Diario del miedo (4)

Buenos Aires, 28 de septiembre de 2021

por Flavia de la Fuente

No estoy segura de seguir con este diario.
Me está asustando.
La idea de escribirlo me altera.
Creo que no me ayuda.
Quizás deberíamos cambiarle el título.
No me gusta alimentar el miedo.
Quiero cultivar un jardín florido.
Tratar de conectar con la alegría.

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Ya el título me pone mal.
No me di cuenta, al principio.
Tenemos que trabajar en eso.
Porque así no voy a poder seguir.
Me siento obligada a hablar de mis fobias.
Y, a veces, no tengo ganas.

Es increíble, pero el título me asusta.
Habrá que cambiarlo.
Espero sepan comprender.
Pero vivir con miedo es duro.
Y tener que escribir sobre el miedo, no ayuda.

Así que será un diario más libre.
Hoy , por ejemplo, quiero recordar cosas agradables.
Tengo demasiado miedo en mi cuerpo.
Va a ser una meditación sobre el placer.
O eso trataré de lograr.

Veamos.

El día previo a mi cumple, el 23 de septiembre.
No sé si fue agradable.
Pero sentí mucho amor por parte de mi marido, el Osi.

Yo no quería festejar nada.
Solo iba a tomar un té con mi mamá y Gabi.
Más me abrumaba.
No me sentía bien.

Pero igual había que preparar algo.
Por suerte, Q me ayudó.
Se puso a cargo del operativo festejo.
Elegimos cosas ricas para la merienda.
Y también la torta con sus velitas.
Y logramos que nos enviaran todo al día siguiente.
Fue un alivio.
Y me conmovió la diligencia de Q.
Que es un famoso perezoso.
Creo que ni Lytton Strachey le gana.
¿Se acuerdan de Carrington?
Con Gabi, entre nosotras, lo llamamos «Lytton».
No sé si él lo sabe.
Quizás se ofenda.

La víspera de mi cumple Q me compró un regalo.
Y me hizo quedar levantada hasta la medianoche para dármelo.
Pasamos un noche hermosa.
Miramos juntos una película en Netflix,
algo que no solemos hacer.
A él le gustan los policiales o las cosas serias.
A mí las comedias románticas, los programas feel good.
Me encantaría ver policiales, pero me muero de miedo.

A veces nos gusta ver programas de comida.
O de viajes.
Lamentablemente, no hay demasiados que se dejen ver.
Esa noche nos pusimos a ver una película argentina.
Del estrés a la felicidad, se llama.
De un pibe que sufría de nervios y fobias y lo ayudaban dos monjes y su mujer.
El protagonista es el cineasta Alejandro De Grazia.
Duraba una hora, el tiempo justo que hacía falta para que yo cumpliera 62.

Así que pasé la víspera de mi cumple con dos monjes budistas.
Estuvo bueno.
Q se durmió un poco.
La película resultó un viaje apacible,
al Sur, al monte Fitz Roy.
Se dejaba ver y era serena.
Un agradable viaje espiritual y geográfico.
Lindas fotos de la Patagonia.

Así que llegué a los 62 con mucha calma.
Y el Osi apareció a las 12 con un gigante ramo de flores.
Hermosísimo.
Muy colorido.
Era tan grande que no sabíamos dónde ponerlo.
Como estábamos muy cansados,
lo dejamos en un balde con agua y hielo.
«Mañana vemos», le dije.

Pasamos una velada muy tranquila y amorosa.
Me fui a mi camita con una sonrisa,
que me daba calor en el corazón.

No recuerdo si dormimos bien.
Pero estuve contenta.

———–

Pero, como era inevitable, al día siguiente me atraparon los nervios.
No iba a festejar nada de nada.
Solo vinieron a tomar el té mi mamá y Gabi
Gabi me regaló una remera hermosa.
Y una clase de QiGong de Lee Holden.
Y la sorpresa del día fue un regalo de mi hermano Liso.
Que vive en Madrid.
Me mandó productos de La Rioja, Argentina,
dos botellones de aceite de oliva,
nueces, pasas de uva y aceitunas negras y verdes.
Todavía sigo emocionada.
Y comiendo todo.

Pero nada me calmó ese día.
Ni las alegrías ni las tristezas.
Ni el QiGong.
Ni la larga ducha.
Solo quería que el día de mi cumple terminara.
Y seguí mal al día siguiente.
Y así.
No podía juntar fuerzas ni para escribir este diario.

————

En este momento me siento en armonía.
Escribo y tomo té verde con menta.
Q no está.
Solita duerme en su almohadón.
Solo se oye el rugido de la calle.
Pero me siento tranquila.

Aunque me costó mucho trabajo esta armonía.
Me desperté fatal.
Y eso que había dormido bien.
Quizás demasiado.
Me dolía la cabeza.
Y al rato, después de hacer ejercicios,
tenía náuseas y malestar general.

Pero después de desayunar, pasear a Soli,
y hacer QiGong for Better Breathing y QiGong for Anxiety
voy mucho mejor.

Digamos que me siento bien.
Estable.
Contenta.
No sé de qué.
Pero no importa.

Así que me despido.
Hasta que encontremos otro título a mi diario.
Algo amigable.
alegre.
Que me invite a acercarme cada día.

Foto: Flavia de la Fuente

Una respuesta to “Diario del miedo (4)”

  1. Juan GS Says:

    Todo nos da algo.
    El miedo, tantas cosas; tal vez, la mejor sea que nos exime de la frustración.

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