Buenos Aires, 22 de septiembre de 2021
por Flavia de la Fuente
Mi sueño de una calle libre de barbijos no se cumplió.
Además la nueva disposición rige a partir del 1º de octubre.
Si no cambian de opinión.
Todo es posible.
Ayer salí a la calle eufórica.
Y al primero que vi con barbijo le pregunté por qué lo usaba.
«Por las dudas», me respondió (el hombre que ya tuvo Covid y está vacunado).
Insistí con el portero de al lado y me dijo: «Para prevenir».
Le hice la misma pregunta a un mendigo amable, viejo y tullido que siempre saludamos,
y me dijo: «Mejor cuidarse»
Así que parece que el barbijo vino para quedarse.
Solo los jóvenes se animan a mostrar la cara.
En el parque, todos paseaban con tapaboca,
como le dicen acá.
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Me sentí muy emocionada por los comentarios de los amigos.
A Hugo no lo conozco, pero me emocionó.
A Juan y al Yupi, sí.
Son viejos amigos de LLP.
La canción del Yupi me hizo llorar.
Y Juan me hizo pensar en la religión.
Yo nací y moriré atea.
Pero, en estos días,
Lee Holden nos hace practicar la Prayer position:
Juntar las palmas de la mano y apoyarlas en el corazón,
como un buda y sonreír como la Mona Lisa.
Nos sugiere que hagamos una práctica de gratitud.
Que pensemos en todo aquello por lo que nos sentimos agradecidos.
Me gusta mucho.
Entre el calor de las manos en el pecho,
y los dulces pensamientos, me siento muy bien.
Según Lee, es una buena manera de empezar el día.
Es una de las tantas cosas que aprendí en el taller de Depresión
o de Emotional Balance.
O quizás en el de Better Sleep.
Porque la última semana hice tres cursos especiales.
Lee nos enseñó una receta para sentir coraje y alegría
antes de salir de la cama;
darse unos golpes en el pecho a la manera de Tarzán
y después, sentarse con los pies en el piso en la posición de plegaria y agradecer.
Es muy suave y amable.
Y vivificante.
Ya les contaré más sobre los golpes en el cuerpo.
Es una terapia interesante.
Muy vigorizante y poderosa.
Por mi parte, lo que hago todas las mañanas,
antes de desayunar,
es meditar acostada al menos 45 minutos.
Porque lo cierto es que me despierto muy asustada.
La meditación me ayuda a serenarme,
a empezar el día de manera más ecuánime.
Pero, después del desayuno,
y de ordenar con conciencia plena,
las cosas de la cocina y
hacer las dos camas,
ya necesito volver a respirar.
Digamos que a respirar más todavía.
Y, entonces, me pongo a hacer una pequeña rutina de QiGong.
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Ayer tenía terror de ir a dormir.
Pero me caía de sueño.
Me despedí de Q, hice los Healing Sounds con Solita,
la masajeé como todas las noches,
me desvestí, me metí en la cama,
esperé a que la perra se fuera a la cucha,
y cerré la puerta de mi habitación.
Me haría genial relajarme con las meditaciones guiadas para dormir.
Tengo una app buenísima que se llama 10% Happier.
Ya la gasté.
Conozco todas las meditaciones de memoria.
Pero igual me ayuda.
Soy como los chicos.
Quiero escuchar el mismo cuento una y otra vez.
Pero no la puedo escuchar por el ruido de la calle.
Y si la pongo en el volumen que me gusta,
lo molesto al Osi.
Así que medito sola.
Hasta que me quedo dormida.
Anoche dormí profundamente una hora.
Pero, por suerte, me desperté,
y me volví a dormir enseguida.
Y así dos o tres veces más.
Sigo contando ovejitas.
Creo que junté como 7 horas de sueño.
Pero sigo cansada.
——-
Ayer vi en Netflix una serie sobre el dormir.
Headspace Guide to Sleep, se llama.
Me salteé dos capítulos.
El de las pastillas.
Para no asustarme.
Y el de los sueños.
Por el mismo motivo..
Pero estuvo bien,
aunque sabía casi todo.
Y cada capítulo termina con una relajación.
Están buenas.
Son iguales a algunas de las de mi app.
Aunque las mías son largas, media hora o más.
Lo que no sabía es que no es bueno irse a dormir a un horario fijo.
Que lo que sí es bueno es tener un horario para despertarse.
Dicen que eso regula mejor el sueño.
Que a la cama hay que ir solo si uno está cansado.
Y levantarse al otro día, a la misma hora, aunque uno siga con sueño.
Que al final, todo se va a ir normalizando.
Eso hacía yo este año en San Clemente.
Me despertaba cuando salía el sol.
O antes.
A las 4 o a las 5.
Y caía rendida a las 10 de la noche.
Ni lo escuchaba a Q cuando venía a la cama.
Era tan lindo.
A la mañana, antes que nada, hacía una media horita de QiGong sola.
Respiraciones, elongaciones, básicamente.
Algo muy suave.
Después me tomaba un tecito y esperaba a que se hiciera de día meditando.
O escribiendo mi diario.
Porque también tengo un diario en papel.
Después, cuando había luz me iba a la plaza de enfrente o a la playa a hacer Qigong.
Un par de veces fui casi de noche a la playa a ver salir el sol.
Este año lo haré muchas veces.
Es muy agradable meditar en los médanos.
Si estaba en la plaza haciendo gimnasia en los jueguitos,
Q me llamaba desde la ventana para tomar el segundo desayuno.
Si estaba en la playa, me llamaba por teléfono.
Todo está al lado.
La playa queda enfrente de casa también.
Era tan fácil.
No hay caso,
no me logro acostumbrar a la ciudad.
Me falta el aire de mar.
Por suerte, falta poco.
Y por suerte también,
me traje en la valija el QiGong.
Foto: Gabriela Ventureira
septiembre 30, 2021 a las 9:11 pm
Te abrazo fuerte, querida Flavia.
octubre 6, 2021 a las 1:01 pm
Gracias, querida Estrella! Besos para vos. Te extraño. Tantos años sin vernos. Al único que veo es a Janfi, y solo una vez al año.
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