Devaneo banana (primera entrega)

por Hernán Firpo

En años anteriores LLP estrenó los tres primeros libros de Hernán Firpo, que después se publicaron en papel. Acá va el cuarto Firpo. Que lo disfruten. (LLP)


Cualquier semejanza con la realidad
es sólo eso. No hinchen.

Devaneo preliminar

Flora intestinal

Tengo un espíritu que predica sin carisma. No sabe convencer. Esa es mi cara invisible y lo digo sin rencor. No es algo que me destruya, a lo sumo me produce taquicardia. Esta es una idea. Un comienzo. Algo. Me resulta dificultoso pensar en el desarrollo de las cosas. Creo que a la imaginación hay que tratarla con cariño, que hay que cuidarla de las formas. La imaginación va a contramano. Hay que tenerle un poco de miedo. Hay que saber cuidarse de ella.

Yo también sufro el mal de piedra angular. Percibo la idea pero me cuesta darle una manito. A esta altura sé que no es pereza: sólo prefiero no hacerle trampa. La imaginación maldice las recetas, no se deja enseñar, no precisa que la sujeten en los talleres literarios, abominables eslabones perdidos de una industria casi extinta.

Quizás apenas haya que tener un espíritu, si es que ese es un fondo. Quizás hagan falta menos dogmas que abatimientos. El tizne de la experiencia es lo único que nos permite no maravillarnos con la forma.

 Forma: tumba de los vivos.

Forma: todo lo que me envejece mucho más que las arrugas de mi cara. El tiempo va por dentro. Se lleva en las tripas, en los huesos, en los recuerdos, en los intentos poéticos, en el retraimiento.

La imaginación, que es nada más que un relámpago, después se amolda a la violencia de las reglas, se vuelve útil, prolífica, te miente, se despega de vos, se vuelve saludable, proteica hasta que llega un momento en que no hace falta que te defiendas de nada.

A la imaginación se la modela demasiado rápido. Se la conduce por el lado del aprendizaje, se la teclea por la autopista universal de las costumbres. Y en ese minuto de decisión ya no nos  importa nada haber sido educados en libertad. Lo único que nos importa son los hábitos de la forma.

P1050917

–Me presento, damos alguna referencia de tiempo y espacio, yo llego, vos llegás, pedimos algo, ponemos una mesa, describís un lugar, un bar, una cantina, hablás mal de mí, decís que son órdenes de arriba…

–¿A qué venís?

–No me importa, en serio: hablá mal de mí, echame la culpa de todo, y de paso me describís un poco. Nadie me describió, nadie se tomó ese trabajo. Contás que llevo puesto un sombrero, un sobretodo…  ¡Un gamulán! Me gustaría aparecer en gamulán… En sobretodo algún boludo podría confundirme con la parca. Teneme en cuenta, poneme nombre, poneme apellido. ¡Poneme un apellido combinado! Ríos del Valle, Rosas Rojas, Flor del Campo, Pérez González… Dale, hay que ser y hay que parecer, vos sabés bien.

–¿A qué venís?

–Ser y parecer. Ustedes, los pudorosos y los que se hacen llamar escritores, todos ustedes se la pasan copiándose el estilo unos a otros. Eso es parecer. Están atentos a la novedad, saben perfectamente lo que se usa y lo que no se usa. Son como diseñadores de moda zurciendo letritas, palabritas… A ver: ahora hay que ser un poquito digresivo, ¿se le dice así? Hay que ser un poco fragmentario, ¿se dice fragmentario? Hay que poner un toque de literatura del Yo, otro poco de diálogo interior, describir pero sin irse al carajo a lo George Perec… y listo.

–Yo no soy digresivo.

–¿No?

–No.

–¿Y qué sos?

–… Disperso.

–Los dispersos no escriben la palabra boutade.

–Yo no la escribí nunca.

–Vamos…

–Boutade nunca la use.

–¿Flâneur?

–¿Flâneur? Mmm, no, creo que tampoco.

