por Simón Rubinstein
Un día con mi familia decidimos salir de vacaciones. Buscamos los mapas y nos sentamos a mirarlos. Cada uno de nosotros decía un lugar diferente, y cada lugar que uno nombraba los otros se quejaban porque o hacía mucho frío, o mucho calor, o era un lugar muy inseguro, etc.
Finalmente alguien dijo que fuéramos a la playa. La idea nos pareció buena a casi todos, menos a mi hermana, que odia la playa. Pero ganó la mayoría y decidimos que íbamos al mar.
Al subirnos al auto empezaron las peleas de los que querían viajar adelante o cerca de la ventanilla. Pero tiramos una moneda y fuimos resolviendo ese asunto.
Después, el problema fue qué música escuchar. Ya habíamos viajado un par de cuadras todos peleando a los gritos. Entonces mi papá frenó el auto y dijo: “aquí se terminaron nuestras vacaciones” y pegó la vuelta.
Foto: Flavia de la Fuente
julio 2, 2013 a las 9:59 am
Muy bueno
julio 2, 2013 a las 6:21 pm
mi hijo postizo lo amo! simo genio. me hizo acordar a un libro de alfred hayes.
julio 3, 2013 a las 8:40 am
¿Es una historia verídica, Simón?
Besos desde San Clemente,
F
julio 3, 2013 a las 11:51 am
En este momento, el autor del cuento está disfrutando de La Chèvre. Me pide que agradezca los halagos y que explique que la historia no es verídica, que es un invento y que no está nada conforme con su resultado.
julio 3, 2013 a las 12:38 pm
Ja,ja. Muy bueno.
julio 3, 2013 a las 9:09 pm
Y les gustó La Chevre? A mí me dio angustia… pero creo que para Simón puede ser divertida. Espero.
Besos,
F
julio 6, 2013 a las 1:22 pm
Me encanta la imaginación que tenes. En nuestra familia fue realidad. Nos habíamos mudado de la calle Medrano, donde vivimos 10 años en la casa de mis viejos. Para llevarlas a pasear a F y S con una amiga que era una familiar más, Irene, porque estaban angustiadas por la mudanza, ese día no cité pacientes en el consultorio en Villa Diamante. Antes de subir al taxi para pasear y comprar lo que quisieran, les dije que no quería berrinches. Si sucedía tomábamos un taxi y nos volvíamos. Bajamos en Callao y Santa Fe, era «el lugar de compras». Ahí no más empezó el problema. Tomamos un taxi y regresamos. Al día siguiente, temprano suena el telefono. Era mi mamá que me decía que el chofer venía a devolver una cartera olvidada en el taxi. Todavía tenía la dirección de Medrano porque recién nos habíamos mudado. La cartera era muy buena y hermosa. Me la habían regalado unos pacientes, la familia Sorin. El hombre la devolvió con una lapicera Parker de oro (por supuesto otro regalo) y todo lo que tenía adentro. Mi papá no lo podía creer. Para mí lo más importante eran los documentos. Quise darle unos pesos de recompensa y el buen chofer no quería nada.
Como ves, lo que te imaginaste sucedió.
Muy lindo tu cuento. Te quiero,
La abu
julio 6, 2013 a las 5:43 pm
Me olvidé de comentar algo muy importante. Cuando el señor entregó la cartera pidió disculpas porque faltaban lo que hoy serían 100 pesos. Dijo que el amigo que la encontró los sacó. Mi marido quiso darle todo el dinero que había en la billetera y él no lo acepto. Esto parece un cuento.
La Abu