Buenos Aires, 21 de septiembre de 2021
por Flavia de la Fuente
Feliz primavera.
Sin barbijos al aire libre.
Qué noticia.
Será hermoso caminar por las calles y parques y pensar que el mundo es normal.
Es un día liberador.
Gran alivio en mi corazón.
Seguro que voy a poder dormir mejor.
Yo nunca usé barbijo al aire libre.
Pero el resto del mundo sí.
Y me asustaba el paisaje a mi alrededor.
Salía a la calle y me ponía triste.
Era un mundo deprimente.
Hoy pasearemos a Solita por el parque sin embarbijados, o eso espero.
Aunque todavía hay mucha gente que tiene miedo.
Y los seguirá usando para siempre, creo.
Odio los barbijos porque me da terror no respirar aire puro.
Pero también siento una fuerte compasión por los que tienen miedo del virus.
Los entiendo.
Yo también tengo miedo.
Y muchas veces, con la razón no basta.
En eso soy experta.
Si no, no sufriría ataques de pánico.
O quizá lo razonable sería que todos viviéramos en pánico.
Porque la vida es muy difícil.
Siempre.
Para todos.
Desde el comienzo de los tiempos.
Hay sufrimiento.
Decrepitud.
Muerte.
Pero hay que vivir pese a eso.
Ser ecuánime.
Una buda.
En eso estoy.
Porque también hay alegría.
Salud.
Serenidad.
Amor.
Vamos por ellos.
———-
Ayer estaba fatal.
Hice un taller de Qigong para la depresión de tres horas.
Dos horas de ejercicio y una hora de charla.
No sé cómo funciona.
Pero fue milagroso.
Terminé la clase a las ocho de la noche y me sentía nueva.
Como si hubiese dormido quince horas seguidas.
Fresca y serena.
Llena de energía y optimismo.
Lee Holden hace magia.
La poción funciona siempre.
Me voy a pasar el resto de mi vida practicando Qigong.
Es un camino de ida.
——
Pero igual temía un poco la noche.
Mi sonrisa se desvanecía al pensar en las horas que pasaría insomne.
Aunque sé que tengo que sonreírle a la aversión al insomnio.
Si no, no se va a ir nunca.
—————–
Hace cuatro días me mudé temporariamente a otra pieza.
Para no molestar a Q con mis noches agitadas.
Y poder dormir más tranquila.
Me hice la camita que hay en mi escritorio.
Preparé todo.
En una silla puse mis remedios, el Kindle, anteojos.
El pequeño detalle es que ese cuarto tan bonito,
con vista al balcón florido,
da a la calle Billinghurst, a metros de Santa Fe.
Y no se puede dormir por el ruido.
Los vidrios vibran cuando pasan los colectivos.
Y los viernes y sábados a la noche hay picadas y peleas.
Es un desastre.
El primer día, cuando se me ocurrió el experimento,
me la pasé llorando.
Me daba no sé qué no dormir con Quintín.
Temía hacerlo sufrir.
Pero era necesario, por un tiempo.
Por la salud de los dos.
Lloré y lloré todo el día.
Y no dormí nada a la noche.
Los cambios son así.
Al día siguiente, lo primero que hice fue comprarme tapones para los oídos.
Y seguí acomodándome a mi nuevo cuarto.
Está bueno.
Me voy acostumbrando.
Puedo prender la luz cuando quiero.
Pararme a hacer Qigong, leer, meditar, hacer vueltas carnero.
Y Q también se siente más libre.
Así que se me pasó la melancolía.
Ahora somos dos reyes.
Los reyes viven en cuartos separados.
————-
La que no entiende nada es Solita.
Que dormía en el suelo, de mi lado,
en nuestro ex dormitorio.
Así que a la noche tenemos muchos problemas de alcoba.
Sé que al final Soli irá a su cucha.
Pero va y viene indecisa entre un cuarto y el otro.
Como un tigre enjaulado.
————
A Solita le gusta el Qi.
Antes de ir a dormir practica los Healing Sounds conmigo.
Al parecer los animales son muy sensibles a esa energía.
Se sienten atraídos por el electromagnetismo.
La perra no se pierde una sola meditación.
Ella estaba acostumbrada a ir a dormir conmigo
después de practicar los healing sounds.
Pero ahora, termina la meditación y yo me quedo en mi escritorio.
Y la pobre perra no sabe qué hacer.
Me mira mientras me pongo el pijama.
Y se asombra porque no voy al otro cuarto.
Le dejo la puerta abierta, para que haga lo que quiera.
Pero, por suerte, al final, la cucha la llama.
Y se queda con Q toda la noche hasta que la llevamos a pasear.
Veremos cómo sigue esta nueva aventura.
———
¿Y el insomnio?
Esta noche fue casi milagrosa.
Me desperté como tres o cuatro veces.
Pero logré seguir durmiendo.
Me acosté y me puse a contar las respiraciones.
De uno a diez.
Y al llegar al diez, volvía a empezar de nuevo.
Es el viejo método de las ovejitas.
Pero con respiración profunda.
Anoche funcionó.
Y no tomé Xanax de más.
Una pequeña victoria.
Para celebrar la primavera.
Estoy contenta.
Adoro dormir bien.
Vamos para adelante.
Continuará.
Foto: Gabriela Ventureira
septiembre 29, 2021 a las 10:39 pm
Xanax creo que es un buen nombre para el diario del miedo.