Bitácora de la hija de Neptuno (200)

por Flavia de la Fuente

22 de febrero

Datos del mundo exterior: Temperatura del agua: 25 grados. Temperatura del aire: 25 grados. Sol y nubes, lluvia. Viento: SE 23 km. Olas: 0,7 m. Marea bajando. Tiempo de natación: 20′

  

23 de febrero

Datos del mundo exterior: Temperatura del agua: 22 grados. Temperatura del aire: 21 grados. Nubes y llovizna. Viento: SE 23 km. Olas: 0,5 m. Marea subiendo. Tiempo de natación: 25′

 

Se fue la ola de calor.

Y llegaron las nataciones épicas.

Ayer nos metimos a nadar en un lavarropas.

Soplaba el viento Sur.

Entramos al Norte del muelle y, como estaba bajando, braceamos en dirección al Edén.

Había olas grandes.

Y por todos lados.

Una vez pasada la rompiente, el mar seguía hecho una batidora.

Cómo nos divertimos.

A mí me encanta nadar en el mar bravío.

Si no es peligroso.

Porque no soy totalmente loca.

Pero un poco de aventura me sienta bien.

Aunque, a decir verdad, casi no me animo a meterme.

Pero una vez adentro estaba feliz de bailar subiendo y bajando olas.

Nadé con mucha fuerza.

Y el Osi también.

Lo que no me daba ganas era de salir muy lejos de casa.

Así que le propuse a mi compañero de aventuras volver nadando cerca de la orilla.

Apenas unos metros detrás de la rompiente.

Montados en las olas.

Es algo que Q nunca había hecho y no me entendía.

Pero lo logró y le gustó.

Está bueno, porque hay que ir jugando a que las olas no te rompan el cuello.

Y así, braceando sin pausa y con bastante prisa, llegamos de vuelta a nuestro balneario.

Durante la estadía en el agua, cayó un chaparrón.

Pero como no había tormenta seguimos nadando.

La lluvia le agregó también lo suyo.

Aunque no puedo decir que nos haya refrescado en lo más mínimo.

Salimos del agua eufóricos.

Ni siquiera sentí frío.

Se ve que la adrenalina y las endorfinas juntas hicieron un trabajo maravilloso.

Pero a poco de llegar a casa me sorprendió el tembleque.

Y a la tarde quedamos molidos.

Quintín vio dos o tres partidos de fútbol y se tomaba a cada rato la fiebre.

Y yo leía Villette a su lado y también me tomaba la fiebre cada vez que él lo hacía.

Pero no nos enfermamos.

Solo quedamos agotados.

La que se enfermó fue Gabi, que no vino a nadar con nosotros.

La pobre está en cama con antibióticos y hoy no puede ir a nadar.

————–

Hoy amaneció fresco y nublado.

Con lloviznas y lluvias cortas.

Saqué a Solita.

También fui con mi mamá caminando hasta el muelle.

La idea de bañarme me daba mucho frío.

Hasta pensé en ponerme en traje de invierno, el 5/4.

Le avisé al Osi que era un día fresco.

A la mañana, le había preguntado a Karina, una joven guardavidas si iba a nadar y me dijo que no sabía.

Si Karina no nadaba es que estaba muy fresco.

Porque lo hace todos los días.

Es como yo, pero joven y fuerte.

Al escuchar esto, pensé que quizás le convenía no nadar a Q.

Pero vino igual.

«Damos una vuelta al muelle y listo», le dije.

Me puse el traje de triatlón de mangas cortas y nos fuimos a la playa.

Llegamos al boliche del muelle y vimos a Karina y a Toto que iban contentos a nadar.

Eso me alivió.

Pensé que no estábamos locos.

O que no éramos los únicos.

Lo del deporte es algo serio.

Toto trabaja en nuestro balneario.

Y vive en Filsa.

A media hora o cuarenta y cinco minutos de bicicleta, que como tiene horario cortado, hace cuatro veces por día.

Y, como este año no llovió casi nada, muy seguido le toca hacerlo por caminos de arena.

O sea que Toto, además de nadar unos 40 minutos diarios, anda 2 o 3 horas en bici, a pleno sol y en suelo blando.

Se lo ve siempre muy contento.

