Un odalisco epiceno

Diario primaveral (VI)

por Yupi

Lunes

La celebración por el premio Formentor a César Aira ha pasado y nadie resultó gravemente herido por la exhibición de fuegos artificiales. Era imposible que resultara herido nadie. La literatura de Aira es tan minoritaria como la literatura misma. Salvo el Nobel, y quizá el Booker Prize, no hay premio en el mundo que pueda hacer de Aira un escritor para más que unas cuantas personas especialmente interesadas en las letras. Ni el Formentor ni el Goncourt ni ningún otro. Desde hace años las grandes editoriales piensan estrategias para vender sus libros, trazan planes, arman colecciones, maquinan gimnasias publicitarias. Del todo inútil. Aira sigue refractario al best seller, plegado sobre un puñado de lectores. ¿No ocurre lo mismo una y otra vez con todo artista? En definitiva es un problema agravado por la misma industria editorial. Cuando aparece una obra realmente buena, la principal dificultad en su camino es la cantidad de obra mala que ya se encuentra en posesión del campo y aceptada como si fuera buena. A todo esto debe agregarse el predominio creciente de la cultura digital, que funciona por un mecanismo de reemplazos instantáneos. Quizá la solución sería editar una Biblioteca Impopular. En fin. Sea como sea, me alegró este premio en una época más bien triste.

Felisacieloazul

Martes

¿Cuándo me convertí en un señor? Un día, hará cinco o seis años, la gente me empezó a tratar de usted y de señor. Es raro. Ni en mil años podría verme como un señor. En ese renglón sigo el ejemplo de César Aira y Arturo Carrera, los amigos que seguirán siendo infantiles hasta el último suspiro, pase lo que pase, aunque vengan degollando. Esto a veces trae consecuencias inesperadas. Tanto le dijo Aira a la pobreza: “¡Andate a lo de Arturito!”, que en efecto Arturo terminó en la indigencia. No importa, pobres o ricos, nunca serán señores. Un señor es, por ejemplo, Vargas Llosa. El señor Vargas Llosa. Muy bien. Él mismo debe tratarse de ese modo: “Ahora se levanta de la cama el señor Vargas Llosa, ahora se pone las pantuflas, ahora se dirige al baño, donde realizará una micción”, etcétera. Sin embargo en mi mente el señor convive con el muy joven Vargas Llosa del Boom Latinoamericano. De algún modo es ver las cosas como un poeta, para quien el tiempo siempre es reversible. Aquel joven Mario quería ser el Flaubert de nuestra lengua, devenir un escritor de renombre, vivir de la literatura, ganar el premio Nobel. Bueno, consiguió todo eso. También consiguió escribir algunas novelas bastante buenas, que no es poco, ni sencillo. Como casi todos los muchachos de los años 70, profesaba ideas políticas de izquierda, usaba el pelo largo y de vez en cuando andaba metido en problemas de faldas. Lo que Varguitas no dijo, uno de los mejores títulos que conozco.

Miércoles

F., 32 años, venezolana, transexual. Vecina de un amigo, la conocí en un bar y tardé un buen rato en descubrir el cambio de sexo. El cirujano que la operó hizo un trabajo perfecto. De noche es una mujer, incluso a medio metro de distancia. Escuché su agitado relato. La historia de siempre: problemas con los papeles, problemas para trabajar, falta de dinero. ¿Y yo qué tengo que ver? No se sabe. La mayoría de los recién llegados me cataloga de entrada como un millonario (no lo soy), un filántropo (no lo soy), un hippy (no lo soy), un defensor del lenguaje inclusivo (no lo soy), y en general un santo, cosa que tal vez sí sea porque tengo una verdadera habilidad para atraer a toda clase de torturados y marginados como esta chica. En el único viaje en ascensor que compartimos tuve terror de que se le ocurriera pedirme o aun darme un beso. Casi le di la espalda, posición que tampoco era muy tranquilizadora. No transcribo las noticias que me contó de Venezuela para no darle un disgusto a Quintín. Digamos que en general su discurso no resultó esperanzador en términos políticos. Veremos cómo le va.

