Devaneo banana (sexta entrega)

Devaneo banana

Bis

La cuarta pared es el problema. El espectador que dejó de espectar, el público que dejó de ser simplemente  público. Dejen tranquila a la gente. Basta de rupturas de cuarta pared. Muscari, ¡a vos te lo estoy diciendo! A vos, Muscari, ¡mirá cómo te miro!

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Este es el muro. Los pedazos más vívidos que se mantienen en pie, el verdadero símbolo de  la época que se levanta en el barrio de Ostbahnhof.  Pocas ciudades en el mundo con tanto visitante diciendo “whisky” y apretando el culo contra algún ladrillo.

Y ojo, últimamente piden que uno se cuide de hacer el ridículo. Parece que existe cierta célula de desestabilización turística organizando paseos por falsos muros y, como en todas partes, acá, lejos en Berlín, también existen edificios a medio terminar, fabricas abandonadas  y alambres de púa que ni por asomo representan las alturas fronterizas de la ex RDA.

Los pedazos de muro que no sobreviven erguidos, como este de Ostbahnhof,  se los puede encontrar en llaveros y  pisapapeles. Son todos fragmentos coloridos, despojos de cemento grafiteado que hablan del souvenir de los vencededores. Nunca un cachito de hormigón gris.

Un argentino, que es el que escribe, se para en la virtual divisoria y hace equilibrio. Va y viene,  va y viene. Este-Oeste, Oeste-Este, va y viene, buscando exterminar el deseo que tuvieron miles de alemanes antes de 1989. La aventura está filmada en Super 8.

A exactos 74 pasos de la diferida trasgresión, la carpa negra de los Fuerza Bruta ocupa media plaza seca. Un Cirque du Soleil, pero de luto. Ahí adentro hay función y hay lleno total.  

Ugghh, aghhh, y los chicos que corren en círculos como si fueran perritos. Falta un rato para que sus cuerpos se vuelvan anfibios, floten en un líquido amniótico, se arrullen en posición fetal. De antemano, los integrantes de la troupe son de esa gente a la que uno no sabe bien cómo dirigirse porque los Fuerza Bruta tienen pies  para caminar por los techos. Y casi que no se les conoce la voz porque ninguno habla en sus shows. Los Fuerza Bruta, sin embargo, son un grupo compacto, organizado, amistoso y vigoroso que estira sus músculos previamente. Los Fuerza Bruta practican y patalean sus haikus catárticos.

Están en plena gira. Diez países, 35 ciudades. Martín Buzzo es el que aparece en los afiches y el que hace una publicidad de desodorante. La estrella posible de Fuerza Bruta. Buzzo tiene una mandíbula cuadrada y posiblemente sea el eje de una ficción que le caería indigesta a Hegel. Idealmente la propuesta está dirigida a un público descerebrado, dicho esto con onda y luego de coincidir con Diqui James, gurú del teatro aéreo desde la mítica Organización Negra .La compañía está integrada por 24 personas, todos argentinos. Por alguna razón que sólo el señor Ronald McDonald y Diqui James serían capaces de explicar, en esta estructura nadie es imprescindible. Los equipos rotan permanentemente, cuenta Diqui James. Admiten movimientos, espectáculos gemelos. La gracia consiste en que el grupo tiene una fuerza centrípeta. Martín Buzzo: “Acá no se nos mima como artistas. No está ese ego. No hay deidades. Hoy hago un papel, mañana hago otro. Termino un par de funciones y me voy a Nueva York. Ahí vamos a ser nada más que dos argentinos”.

Con un fondo de puro rock nacional, comienza a llenarse la carpa para 2.500 personas que pueden sentarse en el piso o quedarse paradas. La carpa no admite asientos. Algunos actores reciben a la gente como buenos anfitriones y en un rato la mayoría de ellos  estará corriendo por las paredes, mostrando que las leyes de gravedad son cuento, bailando algo de DJ Deró y derrapando en un charco flotante.

Bruto manifiesto: “No existe en la obra el concepto de significado o representación. Una puerta es una puerta. No significa ni más ni menos que eso. Desde la creación. Nadie sabe el significado de la obra, porque no lo tiene. El espectador esta dentro de una realidad extraordinaria. No esta emocionalmente a salvo en ningún momento de la obra”.