Saludable y fuerte.

Lo pueden ver en la foto que le saqué cuando termina el día.

Y era el día de la ola de calor.

Toto

—————-

Volvamos a la natación de hoy.

De nuevo, nos metimos al Sur del muelle.

Pero nadamos en dirección Norte.

Hoy el mar subía y había viento SE.

No saben lo hermoso que estaba todo.

Gris el cielo.

Gris el mar.

El agua perfecta, ni muy movida ni un lago aburrido.

No sé por qué, nos pusimos a nadar rápido desde el principio.

Le dimos duro.

Pasamos el muelle en nada.

Y, cuando lo pasamos le pregunte a Q dónde quería salir.

Porque el pobre hombre tenía que volver caminando en malla con el viento Sur en contra.

«En el Solmar», me contestó.

Me inquietó un poco su respuesta.

Pero pensé que quizás le hacía bien.

Que esas aventuras nos llenaban de vida.

Y alegría.

Y calma para todo el día.

Que no hay algo tan lindo como las endorfinas del deporte.

Así que la corté con el miedo a que Q. tome frío y accedí a seguir nadando.

Braceamos y braceamos bien fuerte.

Ibamos siempre a la par.

No deja de sorprenderme esto del nado sincronizado.

Es mucho más agradable.

Me puedo concentrar mucho más.

Cuando llegamos al Solmar, a más de un kilómetro de donde habíamos partido, nos paramos a conversar en el agua.

«Qué bueno que está», me dijo el Osi.

«Sí», le contesté. «Y ahora salgamos a nuestra máxima velocidad», agregué.

«No, yo salgo despacio», me respondió Q.

«Ok. Yo voy lo más rápido que pueda», contesté y me puse a bracear como una loca.

Hasta perder el aliento.

Me encanta esa carrera.

Ya no cuento las respiraciones.

Braceo a más no poder.

Y pataleo.

Y vuelo.

Pero muchas veces me quedo sin gas antes de llegar a la costa.

Y tengo que aminorar un poco.

Hoy no fue una salida larga.

Pero no pude llegar con mi máxima velocidad.

Una vez en la orilla, me doy vuelta dispuesta a hacer la plancha y esperar a Q.

Me agarré del torpedo para ver por dónde andaba el Osi y veo que lo tengo a Quintín al lado mío.

Mi marido se volvió un nadador de alta velocidad.

Una grata sorpresa.

Me dijo que dio un pique fuerte en últimos metros, justo en los que yo aflojé porque me quedé sin aire.

Y llegamos juntos.

Maravilloso.

Al salir lloviznaba.

A Quintín le dio miedo resfriarse.

Así que volvimos casi corriendo el kilómetro de vuelta al muelle.

Estamos eufóricos.

Pero en un par de horas nos dolerá todo.

Y nos vamos a tomar la fiebre.

Pero mañana vamos por más.

No hay como beber de la fuente de la juventud.

Mañana anuncian buen tiempo.

Pero lunes y martes vientos horripilantes.

Se viene una ola de frío.

Con vientos tremebundos del Sur.

Espero poder nadar igual todos los días.

Con o sin viento.

Con o sin frío.

Ahora me voy con Charlotte, mi amiga de toda la vida.

Y hablando de amigas de toda la vida, le dedico estas nataciones a Gabi y le deseo que se mejore pronto.

Villette es uno de mis libros preferidos.

Pero cuando lo termine, voy a releer Jane Eyre y Shirley.

Aunque estos dos me dan un poco de pereza.

Porque recuerdo que tienen mucha trama.

Pero igual los voy a leer.

Febrero y marzo se los voy a dedicar a Neptuno y a Charlotte Brontë.

Hasta la próxima.


20 de febrero

Datos del mundo exterior: Temperatura del agua: 20 grados. Temperatura del aire: 29 grados. Sol. Viento: NNO 13 km. Olas: 0,4 m. Marea bajando. Tiempo de natación: 17′

 21 de febrero

Datos del mundo exterior: Temperatura del agua: 23 grados. Temperatura del aire: 25 grados. Sol. Viento: NE 23 km. Olas: 0,6 m. Marea bajando. Tiempo de natación: 25′

 

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