por Pablo Anadón
Cada día, el mundo intelectual argentino me produce más asombro y no es del grato. En esta ocasión, a propósito del Congreso Internacional de la Lengua Española (CILE). No se trata de un desagrado provocado por un rechazo al congreso en sí mismo, como ocurre en quienes ven en él una diestra o siniestra maniobra para imponer la variante lingüística de España en detrimento de las modalidades latinoamericanas del castellano, o en contra de las lenguas aborígenes, o una estrategia empresarial de las editoriales peninsulares, etc., como se ha leído en cierta carta de repudio firmada por un numeroso contingente de intelectuales cordobeses y argentinos en general, e incluso puede advertirse en los fundamentos de ciertas actividades claustrales ―me refiero a los claustros de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba, por supuesto― previstas para una suerte de “Contracongreso” a realizarse contemporáneamente con el CILE. No, no soy dado a tales obsesiones confabulatorias. Se trata más bien, en mi caso, de la consternación frente a ciertos factores organizativos del CILE, muy precisos, de los que tengo conocimiento directo, a los cuales paso a referirme, con absoluta honestidad y franqueza ―y, como suele decirse, “sin pelos en la lengua”, metáfora que viene justamente al tema―.
A fines del año pasado recibí una invitación de la Academia Argentina de Letras (AAL) para integrar una mesa de homenaje a Leopoldo Lugones, de la que también formarían parte Abel Posse y Graciela Maturo. Tal invitación, que me llegó de manera informal a través de un querido y admirado poeta que pertenece a la venerable institución, me interesó, primero porque me pareció justo que un escritor de la talla de Lugones fuera honrado en su provincia de origen, en un congreso como éste; luego, me interesó porque supe que la mesa contaba con la firme resistencia (y aguante) de organizadores del Congreso en Córdoba, lo cual incrementaba mi deseo de participar en ella, porque tal resistencia me parecía un signo claro del fanatismo, la injusticia y la miopía que caracterizan a cierto sector importante de la venida a menos ―pero corporativamente poderosa― “intelligentsia” provincial y nacional.
Poco después de recibir la invitación de la AAL, me llegó también, en los primeros días de noviembre del año pasado, la invitación a participar en otras exposiciones “en el marco del CILE”, una a realizarse en la ciudad de Córdoba y las otras dos en ciudades del interior. Estas exposiciones contarían con el patrocinio de instituciones locales. Las propuestas me interesaron igualmente, y también di mi asentimiento.
Durante el verano no volví a tener noticias ni confirmación sobre la mesa de homenaje a Lugones. Recientemente, sin embargo, me enteré de que en ella no estaría Graciela Maturo, sino mi colega Daniel Teobaldi, y que tampoco éste tenía noticias ciertas sobre la realización de la mesa. Entré en el Boletín Digital de la AAL y no vi ninguna mención de este homenaje lugoniano en las actividades previstas por la institución para el CILE, homenaje que comenzaba a tomar un carácter más bien fantasmal, como el propio autor homenajeado en la historia de la literatura argentina. Le escribí, pues, a una secretaria del Congreso, pidiéndole una confirmación de la existencia o inexistencia del fantasma. Días después me llegó una carta del poeta que me había invitado a integrar el triunvirato de expositores, haciéndome saber que la mesa había encontrado algunos tropiezos organizativos, pero que se mantenía en pie, con la aclaración de que ―citaba allí a una autoridad académica― no se la consideraba parte del “núcleo científico duro” del Congreso, y que por lo tanto nuestras exposiciones serían “ad honorem”.
Bien, francamente, si el homenaje a Lugones hubiera sido organizado por la Biblioteca Popular de Villa Dolores (Cba.) o el Centro Vecinal de Loma Verde (Bs. As.), no dudaría en participar con gusto en él, sin ninguna retribución. Pero que esto provenga de un Congreso Internacional de la Lengua Española que invita a Joaquín Sabina y a Elvira Sastre para una de sus mesas más destacadas, autores que dudo que vengan de la “Hispania fecunda” por amor al arte, y autores ambos que me cuesta imaginar como parte de ningún “núcleo científico duro”, excede con amplitud mi paciencia y comprensión. No culpo de esto, quiero aclarar, a la AAL misma, porque sé muy bien que su presupuesto es inexistente, sino a las innumerables instituciones que organizan, patrocinan y financian un evento de esta magnitud, instituciones para las cuales, evidentemente, cuenta más, mucho más, la presencia de un cantautor y de una poeta estrella de las redes sociales que una mera mesa de homenaje a uno de los poetas más importantes de la poesía en lengua española del siglo XX, cuyo magisterio fue reconocido por muchos de los mayores autores que le sucedieron, entre los cuales, por cierto, Jorge Luis Borges.