Acuya y la inercia de la continuidad (Sigue siguiendo)

El Artista, una persona aplicada. No hay que olvidar que fue un Casi Latorre, un futbolista truncado por culpa de esos padres irresponsables y cobardes que entorpecieron el tratamiento sugerido para el éxito a cualquier precio. Pero, en fin, El Artista era –es– un hombre versátil que supo destacarse en las clases magistrales de Pola. Aunque ella ahora ni se acuerde. Ni siquiera hoy, a esta altura de la relación que los une o, al menos, los articula. Como sea, tal vez un poco por la forma del autor de las materias que ella dictaba (Aira l y ll), y otro poco por las formas propias de la sinuosa profesora (y otro poquito más por la grafía escurridiza que se obtiene del consumo regular de marihuana), lo cierto es que El Artista empezó a escribir con hambre de destrucción. A preferir romper lanzas con continuadores y a fundar.

Fundar es ser autónomo. No sabe: intuye. Intuir es crear. Saber es haber aprendido. Lo escribió en su libretita.

A escribir, a mostrar, a publicar. Gracias a que se publicaba mucho, un editor no tardó en imponerlo como el Salieri de Aira. “A repetir que se acaba el mundo”, dijo. El Artista dice que la fantasía de la reproducción es un gesto de vanguardia, así como la simpleza con actitud siempre queda cool.

El refinado pero sostenido éxito de mercado que obtuvo como Salieri de Aira no se originó tanto en la prosa ni en el homenaje explícito a su mentor, como con la edad: 33 años. Con cristianos 33 años, El Artista podía tramitar cualquier concurso y editar en las colecciones de las jóvenes guardias que encumbraban la especie siendo capaces de cualquier cosa en nombre del desarrollo pretoriano de la fabricación y la industria.

El Artista leyó solamente a Aira. Esa era la verdad verdadera.

Y no todo, una parte. Y lo parafrasea. Algunos creen que le interesan más sus declaraciones periodísticas que sus obras. Pero lo que había leído, lo leyó  bien; o sea, de atrás para adelante, como debe ser leído Aira. Para lograr el efecto deseado hay que empezar al revés, sugiere en el prólogo de su ensayo “Los artistas debemos ser gente bastante extravagante”.

De atrás para adelante, y superadas las últimas 20 páginas, se pone bueno. Si lo leemos correctamente, desde la página uno, nos será difícil llegar al final de cualquier de sus novelas, por más breves que resulten, sin vislumbrar que el aburrimiento puede ser una emoción desapacible.

Y supo marcar con precisión “las inflexiones de tedio”, además de compilar las profusiones de delirio. Armó una novela con retazos de Aira que aparecen disimulados divinamente y donde nunca se advierten las costuras. Esa armonía de despojos lo ha convertido en un auténtico creador.

El Artista tardó en comprender que Pola se le había acercado por despecho. Esto que viene es durísimo, pero como diría un cantautor, nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio. “Nunca pude llevarme a César a la cama”, le dijo ella una vez, cubiertos ambos en espirales de prensado paraguayo. Y le contó que había buscado a César –ella llama a los escritores por el nombre de pila– cada mañana, durante casi un año, en el bar de Flores donde el escritor supuestamente escribe su rigurosa página para su riguroso libro trimestral. En  esa pesquisa infructuosa, blandiendo un ejemplar de Las teorías salvajes traducidas al idish, descubrió que Aira mentía.

“César no escribe una página cada mañana. No sé cuál es el método, sin embargo sé que no es como cuenta cada vez que explica su manera de trabajar. Tampoco trabaja en bares de Flores. Fui a todos los bares de Flores, siempre de mañana, y nunca lo vi. Pregunté por él, no saben ni quién es. César no hace otra cosa que hablar de la forma, de una forma falsa. Falsear el fondo, vaya y pase, pero falsear la forma –se irritó Pola–, no, querido, eso no va. Como ese autor llamado Hernán Casciari, que dice que hay que escribir sobrio y corregir fumado. ¡Eso es una tremenda hijaputez! Dar la receta contraria no, querido, eso no sea hace Casciari. Ya sabemos que escribir es un acto privado y que corregir es un acontecimiento público, así que no pierdas el tiempo chamuyando. ¡Conmigo no, Casciari! Hay que ser generoso con las recetas. Como Narda Lepes. Si no, querido, a callarse la boca”.

(Continuará…)

Foto: Flavia de la Fuente

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Una respuesta to “Devaneo banana (sexta entrega)”

  1. Yupi Says:

    http://www.losandes.com.ar/notas/2014/2/19/charly-garcia-polemico-rock-hace-parece-garcha-atomica-768517.asp

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