El hocico de Goebbels

Diario invernal (V)

por Yupi

Lunes

¿Cuál es el problema eterno de la Argentina? La economía. ¿Por qué? Entre las razones más importantes, porque estamos donde el diablo perdió el poncho. No lejos, lejísimos, y para completarla a trasmano, casi cayéndonos del mapa, y no podemos generar riqueza sin ayuda. Tuve que volverme de piedra para entenderlo. De nada sirve hacer una pirueta retórica, o pedirle a César Aira que la haga por nosotros, ni entregarnos al clásico autoelogio. Estamos lejos y nada cambiará ese hecho. El país es demasiado grande, demasiado incómodo de manejar. La mitad de la población, o poco menos, vive en una sola provincia, y tres cuartas partes de esa mitad viven en la misma ciudad. El colmo del desatino. Los gobernantes que nos tocan en suerte son tan calamitosos que a duras penas calificarían para presidentes de un club de barrio. Nos queda la literatura, el arte, pero con eso no se come ni se cobra la jubilación. Poner todo el tiempo el énfasis en el alma y el sentimiento a esta altura ya me parece cómico. ¿Cuál sería el lado bueno de este solipsismo marginal? El humor escéptico, la despreocupada holganza, cierto optimismo nostálgico que siente la felicidad muy cerca de alcanzar y muy lejos de lograr. Agregaría la evidencia de que pasamos sin un rasguño dos guerras mundiales, y por lo tanto también es posible que esquivemos los misiles del camarada Putin. No es poco.

almendros

Martes

L., 25 años, mexicana, licenciada en artes plásticas. La azteca sigilosa que atiende un negocio de ropa en mi cuadra. Ayer en un alarde de extroversión me comentó sus dudas sobre un master de Arte Contemporáneo que empezará este verano en el museo Reina Sofía. Debe optar entre dos especialidades, curaduría o gestión cultural, y no sabe cuál elegir. Le sugerí que le pidiera consejo a la mujer que dirige la galería de arte vecina a su trabajo (tres metros). No sé qué motivos alegó para no abrir la boca, así que fui a preguntar yo y volví con la respuesta: el Reina Sofía es sobresaliente en gestión cultural, tiene infinidad de contactos con Francia, Alemania, Italia, una puerta al mundo. La chica me escuchó en silencio, para variar, y anotó unas palabras en una libreta. Increíble. Mi habilidad para relacionarme con toda clase de locos de atar no sólo no disminuye con las décadas sino que aumenta. Le dije que era la última vez que hacía de mensajero. O habla con la gente o la mando de vuelta a Tenochtitlán.

Miércoles

Leo en la web la frase muy admirativa: “como nos enseñó a leer Ricardo”. El Ricardo en cuestión resulta ser Ricardo Piglia, y el tono sugiere un fenómeno asombroso, inaudito, de los que ocurren una vez por milenio en una literatura. Durante un segundo quedo detenido en ese pedestal. Me fascina sobre todo el plural mayestático. ¿A quiénes enseñó a leer Ricardo? A mí no, por ejemplo. Tampoco a mis amigos, ni conocidos. Si pensamos en los mejores escritores argentinos la negación se radicaliza. Borges, Bioy, Silvina, Pizarnik, Puig, Saer, Lamborghini, Laiseca, Aira, por citar los más famosos: a ninguno de ellos le enseñó a leer Ricardo. En cuanto a Ricardo como escritor de ficciones, Respiración Artificial compite con Rayuela para el libro más sobrevalorado de todos los tiempos. Muchos preferimos olvidar aquellas lecturas. ¿Entonces? No sé qué concluir de esto. Tampoco descarto ver la luz algún día. La única misión de un artista es convencer al mundo de la verdad de su mentira, dijo sinceramente Picasso.

Jueves

El mejor entrenamiento literario para la vida, según Andrew Lang:

-La Biblia

-Homero

-Shakespeare

Eso sí, leídos en su lengua original. Es decir que para entrenarse antes es indispensable aprender el hebreo, el griego antiguo y el inglés isabelino. Así de dura era la vida literaria.

Viernes

“¡El ruso Schneider!”. Entre lo más divertido de La Cena de Aira está el grito que pega un pringlense al reconocer entre los zombies a un vecino de toda la vida. Es una expresión clásica, muy argentina y a la vez muy de pueblo de la provincia. Supongamos que tuviera que traducir ese grito al alemán. ¿Cómo hacerlo para que conserve la gracia? Traducirla literalmente no me convence porque nadie entendería a cuento de qué viene ese ruso, y aclararlo en una nota al pie es indigno de un buen traductor, como explicar un chiste. “¡El judío Schneider!” podría funcionar, pero el adjetivo está vedado en Alemania por razones obvias. Más que reírse me harían un juicio. Otra variante: “¡El negro Schneider!”. Sólo que la entenderían literalmente y el protagonista no tiene nada de negro. Última opción: “¡El turco Schneider!”. No me satisface en absoluto. ¿Quedará el ruso? Es probable. En lo que soy intransigente es con la propaladora. No debería traducirse. La vieja y querida propaladora debe ser, sin más, la Propaladora. Los alemanes durante el Tercer Reich usaban una expresión magnífica, aunque un tanto siniestra, para nombrar a su equivalente en interiores, Goebbels-Schnauze: “El hocico de Goebbels”.

