Gardner
por Quintín
Gracias al lector Hugo Abbati, leo la entrevista a Evelyn Waugh en The Paris Review en la que habla de sus preferencias literarias. Los escritores suelen ser poco confiables cuando hablan de sus colegas y siempre tienen una zona ciega, una parte de la literatura de la que reniegan, a la que le temen porque la sienten como una amenaza a su propia obra. Así, Waugh dice que Faulkner es muy malo, e importa poco. Sin embargo, conviene prestar atención cuando un escritor señala a alguien que está fuera de los cánones y Waugh dice que lee a Erle Stanley Gardner, el creador de Perry Mason (aunque su obra es mucho más extensa).
Perry Mason fue una de las series de televisión que acompañó mi infancia. Era un abogado (interpretado por Raymond Burr, un duro que después se supo que era gay) que resolvía frente al tribunal casos criminales en los que un cliente suyo era falsamente acusado. El tipo se las arreglaba para desenmascarar al culpable como el joven Lincoln en la película homónima de John Ford (aunque unos cuántos libros de Gardner son anteriores). Los episodios de Perry Mason me dejaron una adicción que hoy perdura por las películas de juicios. En ese tiempo, había en casa un libro rojo de Aguilar que recopilaba algunas de las novelas (son más de ochenta). Creo que intenté con alguna y la dejé o me pareció mala. Todavía se encuentran en las librerías de usados, pero su prestigio es nulo. De hecho, un sitio dedicado a Gardner lo introduce diciendo algo así como: «ya sé que las novelas de Perry Mason no tienen calidad literaria, pero han vendido millones de ejemplares». Y luego cita a Rex Stout diciendo que los libros de Mason son tan malos que no son siquiera novelas. Tampoco leí a Stout (cuyo héroe es el detective Nero Wolfe, parecido físicamente a Chesterton), de modo que no sé cuán confiable puede ser, y además le cabe la misma reflexión que a Waugh. Un dato a favor de Gardner es que nació en 1889, no se recibió de abogado pero igual ejerció la profesión (no sabemos si fue exitoso) y empezó a publicar en plena era del pulp. Siempre pienso que el pulp es una fuente inagotable de tesoros, porque entonces la crudeza de esa literatura policial y de aventuras no era materia de la crítica literaria ni de la sistematización de mercado y sus practicantes tenían una libertad enorme, más de la que ellos mismos intuían.
Así que me puse a bajar todo lo que podía de la web. En unos minutos encontré en castellano algunas novelas de Gardner (y, de paso, de Stout) y todas la colección de Perry Mason en inglés. En castellano no estaba la primera, The Case of the Velvet Claws, pero sí la segunda, The Case of the Sulky Girl (1933), traducida como El caso de la joven arisca por un tal J. M. Alvarez, vetusto e incompetente gallego como se puede comprobar de entrada:
La secretaria cerró suavemente la puerta, mientras la visitante se dirigía a un anticuado sillón, de alto respaldo, tapizado de cuero negro. Sentóse en él, cruzó las piernas, estiró la falda hacia abajo para cubrirse las rodillas, y se acomodó frente a la puerta, por donde acababa de entrar.
Parece que a Alvarez le pagaban por cantidad de comas y el libro se hizo difícil de seguir. Pero aun así hice el esfuerzo, leí un poco más y se me ocurrió que, tal vez, este abogado y su secretaria fueran personajes para seguir.
Me pasé entonces al inglés y a la primera novela de la serie, que empieza así:
Autumn sun beats against the window.
Y viene un punto aparte. Es la manoseada introducción con una referencia meteorológica, aunque reducida a su mínima expresión. Hay un escritor que aconseja no aludir jamás al tiempo (¿recuerdan quién es?), pero este es un gran comienzo. Luego viene una corta descripción de Perry Mason, un tipo duro sentado en su escritorio. Y entonces entra Della Street, la secretaria, y le dice que hay una clienta esperando y que no le parece trigo limpio. La mujer le cuenta a Mason que está casada con un millonario, pero que la noche anterior estuvo en un lugar llamado Beechwood Inn, una posada en la que los clientes tienen «cenas privadas» en sus cuartos y que hubo un asalto mientras ella estaba «cenando y bailando» con un político importante que no era su marido. Más claro imposible. El problema es que alguien descubrió que el tipo estaba ahí con una mujer y es probable que lo chantajeen. Lo contrata a Mason (le deja un anticipo de 500 dólares, una fortuna en 1933) para evitar que su identidad salga a la luz y se entere el marido, pero le oculta su verdadero apellido y le dice que no intente comunicarse con ella.