Jueves

La cultura del transgénero está anticipada y definida en la teoría del continuo de Leibniz, según la cual todo tiende a mutar de un estado a su estado contrario. A través del cambio continuo, el punto y la línea, el espacio y el tiempo, pueden fusionarse. La igualdad es sólo un caso especial de desigualdad; las líneas rectas de curvaturas; el descanso es un caso de movimiento. Por lo tanto en la naturaleza nada sucede por saltos, sino en transiciones imperceptibles. En arte esta transformación tiene todas las características de una novela de Osvaldo Lamborghini: libertad de sintaxis, puntuación caprichosa, presentación tipográfica alterando los saltos de línea, distribución de blancos, uso de mayúsculas, juegos de palabras, imágenes parpadeantes, vuelo lírico, ritmos variados, y aun así la novela cuenta una historia en la que uno nunca se pierde a pesar de la multiplicidad de variantes cruzadas, como una especie de poema largo.

Viernes

La débil mental de Ariana Harwicz. El alcance del término «novelista» es tan amplio que puede incluirlo todo, y puede incluirlo todo porque es un trabajo totalmente solitario. Cuando un novelista proclama su deseo de unirse a la gente, mezclarse con la gente, no puedo menos que sonreír. Nadie en el mundo necesita menos de los demás. ¿Por qué necesitaría a otro cuando ha reunido en su propia persona las funciones más importantes del prójimo, es decir, las de médico, maestro y juez, así como las de paciente, alumno y acusado? Inventa preguntas que nadie hizo para respuestas que nadie pidió. Ese ejercicio lo pone tan cerca del arte como de la demencia. Por suerte la autora de esta novela tiene un talento innato para el arte, porque sus personajes sienten un amor incondicional por la demencia. Sus almas venenosas son como devoradas por una secreción interior secreta. Caminan a través de pasillos ciegos, sus días atraviesan un mundo sin ventanas. Ante semejante cuadro cualquier persona cuerda buscaría la salida de emergencia y saldría corriendo. Sucede que la lujuria psicológica cuando rebasa cierto grado de intensidad pierde su psicología. Se convierte en pura llama inmaterial, incluso sobrenatural. Recomiendo esta buena novela breve o cuento largo, no me queda claro.

Sábado

L., 28 años, mexicana, licenciada en artes plásticas. El enigma de mi cuadra. Trabaja en una tienda de ropa para pagarse el master en su especialidad. Es azteca por los cuatro costados. No recuerda un solo antepasado europeo en su familia. Tiene ese no sé qué astuto y felino de las indias. Sus movimientos son tan sigilosos que parece desplazarse a base de apariciones, resulta muy difícil prever cuándo y dónde se hará presente. Jamás habla con nadie. En el barrio me admiran por ser de los pocos a quien le dirige la palabra. La madrileña que atiende el negocio vecino al suyo me dijo: “Qué antipática esta moza. La saludé un par de veces y ni me contestó”. Conmigo no es precisamente Miss Simpatía, pero intercambia unas cuantas frases y hasta me tiene controlado. La primera vez que hablé con ella me espetó sin más: “Creí que eras el dueño del bar de la esquina. Siempre estás ahí”. Uno nunca sabe cómo interpretar estas declaraciones. El tono de las personas muy calladas, cuando hablan, toma la consistencia de un cañonazo. Algo entre una madre y una esposa. Estuve a punto de pedirle perdón por mi holganza, jurarle que nunca más probaría una cerveza y buscaría un trabajo estable. Es una experiencia bastante perturbadora hablar con alguien que se limita a sostenernos la mirada. Si no tuviera muchos años más que ella su mutismo me sacaría totalmente de quicio. Por una serie de carambolas mi primera novia, allá lejos y hace tiempo, fue mexicana, también indígena pura. Esta chica se le parece en los rasgos y los ojos. Esos ojos negros, hermosos.

Domingo

“De niña quiso ser barbero, y ganarse la vida con el peine y la navaja”. Esta podría ser la frase publicitaria de la colección de autobiografías femeninas que planeo para mi editorial online La mujer barbuda. La autora debería atribuir la frase a una tía lejana, ya muerta. Después vendría la descripción de los traumas que son de rigor en toda vida contemporánea. El despertar de la vocación, la oposición del padre, las primeras afeitadas en secreto, etcétera. Sólo hay algo que mi editorial no tendrá nunca y es contratapas. Se ha llegado a tal grado de nihilismo en el énfasis de las contratapas que el lector apenas puede distinguir la venta de chorizos o novelas, pantalones o poemas. Una vez en Nueva York leí en una revista de 1897 el aviso editorial de una nueva novela de Henry James. Decía más o menos lo siguiente:

El anuncio de un nuevo libro del Sr. James es un evento de no poca importancia literaria. El presente volumen conforma su último trabajo y merece la atención de todas las personas interesadas en las letras inglesas. What Maisie Knew. 1,25 U$A.

