Apuntes de la Premier League (4)

por Quintín

Fue una fecha espectacular, donde cada uno de los diez partidos (los vi todos) tuvo su épica y su drama, aun los que disputaron equipos chicos. El fútbol inglés está diseñado para una cobertura disparatada como esta.

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El clásico. Empecemos por el clásico de Manchester, el partido más caro de la historia si se suma cuánto pagaron los clubes por sus titulares (£ 565M). Y empecemos con una imagen, el saludo entre Guardiola y Mourinho cuando los equipos salieron al campo. Acérrimos rivales en España, su enemistad personal es parte de la leyenda. Sin embargo, el modo en que cada uno encaró el saludo fue distinto. Mientras Guardiola lo saludó a Mourinho por cumplir y sin mirarlo, Mourinho tuvo una actitud mucho más relajada y lo abrazó con cordialidad, casi con afecto, como diciéndole «bienvenido a casa, estamos en la cima del mundo» y se sintiera feliz, sin tener que demostrar nada y pensando que el derby no es más que un partido. A Guardiola, en cambio, se lo veía menos rencoroso que preocupado, como a alguien que se juega algo más que un resultado ocasional, que es el desafío de llevar su profesión a un lugar más alto.

Al final, Guardiola le ganó a Mourinho en el primer enfrentamiento. Le ganó en el resultado, pero también en el concepto. En el primer tiempo, el City impuso su funcionamiento hasta llegar a apabullarlo al United. Y, después, cuando el partido se había complicado por un error individual, lo sostuvo en medio de una presión más anímica que futbolística.

Me aburre un poco hablar de tácticas, en el sentido de la disposición de los jugadores en el campo. Me dice poco que el United haya jugado un 4-2-3-1 y el City un 4-3-3 o un 4-1-4-1. Se han ganado torneos y partidos con cualquier suma que de 10 como resultado. Lo que un técnico necesita, más que una fórmula genial (y todas están inventadas) es un equipo que funcione, que juegue, que se pase la pelota. Y el City, después de una primera fecha dudosa, apareció apabullando al Steaua en Bucarest y desde entonces ganó todo con claridad y hasta con brillo, más allá de algún resultado que parecía asegurado pero se achicó la ventaja. En cuatro fechas Guardiola logró varias cosas: que los jugadores rindan más de lo que lo venían haciendo (Sterling, Silva, el sábado De Bruyne), que el equipo se desdoble sin chirriar en defensa y ataque, que siempre haya alguien libre para recibir y que el contrario se sienta ahogado por la presión. Con esas armas enfrentó al United y jugó un primer tiempo que hubiera sido perfecto si Claudio Bravo no se estrena en el arco con un blooper al que siguieron otros.

En cambio, después de tres triunfos (incluyo el de la Community Shield) en el que pesaron las individuales (especialmente Ibrahimovich), el United le ganó en el descuento al Hull City y se mostró estático y con serias dificultades para crear en ofensiva. Para enfrentar el ritmo y la creatividad del City, Mourinho tenía un problema y lo sabía. Por eso probó de entrada con Mkhitarian, a quien no le había podido encontrar un puesto y lo hacía entrar de a ratos. También recuperó a Lingard, un jugador de gran movilidad. Pero no le resultó y el City le dio un paseo, además de desnudar otro problema que yo no había advertido, que es el de Pogba. Nunca lo vi demasiado a Pogba, salvo en un par de torneos con la selección francesa donde no me convenció (pero ¿quién convence en esa trituradora de jugadores?). En su debut en el United me había impresionado el virtuosismo de Pogba para manejar la pelota. Hasta llegué a compararlo con Yaya Touré, una imperdonable desmesura de mi parte. Juan Pablo Varsky, en su comentario del partido, señaló, que Pogba (£ 120 M) está enormemente sobrevalorado y que, en particular, no puede conducir al equipo. Y eso lleva a otro problema y es que el jugador que Mourinho eligió como líder del medio campo es Fellaini (no lo saca nunca y hasta lo echó a Schweinsteiger como para que él y Pogba se sintieran más cómodos). Fellaini es un jugador fuerte, con cierta técnica, gran cabeceador, que puede tanto defender como hacer goles y pelearse con los contrarios, pero a quien el lugar de conductor le queda grande porque carece de la inteligencia futbolística necesaria. Fellaini es más bien un empujador y a Mourinho le queda planteado un problema serio. Del otro lado, en cambio, estaban Silva, De Bruyne y Fernandinho, superiores en comprensión del juego a todo el equipo de Mourinho, que solo cuenta en ese departamento con Rooney, que siempre puede inventar algo.

