El bebedor inquieto (15)

Inflación periodística

por Quintín

El 31 de diciembre (aunque bien podría haber sido el 28) apareció en Infobae una nota de Fabricio Portelli llamada «Estos son los sesenta vinos del año», un título sensacionalista y seguramente opinable. Pero la costumbre de armar listas a fin de año está mas expandida que el arbolito, así que no me llamó la atención. Los precios de los vinos elegidos eran superiores a los que suelo pagar, ya que ninguno de ellos costaba menos de mil pesos. Para ser más preciso, decidí calcular el promedio. No es difícil hacer un promedio: se suman los precios y se divide por la cantidad, en este caso sesenta. Pero, intuitivamente, el resultado me daba más bajo de lo que había supuesto a ojo. Hasta que, de pronto, me di cuenta de que no había sesenta vinos en la lista de Portelli sino cincuenta, exactamente diez menos. El error se repetía en el cuerpo de la nota: «Son sesenta vinos elegidos de este 2020 que se va para tener en cuenta, conocer y disfrutar a lo largo del 2021 que está llegando». Me había encontrado con un caso de inflación rampante, no de precios sino de cantidades. Corregí el promedio y resultó de 3861 pesos por botella, aunque hay que consignar que una que era de litro y medio. El vino más barato de los elegidos por Portelli es un Tannat salteño y cuesta 1050 pesos, el más caro es una cofermentación mendocina de Malbec y Cabernet Franc. Vale veinte mil pesos.

vino

No suelo pagar veinte mil pesos por una botella, ni tres mil, ni dos mil. Lo mío está en una gama media-baja y solo excepcionalmente tomo algo del rango de los mil (en la lista hay 17 vinos entre mil y dos mil y, como dije, ninguno por debajo de mil). Así que ya saben el presupuesto del Bebedor Inquieto y estas notas hablan de vinos de esos precios. Y ahora les voy a contar lo que bebí desde que llegué a San Clemente, donde hice una mezcla entre lo que le compré a Musu y algunos vinos que me habían sobrado del año anterior. Aquí van.

 

Ver Sacrum Monastrell – Barrancas – Maipú -Mendoza 2016. El año pasado guardé este vino para compartirlo con alguien, pero la vuelta a San Clemente me pareció un momento propicio para tomármelo solo. Siempre con esa discreta, casi abstemia costumbre de beberlo a lo largo de tres cenas. Es un vino encantador, límpido, agradable, bebible, podría decirse que sencillo. De esos vinos que dan alegría cuando uno los prueba. Le sentí un parentesco con la cereza y también tuve la sensación de que era necesario tomarlo a una temperatura más baja de la habitual para un tinto. Cuando se entibia un poco (me pasó el tercer día), una dulzura que se advertía muy ligada a la fruta se torna un poco jarabe, algo que a veces me pasa con algunos vinos.

Las Payas Soles naciendo de unos peces 2019. Conoci a Santiago Salgado hace un par de años, en una degustación de sus vinos y me resultó un personaje interesante, así como su proyecto. Vinos naturales, es decir, orgánicos y sin intervención, en particular sin sulfitos (o con muy pocos). También es divertido su discurso provocador, que tiene muletillas como que no le importa hacer vinos ricos sino interesantes, diferentes, que resulten de la experimentación y cuyo resultado no esté del todo previsto de antemano. Este es un naranjo (vino blanco criado con las pieles como si fuera un tinto) con una larga maceración, del que se envasaron apenas 300 botellas. Y es de uva Serna, otra de esas variedades creadas por el INTA que no tienen una explotación comercial. Salgado dice que es «un vino fuera de serie para paladares curiosos con un poco de carga tánica y aromas y sabores atípicos para nuestro país.» Lo tomé con curiosidad pero, a diferencia de otros vinos de La Payas, este fue demasiado para mí. Le encontré un gusto que podría llamar agresivo; empecé detectando cierto sabor a pomelo, pero después se me complicó aun más. En esta página encontré una descripción que recomienda tomarlo bien frío pero luego lo considera como vino de postre, habla de botryits, el hongo del Sauternes y lo compara con esta prestigiosa variedad francesa. Una sola vez tomé Sauternes y el recuerdo que tengo es excelente, pero no se parece nada al que me dejaron estos soles y estos peces.

Las criollas de don Graciano by Paso a Paso Criolla Grande 2019. Este es otro proyecto simpático, del que se lee en la contraetiqueta: «Este vino ha sido creado con el objeto de demostrar la gran capacidad enológica que tienen uvas y zonas olvidadas, en este caso Uvas Criollas, implantadas en la década del 60 en la llanura mendocina.» Me da placer que se haga vino de calidad en zonas no tradicionales. Este es un naranjo de Montecaseros (o, mejor dicho, un medio naranjo) porque solo el 50% se fermentó con pieles. O se cofermentó: tiene 50% de Criolla Grande, 25% de Moscatel Rosado, 13% de Pedro Giménez y 12% de Torrontés Sanjuanino. Me encantó este vino: es suave y muy bebible pero, al mismo tiempo, lleno de matices, tal vez por las diferentes uvas. Empecé esta serie de notas con un rosado de Criolla Grande de Paso a Paso. Este blanco me pareció más lindo todavía.

El Burro Santa Julia Malbec Natural 2020. Otro vino orgánico, natural, sin sulfitos y sin intervención, levaduras indígenas, etcétera, de Maipú, Mendoza, otro zona que no entra en el territorio glamoroso del Uco. Otro vino de Zuccardi que me gusta, habíamos hablado hace poco del Semillón – Torrontés. Este es un Malbec con personalidad: quiero decir con esa palabra que huele a chamuyo que lo noté distinto del Malbec genérico, como con un gusto propio, algo áspero y me gustaría volver a tomarlo. Tiendo a creer que los vinos naturales ofrecen otras posibilidades.

Etchart Privado Torrontés. Tengo una larga y cariñosa relación con este clásico que vengo tomando desde los setenta, cuando vivíamos en otra era enológica y yo sabía del tema lo mismo que la gran mayoría de los consumidores, es decir nada, porque a nadie se le ocurría que el vino requiriera de otro esfuerzo que el de empinar el codo ni otra reflexión que la de estimar cuánto nos podía gustar, aunque nos gustaban casi todos. No sé si el Etchart Privado de hoy es el mismo de antes, pero me sigue gustando, conservo la nostalgia por un sabor tan claramente identificable. No logré encontrar en la botella una indicación de la cosecha y, al respecto, cuento que una vez, en una feria gastronómica, un productor salteño me contó que en Salta se considera ofensivo ofrecer un Torrontés que no sea de la última cosecha, porque después se arruinan o algo parecido. Nunca pude comprobar la veracidad de esa afirmación.

 

 

Una respuesta to “El bebedor inquieto (15)”

  1. Koba Says:

    Linda lista, el Ver Sacrum me encanta y he probado algún Paso a paso, ricos vinos, le tengo ganas a ese El burro, ¿y qué decir del torrontés de Etchart? Sigo probando nuevos blancos pero cada tanto vuelvo a este rendidor imbatible.
    También estoy en ese rango de precios, por menos de 1000 pesos hay cantidad de muy buenos vinos. Saludos.

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