Apuntes de la Premier League (6)

por Quintín

Cada fecha es una nueva oportunidad para ver qué muestra cada equipo y cuál es su perspectiva a futuro. Lo gracioso es que en cada fecha, la idea que uno tenía sobre el valor de cada equipo se pone en duda. La evolución es tan impredecible como la bolsa. Esta semana, solo el Liverpool confirmó lo que venía haciendo bien, el West Ham y el Middlesbrough confirmaron lo que venían haciendo mal y el West Bromwich Albion confirmó que es una porquería.

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Clásico. En los últimos años, el Chelsea lo tuvo de hijo al Arsenal. Por otro lado, me habían impresionado los primeros partidos del Chelsea y, simultáneamente, me sumé al coro que pide la salida de Arsène Wenger después de veinte años. Pero estas son las crónicas de mis predicciones erradas y de mis comentarios apresurados. Y esta fue una más, porque el Arsenal no solo le dio un baile al Chelsea, sino que planteó la duda sobre el futuro del equipo de Antonio Conte. El partido se definió en el primer tiempo, con tres goles de categoría. En el primero, Alexis Sánchez le robó la pelota a Cahill y definió con gran estilo. En el segundo, combinaron Ozil, Iwobe (este sobrino de J. J. Okocha juega muy bien), Bellarin y definió Walcott. En el tercero, Ozil y Sánchez liquidaron un gran contraataque (Ozil lo dejó sentado a Kanté, figura del Leicester que hace agua en el Chelsea). Pudieron ser más goles, pero lo más notable fue que el Chelsea no reaccionó nunca. De hecho, pateó por primer vez al arco a los 80 minutos. El funcionamiento disciplinado y preciso de los primeros partidos se había evaporad y Conte no parecía tener un plan B. Cuando la impotencia de su equipo se hacía más evidente, solo intentó lo que se viene esperando de él desde que comenzó la temporada: sacar a Fabregas, el volante creativo y jugar con tres centrales (en general, los equipos que pierden suelen hacer el cambio contrario). Igual, no se notó la diferencia. Los fantasmas de los últimos meses de Mouriho en el equipo revivieron en todo su esplendor. A Conte le queda el problema, nada trivial, de rearmar el equipo desde otro esquema, casi desde cero. Y el Arsenal demostró que todavía puede ganar partidos jugando bien.

Mejora. El Manchester United renació, no solo por la goleada al Leicester, sino porque alcanzó el nivel de juego que había insinuado cuando empezó el torneo. Mourinho no acertaba a armar el rompecabezas y todo el mundo suponía (me incluyo) que iba a sacar a Rooney, cosa que hizo. Pero lo que no me imaginaba es que también iba a sacar a Fellaini y sustituirlo por el menos ostensible y más dúctil Ander Herrera. Esta reforma del medio campo liberó a Pogba, que, jugando un poco más a la izquierda, fue la figura de la cancha, hizo su primer gol y dio una clase de elegancia y efectividad. Otra vez vuelvo a pensar que es un jugador grande, al que solo le faltaba un entorno favorable para expresarse. Dos cambios más ayudaron al United. Por un lado, el hábil y movedizo Lingard reemplazó al cada vez más frustrante Martial. Por el otro, Daley Blind (ni Shaw ni Rojo) apareció como lateral izquierdo y su excelente pegada produjo tres goles de corner.

Es un poco triste ver como el Leicester se aleja de su nivel pero acá recibió cuatro goles en un tiempo, algo impensable la temporada pasada. Fue tan contundente el resultado parcial que Ranieri sacó a Vardy y Mahrez (sus mejores jugadores) para preservarlos para el partido por la Champions League. De todos modos hubo un golazo desde afuera del juvenil Demarai Gray (20 años). «It’s a grey day for Leicester, but not for Demarai», dijo el relator inglés.

Empeora. Mientras las acciones del United subieron, las del City bajaron. La máquina de controlar la pelota y de ahogar al contrario se descompuso a partir de la imprecisión con la pelota (signo, otra vez, de prematura fatiga física y mental, igual que la lesión de De Bryune). El resultado fue consecuencia de un penal mal cobrado cuando hasta el empate era demasiado para el City. El golazo de Sterling para completar el tres a uno (cada vez inventa una definición mejor) apenas disimula el mal partido. Claro que hay que adjudicarle sus méritos al Swansea y al planteo de Francesco Guidolin, a quien se da casi por defenestrado. No me disgustaría que trajeran un técnico que incluyera siempre de titular a Jefferson Montero en lugar de este conspirador de pizarrón. Pero esta vez el tano armó un rombo en el medio (Britton, Cork, Sigurdsson, Fer) y, con una presión alta, le cortó la salida rápida al City, le ganó los rebotes y las pelotas divididas aunque se expuso a veces a que los pases de Bravo superaran la línea del medio. Fue el mejor partido del Swansea en el año.

Sube. El Liverpool sigue haciendo desastres con las defensas. Al gran momento de Lallana, se sumó el sábado un Coutinho en estado de gracia, capaz de poner un pase de gol por minuto. También hizo uno de esos goles que debería patentar como El Coutinhazo: tras un amague, un pique, un giro o un enganche, queda a 25 metros del arco entre el centro y el vértice izquierdo del área; de ahí remata al segundo palo de derecha y es inatajable aunque no vaya tan fuerte. Lo hace siempre y lo vuelve a hacer. Mané y compañía también están a la altura. Ahora aparecieron el alemán Loris Karius (23 años) en el arco para sacarle el puesto a Mignolet y el estonio Klavan como central, que hace una buena dupla con el camerunés Matip. Si sigue así, el LIverpool va a dar que hablar. O no.

Baja. El que había dado que hablar era el Everton, que venía segundo e invicto. En la semana se había quedado afuera de la Copa de la Liga contra el Preston North End de segunda división y eso fue una señal de que tal vez lo hayamos sobrevalorado. La confirmación llegó el sábado, cuando perdió merecidamente con el Bonemouth, un equipo rarísimo, que alineó a diez jugadores ingleses entre los titulares (la excepción fue el arquero polaco Boruc). Entre ellos a Jack Wilshere, que se va poniendo en forma, pero también a Jordan Ibe, a Callum Wilson y a un tal Harry Arter que la rompió peleando todo en el medio. En sus malos partidos, el Everton transforma su solidez en rigidez, su disciplina en falta de ideas y su empuje en fuerza física. Cuando Barkley no funciona (casi siempre), no hay nadie que aporte más que empuje y velocidad. Puede ser un equipo muy irritante para ver, como lo era en la época de Martínez, una máquina de chocar. Hay que mirar la pinta de Koeman para darse cuenta de que nunca va a ser muy distinto.

Aguanta. El Totteham es el único invicto que queda junto con el City. Se enfrentan el domingo, después de que ambos jueguen en la semana por la Champions League. Hay algo ambiguo en el equipo de Pochettino. Con jugadores aptos en todos los puestos, basado en la concentración y la ocupación del espacio, con atención permanente al ataque y a la defensa, es muy difícil de enfrentar. Pero tanta mecánica lleva al desgaste (en el partido anterior se lesionaron tres jugadores) y la potencia física de un Sissoko no es la solución. Cuando el técnico deja afuera a Lamela, que está fresco e inspirado (hizo el caño de la fecha en el rato que entró) parecería dar a entender que le sobra talento como para ganar. Pero no es cierto. Solo lo logró el sábado porque el sorprendente coreano Son hizo otros dos golazos. Ausente Kane por dos meses, improductivo el punta Jansssen, tibio Delle Ali, opaco Eriksen, le ganó igual con toda justicia al Middlesbrough, un equipo que pone nueve atrás y dos adelante a los que la pelota no le llega nunca. Uno es Gastón Ramírez, que siempre sale, mientras que su compatriota el empujador Stuani siempre queda. No sé qué quiere el técnico Karanka, pero no parece que quiera nada bueno.