-¿Sí o no?

-No sé, ¡¿qué tiene que ver eso?!

-Si no la usaste es porque no debés saber qué quiere decir.

-Es posible…

–¿Ser o Parecer? Jeje… Te espié cuando escribías. Forma: tumba de los vivos. Lindo, queda lindo escrito en cursiva: Tumba de los vivos… ¿Serías una  especie de celador del arte vos? Y lo del otro día… ¿estabas fumado?

–¿Qué otro día?

–Lo que dijiste de Federico Jeanmarie.

–…

Me pareció gracioso… Medio pelotudo, bah, pero gracioso.

–…

–¿Vos le decís Yanmer o Jeanmarie? Lo conozco bien a Federico, pero no sé cómo pronunciarlo. Es un alumno aplicado, Fede. ¿Cómo era? ¿Hablaba de Rulfo y eso te indignó?

–¿Qué mierda querés?

–A ver, contame. ¿Hablaba de la novela o los cuentos?

–A mí los cuentos mucho no me interesan. Yo creo que la sustancia literaria tiene peso en la novela.

–“La sustancia”, ohhhh…

–Los cuentos son como dispositivos. La novela es más como la vida.

–“Dispositivos”. ¿De dónde sacás eso?

–…

–Suena bien, dale, contame, ¿qué te pasa con el cuento?

–¿Me estás cargando? Nada me pasa, ¿qué me va a pasar?

–¿No te gustan los cuentos?

–¿Conocés alguien que se haya encariñado con algún personaje de cuento?

–¿Eso no es de Piglia?

–En los cuentos los personajes difícilmente se vuelvan queribles.

–Pero los podés odiar rápidamente, jajaja. La gente odia con facilidad… Dale, contame qué dijo Federico Jeanmarie.

–Habló de Rulfo. Elogió la forma.

–¿Y?

–La forma. Siempre lo mismo.

–¡¿Y?!

–Nada, es como las minas que van a pilates para tener el culo parado.

–¿No te gustan las minas con el culo parado?

–Pero no les veo el culo, las veo yendo a pilates, preguntando por un personal trainer…

–¿Esta es la famosa digresión? ¿Lo de perder el hilo y después volver?

–Vos deberías saberlo, che: la digresión es como la matriz de toda conversación. Así conversamos, ¿no?

–Nada tiene continuidad, la continuidad no existe, es cierto. Pero definímelo vos: ¿sería una especie de rodeo naturalista?, ¿lo fragmentario que distrae, asusta un poco y permite entender que existe un suspenso, una especie de angustia, un, no sé, un interlineado?

–…

–Hablame de Rulfo, dale.

–¿Qué más se puede decir de Rulfo? ¿Lo dramático del caso es que separó forma de contenido?

–¡¿Eso te aflige?! Nah, mejor hablemos de las entrelíneas. ¿Qué son para vos las entrelíneas?

–La dimensión invisible.

–Dimensión invisible. Eso es del Flaco Ribeyro.

–Creo que no hay que aplastar las entrelíneas con palabras.

–¿Clarice Lispector?

–Jeanmarie dijo que el fondo es siempre el mismo, o más o menos el mismo, y mencionó los grandes temas: el amor, el odio, el sexo… seguro que dijo algún otro “gran tema”, pero ahora no me acuerdo.

–¿Habló de telefonía celular?

–…

–Seguí, disculpame. Lo dramático es que separó forma de… ¿cómo es? Repetime eso que andás diciendo por ahí.

–Lo dramático es creer que el fondo es siempre el mismo. ¿Eso?

–¿Dramático como algo calamitoso, decís?

–Vos jodeme… Si el fondo es el mismo, caemos en los estereotipos, y los estereotipos son las criaturas que fabrican costumbrismos.

–¡Guau! Interesante.

–…

–Federico tiene razón: hay que parecer.

–Para mí ese es el problema…

–¿Problema?

–El oficio es el problema…

–Obvio que Federico tiene oficio. Es un escritor profesional, no como vos.

