien, me sentía menos sola.
Debo estar triste porque no hay muchos más Fogwills por acá. Con él se fue otro deslenguado que se animaba a decir y a sostener con el cuerpo lo que se le cantaba. Y en estos tiempos, los personajes tan libres escasean. Y ahora, tarde, lamento nunca haber escrito una línea sobre él. Sé que le hubiese gustado, porque sufría mucho porque se sentía ignorado, pero yo le tenía miedo.
Por otra parte, hay que decir que todo el mundo, la gente que lo conocía, lo quería de manera incondicional. Nunca me crucé con alguien que lo odiara. Todos hablaban de “Quique” con cariño y todos hablaban de su enorme generosidad. Y eso tampoco abunda en estos días.
En fin, que escribí estas líneas para sacarme un poco la tristeza y porque no podía soportar que La lectora provisoria no se despidiera con todo el afecto de su cordial amigo/enemigo.
agosto 22, 2010 a las 6:50 pm
Yo tambien lo vi una vez Estaba en el colegio primario y me llevo a una quinta donde estaban los Almendra Se murio un escritor diran todos Para mi se murio el tipo que me llevo a jugar al futbol con Spinetta
agosto 22, 2010 a las 6:50 pm
A mí también me sorprendió y me entristeció. Por recomendación de yupi, estaba justo releyendo algunos de sus cuentos.
«Verdaderofogwill»: nos quedan sus libros, sus fotos, sus locuras y sus comentarios en llp. Y su hija Vera, ¿qué será de ella?
agosto 22, 2010 a las 7:06 pm
Gracias por las palabras F, esperaba algún texto de la Lectora. Me pasa lo mismo que vos, yo también me sorprendí con la noticia leyendo La Nación, y la tristeza me agarró del cuello, y no entendía el por qué. Soy un simple lector de algunas de sus novelas y cuentos, no conozco toda su bora, ni es uno los escritores que más admiro, pero me dio mucha pena la noticia. Pensando un poco más, reparé en que en realidad el tipo formaba parte de mi vida, sin saberlo, ese mundo de blogs, artículos periodísticosy debates intelectuales, del cual soy apenas un espectador curioso, pero frecuente.
Y creo que ahí reside el motivo de mi pena, Fogwill habitaba ese pequeño mundo donde se dirimen esos duelos simbólicos y letrados, un mundo libre, que apenas roza mi vida cotidiana, pero que me hace feliz. Que ya no lo habite uno de sus más viscerales protagonistas es muy triste.
Además, nunca más lo voy a ver mirando libros en la Internacional Argentina (vivo a media cuadra), en varias ocasiones cuando regresaba a mi casa lo alcanzaba a ver hojeando libros, o conversando, y pensaba en este tipo como un mito, que nunca me animaría a saludar.
agosto 22, 2010 a las 8:10 pm
uy, ¿qué pasó con el comentario de autor material?
agosto 22, 2010 a las 8:15 pm
Lo borramos. Nos pareció irrespetuoso.
FyQ
agosto 22, 2010 a las 8:26 pm
Un gran escritor (pulido e informado) y un tipo excepcional que dignificó la provocación. Su muerte es un flor de bajón.
agosto 22, 2010 a las 8:40 pm
Lo único que leí del viejo Fog con placer (a veces con algo de bronca también), fueron sus columnas/notas en El Porteño, hace como dos mil siglos. Si la memoria no me falla, valió la pena todo ese largo tiempo malgastado.
Salutes, viejo cabrón.
agosto 22, 2010 a las 10:18 pm
Pregunta de ignorante. ¿Por qué está mal «disecado»? No se me ocurre. Además tengo la impresión de que Fog tenía algunos criterios de corrección que eran más fijaciones personales que otra cosa. Por ejemplo, conozco de sus reproches ante alguien que escribiera «encender la radio» en lugar de «prender la radio».
agosto 22, 2010 a las 11:14 pm
Creo que los siguientes poemas de Fogwill, de su libro Partes del todo, merecerán ser recordados.
