Notas al margen de Sinceramente

por Pablo Anadón

Uno. Que la tapa de Sinceramente imite a un cuaderno escolar, como los cuadernos Gloria, no sé si es una ironía o una confesión.

Dos. ¿Es sólo una impresión mía, o a otros también les parece que, cuando alguien comienza una frase diciendo “Sinceramente”, lo que va a seguir, o lo que se ha dicho antes, no es precisamente confiable, ni sincero? ¿Por qué aclararlo, si no hay una diferencia? Es como cuando alguien dice “Ahora, en serio…”, inmediatamente uno comprende que lo anterior ha sido en broma, no ha sido “en serio”.

Tres. Que Cristina Fernández de Kirchner presente su libro, Sinceramente (¡y con ese título!), en la sala “Jorge Luis Borges” es evidentemente una ironía póstuma del autor de Ficciones sobre su ―nuestro― destino sudamericano.

Cuatro. Veamos, para despejar equívocos que puede haber suscitado la observación sobre la ironía de que la autora de Sinceramente presente su libro en la sala en homenaje al autor de Ficciones (también de la Historia universal de la infamia): no tengo objeción alguna al hecho de que tal libro se presente, ni que se presente en esa sala, ni que se presente en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, más allá o más acá de la naturaleza o la calidad de la obra en cuestión. No: estoy de acuerdo con que se presente, sea donde sea. Objetarlo sería proceder como el ex director de la Biblioteca Nacional, Horacio González, quien proponía censurar la presencia de Mario Vargas Llosa en la misma Feria (salvando por cierto los abismos literarios e intelectuales entre un caso y el otro). Que la presentación se transforme en un acto de campaña política, bueno, ya es otro cantar, pero no hay modo de evitarlo, me parece, sin que se corra el riesgo de poner un límite a la libertad de expresión. Mientras Fernández de Kirchner esté libre, e incluso si ya estuviera en la cárcel, debería tener el derecho de hacerlo: la libertad de expresión avant toute chose. Como una amiga me comentaba cuando hablábamos de esto, son las contradicciones en que nos colocan estos personajes tan populistas como maquiavélicos: para ellos sólo importa acrecentar el poder del líder “que apela directamente a las masas” (Laclau), sin preocuparse por los principios republicanos, la división de poderes, el respeto de la disidencia y de la prensa, o por despachar a un fiscal incómodo; quienes en cambio sí se preocupan por el cuidado de estos “detalles”, por no parecerse a los otros a menudo terminan haciéndoles el juego, dándoles un lugar que los otros jamás les darían a ellos.

Cinco. Sentado lo anterior, tampoco es posible no ver la ironía de que un libro así sea presentado en la sala “Jorge Luis Borges”, una ironía parecida a que uno de los mayores centros culturales de la Argentina todavía lleve el nombre de Néstor Kirchner (como, entre paréntesis, demasiados lugares públicos del país). Todo, en fin, maravillosamente simbólico, como salido de la imaginación borgeana, tan simbólico como que alguien que presidió la sesión del congreso en que se declaró la independencia nacional, alguien que anhelaba “ser un hombre / de sentencias, de libros, de dictámenes», muriera asesinado bajo el imperio de los poderes que resistían y obstaculizaban sistemáticamente la organización republicana del país. No dudo de que Borges habría sonreído al enterarse de esta presentación en la sala que lleva su nombre, e incluso lo habría celebrado con alguna ironía memorable. Espero ahora, con curiosidad, las «selfies» sonrientes de los colegas afortunados que estén invitados al acto. A mí me daría vergüenza asistir a la presentación de un libro de cualquiera de nuestros políticos actuales, ¡y un libro con tal título!, pero estoy seguro de que a ellos no les ocurrirá lo mismo con el de la ex mandataria devenida una exitosa escritora: “And that ― para decirlo con Robert Frost ― has made all the difference”.