–¡Ese es el punto! Cuando uno tiene oficio tendría que dejar de escribir.

–Qué profundo sonás… debe ser por lo del fondo. O sea: hay que dejar de escribir porque se tiene oficio…

–Sí.

Pola Oloixarac lo anda siguiendo y él, artísticamente, como corresponde, escapa. Es fácil: El Artista sabe dónde va a estar ella y sabe que hoy, por ejemplo, va a estar donde está Fabián Casas, el mejor prologuista argentino contemporáneo.

¿Entonces? Entonces, fácil. El Artista no va.

Hay dos tipos de artistas según el iluminador y poeta Santiago Llach: el que circula y el de clausura. El que circula es más sociable (o necesita emborracharse para ser sociable). El de clausura no tiene que dar explicaciones, incluso puede ser abstemio, dice, pero corre el riesgo de no aparecer en la Ñ.

En semejante operatoria presencial, o no, existen errores de cálculo, imagínense, y El Artista llega al lugar equivocado. O, entre paréntesis, tal vez Fabián Casas también haya decidido llamarse a silencio. Lo cierto es que El Artista ha desarrollado un Ello sugestivo. Metió la mano adentro suyo y dio vuelta al Yo como una media. El resultado es que el Yo existe, pero es un yo chiquito, en minúscula, un yocito que merodea las formas en el acuario del fondo, y el fondo es un ELLO en mayúscula y letras lindas, redondeadas, un ELLO reivindicado y para nada cursi que anda suelto como un viento norte (lo de “viento” y lo de “norte” es pura influencia de Selva Almada: nadie que viva en la Ciudad Autónoma sería capaz de comprender la procedencia de ninguna corriente de aire que no sea la del aire acondicionado).

Lo cierto es que El Artista tiene a Casas a dos metros, a un metro, a medio metro, y va directo a él y lo abraza y le dice gracias, gracias Fabián por tanto amor a tu perro o a tu perra, no me acuerdo el género, pero gracias caninas por ese texto hermoso que leí un sábado. Y le rodea su espalda ancha de canon y de artes marciales y le confiesa que, dos puntos, lo ama. Casi le conjuga el verbo amor, y Fabián, un sol para chicos y para los grandes, para las editoriales multinacionales y para las independientes, pronuncia la palabra “honor”.

Le dice que es un “honor” escuchar todo ese afecto y El Artista piensa que “honor” se articula con absoluta conciencia. Que no es lo mismo “honor” que “gracias”.

Amor. Honor. Cacofónico pero real.

De Casas sabemos más de lo que tenemos que saber, pero no sabemos –o no queremos saber– que Casas tiene un apellido terrateniente y en plural. ¿Cuán artísticamente puede vivir una persona que lleva la propiedad como nombre?

“Es un honor”, le dice. En ese instante de piadosa fe, El Artista quiere creer que la gente es buena y de repente piensa pedirle un prólogo para su próxima novela. Eso, o al menos el santo y seña para una presentación en Eterna Cadencia. Fabián, ¿qué vino se recomienda servir para la presentación de unos textos breves tipo Augusto Monterroso? ¿Un tinto o un blanco?

Un hombre con el Yo tan disimulado no tiene filtro. Un hombre con un yosito epidérmico es un nene, un peluche a flor de piel.

2

Nuestro personaje continúa su cruzada contra las apariencias, como Cupido, siempre en busca del fondo sobre la forma. Así llega a su casa (casa en singular), que no es su casa.

El Artista alquila. No vive en un loft, no sube a su piso en un montacargas. Tiene cuadros, sí, yo lo vi, pero cuadros como los que tienen cuadros en sus casas. Tiene discos El Artista, pero discos como los que escuchan discos, gente que todavía consume soporte y se mantiene en la especie comercial sin haber llegado a la posmodernidad del vinilo.

Y hay películas en esa casa minúscula y en minúscula. Copias compradas en lo del mantero amigo y en la calle Corrientes. Con esto quiero decir que El Artista consume cultura. Que paga por la cultura. Es un dato.