VERSIÓN(de VERSIONES SOBRE EL MAR)
El mismo mar nos pierde: nos encuentra
y nos pierde con su pulso marino.
Y con su eterno nunca nos despierta
del siempre breve sueño de un camino.
Pero no hay mar: el mar es solo ausencia
en la sílaba mar: pasa el sonido
y queda el hombre frente a un mar que inventa
y pierde entre los pulsos del sentido.
Pulsos del mar que intermitentes traman
su recomienzo siempre suspendido.
Fondo que es forma, superficie y pausas
de un deseo en rompientes que reclaman
perderse por partir o estar partido
y aquí quedarse en un hacer sin causas.
VERSIÓN(de VERSIONES SOBRE EL MAR)
Soy yo al mirarla y ella ya no es ella
sino yo en ella y ella en mí. Al mirarla
soy la mirada y soy lo que por ella
en ella me convierte al reflejarla.
Es como un mar, y como al mar, la huella
de erosión y de azar llama a desearla
allí, donde ficticia es real, y es bella:
tras la verdad de la ficción de amarla.
Hay un pulso marino que me lleva
a perderme en las aguas del abismo
llamado amar por un amor que juega
a convertirme en ella y en mí mismo
hundiéndome en su mar para sumarme
a la que hace nacer de mí al mirarme.
VERSIÓN(de DIALOGOS DEL AIRE)
por Once
Fumar: quemar un tiempo acumulado
por el trabajo humano en el tabaco.
Colmar la nada que parece el aire
con las formas del humo contrololable.
Llenar todo vacío con los sueños
de otros que por ajenos son más nuestros.
Tramar con las imágenes triviales
de los medios, nuestras escenas reales.
Placer pequeño, humano, tolerable.
Social, fiscalizado, numerable.
Fumar: desear que lleva hacia un deseo
de volver a desear buscando el nuevo
desear que nunca cese y siga ardiendo
y en sed que arda insaciada arder viviendo.
VERSIÓN(de DIALOGOS DEL AIRE)
por Catorce
El placer de fumar, el placer de quemar
lo que nos llega sólo para ser consumido
y en eso se consuma. El placer de encontrar
en la nada del aire un sabor conocido
un aroma sin nombre, conocido, habitual.
El placer del colmar el aire, este vacío
con el cuerpo del humo que se disolverá
en la nada del aire cesando, convertido
en deseo de volver a desear y volver
otra vez a desear persiguiendo un deseo
intacto que no cese ni se apague al prender
la brasa y que arda en ella convertido en un fuego
ínfimo y casi interior y casi eterno y lento
como el hombre, aspirado desde un vacío del tiempo.
VERSIÓN (De Fuego de las Imagenes)
Jeinseits Der Lustsprinzip
El poco peso, el paso de la vida
su identidad perdiéndose en el tiempo
volviéndose memoria y disolviendo
tu «hoy» en su ayer, tu «ya» en visión perdida.
La libertad, apenas sostenida
por la escena que traman unos sueños
de libertad: sin peso, en piso incierto
se funda la obra para pasar la vida
que en ella pasa. ¿O pasa por ser ella
y por ser paso no es sino su huella
en la memoria..? Si ya hoy lo que yo era
no es lo que soy: ¿El hoy no es una espera
de alguien hacia quien voy sin saber cuándo
me alcanzará y soy yo y me está llevando..?
VERSIÓN (de Nueve Lieder)
Will will fulfil the treasure of thy love/ Ay, fill it full with wills and my will one… W.S.
Se vuelve hacia la nada y vuelve a mí
y en mí se vuelve nada este deseo
sed de niebla que niega ser allí
para afirmarse en el aquí que creo.
Pensada sed: nombrándola viví
y ví niebla en los signos donde hoy leo
dos nombres en el nombre que de mí
solo nombra un desear no ser deseo.