Por otra parte, y aquí hablo a título personal, pero no sólo, al enterarme en estos días de que la AAL no había dado participación alguna a mi padre, Alejandro Nicotra, académico correspondiente en la provincia (aunque yo sé muy bien que él no se movería de su pueblo si no es por fuerza mayor, y que tampoco le preocupan estos reconocimientos), ni que ninguna institución cultural de Córdoba lo había hecho, y que en cambio la autora que cerraría el Congreso en representación de Córdoba, sería María Teresa Andruetto, quien declaró en una reciente entrevista a “La Voz del Interior”, con motivo de su intervención en el mismo, que este gobierno es “el peor del que tenía memoria”, todo me pareció más claro en su turbia evidencia: puedo valorar la obra de Andruetto en lo que vale, pero no dejo de valorar ―y no por razones familiares― la obra de Nicotra en lo que vale, y que a una se la considere la obra más representativa de la literatura de Córdoba, y que a la otra no se la considere siquiera, al menos para una invitación a formar parte de una celebración de estas características, me parece una disparidad excesiva, una actitud de típica, mezquina parcialidad provinciana.
A todo esto, días atrás me fueron confirmadas las fechas y los lugares de mis exposiciones “en el marco del CILE” (dos conferencias personales y una mesa de debate con otros autores), que ya tenía debidamente preparadas, al igual que mi intervención sobre Lugones. Pues bien, un par de días después de tal confirmación, sin embargo, me llegó la comunicación de que dos de esas exposiciones, las conferencias personales, habían caído abrupta y misteriosamente, una ―la de una ciudad del interior― “por falta de presupuesto”, y la otra ―la de la ciudad de Córdoba― “porque habían cerrado el calendario” (las invitaciones, recordemos, me fueron cursadas a principios de noviembre del año pasado), y quedaba indemne sólo aquélla en que integraría una mesa de debate. No sé cómo se podría definir la modalidad de este extraño proceso de cancelación de último momento, pero me viene a la mente el término “desprolijidad”, no sin una sonrisa de ardua interpretación.
En fin, más allá de mi caso personal, creo que pueden extraerse algunas conclusiones generales, un tanto alarmantes:
1) En el caso de Lugones, que todavía, después de un siglo, siga pesando sobre su obra literaria, de innegable valor, la condena política por su tardía adhesión al peor nacionalismo (con desigual peso y criterio valorativo se juzga, obviamente, su temprana adhesión al socialismo), me parece algo tan absurdo como si en los Estados Unidos no se le perdonaran aún a Ezra Pound sus veleidades mussolinianas, o en Chile se midiera el valor de toda la obra de Pablo Neruda por su panegírico a Stalin (dicho esto, por si hiciera falta, con mi más pleno rechazo del fascismo italiano y del totalitarismo soviético).
2) En el caso de Alejandro Nicotra, que ni en la Academia Argentina de Letras, de la que forma parte, ni en esta triste “provincia verde y espinosa”, se valore su obra poética lo suficiente como para hacerle llegar al menos una invitación a representar a una u a otra, también me parece un signo lamentable.
3) Que el populismo es un mal con prodigioso poder de metástasis, no sólo en la política, sino también en la cultura, incluso más allá de las fronteras nacionales: sólo así puede explicarse que en un Congreso Internacional de la Lengua Española la obra humorística de Les Luthiers, la obra musical de Joaquín Sabina o la popularidad en las redes sociales de Elvira Sastre, ocupen lugares destacados, como apertura y cierre del Congreso, y me pregunto si no atribuir a la misma razón que se juzgue como la obra más representativa de Córdoba la de una autora que puede declarar que el presente gobierno es “el peor del que tiene memoria”, lo cual no habla muy bien de su memoria histórica (cabe preguntarse si no guardará recuerdo alguno, entre otros, del gobierno de Onganía, de los de Perón e Isabelita en la primera mitad de la década del 70, de los del Proceso de Reorganización Nacional en la segunda, de los de Menem, por no nombrar los del matrimonio Kirchner, que evidentemente son aquellos que añora), o del oportunismo de su declaración, o de los motivos que han llevado a los organizadores del Congreso en la provincia a convertirla en la figura más representativa de la literatura de Córdoba, tal vez los mismos que los han llevado a oponerse a que se lo conmemore a Lugones.
Por cierto, todos estos hechos, tanto en sí mismos como en su alcance simbólico, me llevan a rechazar mi intervención en la mesa “fantasmal” de homenaje a Lugones, mal que me pese por el desventurado poeta, así como a la restante mesa de debate: lamentablemente, mi entusiasmo inicial en exponer en el Congreso Internacional de la Lengua Española ha devenido en desinterés y disgusto de participar en él, de modo que, al decir de Bartleby el escribiente, “preferiría no hacerlo”.
marzo 18, 2019 a las 10:23 pm
Excelente artículo. Lo comparto plenamente.
marzo 19, 2019 a las 1:24 pm
Hiciste bien.
Ya lo había demostrado el Nestor sutil su apego,
cuando con gesto sencillo se auguraba un futuro creativo alejado de la política fundando un taller literario.
marzo 19, 2019 a las 11:13 pm
Es increíble la miseria del Congreso de la Lengua y de la Academia. Porque de la Academia es culpa que tu padre no la represente.En fin, hay aspectos de tu carta en los que no coincido con vos pero sin duda, sí en el repudio de lo tendencioso del bendito congreso, sí en tu indignación ante el destrato a tu padre por parte de las dos instituciones y pro fin, en el mamarracho de valorar más a Andruetto, que es buena poeta pero no tu padre, al margen de sus opiniones políticas, que no comparto. Beso
marzo 20, 2019 a las 1:01 pm
Según la constitución española, el idioma de España, es el español. No el castellano. En España hay, también, diversidad de lenguas cooficiales.