Intrascendencias (109)

Russell

por Quintín

Me dio por leer policiales, cosa que me ocurre cuando termina el verano, no ando muy bien de ánimo y se acerca el momento de viajar a Buenos Aires. Los policiales calman la angustia, como bien lo sabía mi tía Sara, que sacaba a razón de cinco por semana de la biblioteca circulante de Harrods. Mi tía era profesora de inglés jubilada y por un abono mensual baratísimo podía leer todo lo que quería. Hoy el equivalente de esas bibliotecas es la web, donde uno baja libros gratis, aunque el nuevo código penal (con el apoyo de algunas personas que se dicen progresistas) amenaza con seis años de cárcel al que tenga en su disco duro tres libritos de Agatha Christie.

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Pero dejemos el país de los delatores y hablemos de El sueño oscuro y profundo, tercera novela de la serie Lennox, de Craig Russell. Las dos anteriores, Lennox y El beso de Glasgow son de lo mejor que dio la narrativa policial en el siglo XXI. Russell es un caso raro: nació en 1956 en Escocia, pero antes de Lennox empezó con la serie de Jan Fabel, un comisario de Hamburgo. Leí alguna de ellas (no sé si entera) y no me entusiasmó demasiado. Pero la contrapartida escocesa es fantástica. Lennox (sin nombre de pila, solo Lennox) es un detective privado de Glasgow en los años cincuenta. Buena parte de la gracia de las novelas es el modo en que Russell describe con saña la ciudad y sus habitantes. La primera novela empieza con esta célebre frase:

Hay ciertos conceptos totalmente ajenos a la mente glasgowiana: la ensalada, la higiene dental, el perdón.

Sucios, feos y malos, los escoceses de Russell son hasta cierto punto encantadores. La otra fuente de encantos de la serie es que Lennox trata de mantener su independencia pero siempre termina trabajando para los Tres Reyes Magos, es decir, el trío de coloridos mafiosos que domina la ciudad. Los Reyes son bastante malos pero, al menos en las dos novelas anteriores, no tanto como las nuevas mafias corporativas ligadas al tráfico de drogas y a los grandes negocios que se están apoderando de la ciudad. Lennox resulta un cronista de la llegada de la modernidad, un testigo del final del mundo antiguo en las islas británicas. Una versión humilde de Terence Davies. Por lo poco que leí de El beso oscuro y profundo, se puede decir que mantiene el tono:

Estábamos en las postrimerías del verano más caluroso de Glasgow del que hubiera noticia, lo cual, hay que reconocerlo, tampoco es una gran hazaña: como ser el mayor amante de Yorkshire, la persona más alegre de Edimburgo o el filántropo más generoso de Aberdeen.

El sueño oscuro y profundo empieza cuando en el fondo del río Clyde se encuentra el cadáver de Joe Gentleman Strachan, un gangster desaparecido hace veinticinco años después de robar cincuenta mil libras en un célebre atraco. Lennox recibe la visita de las hijas de Strachan, dos gemelas que le cuentan que desde la desaparición del padre vienen recibiendo dinero todos los años y quieren que investigue de dónde viene.

Isa y Violet eran igualmente menudas e igualmente preciosas, y estaban igualmente dotadas de unos grandes ojos azules. Cosa nada sorprendente: eran gemelas idénticas. Eso lo deduje nada más verlas. Es el tipo de detalle que la gente espera que captes cuando eres un detective.

Las gemelas Strachan se las traen. Le dejan a Lennox 240 libras, una fortuna para la época, pero prometen grandes problemas. Allí estamos, dispuestos a acompañar a Lennox y a estos malolientes y peligrosos escoceses.

Foto: Flavia de la Fuente

5 respuestas to “Intrascendencias (109)”

  1. Yupi Says:

    En la Argentina, quizás por nuestra megalomanía, se tiene debilidad por los irlandeses, que son más parecidos a nosotros, pero los escoceses son lo más grande que hay con Stevenson a la cabeza. Tienen un ímpetu como de patio de colegio y una total despreocupación ante el peligro. Hace muchos años, cuando la barba de Quintín todavía era roja, me asaltaron unos turcos con navaja en la estación de trenes de Estocolmo. Sinceramente, pensé que allí terminaba mi periplo en este mundo. No se veía un alma por ningún lado. De pronto aparecieron de la nada tres escoces gritando y cantando alegremente, desarmaron a los turcos, los zamarrearon un rato largo, y me invitaron compartir el brebaje que tomaban, al que recuerdo como una mezcla de lavandina y nafta de avión. Mi gratitud eterna.

  2. Johny Malone Says:

    ¿Terminó el de Martin Cruz Smith?

  3. lalectoraprovisoria Says:

    Sí, hace mucho. Estaba muy bien.

    Q

  4. Reiriz Says:

    Tu tia Sara es un poco como la Tia Tita de Alvarez Tuñon?

  5. lalectoraprovisoria Says:

    No, la Tía Tita era selectiva. Sara leía al bulto.

    Q

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