El Pinot en cuestión
por Quintín
Hace unos meses, en medio de la cuarentena más estricta (toque de queda incluido), penaba en San Clemente por conseguir un vino como la gente, pero solo tenía a disposición los del supermercado. Con el agravante de que los supermercados de San Clemente, tanto los chinos como los de cadena, están diez veces menos provistos que sus equivalentes porteños. Así que se me ocurrió preguntar en Twitter qué vino industrial y barato elegir, ya que esa era la oferta con la que me encontraba. Me recomendaron varias etiquetas, pero hubo cierto consenso en que de lo mejor que se podía encontrar en una góndola modesta era el Portillo Pinot Noir. Solo que a San Clemente nunca llegó un Pinot Noir de ninguna clase. Sí, en cambio, habían llegado otros Portillo, que es una línea económica de Salentein. Probé el Malbec y el Cabernet Sauvignon, pero no me convencieron. Aunque no eran horrendos, encontré esa mezcla de dureza y falta de expresión que asocio con muchos vinos de ese precio (y de un precio más alto también).
Cuando llegué a Buenos Aires, me hice la promesa de probar el Portillo Pinot. Lo encontré en el chino de la vuelta al módico precio de 210 pesos. En esos días apareció en Twitter una apología de la cepa firmada por Natalia Beneitez. Para quienes no la conocen, se trata de una gran animadora cultural, una de las mejores difusoras del vino en la Argentina. Sommelier (entre otras actividades), mujer de temperamento volcánico, amiga fiel y enemiga rencorosa, Beneitez tiene una prosa apasionada, irónica, elegante y precisa como pocas. Copio ahora una parte de la clase que Beneitez dio en Twitter sobre el Pinot Noir:
“El nombre deriva de las palabras francesas pine (piña) y noir (negra). El término pine se debe a que esta variedad tiene unos racimos apretados y cónicos, con forma de piña. Crece en todo el mundo, pero está especialmente asociada a la Borgoña. El Pinot Noir es muy sensible, difícil de cultivar y de vinificar. La uva tiende a producir racimos apretados, lo que la hace susceptible de riesgos tales como pudrirse. Le molesta mucho sol, también mucho frío. Se pone rebelde y hay que cuidarla muchísimo. Su piel es fina y tiene bajos niveles de compuestos fenólicos. Entonces se logran vinos de color claro, cuerpo medio y bajos taninos. Los vinos de PN son bastante impredecibles y pueden pasar por una fase muda (donde no se aprecian los sabores ni los olores) y ahí solo queda rezar. Cuando son jóvenes, los PN tienden a tener aromas a frutas rojas, como cerezas, frambuesas y casis, una cosita de humedad encantadora y a medida que envejecen, pueden desarrollar aromas vegetales, hongos, musgo, hojarasca. Todo rico.”
“En Argentina hay 2011 hectáreas implantadas y van desde el norte más norte hasta la Patagonia más fría pasando por Chapadmalal, Sierra de la Ventana y más. Si tienen ganas empiecen a prestarle especial atención a los PN de IG Trevelin, una cosa mística. PN es una cepa que produce mutaciones muy rápido y acá da vinos con más concentración de color y aromas. Hay Pinot Noirs en Argentina de 200 pesos y de 15.000 pesos. En el medio, el universo todo de la cepa que, dicen, solo podían beber los reyes. Y ya todos sabemos cómo terminó esa gente ¿no? Así es que si hoy tienen ganas, abran su PN, no importa el precio, y disfruten de una cepa mágica que lo tiene todo pero por sobre todas las cosas es sexy, desfachatada, atrevida, misteriosa.”
La arenga de Beneitez me hizo acordar a otra, muy famosa, incluida en la película Sideways o Entre copas (2004) de Alexander Payne, que provocó un ascenso espectacular en las ventas de Pinot Noir en Estados Unidos y en el mundo. El elogio del Pinot se concentra en el monólogo con el que Miles (Paul Giamatti) intenta conquistar a Maya (Virginia Madsen). Maya le pregunta a Miles por qué es un amante del PN y Miles le contesta:
“No sé… Es una uva difícil de cultivar. Tiene la piel fina, es temperamental, madura muy temprano. No es una sobreviviente como el Cabernet, que se puede cultivar en cualquier parte y desarrollarse aun cuando no se le presta atención. La Pinot necesita un cuidado y atención constantes y, de hecho, solo puede crecer en pequeños rincones del mundo. Y solo los viñateros más pacientes y cariñosos pueden alcanzar las cualidades más frágiles y delicadas del Pinot. Solo cuando alguien se tomó el tiempo de entender su potencial puede seducir al Pinot para que alcance su expresión más completa. Y cuando eso ocurre, sus sabores son los más encantadores y brillantes y sutiles y emocionantes y antiguos del planeta.”
Como no tenía a mano el Pinot Noir de quince mil pesos, empecé por el Portillo de 210 que le había comprado al chino. Y me gustó mucho: me pareció rico y, sobre todo, más suave, más amable que los otros tintos de la misma línea que había probado en Sancle. A mí el Pinot Noir me tira y este no me defraudó para nada. No me pareció que tuviera las complejidades que Beneitez y Payne dicen que puede alcanzar la cepa, pero tiene algo noble, amistoso, que se manifiesta aun en una versión económica.
Claro que no todo el mundo es de la misma opinión y el Pinot Noir argentino tiene enemigos en ambas puntas del espectro. Una vez escuché a un bodeguero y enólogo (joven y muy fanfarrón él) decir que en la Argentina no había un solo Pinot Noir decente. Incluso agregó que una vez él había hecho uno y lo tiró porque no le gustó lo suficiente. En la otra punta, encuentro en Vivino este comentario supuestamente elogioso: “Todo lo que tiene para dar esta uvita (…) Ideal para calentar gargantas”. Estamos ante una especie de bebedor que me resulta incomprensible, los capaces de llamar “uvita” al Pinot y jactarse, me imagino, de tomar esos Malbec bien patrióticos, concentrados, poderosos, esos vinos de guapos criollos. Pero en fin.
Dice Beneitez que se vienen unos Pinot Noir impresionantes y no sé qué otras maravillas.
septiembre 1, 2020 a las 11:46 pm
Llego tarde.
Ni idea de los PN de $15 mil, pero este Portillo es uno de los vinos de la cuarentena. VINAZO.