Sábado

Muerte de un amigo. Hace un rato me avisaron que murió C., un amigo de la adolescencia. Como siempre, la noticia me parece completamente irreal. Hijo de médicos. Sus hermanos eran galanes de cine y su hermana parecía salida de un cuento de hadas, suave, afable, de una belleza cristalina. Todos eran blancos, rubios y de ojos claros; él había nacido negro. Este contraste se multiplicaba a la hora del trato personal. Tenía mala bebida. Cuando bebía se transformaba literalmente en otra persona. Una vez en el tumulto de una discusión estuvo a punto de golpearme. No lo hizo por amistad y porque yo tampoco estaba en mis cabales, aunque en otro sentido, y en esos casos funciona la conservación de la especie. Era fanático de Boca, pero fanático categoría enfermo. De los que pasan todo el partido colgados del para-avalancha. Alguna tarde lo acompañé a la tribuna: el torso desnudo, el pelo largo, alborotado, la mirada desorbitada… Jugar al fútbol con él era sinónimo de reyerta segura, grande o chica, que se consumía en su propio fuego. Una vez terminado el partido ni se acordaba de que había ocurrido algún altercado, y hasta lo negaba como una exageración de gente novelesca. “Si no pasó nada”, decía mientras se frotaba un tobillo fracturado en tres partes. Cada vez que venía a casa miraba la biblioteca y me decía asombrado, casi alarmado: “¿Vos leíste todo eso?”. Un salvaje, nacido en una familia de la más refinada civilización. ¿Cómo pudo ser? No lo sé y tal vez nadie lo sepa. Me alegra haberlo recordado, aun por el peor de los motivos.

Domingo

Este diario celebra hoy su décimo aniversario. Me di cuenta de casualidad, ya que nunca releo lo escrito para no deprimirme. ¿Quedará flotando en las nubes virtuales o desaparecerá? Supongo que desaparecerá, pero no más que un texto en papel. Del siglo XVIII no nos quedan muchos libros que digamos. Cuando le comenté el asunto a un informático me dijo que yo estaba totalmente equivocado; que el contenido de la web, al carecer de soporte material, siempre puede recuperarse, por toda la eternidad. De ahí el peligro de darle datos bancarios a los algoritmos. No sé, la inteligencia artificial es un tema que me desconcierta y me interesa en partes iguales, quizás porque parece claro que el mundo va hacia una interface artificial perpetua. Por supuesto que no sé cuánto tiempo llevaré este diario. Un día puede detenerse repentinamente, al igual que un día puedo perder interés por el tenis o la paella marinera.

Foto: Lisandro de la Fuente

16 respuestas to “El hocico de Goebbels”

  1. janfiloso Says:

    Siempre te leo Yupi. Dejé un comentario en otro post, siempre me deslumbran tus reflexiones. El anteanterior (¿?) el de los muertos me pareció increible.

  2. Ericz Says:

    Yupi, no es verdad que nada se pierde. Por ejemplo, ese día que hubo una epifanía en los comentarios, sobre Aira y Borges, se borró, no está. ¿Dónde está?

  3. Yupi Says:

    Grande Janfi! Lo de los muertos es un saludo a los epitafios de la revista Martín Fierro de los años 30, no sé si te acordás. Cito uno de memoria:
    Yace bajo estos acantos
    Cantilo, escritor porteño.
    Bien merece un largo sueño
    quien hizo dormir a tantos.

    Ericz. La epifanía la tiene Quintín dentro de un microfilm en un lugar que sólo él y Flavia conocen. Vamos a vendérsela Netflix. El papel de Borges obviamente no puede hacerlo otro que Anthony Hopkins. El papel de Aira es más difícil, estamos probando actores. Salud.

  4. janfiloso Says:

    Mis recuerdos no arrancan en la década del 30, tal vez mas adelante Leo Dan, Violeta Rivas, Jolly Land, Johnny Tedesco, Lalo Fransen y por supuesto el gran Palito y Chico Novarro.

  5. Yupi Says:

    Ja. Vos te la buscaste. A la memoria de Mochín.
    http://www.youtube.com/watch?v=4TP3u0rNkys

  6. janfiloso Says:

    Mochin y Maria Grañas, dos mostros.

  7. Yupi Says:

    Para Ericz.