El otro día dijo que los manteros son los videoclubes de antes, y que deberían ser legalizados porque es lo que hay cuando uno quiere ver una película en su casa.

Nunca se bajó una película, dice, nunca se bajó un libro, dice, se cree distinto por no haber tenido en sus manos un e-book. En su vida artística, nunca un download. ¿Hay que brindar?

El Artista, como buena especie urbana y ciudadana, es un consumidor final que tiene dealer para todo, preferentemente un dealer amigo que le fía como los buenos comerciantes de antes. Nunca plantó una semilla porque dice que su balcón con vistas cortas sobre Bartolomé Mitre no da para la reforma agraria.

El Artista fuma marihuana que compra, como corresponde.

“Hay que consumir”, dice, “eso es ser un caballero”.

Anoten esa frase.

El otro día dijo haber visto un videoclub con un cartel que decía “El Videoclub”. En otros tiempos, un gentilicio, una declaración de principios. El encomillado radiante, sello de distinción, hoy lo convierte en una especie de mobiliario urbano.

Cadáver.

Se bajó del bondi en Boedo. Entró. Se inscribió. Preguntó cuántos socios tenía el videoclub. Le respondieron: 152. Y escuchó algo más: “En una época teníamos unos cuatro mil socios”.

Entre esos cuatro mil socios, siendo Boedo, supuso que debía figurar Fabián Casas. Lo pensó o lo preguntó asociando barrio con poeta y viceversa.

Ningún Casas, le respondieron.

Fíjese bien, por favor.

Ningún Casas.

Fabián Casas. Fijesé. “En plural”, le dijo al dueño, antes simplemente un dueño, ahora un amigo del alma.

3

El Artista está atravesando una etapa de dilemas. Se enteró de que Pola anda muerta con él y que lo acosa desde que escribió unas plaquetas que se consiguen en San Telmo y nada más que en San Telmo.

Pola: forma y fondo. Las teorías salvajes y el escote con el que la vio en la Biblioteca Nacional una tarde. “Tetas cargadas”, dice el honorable, “cabello cruel”, agrega.

Demasiada forma para tanta base, tanto fondo, y sobre todo un fondo proveniente de la Sarlo y de Horacio González.

¿Como ser legítimamente “fondista” si por razones muy poco existenciales El Artista se hizo una paja con la foto de Pola extraída de Google Imágenes?

¿Cómo soportar la embestida de la forma si nada o casi nada le había pasado al tratar de leer algunas de sus páginas publicadas por Entropía (con “e” de elitista)?

Dios, se dijo, dios mío, se dijo comprendiendo –en minúscula, siempre con un arial 9– que su incredulidad tenía limites cada vez más elásticos cuando Pola se le cruzaba en su camino. Metafórica, literariamente.

La primera vez. El primer contacto.

El Artista y Pola cara a cara y él preguntándole lo siguiente:

“Pola, preferís lo literal o lo literario”.

La segunda vez. El Segundo contacto.

El Artista le dijo que desde lo de mens sana in corpore sano veníamos aceptando dócilmente la importancia del envase, que el envase, esto le dijo exactamente, “viene siendo más importante que el alma, y eso no es culpa del club Gimnasia y Esgrima de La Plata”.

Pola le habló de El Principito. El la interrumpió como siempre y como si supiera que El Principito viene a ser un antídoto contra todas las formas de este mundo.

“Mens sana es latín, y el latín es anterior a Saint-Exupery”.

El Artista es artista pero tiene demasiadas certezas juntas y un tono avasallador que tiende a dejarlo solo. Pero hay un momento, generalmente después de los diez minutos de monólogo, que El Artista necesita dudas. El Artista se las arregla bien para el soliloquio. No adhiere a las redes sociales porque no quiere pertenecer a ningún club que acepte como socio a Rocío Marengo, dice, pero la verdad es que tampoco quiere comunicarse demasiado.

