Publicada en Perfil el 2/7/17
por Quintín
A fines del año pasado, cuando Mardulce reeditó La vida tranquila de Marguerite Duras con traducción de Alejandra Pizarnik, Guillermo Piro escribió en este suplemento sobre los derechos del traductor. De paso, habló de algunos misterios que no había logrado esclarecer a propósito de la edición original de la novela (Centro Editor de América Latina, 1975). Leí La vida tranquila en estos días sin recordar la nota (una nota sobre gente que no recuerda), pero ahora tengo otro misterio para agregar aunque tal vez sea el mismo, aunque enunciado de otro modo.
Un paréntesis. Hay algo irónico en que Duras y Pizarnik estén asociadas a ese título: ninguna de las dos tuvo una vida tranquila. Pizarnik se suicidó a los 36 años después de sufrir muchísimo. Duras fue longeva (murió a los 81) y aunque sus padecimientos fueron demasiado públicos (como corresponde a los divos intelectuales franceses), solo con el alcoholismo tuvo bastante, para no hablar del comunismo y el colaboracionismo.
Volviendo a la novela, no parece demasiado difícil de traducir. Sin embargo, el texto firmado por Pizarnik tiene torpezas y baches considerables, como si algunas partes hubieran sido trabajadas con la concentración requerida y otras con gran descuido. Hay momentos, por ejemplo, en los que giros franceses se vuelcan literalmente: «n’importe quoi» se traduce como «no importa qué» y no como «cualquiera»; «el «on» que precede a los verbos, y que en francés equivale a su uso en primera persona, se convierte en una rebuscada construcción impersonal. Así aparecen frases abstrusas como esta: «Se quisiera no tener nada más que ver con ellos que como recuerdos». O «me imaginé el mar, sus diversas maneras que, según me dijeron, no finalizan», cuyo origen es «Je me suis imaginé la mer, les diverses façons dont on m’avait dit qu’elle ne finissait pas» (algo así como: «Me imaginé el mar, las diversas maneras en las que me habían contado que no tiene fin»). Pero una serie de simples erratas, de cambios de letras que no proceden de un error de tipeo, me hicieron pensar que el texto provenía de una lectura digital de una publicación previa (que bien puede ser la del CEDAL, de la que no dispongo) y que nadie la tocó por respeto reverencial a Pizarnik.
En la página 42 de la versión de Mardulce encontré lo que bien puede ser la clave del enigma. Allí aparece este pasaje: «… escuché al tiempo roernos como a una armada de ratas. Éramos una buena presa. Hacía veinticuatro años que nos dejábamos vivir. Habíamos contado con el tiempo para poner en orden los asuntos de la casa. Había pasado tiempo roernos como un ejército de ratas.» Es difícil poner orden en esta confusión sin mirar el original francés. Más allá de que la última oración no tiene sentido, hay aquí un conflicto militar. Primero se habla de una armada de ratas, después de un ejército de ratas, traducción más adecuada de «une armeé de rats». Pero esta expresión aparece una sola vez en francés. Es como si alguien hubiera corregido una versión provisoria, indicando que «una armada» debía reemplazarse por «un ejército» y quien transcribió el manuscrito incluyó las dos. Todo parece sugerir que en la traducción intervinieron dos personas, pero es difícil saber si Pizarnik fue la primera, la segunda o ambas.
Foto: Flavia de la Fuente
julio 2, 2017 a las 10:38 am
Sorprende lo de Pizarnik porque tiene algunas traducciones muy buenas (sobre todo de poesía, Artaud, Bonnefoy, Char, etc.). Es posible que sea un producto del apuro. Pero es muy común que los que vivieron mucho en Francia y son hispanoparlantes, incurran en galicismos aun escribiendo sus textos en español y aun hablando. Si se lee la prosa de Cortazar se verá que casi nunca prescinde del pronombre, porque esta vedado en francés. Buen domingo.
julio 2, 2017 a las 10:43 am
Pizarnik en alguna entrada de su Diario se horroriza por haber cumplido 30 años. Qué pensaría si resucitara hoy. ¿Se reiría de la que fue o seguiría igual a sí misma? Supongo que lo segundo. Duras en cambio mantuvo siempre la distancia justa. El post me recordó estos versos.
…comencé a destruirla poco a poco.
Jamás sabré por qué fui tan dañina.
“Has sido sin quererlo mi asesina.
Te perdono pues soy una muñeca”,
me dijo. “Tengo un alma. No soy hueca”.
S. Ocampo, Albertina.