Primeras palabras de la mañana

Diario. 6.10.2007

por Dasbald

¿Cuál es la Biblia del hipocondríaco? ¿El vademécum, Rachel’s Papers o algo al estilo de Portnoy’s Complaint Tengo una zona del ganglio izquierdo inflamada y procuro no asustarme ya que no tengo fiebre ni decaimiento, pero a la vez me digo que no tengo esperanzas de sobrevivir más de tres días sin ir al médico. Hoy no salió el sol, por suerte. Mi pereza sigue ejerciendo sus hábiles maniobras a la hora de decidir qué cortinas nuevas vamos a poner para filtrar el exceso de luz de la mañana. Con maestría el Dios que hiere de lejos tira sus dardos hacia este noveno piso. Entra el aire por la ventana; mientras escribo, me acaricia la nuca. Dudo de mí constantemente pero no de esa caricia que acepto sin cuestionar, ya que cuando me detengo pienso que ese aire en realidad está cargado de monóxido de carbono, ruido infernal filtrándose hasta el living, humedad pegajosa. Dejemos que el aire me acaricie la nuca, como si el resto del mundo estuviera en suspenso. Temprano he iniciado mi monólogo. Tengo el libro de Stegner que quiero releer, lo cual sería una buena forma de completar la brisa. Habitualmente me desagrada esta hora del día y su soledad vacua, aunque hoy tengo una sensación de tranquilidad que se parece a esos momentos de silencio posteriores a una gran nevada: todo ha quedado sepultado bajo un manto blanco y uno piensa que puede comenzar de nuevo. Pero siempre existe una mirada que actúa como esas palas gigantes que barren la nieve. En realidad, la lluvia intensa de la madrugada prolongándose hacia la mañana ha actuado como un rejuvenecimiento, pienso, mientras escucho cómo unas gotas caen nuevamente después de un trueno distante. La lluvia aumenta rápidamente, el murmullo de la ciudad retrocede, se vuelve distante, ridículo. Tengo que llamar a La Mario por teléfono, pero el solo hecho de saber que irremediablemente terminaré hablando mal de Guillermo me aburre. Los tres formamos ese tipo de relación que tienen los integrantes de una banda que han sido muy famosos y que hoy, tras peleas ridículas y absurdas, solo hablan uno del otro sin poder encarar una carrera como solista. Mejor me voy a la cama nuevamente. A leer.

 

santa.jpg

 

Noche. Después de cocinar la carne que comeremos fría mañana, o más tarde, y de su siesta, C se despierta, o mejor dicho yo lo despierto y en seguida me dice que estaba soñando conmigo. Cómo hace para mentirme tan rápido, aún antes de recuperar toda la plenitud de la conciencia, le pregunto. Me dice que tiene un grabador que se activa cuando abre los ojos. Estoy aburrido. Peleamos siguiendo el aprendido de memoria argumento de los fines de semana, tardamos 45 minutos en resolver si salir a caminar, ir al cine, comer una pizza o visitar el restaurante vegetariano que desde hace un año llama mi atención. Yo detesto pagar por comida que no tenga carne de pollo, vaca o pescado. Una comida vegetariana, en mi mundo, es sencillamente un robo. Bajamos. Paseamos por Corrientes. Está abarrotada de gente. ¿De dónde viene toda esta gente? ¿De dónde salen tantos actores ofreciendo sus volantes y sus obras? Me da asco el teatro. No lo soporto. Los sábados me ponen nervioso. Si no tuviera que trabajar ni asomaría la nariz por la noche del Sábado. El tener algo que hacer me da un entretiempo para descansar. La realidad de esta manera anula sus causas y sus efectos. Pasamos por la esquina del restaurante y hago nuevamente el mismo comentario. Miramos los libros de Valdemar y sus tapas coloridas. Una señora de permanente bien tomada, alta como un Yeti, le dice a su marido por qué no pueden tener una relación adulta. ¿Qué quiere decir con esto? Su voz con una mezcla de comerciante chino y barbitúricos genéricos hace reír a C. Como siempre, para que me calle se me permite comprar un libro y vuelvo con una bolsita gris en la que atesoro uno de César Aira. Pero yo quería también el de Fay Weldon. En la plaza Congreso una señora que vive justo debajo de un árbol lleva un cachorro en su abrigo. Me dice que todo lo que uno da vuelve. Me sonríe y se aleja con las bolsas de plástico que aferra con su mano sucia y tatuada. Con la otra frunce el abrigo para que no se caiga su mascota. ¿Cuánto falta? ¿Una hora tan sólo para ir a trabajar?

 

113otono.jpg

 

Ilustraciones: Dasbald

11 respuestas to “Primeras palabras de la mañana”

  1. estrella Says:

    Espero más.
    Beso, Dasbald.

  2. enana vieja Says:

    ¡Hoy salió el sol! Yo igual sufro a la mañana.

    Hermosos tus dibujos

  3. cri cri Says:

    hace rato que no lees la biblia?
    dasbald..creo que quedo en mar del plata…te acordas aquella que le robaste a la secretaria del medico que te estaba por atender?

  4. dasbald Says:

    sí, pero me llevé la versión resumida y yo quería esa grande que venía con un cd, pero mamá y vos me lo impidieron, me miraban con sus ojos al bies, siempre dispuestos a contrariarme, como aves con sus picos afilados. Los odio!!

  5. Xtian Says:

    Creo que quisiste decir Portnoy’s complaint y no Portnoy’s lament. El primero se refiere al famoso libro de Phillip Roth y a la expresión que se popularizó a partir de él. El segundo nunca lo escuché.

    Chicos, no sean burros y agarren la wikipedia…

  6. janfiloso Says:

    dasbald plantea un dilema de alta teología muy interesante :

    ¿ hurtar una biblia para leerla es pecado ?

    si fuera para quemarla o venderla sería una cosa, pero para leerla y tal vez convertirse ¿ quién sabe ?

  7. dasbald Says:

    Flavia arreglá el error que señala Xtian, se ve que mezclé el título original en inglés, Portnoy’s complaint, con su traducción, el Lamento de Portnoy. Disculpen a mi inconciente ignorante.

  8. lalectoraprovisoria Says:

    Ya lo arreglé!

    F

  9. janfiloso Says:

    ¿ quién es tu inconciente ignorante ?
    ¿ C ?

  10. dasbald Says:

    Hola Janfi, c no es mi inconciente…es mi Super Yo.

  11. Damian Says:

    Che: ¿Le dan el nobel mañana a Roth? Que lo gane un escritor en serio, una vez, no vendria mal…

Deja un comentario