Por supuesto que el planteo de los partidos es una cosa y su desarrollo otra porque pueden pasar cosas imprevisibles, como el error de Bravo cuando salió a cortar un centro y le dejó la pelota a Ibrahimovic, quien definió con un toque impecable. Antes, De Bruyne había hecho un desastre en el área contraria, con un golazo suyo de derecha y un tiro de zurda en el palo que Iheanacho empujó a la red. El City había llegado al gol con la posesión de la pelota y sin ella, porque el primero fue el resultado de un pelotazo largo de Kolarov que bajó Iheanacho y que De Bruyne aprovechó brillantemente.

Pero el macanazo de Bravo a los 42 minutos, cambió todo. En los minutos que quedaban del primer tiempo, Bravo cometió otro error grosero e Ibrahimovic no definió solo frente al arco (si convertía, la carcajada del desplazado Hart se hubiera oído en San Clemente, pero creo que en los errores de Bravo influyó la falta de entendimiento con sus nuevos compañeros). El segundo tiempo prometía ser distinto y lo fue, aunque el City fue superior en la zona emocional o dramática del partido como lo había sido en la cerebral o tranquila. Mourinho sacó a Mkhitaryan y a Lingard (sus apuestas) e incluyó a Ander Herrera para reforzar el medio y a Rashford (encaminado a demostrar que el puesto de segundo delantero es suyo), mandó a Fellaini arriba e hizo jugar al equipo tirando centros. Guardiola aguantó reforzando la defensa con Fernando (un buen cambio), intentando darle aire al ataque con Sané (ni él ni su reemplazado Sterling se lucieron) y al final con Zabaleta, para armar una línea de cinco contra un adversario que ya había hecho entrar a Martial por Shaw. Más allá de alguna vacilación más de Bravo, la defensa funcionó (Stones y Otamenti sacaron todo) y la mayor situación de gol del segundo tiempo fue para el City, otro tiro en el palo de De Bruyne, esta vez de derecha.

Consumado el primer duelo, tanto Mourinho como Guardiola tienen problemas. El de Mourinho es evidente: su ataque carece de fluidez y circulación, elementos que tuvo el Chelsea campeón 2014-2015 y perdió el de la debacle 2015-2016 con los mismos jugadores. Da la impresión de que Mourinho necesitaría incorporar a su repertorio otros elementos, mejorar el sistema al que se ve limitado y lo hace muy dependiente de un acierto individual. Tampoco se me ocurre qué va a hacer con el medio, cuál será el destino de Pogba y Fellaini.

Pero Guardiola tampoco la tiene fácil. Su enemigo es el cansancio. Decía Angel Labruna que el secreto para ganar un torneo es pensar que es largo (lo decía cuando los torneos argentinos eran largos), que se juega en verano y en invierno, que los jugadores no pueden mantener el mismo nivel todo el año. Pero los equipos de Guardiola desconocen la economía de esfuerzo y eso produce saturación y lesiones, como las que le tocaron en el Bayern Munich (y en el City ya se lesionaron Agüero y De Bruyne). Al City le toca una temporada con la Champions, la maratón de fin de año, las copas inglesas y las fechas internacionales FIFA de las que los jugadores vuelven destruidos (pregunten en Barcelona). Mañana, el City juega en Alemania, y no sé cómo va a afrontar ese partido. Está claro que un plantel largo soluciona en parte el problema pero, después de todo, el Leicester fue campeón con 15 jugadores (aunque sin copas). Para ganar la Premier League hay que ahorrar energías dentro de la cancha. Y en eso, los equipos de Mourinho (más desdoblados, con menos ritmo, más pacientes) suelen tener ventaja. Tal vez por eso a Mourinho se lo veía tranquilo antes y después del partido: sabe que esto recién empieza.