El Artista es un standapero no asumido refugiado en su claustrofobia. Si lo dejás hablar un rato más, empieza con los desvaríos del fondo y la forma y con los davaneo bananas.

Prefiero decirle que las charlas entre escritores son iguales a las charlas entre taxistas y no me contesta porque está pensando en Pola.

Está pensando si Pola será distinta a todas las mujeres o si tampoco soportará verlo contento.

Cicco, el cronista pornostar, de la Patria Grande y vinculante de los croniqueros liderados por Cristian Alarcón y Leila Guerriero, le había dicho que hiciera la inequívoca prueba del contenido y la forma, la que él había practicado cuando escribió un artículo formidable sobre Leticia Brédice en la RollingStone. Con una foto de la Brédice pudo masturbarse. Con Valeria Mazza no hubo caso.

“Hay un materialismo metafísico, no te preocupes”, lo tranquilizo al enterarme de que El Artista había llevado adelante una versión libre del método Cicco abriendo Las teorías salvajes en cualquier página y buscando aproximarse al fondo de la cuestión. O a la cuestión del fondo.

“Toda realidad radica en la materia”, le dije para calmarlo, pero El Artista lloraba otra vez sabiéndose uno de esos materialistas ramplones y vulgares que sólo pueden someter lo ideal a la representación.

Es así, muchachos, su complejo de sinapsis no se puede curar de un día para otro.

Esperé, esperé y esperé, y no llegabas. ¿Sería posible que vistieras una capa
invisible? ¿Habías entrado ya? Ningún ente merodeador de Filosofía y Letras existe antes de las nueve de la mañana. Yo misma intenté contravenir esta ley de la naturaleza durante unas horas hasta que fui abducida por Berni Bleizik, del priorato de Metafísica, famoso por sus habilidades somníferas. Al despertar de su influjo, noté que mi puño se había cerrado sobre una crujiente medialuna de grasa, despedazándola.
Recogí mis papeles, mis libros en preparación, y crucé la calle muy decidida: decidida a interceptarte en el interior de la facultad. Casi resbalo al penetrar el edificio, por suerte llevaba este calzado de rezagos militares que es ideal para el mal tiempo.
Me lancé escaleras arriba. Husmeé las oficinas, los institutos, las bibliotecas del 4to piso. Circunvalé el sector de Referencia, la biblioteca principal y la Hemeroteca. También te busqué en el 5to, el piso en construcción, imaginando que quizás te hubieras hartado de esas pálidas imitaciones de Duchamp que pueblan los baños profesorales. No podía descartar ninguna posibilidad. Te busqué te busqué te busqué, y nada. Entonces decidí cambiar de estrategia. Iría hasta la esquina y llamaría por teléfono a la Sala de Profesores, explicando que en breve explotaría una bomba en la facultad (…)

Y después, mirando la foto de la solapa. Releyendo y mirando la foto, releyendo –que es leer una y otra vez– y observando la imagen que era más que 1.343 caracteres, la erección. La erección y el llanto, la erección, el llanto  y un llamado desesperado a Cicco, que vive lejos y le mandó un abrazo de soles. Muy uruguayo, pero distante.

“Son muchos años de cultura aprendida”, le dije para consolarlo.

Volvió a Las teorías salvajes tratando de aprovechar el impulso sanguíneo. Releyó y no soportando su propia vacuidad interrumpió el asunto lanzando el libro contra la pared. Congelé el gesto porque me hizo acordar a la relación de Onetti con Faulkner: salvaje contra las teorías.

(Continuará…)

Foto: Flavia de la Fuente

Una respuesta to “Devaneo banana (primera entrega)”

  1. Artista Says:

    Es ficción obviamente: Pola Oloixarac nunca podría estar muerta con un artista como reza el post. Pola es groupie de la ciencia, al menos de la ciencia bien remunerada y de marido que compra propiedades, paga todos los viajes y financia su vida artística. No la veo con un artista pobretón.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s


A %d blogueros les gusta esto: