Parece que Ella® se curó

por Flavia de la Fuente

Hace casi un mes, a Ella® la atropelló un auto cuando volvía de la playa y se salvó la vida de milagro. La muy traviesa no me hacía caso. La llamaba, la llamaba y no me obedecía. Cuando se decidió a venir, corrió a mil por hora y la agarró un coche que circulaba por la Costanera. Fue un choque tremendo, pero no se rompió nada. Por suerte, acá está, enterita y feliz posando para LLP en el jardín. La convalecencia fue complicada y duró un poco más de tres semanas, porque tenía unas heridas muy profundas que no terminaban de cerrar. El Dr. Pablo con suma eficiencia la cosía y la cachorra, con idéntica eficiencia, se ocupaba se sacarse los puntos. Durante tres semanas convivimos con antibióticos, curaciones, collar isabelino, corset confeccionado por Pita y una media con vendas sobre la parte lastimada que había que cambiarle dos veces por día. La pobre perra se portó como una santa durante esos momentos difíciles y vivió adentro de casa sin ocasionar destrozo alguno. A la noche se apoltronaba en el sofá y dormía como un bebé. Fueron días duros para todos.

Pero la lucha continúa porque Ella® no se anima a salir de casa, le tiene terror a la calle y, lo peor de todo, es que yo también. Hasta ahora no me animé a llevarla a la playa de nuevo, me da miedo que no me obedezca, no poder atarla al subir al muelle y que vuelva a pasar lo mismo: que se me escape y la pise un auto. Así que hoy, además de la felicidad, reina la aprensión en la Sede Central. También me da miedo sacar a Soli, que de tanto en tanto tiene la pésima idea de volver sola a casa cuando se le da la gana. A esta altura del partido, las dejaría a las tres encerradas para siempre en el jardín, pero eso sería condenarlas a una vida de perros. Esto de la sobreprotección me hace acordar a un cuento, creo que de Boris Vian, en que unos padres ponían a sus hijos en una jaula, por miedo a que les pasara algo, para aislarlos de los peligros del mundo. O a Safe, de Todd Haynes. No, eso del encierro eterno no parece una buena idea. Habrá que vencer el temor y llevar de nuevo a Ella® a nadar. Vivir es riegoso.

PD: Hoy con Q llevamos a Ella® por primera vez a la playa después del accidente. La perrita no quería salir de casa pero cuando se dio cuenta de que no la metíamos en el auto rumbo a la veterinaria sino que nos dirigíamos hacia el muelle se puso contenta. Se bañó en el mar, pero no nadó tanto como siempre. No sé si lo recuerdan, pero Ella® es una nadadora nata como yo. Pero hoy,  entraba en el mar donde la esperábamos Q y yo ansiosos, nadaba un minuto como para complacernos y luego salía y se quedaba esperándonos en la orilla. Tal vez todavía le duela algo. También me dio la impresión de que se asustaba con las olas a las que antes enfrentaba con la prepotencia e indiferencia de un titán. Supongo que algún día volverá a ser la de antes, pero va a llevar un tiempo.