Seis. Otra ironía, en la que no había reparado: Borges declaró, casualmente a propósito de Perón, que no le interesaban los millonarios, y se me hace que al Salón “Jorge Luis Borges” en el predio de La Rural sólo lo deben conceder para editoriales multimillonarias, como Penguin Random House, y para escritoras multimillonarias, como Cristina Fernández de Kirchner…

Siete. Esta tarde me dormí ―literalmente― y sólo pude ver y escuchar el último tramo del discurso de Cristina Fernández de Kirchner en la “presentación” ―autopresentación, como era de esperar― de su libro. Mientras la escuchaba hablar, en ese tonito que recordaba y no recordaba al sus cadenazos nacionales ―no lo recordaba, por su novedosa, casi exagerada mansedumbre, y lo recordaba cada vez que le asomaba una punta de sarcasmo, una arista de su habitual petulancia―, mientras miraba las caras conmovidas, o sonrientes, o entusiastas, de sus fieles, me decía que tendremos kirchnerismo para rato, a menos que la Justicia se decida finalmente a hacer su tarea y la clase política que la ampara, como ha amparado a Carlos Saúl Menem durante largos años, cambie o comprenda al fin su deber cívico antes que corporativo-mafioso-partidario, cosa bastante improbable. Y lo tendremos, me parece, porque lo que se veía y escuchaba ahí era a alguien que hablaba desde una especie de superioridad intocable, y a una congregación que la escuchaba no como se escucha a cualquier político, con mayor o menor simpatía, con mayor o menor antipatía, pero siempre con una cierta distancia de perspectiva y de juicio, con cierta necesaria desconfianza, sino con verdadera devoción. Y ella mentía, evidentemente (sólo señalaré un detalle, un detalle mayúsculo, por la importancia que la autora le dio en el cierre de su discurso), al decir que había elegido esta fecha para la presentación porque era la fecha de su matrimonio. Un detalle evidente para quien haya publicado libros: si uno quiere dedicar a alguien su obra, como ella dijo que quiso hacerlo y no pudo, en este caso a su marido, nunca esa posibilidad quedaría excluida por razones editoriales, como arguyó, y menos en un libro que tendría la repercusión que era previsible que tuviera. Claramente, el libro no lleva ninguna dedicatoria ni ningún agradecimiento porque su autora no quiso incluir ninguna dedicatoria ni agradecimiento durante todo el tiempo de gestación del libro, pero mentía con tal convicción, que yo mismo comenzaba a creerle y a conmoverme por lo que oía, hasta que reparaba en que, entre las palabras y los hechos, había una fisura insalvable. En efecto, Cristina Fernández de Kirchner es del tipo de personas mendaces que pueden decir falsedades sinceramente, convencidas de que su honestidad no queda involucrada en sus mentiras, un tipo de personas bastante habituales en el ámbito político, y especialmente perniciosas, porque tienen un poder de seducción del que carecen otros políticos más íntegros, tal vez, pero menos convincentes, y que sobre todo no despiertan en sus seguidores ninguna adhesión sentimental, ninguna devoción. Tal adhesión, tal devoción al líder, esa afección política ya tradicional en nuestro destino sudamericano, es la que me hace pensar que tendremos populismo para rato en el país.

2 respuestas to “Notas al margen de Sinceramente”

  1. Diego Says:

    Que curioso lo del agradecimiento, debe haber sucedido que ni lo pensó y después en el contacto con gente normal fuera de su mundo cotidiano se enteró de esa omisión.
    O no tenía a nadie a quien agradecer y casi sin querer tuvo un gesto de sinceridad, arruinado por el deseo de siempre de victimizarse (hasta en su propio libro las fuerzas del mal la acosan y le impiden una simple línea de agradecimiento).

  2. DanielB Says:

    Una pena….
    La autora separa Populismo de Republicanismo… una locura.
    Se debe tener una República con una hermosa separación de poderes, donde la Democracia sea líder, o sea donde el pueblo Trabajador, obreros y empresarios, puedan ser administrados con derechos legítimos y reglamentados.
    Y limitar, siempre poner límites al Capitalismo, la Concentración económica de algunos en desmedro de la mayoría.

    Dejar de lado al Populismo, o Peronismo, en nuestra Democracia es un asco.
    Sí, hay que crear CONTROLES para que un Gobierno pueda ser monitoreado diariamente. La Oficina Anticorrupción fue creada para tal efecto y nunca funcionó peor que con este gobierno NO Populista.
    El Kirchnerismo, que nunca fue un lujo, mejoró este país luego del 2003. Ahora tiene que ser mejor, y para eso hay que controlarlo, nunca prohibirlo.

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