por Flavia de la Fuente
7 de febrero
Datos del mundo exterior: Temperatura del agua: 22,5 grados. Temperatura del aire: 21 grados. Sol y nubes. Viento: E 21 km. Olas: 0,6 m. Marea: bajamar o estoa (ni sube ni baja). Tiempo de natación: 25′
Una mañana distinta.
Me levanté a las 7, muy cansada.
Tomé mis dos tés con galletitas de lino.
Escribí mis páginas matutinas.
Y justo se levantó el Osi.
Así que volví a desayunar.
Nuestro desayuno catalán,
pan con tomate y aceite de oliva.
Y té, eso no sé si es muy catalán.
***
Ordené un poco la casa.
Me lavé los dientes.
Y decidí hacer una clase de una hora de Qigong.
Hice muchas veces una hora de esos ejercicios.
Pero libre.
Me daba inquietud hacer la clase entera.
No sé por qué.
Es una estupidez.
La puedo apagar cuando quiero.
Pero sería una claudicación.
Eso debe ser.
Porque este año estoy entrenándome en la entrega.
En no poner resistencia.
En someterme a lo que venga.
Confiar, creer que nada me va a pasar.
Y si pasa, pasa.
***
Gabi me regaló en enero la suscripción a Holden Qigong.
Y yo no pasaba de las clases cortas.
A veces miraba las clases enteras,
pero, como ya les dije, les tenía miedo.
Así que a la mañana hacía Qigong sola en el jardín,
o en la plaza.
Al aire libre, como debe ser.
Pero al aire libre no tengo a Lee Holden,
que vive en California y en mi computadora.
***
Hoy me sentía mal.
Había dormido poco.
Estaba un poco mareada.
Decidí jugarme.
Entregarme.
Así que puse la primera clase de Lee Holden,
después de recuperarse del Covid.
Sí, porque ni bien me suscribí,
el super profe se agarró el virus.
Pero no le pasó nada de nada.
Es fuerte y tiene 52 años.
Día a día contaban qué le pasaba.
Había perdido el gusto pero pronto lo recuperó.
Y, enseguida, pudo saborear sus tés.
Volviendo a la clase,
me resultó interesante.
Porque contó cómo se curó.
No tomó nada más que algunas hierbas chinas e hizo Qigong.
Nunca se sintió muy mal.
Y cuando sentía algo raro recurría a alguna rutina específica.
***
La clase vuelta al mundo de Lee Holden
fue para dar ánimos a todos los seres humanos con la pandemia,
para que sepan que no es tan grave,
que no tengan tanto miedo,
que si se lo agarran se pueden curar con ejercicios como lo hizo él,
que también pueden mejorar su sistema inmune con las rutinas de Qigong.
***
Cada día me conozco menos.
Los conceptos de la medicina china no son para mí.
O no lo eran.
En otra época me hubiese muerto de risa.
No habría tolerado hacer gimnasia escuchando esas cosas.
Por ejemplo, hoy aprendí que cada órgano hace un ruido.
Los pulmones, por ejemplo, hacen un zumbido.
Así que Holden nos hizo hacer muchos ejercicios respiratorios con el sonido del pulmón.
Y los ejercicios de shaking, con el sonido del corazón.
Como les dije, estoy entregada.
E hice todo sin protestar.
Aunque con cierto escepticismo, debo confesar.
Con la imaginería visual tengo aun más problemas.
Que el pulmón tiene una energía blanca positiva,
y que hay una energía negra que no sirve, que hay que eliminar.
Y bueno, ahí está la hija de Neptuno entregada a su maestro,
tratando de imaginar.
Y no le parece tan mal.
Tiene lo suyo.
Es divertido.
Y hace bien.
***
Aunque tuve mis momentos de pánico.
De manos sudorosas y heladas.
Pero, pese a todo, seguí adelante.
Recuerden que estoy practicando el coraje.
Y el resto de los paramis budistas.
Y así fue cómo pude llegar al final de la clase.
Fue como una montaña rusa.
Pero quedé tan relajada que me asusté.
No sentía ninguna tensión en las mandíbulas.
Nada, como si me las hubiesen quitado.
Quería volver a tener algo de tensión.
Me hizo acordar a la única vez que fumé marihuana.
Que me quería despertar, volver al mundo real.
Me lavaba la cara con agua fría.
***
Esta vez no fue para tanto.
Pero, para volver a ser yo,
para estar un poco tensa,
me puse a hacer mis puntos en el Duolingo.
Pero seguía sin ser yo.
Tenía terror de ir a nadar.
Seguía en ese estado raro.
Relajada y helada a la vez.
Quería volver a mi anormalidad habitual.
Con mis males conocidos de siempre.
***
En eso estaba, cuando Q me llamó para ir al mar.
«No quiero», le dije. «Pero voy a ir igual. Pero no voy a nadar nada».
Y allá fuimos.
Comí chocolate amargo,
me puse el traje y resignada me fui con mi pánico a la playa.
***
Discutimos con el Osi hacia dónde nadar.
Es un lío cuando es la bajamar,
la estoa,
uno no sabe para dónde va la corriente.
Para colmo, había viento del Este.
O sea, que nos sacaba para afuera.
No ayudaba para la navegación.
Pero me pareció que íbamos mejor hacia el Sur.
Creía que Q pensaba lo mismo.
Pero más tarde me dijo que no.
Nadé y nadé.
Y me sentía poderosa.
Contenta.
Llena de energía.
Hubiese nadado infinito.
***
Cuando llegamos al Fontainebleau,
Q vio unas boyas amarillas.
Era un trasmallo muy cerca de la orilla.
Un peligro.
Y después de eso me dijo que quería salir.
Yo me hallaba en un éxtasis acuático.
Quería seguir.
Y se me ocurrió volver nadando a nuestra playa.
O sea, cambiar de dirección.
«Salí vos, Osi, yo vuelvo nadando.»
Pero Q se quiso quedar también.
Estaba hermoso.
No hacía frío.
Había sol.
Un viento agradable.
Nadaba sin ninguna dificultad.
Tenía aire para regalar.
Soy la hija de Neptuno.
Al fin la pude encontrar.
***
Conclusión.
Parece que el Qigong, pese al pánico, funcionó.
Y muy bien.
Me cargó el cuerpo de energía.
Mañana a la mañana voy hacer otra clase con Lee.
Espero no asustarme.
Porque eso es feo.
Pero creo que con el tiempo voy a dejar de tener miedo y solo voy a disfrutar.
Yo soy así.
Siempre fui así.
Moriré así.
Y tanto la natación como el Qigong son cosas que merecen vencer el miedo.
Creo, a esta altura, que todo lo merece.
¿Será acaso la práctica del coraje que me está ayudando?
No lo sé.
Pero yo sigo.
Son batallas de vida o muerte.
A esta edad, no me puedo dar el lujo de entregarme al pánico.
Si me paso un año asustada,
cuando me despierto envejecí 10 años.
Se acabó.
A vivir que el tiempo se escapa rápido.
Ya no hay tiempo para temer.
***
Fino alla prossima!
febrero 9, 2021 a las 5:17 pm
Precioso e iluminador.
Un fuerte abrazo
febrero 10, 2021 a las 10:35 am
Gracias, Juan! Tanto tiempo. Muchos besos querido amigo,
F