Eso era todo. Ni editor ni lectores creían que hiciera falta más. Imaginemos los desesperados ditirambos que leeríamos hoy si un autor de la importancia de James publicara una novela. Pero serían inútiles, porque quedarían neutralizados por iguales ditirambos arrojados sobre cualquier otro libro. No recuerdo quién dijo (Arnold Bennett quizá) que el vendedor de salchichas no pretende que cada salchicha individual sea en sí misma notable. No nos asegura «esta salchicha da furiosamente que pensar», o «esta es una salchicha singularmente hermosa y humana», o «esta es sin duda la salchicha del año». ¿Qué gana el autor con tales distinciones más que el descrédito? Por lo demás, el arte no tiene sexo. Es una especie de odalisco epiceno.

Foto: Lisandro de la Fuente

13 respuestas to “Un odalisco epiceno”

  1. La Barbuda Novia de Troll Says:

    Estimado, qué situación incómoda con su amigo venezolana en el ascensor, afortunadamente no se cruzaron con Burroughs! Contaba (fabulaba?) el gaucho de Pringles:

    En cierta ocasión Sábato estaba en París, y Severo Sarduy hacía de anfitrión. Un día los dos volvían al hotel donde se alojaba el argentino. Cuando subían al ascensor, Sarduy vio que al ascensor de al lado entraba nada menos que William Burroughs, con su traje negro y su cara de póker. Exaltado, Sarduy no supo exteriorizar su entusiasmo de otro modo que estampándole un efusivo beso en la mejilla a Sábato.”Pero Hombre! ¡Qué le pasa!”, protestó el autor de Abbadón.”¡Ernesto!”, gritó el cubano, “¡Ernesto, el escritor más grande del mundo….va en el otro ascensor!”

  2. FedericoR Says:

    Ser olvidadizo ofrece ventajas: me venía perdiendo los diarios primaverales y acabo de zampármelos todos de un saque. Durante un buen rato no pensé en las variantes ominosas de la estupidez nacional (argentina). Sólo por eso, muchas gracias Mr. Yupi. Y también gracias Señora Barbuda, porque la anécdota del beso a Sábato me hace reír incluso ahora que la agradezco.

  3. Yupi Says:

    Qué anécdota extraordinaria, Novia. No la conocía. ¡Encima a Ernesto! “Nuestro Dostoievski de Santos Lugares”, lo llamaba JLB. Borges también tiene una anécdota buena. Parece que en los años 70, en una fiesta en USA, un estudiante de letras psicodélico (probablemente seguidor de Burroughs) lo acompañó al baño y en el afán de colaborar le intentó abrir la bragueta. El Viejo estupefacto le pidió por favor que “se sosegara”. Salud.
    http://www.youtube.com/watch?v=DgOjeXy-aIA

  4. La Barbuda Novia de Troll Says:

    Me tranquiliza que no la conozca, aumentan la probabilidad de que sea pura invención aireana!

    El mago revela sus secretos con sus amigos: «Fin de Siglo», Nro 9 presentación de Burroughs (encuentros con Celine y/o Beckett) etc… Supongo que sería rara avis para nuestros ambiente en esos días. Acompaña breve, lúcido y simpático texto del mago. Aqui pdf: https://ahira.com.ar/ejemplares/fin-de-siglo-no-9/

    Se dice que, debido a dificultades para salir de Argentina, el «Formento» se resolvería con transferencia bancaria y aceptación vía Zoom. Aquí un modelo que CA estaría evaluando en homenaje a su amigo Jack…

    Salud!

    http://www.youtube.com/watch?v=gtHI0ipkgEo
    (after 1: 15)

  5. Yupi Says:

    Hola Federico! (no te había visto antes). Me dijeron que sos el verdadero autor del título “La ola que lee”, probablemente el más horroroso de la historia.No sé si será cierto.

    Novia, hoy está tan inspirada que me parece casi mezquino colgar algo. A cambio le cuento la teoría de Osvaldo para la alta producción de Aira. Decía más o menos (citando supuestamente a Cané o Eduardo Wilde): “En Buenos Aires tomás un par de mates, das una vuelta a la manzana, y ya se te fue el día. En Pringles para que se te vaya el día hay que trabajar mucho…”.

  6. FedericoR Says:

    Flavia Palmiero con «La ola verde» alimentó las primeras experiencias autoeróticas de una generación de niños argentinos (y las más tardías de Franco Macri). Más respeto.

  7. FedericoR Says:

    Algo más. Como soy obediente me puse a buscar ensayos de William Hazlitt. Encontré en casa un libro de Clásicos Jackson, «Ensayistas ingleses», con prólogo de Bioy Casares. Y Hazlitt me informó sobre el lema que aparece en los relojes de sol: «HORAS non numero nisi serenas». «Sólo cuento las horas serenas». Podría explicar la abundancia de tiempo en Pringles.

  8. Yupi Says:

    Además Aira vuelve literatura todo lo que toca, así que tal vez el título con el tiempo nos parezca bueno. Hazlitt es excelente. Como crítico tiene el mismo defecto que nosotros. Es fanático de los primeros clásicos ingleses, desde Chaucer hasta Milton. El modelo, así encuadrado, se impone con mano dura a todos los demás escritores, que naturalmente salen perdiendo en la comparación. Por ejemplo, sobre las conferencias de Coleridge:

    “Cada una de sus oraciones da vueltas sobre la página como una caravana con camellos cargados, turbantes enroscados, cofres milenarios, toda la riqueza de la mente del autor derramada sobre el estéril desperdicio de su tema. Avanzamos lentamente, penosamente, por el desierto infinito. Las palmeras extienden sus ramas secas sobre los viajeros y la tierra prometida se ve a lo lejos…».

    Stevenson opinaba que quienes no leyeron a Hazlitt deberían pagar una multa.

  9. Juan Carlos Gómez (Carlygom) Says:

    No puedo creer el comentario que reza «Cuando aparece una obra realmente buena, la principal dificultad en su camino es la cantidad de obra mala que ya se encuentra en posesión del campo y aceptada como si fuera buena», propio de un pasquín parroquial. ¿Ustedes poseen el «definitor bueno-malo» que nos avisa qué está bien y qué está mal? En ese caso ¿me podrán llegar a advertir de qué lado quedé yo? Ahora sí entiendo la contundencia arbitraria de los comentarios domingueros de Quintin, ¡él también lo usa!

  10. FedericoR Says:

    Ya nadie escribe crítica así, ¿no? Aira cuando lo hacía, Fogwill… no se me ocurre más. Nos volvimos obedientes. Claro que tampoco hay «suplementos culturales» o cosas así donde despuntar el vicio.

  11. Yupi Says:

    Atención. Buena entrevista de Alan Pauls a CA. “¿No será que escribí novelas sólo para tener a mano un muñeco con el que hacer ventriloquía teórica?”.
    https://www.penguinlibros.com/es/lengua/entrevistas/entrevista-Cesar-Aira-Alan-Pauls

  12. Yupi Says:

    Hola Juan Carlos. Por fin un comentario en contra. La frase del pasquín parroquial es de Schopenhauer, un párroco de los de antes, malhumorado, irritable, incluso intratable. Y sí, en LLP cada uno tiene el definidor de lo que es bueno y malo, como todos, como usted sin ir más lejos. Estuve leyendo los artículos de su blog. La bolita, la radio a transistores… ¡demasiada nostalgia! Hago mi humilde aporte: los discos de Jackie y Los Ciclones. Saludos.
    http://www.youtube.com/watch?v=qQeT_4MJshM

  13. Juan Carlos Gómez (Carlygom) Says:

    ¡Jackie y los Ciclones! Era más joven y no sólo seguía esas cosas sino que ni me imaginaba que más de medio siglo después alguien me lo recordaría (tiré todos mis vinilos antiguos hace rato, ocupaban lugar). Es muy interesante que digas «por fin un comentario en contra», ¿es por dar un perfil democrático, o realmente encontrás utilidad al que haya alguien que piense de otra forma? ¡Hoy la moda es estar de un lado u otro de la grieta, que en última instancia es un subproducto de considerar que hay cosas que fácilmente puedan ser clasificadas como «buenas» o «malas»! Que en algún momento de su vida Schopenhauer haya dicho algo sobre algo no me conmueve ni así. Y sí, si me corrés, yo también puedo andar diciendo que algo es bueno o malo, pero «para mí», no dictaminándolo como una sentencia absoluta que implique al universo. Ah, y perdoná mi atraso (el post fue en mayo, ja), a veces me olvido, soy viejito. Besos.

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