Una época
por Yupi
La sospecha de los Lumière de que el cine era un juguete que terminaría por cansar a la gente tuvo al menos un espectador convencido: yo. En algún momento de hace veinte años dejé de ver películas. Pero no me olvidé del cine. Quedé a la espera de que pasara algo, no me pregunten qué, una aparición, un milagro, cualquier cosa que me devolviera el entusiasmo y la esperanza de la primera juventud. Pues bien, me doy cuenta ahora de que ese milagro lo esperé sobre todo de Godard. Mientras él viviera y pensara y filmara no debía preocuparme demasiado, porque el cine mismo encontraría la salida del laberinto. Identificar a un artista con el arte tiene bastante de grosero. La idolatría es una forma de la destitución y casi una falta de respeto. Sin embargo, en este caso resulta más aceptable porque Godard no fue tanto el arte del cine como una época del arte del cine, y una época crucial, los años 60, en la que el cine a fuerza de ejercer la libertad se encontró con su propio límite, a saber: que su historia se descompone en imágenes, no en historias. De ahí la necesidad de escribir con la cámara y no con los guiones. Pero una vez que se acepta trabajar en lo abierto, por definición entra todo, y la película tiende a descomponerse en fragmentos… En fin. No soy un crítico de cine ni menos un teórico, pero creo que algo de eso refleja Adiós al lenguaje, una de sus últimas películas, tal vez de las más hermosas. El cine ciertamente no morirá con Godard. Ni siquiera morirá su época. Todo lo que cambia siempre retiene algo de lo que era y exhibe algo de lo que será.
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