    Yupi Says:
    Octubre 3rd, 2008 at 11:36 am
    Repasando. En el debate por un lado teníamos:
    1) la pesada herencia de Borges, pesada en doble sentido, como la imposición de una forma de entender y leer la literatura, y como un corset de hierro para los futuros escritores, y
    2) el problema de qué hacer con esa herencia, cómo encontrarle una salida.
    Bien. ¿En que consiste la herencia de Borges? Resumiendo, en una defensa a rajatabla de la literatura deliberada, intelectual, lo que maiakovski llama “lúdica”. ¿Qué escritor entre los preferidos de Borges encarnó esa forma literaria? Sin duda, Chesterton, tanto en el género policial como en el fantástico. ¿Qué libro, entre los de Chesterton, elogió y admiró Borges hasta el cansancio? Su biografía de Robert Browning.
    Veamos ahora las soluciones que buscaron los escritores posteriores a Borges y qué hace Aira con todo eso.

  8. Yupi Says:

    Yupi Says:
    Octubre 3rd, 2008 at 12:33 pm
    En los 60, 70 y 80 los escritores intentaron resolver el problema eludiéndolo por la distancia, bien parándose en la vereda de enfrente a través del periodismo (Rodolfo Walsh), bien adoptando una poética distinta (Saer), o bien procurando vagamente conciliar la poética de Borges con la de Arlt (Piglia). De más está decir que ninguno consiguió resolver el problema. Y que era imposible que lo consiguieran de ese modo, porque el problema era básicamente literario, no político. Aunque había una ideología en juego, esa ideología era el efecto secundario de una obra excepcional, no su causa principal. No había ninguna posibilidad de atacarla desde afuera de la literatura. Ninguna. Para decirlo más claramente: Walsh, Saer y Piglia podrían haber escrito hasta el fin de los tiempos sin afectar la herencia de Borges. Su magisterio continuó intacto en los 60, en los 70 y en los 80. Pero entonces…

  9. Yupi Says:

    Este diario se suma a los festejos por el cumpleaños de un verdadero prócer blanquiceleste. Salud.
    http://www.youtube.com/watch?v=2RJvpFo_dMA

  10. Estrella Says:

    Yo también siempre te leo.
    Paso cada tanto, como quien sale a dar una vuelta por el barrio.

  11. Yupi Says:

    Hace siglos en tu blog, en medio de una marea de comentaristas, dije: “De acá yo me fío de Estrella y de Janfi. Los demás están en capilla”. ¡Y acerté! El primer misil que caiga cerca de Madrid les pido asilo.
    http://www.youtube.com/watch?v=lmZdrzThVto

  12. FedericoR Says:

    Como Ericz, suelo buscar esa epifanía, en la que especulaba que Lamborghini era a Cesarito lo que Macedonio a Georgie: todo por el ejercicio melancólico de no encontrarla. Los argumentos no eran menos fascinantes que esa aparición en los comentarios, de a poco, con interrupciones a almorzar.
    El come en casa Borges directamente me lo bajé a un documento. Internet puede no desaparecer, pero los blogs sí. Doy fe personal, escribí una columna semanal en uno que hoy se ha esfumado (sin que nadie deba lamentarlo, claro está).
    Lo que no puedo creer es que este diario lleve 10 años. Hay que hacer un rejunte.

  13. Yupi Says:

    Al parecer en la web nada se borra del todo, queda en algún lado, en el servidor, en la nube, en la mente del Gran Hermano, no sé. Dudo de que los informáticos de la CIA y la KGB se movilicen para salvar nuestros comentarios. Pero que están, están.

    Lo de Lamborghini como gurú de Aira es algo que dijo muchas veces el mismo Aira. Más bien fue una inspiración, me parece, porque son dos clases muy distintas de escritor. Lamborghini trabaja desde adentro de la lengua y Aira desde afuera, como un general en campaña. El sensual y el intelectual. En este sentido Aira es claramente un Borges al revés. De hecho Aira siempre exaltó todo aquello que Borges abominó y ridiculizó hasta el cansancio, desde el surrealismo hasta el formato novela.

    En fin, ante el peligro de los misiles rusos no creo que nadie se interese en la literatura. ¡Con lo bien que estaba en plaza Italia! (7 y 44)

  14. FedericoR Says:

    Si viera Plaza Italia… hiy es una feria gigante de ropa usada. (Fui literal).
    Mejor que a nadie le interese la literatura: así la dejan en paz.
    (Otra similitud Macedonio, Lamborghini, es irse en preliminares…)

  15. Yupi Says:

    En el invierno de 1989, sobre la vereda de un kiosco frente a plaza Italia, murió un linyera congelado de frío. Yo estuve ahí. De OL mirá esto (de memoria). Escuchalo, más bien.

    “En literatura me gusta ir directamente al grano. Nada de prólogos, vueltas; nada de nada y nada de chotadas. Rapidez y concisión. Sin pelos en la lengua mandar a la mierda, ya, a hacer puñetas, ya, a los largueros; a los que, parece, sin largar se cansan en partidas”.

  16. FedericoR Says:

    Es notable esa cita de Lamborghini, porque cada vez que lo leo me transmite una especie de angustia. Me lo imagino queriendo avanzar y cruzándose a cada palabra con una resonancia que lo frena. “¡Qué dificultades para escribir, Dios Mío!”

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s


A %d blogueros les gusta esto: