por Pablo Anadón
“The best lack all conviction, while the worst
Are full of passionate intensity.”
W. B. Yeats
Hace unos días me reencontré con un colega con quien siempre hemos podido dialogar bastante bien sobre diversas cuestiones relativas a nuestras posiciones políticas antípodas, y con coincidencias, amigablemente, en otros temas menos espinosos. Esta vez me dijo, en broma, claro, haciendo el gesto de sacarme la billetera, que me iba a robar el documento, para que no pudiera votar en octubre; después, también en broma, le comentó a otro colega, al parecer de su misma extracción partidaria, que yo había votado a Macri; luego, siempre en broma, indicándome: “A éste lo vamos a enjuiciar”, y exclamó, riéndose, “Ahhh, ¡eran vengativos los tipos!” Los tres nos reímos, y nada de eso me preocupó, salvo lo que a continuación agregó, ya en otro tono, seriamente, como si pensara para sí mismo sobre lo que acababa de exclamar, o sea, la validez de ser vengativos: “Y sí, más vale…” Ahí terminó la conversación, pero me quedaron resonando sus palabras, y especialmente esa frase final: sí, evidentemente, es tan grave para ellos la diferencia, es tan grave que uno juzgue mejor para el futuro del país a un gobierno que no sea de su partido, que merece y justifica la venganza personal, como si de un enemigo se tratara. No me extraña, porque es un efecto previsible de todo fanatismo, pero igual me asombró percibirlo, tan nítidamente, en alguien cercano, y me dije para mis adentros, con invisible sonrisa, “¡Agarrate, Catalina!”
Porque a los gustos me los doy en vida, anoche, antes de acostarme, un rato después de publicar en Facebook una nota relatando el encuentro con el colega a quien le parecía natural, justo y necesario que, en caso de que triunfe el propio partido, se tome represalia contra quienes han votado al gobierno actual (crónica fidedigna, puramente realista, para la cual, sin embargo, no faltaron lectores que quisieron ascenderla a ficción de tipo fantástico, incluso gótico, con apariciones fantasmales), por esos azares de la red, leí la publicación de un intelectual argentino, Licenciado en Filosofía, dramaturgo, docente, investigador, etc., quien profetizaba que la del 27 de octubre sería una noche histórica, porque verían perder a Macri y a una larga lista de nombres, que incluía a previsibles funcionarios y parlamentarios (Vidal, Carrió, Bullrich, Iglesias, etc.), y también a Brandoni, Lanata, Campanella, Sarlo, Casero, Morales Solá, los Leuco, Pagni, Van der Kooy, Wiñazki, Cabot, Stornelli, Bonadío y siguen los nombres… Concluía: “Quiero ver presos a muchos de ellos. Quiero que se haga Justicia. Tenemos que empezar de nuevo con todas las personas de bien. Tenemos que empezar de nuevo y sacarnos de encima para siempre todas estas lacras. Y otras muchas.” O sea: la idea es “empezar de nuevo con todas las personas de bien”, en las cuales nuestro intelectual sin duda se incluye (no doy su nombre, porque no tengo la misma predilección por los “escraches” públicos), y el procedimiento para esta palingenesia ciudadana es “sacarse de encima para siempre” a numerosos políticos (inocentes, hasta prueba en contrario, de participar en delitos de corrupción), así como a periodistas, intelectuales y artistas, cuya culpa es sostener ideas políticas contrarias o realizar investigaciones incómodas, y a jueces y fiscales cuyo pecado es indagar en crímenes de multimillonarias expoliaciones de los fondos públicos cometidas por funcionarios kirchneristas: por si quedara alguna duda, a todo este conjunto de argentinos que “hay que sacarse de encima” ―mejor no pensar en el método― se los define “lacras”. En fin, esta es la gente que se considera “de bien”, y que proclama una y otra vez que son los otros los que odian. Ahora, ¿alguien ha visto a alguno de estos presuntos odiadores elaborar una “lista negra” semejante a la de nuestro intelectual “de bien”, quien no vacila un instante en hacer nombres y usar la palabra “lacras” para colgársela al cuello de sus adversarios políticos? Si esto lo hace un escritor, un licenciado en Filosofía, un investigador, es decir, alguien a quien podemos suponer una persona reflexiva, culturalmente formada, ¿qué cabe esperar del resto? ¿Cabe alguna duda de que el ánimo característico que revela el texto es el rencor, la venganza hacia quienes se juzga y condena sumariamente, no por haber infringido leyes, sino por haber sostenido lo que consideraban y consideran mejor para el país? A esto yo lo llamo, sí, fascismo, autoritarismo antidemocrático, el mismo autoritarismo antidemocrático, además de corrupto (más exactamente: mafioso), que ha caracterizado a los gobiernos, primero en Santa Cruz y luego en todo el país, del partido del cual son adeptos estas “personas de bien”. En el caso de que se cumplan las profecías de nuestro dramaturgo, malos tiempos, tal vez incluso trágicos, le esperan a la Argentina: ya su lista negra forma parte ―con pleno derecho histórico― de ese género dramático, aunque por el momento nos resulte relativamente cómica. (Entre paréntesis, acabo de ver que su post cuenta con 177 adhesiones y 41 comentarios entusiastas, y que ha sido compartido 36 veces, lo cual no es poco en Facebook: parece que las “blacklists” y las “vendette” gozan de predilección en la “intelligentzia” argentina).
Aunque la amenaza callejera al escritor Marcelo Birmajer no sea más que un signo menor, aunque significativo, de la prepotencia y la imbecilidad fanática argentina, mucho más preocupante, a mi juicio, es el modo en que la justifican algunos colegas de la cultura nacional. Leía anoche, por ejemplo, una serie de “posts” en Facebook dedicados al episodio por un típico intelectual “progresista” porteño (después del kirchnerismo, de ese oxímoron de la “izquierda peronista”, del populismo en general, urge redefinir, ad usum nostrorum, local y regional, lo que se entiende por “progresismo”, al igual que “izquierda”). Afirma en uno de ellos: «Puede que la amenaza a Birmajer esté mal, pero si vos declarás “El kirchnerismo es un virus que corroe la inteligencia” en un país con 30% de kirchneristas la puerta de la violencia la abriste vos.» (119 adhesiones, numerosos comentarios entusiastas, más cínicos algunos que la misma afirmación). O sea, primero, “PUEDE QUE la amenaza a Birmajer esté mal”, como si pudiera existir la posibilidad de que estuviera muy bien putear a alguien que se cruza en la vereda y advertirle que ya no podrá caminar tranquilo por la calle; luego, una justificación del hecho semejante a la de quienes dicen: “Y bueno, nena, si andás por la calle con esa minifalda, después no te quejés si te violan, sos vos la que los está provocando…” En otra nota, el ingenio de nuestro progresista decae a canchereada gremial, pero no decae el cinismo: “Es solo una sospecha, pero me da que Birmajer debe estar por sacar libro nuevo.” Y a continuación, ya en ademán de compadrito sentado a una mesa de café de la Avenida Corrientes: “A Birmajer lo amenazó un tipo por la calle, que estaba solo y no llevaba armas. ¿Qué hacías antes? Te le parabas de manos al tipo o te cagabas a puteadas con él. ¿Qué hace el valiente de Marcelito? Escribe un tuit para poder victimizarse por los medios. Cagón.” Por cierto, si Birmajer lo cagaba a trompadas o a puteadas al otro, más allá de las imprevisibles consecuencias (además de terminar en cana, por “violencia urbana”, ¿quién sabe, en estos días, si el tarado que nos insulta no lo hace tranquilo porque tiene un arma en la cintura?), ya me parece ver el comentario que este guapo de Facebook publicaría, y el zócalo de C5N al pie de un video en el que se lo vea a Birmajer practicando el pugilato con ese desconocido: “Así son de violentos los que defienden el diálogo y la convivencia pacífica”. No hay caso, por estas y muchas otras muestras, no hay duda de que hoy en el país la prepotencia y la canallada están a la orden del día, exultantes, “full of passionate intensity”, al decir de Yeats, incluso entre quienes en un tiempo podía esperarse cierta dosis de sensatez, los exponentes de nuestra venida a menos “clase intelectual”.
Foto: Flavia de la Fuente
septiembre 29, 2019 a las 7:33 pm
sabia reflexión.
octubre 7, 2019 a las 7:03 pm
«Dedicarse a la literatura, a la filosofía o el arte, por sí sólo no es garantía de una humanidad civil e ilustrada, el intelectual no es necesariamente representante de los valores de la verdad, la libertad y la moral sin compromisos y muchos de ellos sucumbieron y sucumben a la lógica del poder y el dominio».- Magris, Claudio. Utopía y desencanto. Historia, esperanzas e ilusiones de la mo-dernidad. Anagrama. Barcelona. 2001. Páginas 35/38.-
Sobre el tema del artículo: Ingrao, Christian. Creer y destruir. Los intelectuales en la máquina de guerra de las SS. Acantilado. Barcelona. 2017.