por Quintín
Hace dos semanas empecé a ver luces y fogonazos en un ojo. Como pude comprobar en otras oportunidades, la medicina en San Clemente es precaria en general, tanto la pública como la privada. Los vecinos recomiendan solo a una oculista que vive y atiende en Santa Teresita, la doctora A. La habíamos consultado en otra oportunidad, para medir el aumento de los anteojos y me pareció una profesional competente. Nuestro auto, un viejo Golf del 96, no estaba en un estado muy confiable. En el verano había tenido problemas de temperatura y nos dejó de a pie dos veces, primero de camino a la Feria del Libro de la Costa en Santa Teresita y después a treinta kilómetros de Pinamar cuando íbamos a comer un asado a lo de Musu. Las dos veces tuvimos que volver en el remolque del ACA. Como dicen los del gremio, “se sopló la junta”. Nuestro mecánico, el gran Poti Salvático, un personaje con cierto parecido a Harry Dean Stanton, que podría hacer de un secundario duro en una película americana, lo arregló. Pero inmediatamente, antes de que pudiéramos probarlo, Flavia se rompió la muñeca (yo no manejo). (more…)