Curiosidades galesas. El Chelsea, el otro que tenía nueve puntos, fue a Gales y empató un partido insólito y muy divertido con el Swansea (salvo para el técnico Conte, que se fue completamente furioso de la cancha). Nuestro técnico, el cretino italiano Guidolin, dejó afuera a los dos wings incisivos que tiene el plantel (Barrow y Montero, un lujo que cualquier colega suyo desearía) y armó una línea de cinco, con tres volantes de marca (aunque Fer y Ki saben con la pelota) y Sigurdsson más adelante detrás del árbol vasco Llorente. No le dio ningún resultado, porque a los 18 minutos ya ganaba el Chelsea con una buena definición de Costa y el Swansea no pasaba la mitad de la cancha y la tiraban a cualquier lado. Los hinchas estaban irritados con esa mezquindad improductiva. Así se llegó al minuto 41, cuando Guidolin hizo una de esas chanchadas que descalifican moralmente a los técnicos: un cambio táctico para el que bien podría haber esperado el entretiempo. Taylor, el lateral que salió, es un veterano del equipo y de la selección galesa y cuando se sentó en el banco y Guidolin intentó darle la mano, no se la tendió.

Así de mal estaban las cosas, pero al menos había entrado Barrow (no esperemos del cretino italiano que jueguen Barrow y Montero juntos) y se pasó a una línea de cuatro. SInembargo, el partido se le encaminó al Swansea de un modo completamente inesperado. Diego Costa se aburría y decidió hacer echar a un jugador contrario. Casi lo logra, porque el árbitro amonestó a dos de los tres centrales, Amat y Federico Fernández, y al volante más defensivo Cork. Pero los defensores del Swansea demostraron carácter, especialmente Amat que tiene la pesada responsabilidad de reemplazar a Ashley Williams y se agrandaron. Así, Costa también resultó amonestado, el partido se picó (todos contra Costa), los jugadores y los hinchas del Swansea se agrandaron y, sobre todo, los del Chelsea se fueron del partido, dedicados a mirar como el provocador hispano-brasileño jugaba su partido aparte. Así fue como en un pelotazo largo de Fer, Barrow habilitó a Sigurdsson, el arquero bobo Courtois llegó tarde y le hizo penal (¿cómo se puede llegar más tarde que el lento islandés?). Sigurdsson convirtió con su legendaria frialdad y tres minutos más tarde se durmió Cahill, Fer se la robó y el Swansea pasó a ganar fuera de todo libreto. Quedaba media hora; Hazard reapareció en el partido, Costa se puso a jugar en serio, el polaco Fabianski salvó varias y al final Costa empató de chilena (hubo dos goles de chilena en la fecha). Estaba todo como para que el cretino italiano se fuera abucheado, pero al final los hinchas salieron contentos. Sigo sin entender cómo el año pasado nos salvamos del descenso con este técnico. Tal vez vuelva a ocurrir el milagro.

El baile. Contra todos mis pronósticos porque no daba un centavo por el Liverpool, y menos con Coutinho en el banco, el Liverpool jugó el mejor fútbol de la fecha y demolió al Leciester con cuatro golazos. Me cuesta recordar un caso en el que los goles se disputen entre sí un premio de belleza. Aunque si dudas gana el segundo, por el taco espectacular de Sturridge para habilitar a Mané que definió sobre el arquero. Pero antes, Firmino definió enganchando con ingenio en el borde del área y después Lallana metió un derechazo espectacular en el ángulo tras varios toques y, al final, Lallana arrancó del fondo, Mané eludió al arquero y se la sirvió a Firmino, que la paró con elegancia antes de meterla. Todas jugadas colectivas e individuales (al mismo tiempo) brillantes y veloces. Cuando Firmino metió el cuarto, el relator inglés, que venía pronosticando el cuarto, se limitó a un estentóreo «Yes!». Fue un gran momento de la fecha. En el medio, el Leicester había descontado tras un error de Lucas, gran candidato al blooper de la temporada. Recibió un saque de arco de Mignolet (otro arquero belga y bobo, como Courtois) y se la pasó a Vardy, solo sin arquero en el borde del área chica. Pero el descuento no sirvió para mucho. El Liverpool estaba en una de sus tardes inspiradas, esas que acontecen entre otras decepcionantes. Lo del sábado fue una fiesta que coincidió con la ampliación y la modernización del viejo estadio. Anfield Road, es ahora el quinto en capacidad. ¿Se repetirá la performance del Liverpool? En principio, lo dudo, pero qué baile que fue este.

Por otro lado, me pone un poco triste ver como el Leicester se va desarmando, aun con los mismos jugadores que el año pasado. Ha perdido consistencia y eficacia, aunque no todavía la confianza. Esta semana juega Champions, hay que ver cómo le va.

El robo. En cambio, el Arsenal volvió a jugar mal y solo ganó porque el árbitro Bobby Madley le regaló un penal a los 94 minutos. Penal convertido por Santi Cazorla, el otro factor, además de los puntos, que evitó el papelón. Cazorla jugó a un juego que entiende, algo que no pareció el caso de sus compañeros (Theo Walcott, Oxlade-Chamberlain, Ozil en una tarde horrible), siempre perdidos en un equipo demasiado largo, en el que pasar al ataque parece un viaje con escalas. Debutó Lucas Pérez, el tanque español (es la temporada de los tanques españoles) que trajo Wenger para sacarle el puesto a Giroud (y Giroud es mucho mejor). También debutó el central alemán Mustafi, abultando un gasto millonario que pudo orientarse más sensatamente a laterales, delanteros de calidad, en fin. Había empezado ganando el Southampton, equipo altamente inexpresivo por ahora, con un tiro libre de Tadic que Cech tocó de ida y de vuelta del travesaño. Había empatado Koscielny, con una brillante chilena. Qué defensor fenomenal que es Koscielny, insisto.

La recuperación. Tras un comienzo de temporada muy opaco, goleó el Tottenham y hasta convirtieron Dele Alli y Kane, que venían de grandes sequías. Pero la diferencia la hicieron el danés Eriksen (el jugador claro del Tottenham) y el coreano Son, que abrieron el marcador con dos grandes pases y dos grandes definiciones. El local Stoke City es un equipo descalabrado, que viene perdiendo seguido y no sabe a qué juega. Ayer debutó Wilfried Bony, añorado en el Swansea y fracasado en el City. Pero no logró torcer un camino que puede acabar con el entrenador Mark Hughes, que ayer se fue expulsado de pura impotencia.

El desastre. Otro que se comió cuatro de local fue el West Ham, pero aquí hubo otros matices. Ganaba con un gol de Antonio tras corner de Payet, quien con Lanzini le daban brillo y lujo al ataque. Estaban tan inspirados que Lanzini tiró al arco de rabona y se fue afuera por poco. Unos minutos después Payet, para competir sanamente con Lanzini, inventó un centro espectacular de rabona para que Antonio la empujara en la línea y marcara su cuarto gol de cabeza en cuatro partidos. Fue el gol de la fecha en una fecha de grandes goles, uno de los más exquisitos que yo haya visto en la Premier League. Y fue también el día de la rabona (hubo una tercera de Max Gradel, un marfileño que juega para el Bornemouth). Pregunta: ¿Cómo le dicen a la rabona los relatores ingleses? Respuesta: Rabona (más bien, rabouna).

Pero después todo se le complicó a los Hammers. Habían mostrado algún agujero en la defensa, que después fue colador gracias en parte a los errores puntuales del pelado Collins y del arquero bastante bobo Adrian. Pero también a un muy mal funcionamiento defensivo, que no está a la altura de sus jugadores de calidad. Para colmo de males, en el West Ham debutó Simone Zaza, otro tanque, cuya última aparición fue la de entrar contra Alemania en la Eurocopa a los 120′ para patear uno de los penales y lo mandó a la tribuna. Me parece que Zaza es un problema para Calleri, que sigue sin convertir cuando entra, pero más problema va a ser para el equipo.

Mientras tanto el Watford, que venía con un solo punto (aunque no jugó mal contra el United), mostró que tiene bastante más que otros candidatos al descenso. Sus dos puntas, Ighalo y Deeney son delanteros serios y ayer debutó como titular Roberto Pereyra, que jugó muy bien y parece una gran adquisición. Con su 5-3-2, el tano Mazzari puede tener más vuelo de lo que suele aportar ese sistema. El Watford tiene, además, un jugador cábala, un nigeriano de 20 años que se llamaIsaac Success (que no es malo, por otra parte).

Los hermanos. Yendo a los que pelean por no descender, el Middlesbrough le ganó como visitante al Crystal Palace, que había empezado mal. Pero en el palace debutó el gigante belga Christan Benteke (¡cuántos equipos que se reforzaron con un punta!), otro tanque pero esta vez interesante (lo reemplazó al final otro debutante, su hermano menor Jonathan). Benteke hizo su primer gol de cabeza y Louis Zaha metió el de la victoria. En el medio, empató, también de cabeza, el defensor español Daniel Ayala. Gastón Ramírez volvió al banco y si sigue ahí es difícil que el Boro levante. Ramírez es el complemento que le falta al español Negredo, un goleador inteligente. Curiosidad: en el equipo titular del Boro hay seis de habla española. El técnico es el vasco Aitor Karanka, que no parece el más creativo de sus colegas.

Los modestos. Dos equipos que descendieron hace dos temporadas y volvieron a ascender (y que bien pueden descender de nuevo) son el Burnley y el Hull City. Ambos son muy modestos, pero trataron de jugar ordenadamente. El Hull tiene un jugador que sabe, el escocés Robert Snodgrass, que tiene pinta de rugbier en el mejor de los casos y de jugador de bochas en el peor. Snodgrass venía de hacer tres por las eliminatorias europeas (eso sí, a Malta), pero el sábado empató el partido a los 94′, en la última pelota, con un tiro libre perfecto. Snodgrass era una de las excepciones en un partido donde la pelota solo se movía en sentido horizontal o vertical, de tan cuadrado que era todo. La otra fue el otro goleador, el belga Steven Defour, quien produjo un milagro. A los 72 minutos, de pronto, en medio de la cancha, hizo un quiebre de cintura y un giro para desairar a un contrario. La jugada pareció salida de otro partido, tanto que levantó a la tribuna. Alentado por la ovación Defour salió del amague, corrió diez metros y le pegó un derechazo formidable desde muy lejos. Uno de los golazos de la fecha en el partido menos pensado.

El ínfimo. Pero también hubo un golazo, un taco de Callum Wilson para desviar un centro, que definió el partido que el Bournemouth (otro equipo chiquitísmo) le ganó al West Bromwich Albion, conducido por el maldito Tony Pulis y su fútbol de jugadores que le pegan para arriba. Jugadores de los que no sabemos si están para otra cosa, porque el técnico los entrena para dividirla siempre. Pero el otro día pasó algo raro. En el primer tiempo el Bornemouth, con algunos jugadores interesantes como Wilson y Josh King, tuvo situaciones de gol mientras que el WBA seguía reventándola a cualquier parte como si enfrente tuviera a un equipo colosal. Pero en el segundo tiempo, los jugadores se rebelaron y se armó un partido abierto, que pudo ganar cualquiera de los dos. Hasta que llegó el gol de Wilson a los 72 y el WBA, preparado solo para ir ganando o empatar, no logró nada positivo. Todo lo malo que le suceda a Pulis (que sigue torturando a Berahino, un jugador de potenciales 20 goles por temporada), será justicia poética. En el Bornemouth entro un rato Jack Wilshire, prestado por el Arsenal después de pasar dos años lesionado. Es un muy buen jugador y espero que se recupere.