Ser sed de hacer que al no cesar saciada
sea saciada en mas sed y crezca haciéndose
como la niebla entera ya colmada
de sí y de luz oulta un mundo yéndose.
Desear ser sed: volverse sed deseada
ser toda sed vivida en sed viviéndose.
VERSIÓN(de Sentimiento de Sí)
Voz que creada de sí, gritando a nada
repite voces anteriores: vive
en los silencios de otra voz que escribe
una oración con su compás armada.
Eco de lo perdido que sonaba
y seguirá sonando mientras mide
el pulso de la frase que divide
cada palabra en su mitad negada.
Padres: patrones de la voz legada.
Metros: silencios en mi voz tejidos
solo para formarla y revelarla.
Padres: metros maestros de palabras
restos de lo legado y lo perdido
poderes, patrias, potestades, nada.
VERSIÓN(de Sentimiento de Sí)
Voz que creada de sí, gritando a nada
vuelves a aparecer intercalada
aquí en mi voz grabando tu cadencia:
eco que canta donde me silencia.
Eco que me silencia y me revela.
Eco que es yo, que fuí y que me desvela
habitándome aún con oraciones
que forman mi razón: sus omisiones.
Misión de oír y de escuchar latidos
de tantos muertos que en la voz habitan
(Se repiten en mí cuando los mido
midiendo estas palabras que los citan).
Yo estoy entero aquí, pero partiendo
frases que me dividen y no entiendo.
agosto 23, 2010 a las 12:37 am
Recuerdo una charla en Puán a mediados de los ´90 , no seríamos más de quince personas , y habló de todo : se cargó a la Facultad, a los escritores que no le gustaban , a los políticos , al cine (eterno error suyo) , a los Beatles , … después pidió que le hiciéramos alguna pregunta y se generó un silencio muy incómodo , tan apabullados estábamos , y el murmuró algo como ¨no me dejen así…¨
agosto 23, 2010 a las 6:38 am
Me enteré de la muerte de Fogwill por internet. Es raro porque me impactó y me desconcertó. A Fogwill no lo conocía. Una vez en un despacho-estudio de Jardín Botánico en BAires apareció Fogwill («hola qué tal, «buenas tardes» y poco más fue todo el intercambio). Estábamos enfrascados en análisis matemáticos y de química computacional (creo). Una de las chicas lo conocía.
Pasaron los años y leí cosas sueltas, aquí allá. Su nombre y su obra siempre me llamaron la atención a lo largo de los años. Se murió y al leer la noticia volvió como una mistura fina de imágines, la fugaz visión de Fogwill. Lo poco que sabía era por medio de una de las chicas quien lo conocía (creo, casi seguro, que por ella él estaba allí esa tarde). De todo lo demás no recuerdo nada. Ni el nombre de la gente que allí estaba trabajando-estudiando.
Una bruma de recuerdos. Pero ahí pasó Fogwill, fugazmente. Y me permitió recordarlo.
Habrá que seguir leyendo.
Pero tengo la misma impresión. Una presencia, no intimidante pero sí potente. Alguien que no pasaba sin dejar ¿un campo de inducción? a su alrededor.
Seguir leyendo.
agosto 23, 2010 a las 10:44 am
Era un tipo muy copado. No es necesario haber hablado con él (o hecho sociales) para sentirlo muy cercano.
Se lo va extrañar… era uno de los tipos más lúcidos que podía leerse en los medios… un gran sociólogo.
agosto 23, 2010 a las 11:03 am
Y también nos quedamos sin «Más chismes e infidencias se encontrarán en esta misma columna el sábado 21 de agosto». Fogwill fue no solo escritor. Es una lástima por muchos lados.
agosto 23, 2010 a las 12:10 pm
La despedida de Rodolfo Fogwill
http://www.elcastellano.org/noticia.php?id=1508
««La provocación era para él una variedad del pensamiento, una esgrima intelectual que forzaba la inteligencia a superarse, a pensar en ocasiones lo que no podía ni debía ser pensado», señaló el crítico literario Pablo Gianera, en la edición de hoy del diario La Nación.»
