Mardel desde cerca

Escenas en el mar en Mar del Plata con presentación de Q

por Flavia de la Fuente

El lunes a la mañana, salimos tempranito para Mardel. Estábamos apurados porque teníamos que llegar a las 12.45 del mediodía para la proyección de mi primer corto, Escenas en el mar. Como nunca se sabe qué puede pasar en el camino, le metimos pata. Así que fui a 140 sin parar, sin poder disfrutar de las dunas en la ruta 11, que es un paisaje que me encanta.

De tanto correr, al final llegamos con demasiado tiempo. Dejamos el auto en un parking del shopping donde daban la película y lo llevamos a Liso a la Fonte D’Oro a probar una sfogliatella. Q llamaba a todos los conocidos por teléfono y no encontraba a nadie. Yo, por mi parte, estaba contenta de haber llegado a tiempo y de estar con mi hermanito en Mar del Plata.

Llamamos a Gonzalo Castro, quien me ayudó mucho con el corto, y se había vuelto a Buenos Aires. Esa fue la primera desilusión. Después a Alderete que no le andaba el teléfono y así siguiendo. La cuestión es que estábamos solos, resolos, sentaditos en la Fonte D’Oro. De pronto, apareció el encantador Mauro y nos acompañó a la sala. Ya era casi la hora de la proyección. En ese momento, cayeron algunos amigos como Marcela Gamberini, a quien no veía hace mil años, Scott Foundas, que es como un hijo para mí, y Manu Yáñez, un joven crítico y amigo chileno catalán. No había mucha más gente en la sala, pero igual Q, a pedido mío, pasó al frente y presentó con mucho cariño la película. Contó cómo yo un día había decidido hacer una película y desde entonces no había parado de filmar. Y cómo luego la casa se convirtió en una isla de edición y así siguiendo. Estuvo tierno y elocuente.

Para ese momento, yo estaba con unos nervios tremendos. Después empezaron los avisos del festival y les juro que no sé qué vi, porque estaba demasiado hiperventilada. Creo que vi la figura de Solita Silveyra, no de mi Solita Perra, en la pantalla. Pensé que mi padecimiento sería infinito pero ocurrió un milagro. Ni bien comenzaron los títulos de la película y vi el primer plano del mar al atardecer, mis nervios se desvanecieron y disfruté de la proyección y, modestia aparte, me encantó la película. Les cuento que es muy raro que me guste algo que yo hago, pero esta película me puede. Siempre me gustó, en todas las versiones que hice. No sé por qué. No me pasa ni con las fotos ni con mis textos. Pero Escenas en el mar se me impone como algo autónomo y agradable. ¿Será que es buena? ¿Será que toda mi vida estuve esperando secretamente el momento de hacer una película?

Terminó la película y todos los amigos me felicitaron. Scott me dijo que era una pequeña obra maestra. Pero, como ya les dije, Scott, además de un reconocido crítico americano es casi un hijo mío. También Marcela Gamberini me dijo que le encantó, pero de nuevo, con Marce fuimos compañeras de El Amante durante 15 años. Y lo mismo con Manu, a quien conocí en Turín en 2004, cuando tenía apenas 25 años y ahora me vengo a enterar de que va a ser papá.

Y eso fue todo, en el cine. Después se nos unieron Marcelo Alderete y Cecilia Barrionuevo, los programadores del festival a quienes también les gusta mi película. Pero de nuevo, como dice Q, creo que Alderete programaría hasta una película toda negra si se la mando yo porque nos queremos mucho. Como ven, seguimos siempre dentro de la familia. Esto es un lío.

Así que acá estoy, contenta y ansiosa por conocer opiniones más distantes, de gente que no sea tan amiga, lo que me parece que va a ser casi imposible porque conozco a mucha gente del mundo del cine. Habrá que seguir trabajando, filmado y editando, lo que en principio no es ningún problema porque me hace feliz.

Almorzamos en un boliche en la esquina del Hermitage. Estuvo bueno. Las rabas y los calamaretis fueron alabados hasta por mi hermano Liso que, además de vivir en Madrid, tiene un paladar exquisito. El mozo, un hombre muy amable, nos sacó una foto a todos los presentes. Ah, me olvidé de decir, que para la hora del almuerzo cayó el tío Koza, que se había olvidado de venir a mi película. Otro de la familia, amigos.

A la derecha, de adelante para atrás: Scott Foundas, Manu Yáñez, Roger Alan Koza. A la izq.: F, Q y Liso.

Con Liso, nos escapamos un rato y fuimos a ver el mar que ese día estaba extrañamente azul y turquesa. Me dieron ganas de nadar, pero la hija de Neptuno no tenía su malla ni nada parecido.

Después del almuerzo se sumaron Cecilia y Alderete. Fuimos a un boliche donde nos asamos. Parecía un invernadero. Scott, agobiado, dijo que ahora entendía cómo se sentían las plantas. Pero igual, hicimos un esfuerzo y le pedimos al mozo que nos sacara una foto.

Arriba, de izq. a derecha: Scott Foundas, Cecilia Barrionuevo, F y liso. Abajo, de izq. a derecha: Marcelo Alderete, Luna, Q, Manu Yáñez y el tío Koza.

Hartos del calor nos mudamos a un segundo café, que no recuerdo cuál era. Ahí Q se puso a hablar de mi película con Alderete y Foundas y llegaron a la conclusión de que no era un corto, sino una película pequeña. Al grupo se agregó Luna, la coreana amiga de Alderete, que acompaña a la delegación de su país. A Quntín, por escribir de las películas coreanas, le regalaron una lapicera y un sable en  miniatura. Así que también nos trajimos un premio de Mar del Plata.

Se hizo la hora de partir, porque le habíamos prometido a Liso ir a Mar Chiquita. Mi hermano es licenciado en geografía y no podía dejar de ver la albufera.

El día se había vuelto raro, estábamos como en medio de una nube baja. Todo se veía fantasmagórico. Filmé un poco a las apuradas y también saqué estas fotos, sin mucha concentración, porque se iba el día y debíamos volver a casa. Las tres perras nos esperaban y estaban solas.

Y esto fue todo amigos. Debuté como realizadora de una película pequeña y no sé qué será de mí en el futuro. Me gustaría filmar toda la vida, pero no sé si me da el cuero. El tiempo dirá. Ahora viene el verano y es tiempo de nadar y meditar. Hasta la próxima.