Proust
por Quintín
Leo hoy en la tapa de adn cultura que Proust está de moda. Es un título estúpido, pero no se puede esperar mucho de adn. En la página 8 me entero de que Proust está de moda, pero en Francia, porque los cien años de la publicación del primer tomo de En busca del tiempo perdido produjeron «una multiplicación de ensayos, reediciones y debates». La nota de Hugo Beccacece celebra el reino de la frivolidad decimal, pero eso no es lo peor de esta entrevista a Jean-Paul Enthoven, quien en colaboración con su hijo Raphaël acaba de publicar el Dictionaire amoureux de Marcel Proust.
Los Enthoven son gente top en Francia según nos explica Beccacece. Incluso hay un recuadro dedicado a la vida social, las amistades y los romances de esta bella familia y de otros personajes igualmente top como Bernard-Henri Lévy, Carla Bruni y algunos que ya escapan a mi precario cholulismo, como «la princesa d’Arenberg, famosa en la Argentina y en Uruguay como Patricia della Giovampaola, la ex modelo que quedó viuda del príncipe Rodrigo d’Arenberg».
Parece que los Enthoven, «apuestos y mediáticos, verdaderos maestros en el arte de interesar a un público masivo en temas no masivos» son famosos en Francia por sus obras. Tanto que, según explica Beccacece «los lectores no compran el Dictionnaire por el nombre de Proust, sino por el apellido Enthoven, más aun cuando viene multiplicado por dos».
No sé si es porque hoy estoy de muy mal humor, pero lo que se deduce de este artículo no es que Proust esté de moda sino precisamente que no lo está en lo más mínimo y que hacen falta un aniversario y un apellido del jet set para que se hable de él. Lo que logran los Enthoven no es que Proust se lea sino que el libro de ellos se compre (y ni siquiera es un libro para leer). Pero no es mi intención abogar por la lectura en abstracto (para eso ya hay personajes como Osvaldo Quiroga, que ahora promueve la cultura en el mismo paquete que el estalinismo), sino señalar que la presencia de un artículo sobre Proust en La Nación es el resultado de una divulgación al cuadrado: la de los Enthoven de los amores del escritor y la de Beccacece de los best-sellers franceses (y de los amores de los Enthoven). Es cierto que Proust se lee solo o no se lee pero para leerlo no hace falta esta cadena de cretinos en el medio.
En la página siguiente de adn, Soledad Quereilhac reseña la publicación del epistolario ente Victoria Ocampo y Ezequiel Martínez Estrada: cuarenta cartas, «un estudio preliminar y un completo sistema de notas» aunque, faltando a las reglas del género, Quereilhac no aclara quién es el responsable de ese trabajo de edición. La reseña termina así:
vibran, con inusual sinceridad, las preocupaciones de dos intelectuales que intuyeron tempranamente su pérdida del reino.
Quereilhac parece celebrar que la vieja intelligentsia argentina haya perdido su reino, ya no incluya intelectuales y está compuesta por divulgadores de las modas francesas menos ambiciosos que Ocampo o por exégetas de la tierra natal menos sutiles que Martínez Estrada, mezclados en la alianza cultural que tan bien refleja adn cultura entre la pereza oligárquica de La Nación y el arribismo populista de La Cámpora.
Foto: Flavia de la Fuente
enero 24, 2014 a las 2:51 pm
Estimado:
¡Muy buen artículo! Estaba pensando que por alguna razón, los autores más interesantes son los que no están de moda o lo que los medios eligen ignorar.
Abrazo
G.B.
enero 24, 2014 a las 7:48 pm
Joder, estás la mar de enfadado, Q.
enero 25, 2014 a las 8:16 am
Gran nota. A propósito, leete La Pérdida del Reino, novela extraordinaria.
enero 27, 2014 a las 8:19 pm
te referís a la novela de José Bianco??. Uffff, librazo!!!! si, altamente recomendable. Mucho mejor que los suplementos culturales, que, en el peor de los casos replican ideas poco o nada interesantes. La buena literatura no es la que aparece en esos suplementos. Saludos!!
enero 29, 2014 a las 8:56 am
Maravilloso.