agosto 23, 2010 a las 1:55 pm
Es triste lo que sucede cuando un artista muere. El cuerpo material deja de existir pero queda una sensación de obra completa, de obra trascendental, sin cuerpo pero con inicio y final. Es un consuelo tonto pensar que queda la obra cuando uno siente afecto por la persona del artista, además de su obra. Pero, de algún modo misterioso, la única posible inmortalidad del artista está en la obra y Fogwill dejó mucho para pensar y para revisitar. A mí me indignaban sus columnas, recuerdo una sobre el matrimonio gay donde se enojaba por la pensión que cobrarían jóvenes efebos casados con maduros sabios, proyectando un aura helénico a todo el debate. Más allá de eso, era un tipo con huevos que decía lo que el inconsciente de los intelectuales argentinos no se animaban a decir. No todos, por supuesto.
Estoy en Canadá y veo los libros (que no leí) de Stieg Larsson hasta en la sopa y pienso que si algo bueno trae nuestra cultura necrofílica es que tras la muerte de un artista, vuelve un inusitado interés por su obra. Triste pero cierto, intrigados por la mitificación de su muerte, muchos nuevos lectores se lanzarán (nos lanzaremos) a leerlo para ver si podemos atrapar algo de su espíritu revulsivo y seguir pensando la complejidad de los tiempos y los climas políticos que nos tocan vivir.
PD. Compré Walking y Civil Disobedience por dos dólares. Lo leí de un tirón. Un lujo, gracias por la recomendación. Estuve leyendo Into the Wild, el libro sobre el que se basó la película de Sean Penn, donde se recompila muchos casos de seres que decidieron retirarse de la sociedad y vivir un tipo de experiencia diferente con la naturaleza como orden. Muy recomendable, no como gran literatura, sino como disparador de ideas.
agosto 23, 2010 a las 2:22 pm
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agosto 23, 2010 a las 3:04 pm
La buena nueva (de los libros del caminante). Esa sería la novela de Fogwill que más me hubiese molestado perderme. Chiquita, pero encantadora, no tiene que soportar el peso de quedar en la Historia.
agosto 24, 2010 a las 12:48 am
Con perdòn: ¿que pasó con mi ‘comment’ sobre esta pérdida tan triste?…¿habrè apretado algo mal?…
agosto 24, 2010 a las 6:54 am
«Más allá de eso, era un tipo con huevos que decía lo que el inconsciente de los intelectuales argentinos no se animaban a decir»
A eso se le llama valentía. Y sí, la enorme mayoría de los que se creen «intelectuales» en Argentina solo son unos cagones que no van más allá de la correción política.
septiembre 21, 2010 a las 2:38 am
Yo lo leí tarde. En Ñ. En el baño… Estaba acongojado porque el día no había salido como lo planee. Después de leer la «noticia» (una cagada) le siguió otra de Sabato nonagenario. Sentí tanta ira contra este arbitrarismo de la vida, sobre el hecho mismo de vivir. Pero a la vez esas noticias me dio, de alguna forma, para levantarme e ir a hacer yo el día. No esperar más. Ese fue el empujón de Fogwill.
septiembre 21, 2010 a las 2:41 am
Leí tarde la noticia, hace poco. En Ñ. En el baño… Estaba acongojado porque el día no había salido como lo planee. Después de leer la “noticia” (una cagada) le siguió otra de Sabato nonagenario. Sentí tanta ira contra este arbitrarismo de la vida, sobre el hecho mismo de vivir. Pero a la vez esas noticias me dieron, de alguna forma, ánimos para levantarme e ir a hacer yo el día. No esperar más. Ese fue el empujón de Fogwill.
junio 25, 2011 a las 6:36 am
Extrañamos tanto a FOGWILL.
Tanto.
Tanto.