Asoma. El Stoke, que estaba último, jugó más ordenado, mejor parado en la cancha y más seguro en defensa. Volvió Shaqiri, Bojan sigue afuera y Bony sin meterla. Pero debió ganarle al West Bromwich Albion, cuyo técnico Tony Pullis (antes era del Stoke) cumplió los mil partidos y lo homenajearon de pie, probablemente por el mal que le hace con su miseria a la estética del fútbol. Ahí está el WBA, que otra vez no parece que va a pasar apuro con el descenso, pero va a matar de aburrimiento a los que lo ven. El emblema de este equipo es Claudio Yacob, que cada año acentúa su cara de malo, sus patadas innecesarias (es uno de los pocos jugadores de la liga que pega sistemáticamente) y su despreocupación por hacer algo decente con la pelota. El Stoke no hacía gran cosa tampoco, pero Hughes puso a Peter Crouch, que le dio pimienta al ataque y convirtió cada centro en una situación interesante. Hizo un gol el siempre útil galés Joe Allen, pero empató el venezolano José Salomón Rondón (un héroe que se las arregla para hacer goles sin que le pasen nunca la pelota) de cabeza. El empate llegó en el minuto 93, cuando el arquero Lee Grant (que no parece profesional) y el holandés Martins Indi (un especialista en bloopers) no se hablaron en una pelota fácil y la mandaron al corner. Del corner empató Rondón y Pullis se volvió a robar un punto.

Fondo. Ultimo en la tabla, con un punto, está el Sunderland. Jugaba de local con el Crystal Palace, uno de los pocos equipos chicos que piensan en el ataque y tiene en el gigante Benteke, inteligente y talentoso, un arma importante. El Sunderland tiene muchos buenos jugadores, pero no parece. Solo se notan los goles de Jermain Defoe, que el sábado puso al equipo dos a cero faltando media hora. Pero está tan mal el Sunderland, que el Palace le empató y le ganó en el descuento con un cabezazo de Benteke. El Sunderland tiene un record extrañismo: no gana ningún partido en septiembre ni en octubre (es decir, al principio del torneo) desde hace seis años. Y, sin embargo, se sigue salvando del descenso. ¿Lo logrará de nuevo? Me parece que sí.

Subterráneo. Pero lo peor de la liga es el West Ham, que volvió a perder de local, esa vez con el Southampton. Fue tres a cero, pudieron ser seis y, al final del partido, no quedaba nadie en el ex Estadio Olímpico, que cada vez me parece más feo. Hay equipos que desprotegen la defensa y otros que no alimentan el ataque. El West Ham se las arregla para hacer las dos cosas. No creo que el croata Bilic pase de esta semana. El Southampton jugó bien, se floreó en ataque y tuvo a un Charlie Austin inspirado. Hizo el primero y asistió en el segundo al serbio Tadic, que gambeteó al arquero sin tocar la pelota. Ese Tadic es buen jugador, pero parece mala persona.

Decepción. El Watford venía de ganarle con autoridad al Manchester United, pero hoy decepcionó contra el sufrido Burnley, que ganó muy merecidamente con dos goles de cabeza por centros de Steven Defour, el talentoso y tapado belga. Gran partido del irlandés Jeff Hendrick, que hizo también su primer gol. Era una noche fría y húmeda en las colinas de Lancahsire, según comentó el relator inglés. El estadio queda en el medio del campo, parece la cancha de Atlas. Es posible que eso deprima a los visitantes. Fue otro ejemplo de la falibilidad de las expectativas y las predicciones.

El fútbol es raro. Depende de estados de confianza que no son fáciles de medir y de asociaciones colectivas inestables, que se deshacen al partido siguiente. Estas oscilaciones se atenúan con grandes jugadores y mucho entrenamiento. Pero no siempre.

Foto: Gabriela Ventureira

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