Copa América (10)
por Quintín
El partido más entretenido de la Copa fue casi una sorpresa. O mejor, una sorpresa y una des-sorpresa, si me permiten el disparate. La sorpresa, obviamente fue Japón, que después del partido con Chile parecía destinado a ser goleado todos los partidos, resultó un equipo bien parado, competitivo y, capaz de hacer circular la pelota con fluidez, de tener siempre un jugador desmarcado y de atacar con peligro. Sin el Kubo maravilloso pero verde y un promedio de edad algo superior al del primer partido, Japón jugó bien, aun con las eternas limitaciones en materia de definición y con la ingenuidad que lo lleva a cometer errores en cualquier momento. Pero los errores son cada vez menos y tal vez Japón, ahora con jugadores jóvenes pegue el salto de calidad que ningún equipo de los que no ganan haya dado nunca. Pero mirando el mundial pasado y este partido, Japón es un equipo digno de ver y que también puede ganar partidos (o empatarlos, digamos por ahora).
La sorpresa negativa fue volver a comprobar que Uruguay no aprende. Después de un partido en el que, para variar, manejó la pelota y fue osado para atacar con variantes y terminó goleando, volvió a ser esa formación pesada, cautelosa, rígida que apuesta al contragolpe o a la pelota parada como únicas vías para llegar al gol. Como si lo del partido contra Ecuador hubiese sido un espejismo o el hombre de menos haya disminuido al rival tanto que hasta Uruguay se animó a jugar sin complejos. Pero Uruguay volvió a ser Uruguay, jugó un mal primer tiempo y pudo empatar el partido (también lo podría haber ganado) en el segundo, cuando fue a buscar el gol.
Es que tiene con qué porque, después de todo, tiene la mejor pareja de centrales del mundo (en clubes y selecciones) y dos delanteros de enorme categoría. Y el resto es mediano o mediocre, según el caso, pero experimentado. Sorprende que nunca sorprenda, pero nunca sorprende que sea tan difícil sorprenderlo. Aunque, insisto, fue un partido muy entretenido, con Japón dándole a la pelota ese destino limpio, con jugadores que encuentran espacio, un fenómeno que ya casi no se ve en el fútbol mundial. Y sus jugadores tuvieron atrevimiento, tiraron gambetas como casi nadie tiró en la copa y alguna vez les salió bien, como en el primer gol, cuando Miyoshi lo dejó parado a Laxalt antes de convertir un golazo o en el segundo, cuando Kakajima desbordó y el rebote en el arquero lo volvió a clavar Miyoshi. Shibasaki, Nakajima, Abe, intentaron de todo arriba, mientras que los centrales y el alto volante Itakura quitaron y salieron jugando, sin ponerse nerviosos y casi siempre sin reventarla.
En Uruguay, con Vecino fuera de la copa por lesión, terminó jugando Torreira y en un gesto insólito de Tabárez, Lodeiro y De Arrascaeta hatsa compartieron algunos minutos (después Tabárez se dio cuenta que estaba violando un tabú de su religión y sacó a Lodeiro). De todos modos, Uruguay terminó empatando como siempre: con dos pelotas paradas, un penal VAR y un gran cabezazo de Giménez después de un corner de Lodeiro.
Lo más interesante es que ver a Japón, cualquiera sea el resultado, tiene algo refrescante, ligero, frente al pegajoso fútbol sudamericano.
Foto: Flavia de la Fuente
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