Hat trick. El partido del lunes vino también con su particular lógica y su propia historia. El Everton de Roberto Martínez era un equipo inexplicable. Tenía jugadores dotados en cantidad, pero jugaban como pataduras, con un estatismo y una imprecisión sorprendentes. Ahora está Koeman, pero el primer tiempo pareció de la era anterior. Una suma de talento (Coleman, Baines, Williams, Bolasie, Gueye, Barry, Mirallas, Lukaku, para empezar), y una resta de funcionamiento. No daban dos pases seguidos, los centros iban siempre a los contrarios, los tiros a cualquier parte. Era el mismo equipo irritante contra un rival aplicado a defenderse. El peor de todos fue Ross Barkley, un jugador que cuando hace la jugada buena parece Riquelme, pero al rato parece un burro. Koeman lo sacó en el entretiempo y puso al español Deulofeu, que suele jugar de wing derecho. Otro caso de escopeta. Cuando uno le ve la primera gambeta es la síntesis de Garrincha y Corbatta. Pero rara vez termina una jugada bien. Algo parecido ocurre con Bolasie, otro delantero que llegó del Crystal Palace y parece alternativamente un crack y un mediocre. O con Mirallas, el delantero que falta. Y el tanque Lukaku es uno de los jugadores más potentes del planeta, pero cuando no la mete (y venía de once fechas sin convertir) hace cosas de principiante.

En el segundo tiempo, el Everton siguió jugando mal, pero los pases eran un poco menos imprecisos, los tiros se iban un poco menos desviados y hasta hacían algún pase correcto (no más de uno), como si se estuvieran despertando. A los quince minutos, Lukaku rechazó una pelota de cabeza en su área y Deloufeu encaró el contraataque. La perdió dos veces, pero de todos modos la pelota le cayó al senegalés Gueye, el volante central, quien metió un centro perfecto para la llegada de Lukaku (que venía corriendo de área a área) y Lukaku la clavó de cabeza.

Ahí se acabó el partido. En los doce minutos siguientes, Lukaku hizo dos goles más y pegó un tiro en el travesaño. El Sunderland quedó demolido, pensando en que otra vez va a pelear el descenso con un técnico distinto y sin ninguna garantía de salvarse. Con los años al borde del descenso el Sunderland se vuelve cada vez más triste, cada vez más seco, cada vez menos ambicioso. Al Swansea de Guidolin puede pasarle lo mismo. Por ahora, el Sunderland comparte el fondo de la tabla con el Stoke. Ambos tienen un punto y si en Stoke hay algunos nombres, en el Sunderland solo Januzaj y Defoe prometen algo en ofensiva. El Everton está segundo con el Chelsea a dos puntos del Manchester City. Promete pelear por algo. Solo le faltaría alguien que dirija el juego desde el medio. Un Santi Cazorla, un Snodgras, uno de esa especie que se va extinguiendo.

Qué fecha. Treinta y cuatro goles (3,4 por partido), muchos de categoría superlativa. Ningún cero a cero. Ningún expulsado. Apenas dos penales (uno bien cobrado, el otro un invento). Y, nótese bien, apenas un error arbitral significativo (el citado penal para el Arsenal), aunque técnicos y los periodistas repitan su rutina quejosa.

Foto: Gabriela Ventureira

Una respuesta to “Apuntes de la Premier League (4)”

  1. Yupi Says:

    Impecable.

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