El asunto pinta bien y mejor cuando Mason tiene una conversación con la secretaria, ya evidentemente un gran personaje, sobre la ética del oficio de abogado. Della sostiene que la cliente es peligrosa, que lo puede traicionar. Contesta Mason:
Es uno de los riesgos que hay que correr. No puedo esperar que los clientes me sean leales. Me pagan y eso es todo.
Pero usted insiste en ser leal con los clientes sin importar cuán podridos estén.
Por supuesto, ese es mi deber.
¿Con su profesión?
No, conmigo mismo. Soy un gladiador por encargo, peleo por mis clientes. La mayoría no son derechos y por eso son mis clientes. Se meten en problemas y para sacarlos tengo que jugar limpio con ellos. No tengo por qué esperar que jueguen limpio conmigo
¡No es justo!
Por supuesto, ese es el negocio.
Un diálogo muy prometedor. Y más lo es que Mason hace llamar disimuladamente a un detective para que siga a la clienta cuando salga de la oficina; pero ella ya lo tiene previsto y lo elude hábilmente.
Ahí me convencí de que Waugh podía tener razón. Después me enteré de dos cosas. Una que casi al final de su vida, Gardner se casó con la que fue su secretaria durante años. La otra es que en la primera novela no hay ninguna escena en el tribunal y que solo en una etapa posterior Mason empezó a resolver los casos durante el juicio. Seguiremos leyendo. De paso, ¿ustedes han leído a Gardner?
Foto: Flavia de la Fuente
enero 5, 2014 a las 1:43 pm
Groso Gardner, Stout también y Michael Burt!
enero 5, 2014 a las 2:43 pm
¿Quién es Michael Burt?
Q
enero 5, 2014 a las 6:08 pm
A mí me parece que lo divertido de Pynchon es leerlo en tribu, con todos los otros pynchonianos y meterse en los wikis que hay en internet. Acá está el de Inherent vice, y en las page by page annotations hay mucha ayuda para entender los chistes, juegos de palabras, etc.
enero 5, 2014 a las 6:09 pm
Acá está el de Inherent vice entonces: http://inherent-vice.pynchonwiki.com/wiki/?title=Main_Page
enero 5, 2014 a las 6:28 pm
¡Las cosas que existen! Estaba leyendo el libro en el kindle con la versión en papel en castellano. Ahora necesito también la computadora para seguir los tips que recomienda Xtian.
Q
enero 5, 2014 a las 11:51 pm
Michael Burt es un enigma pero el libro «el caso de las trompetas celestiales» es excelente.
enero 6, 2014 a las 4:57 pm
Hace cincuenta anios lei un par, pero descubri a Hadley Chase y no volvi.
enero 6, 2014 a las 8:35 pm
No puedo creer que alguien haya recordado El Caso de las Trompetas Celestiales! Me había olvidado de ese libro y ahora me vino el inicio de la secundaria, el angelito en la tapa verdosa. Increíble sorpresa!
Ahora bien, Lo mejor que se puede hacer para leer a Pynchon, primero que nada, es leerlo, cosa que rara vez sucede. Se ha hablado hasta el cansancio que el gran tema de Pynchon es la paranoia y los sistemas que esta construye en su constante fuga, pero del otr,o lado de la moneda no tanto: la ignorancia total, el no saber dónde ni cómo ubicarse en el mundo es el gran tema de fondo, el estar expuestos cuerpo y mente al no saber, abierto y aterrorizado por las seis direcciones. Así que para mi leer a este autor es experimentar primero, o al menos así lo viví yo, una lectura desde la ignorancia total, un correr hacia adelante ciego; como Oedipa Maas experimentar la tragedia del no saber. Nosotros lectores solo podemos perder de antemano y no querer ser para nada el moderador o el protagonista de la lectura. Es el mundo, el texto, el verdadero protagonista, y es enfrentarse ante el olvido y sus estratos lo único que queda. Pynchon y sus textos piden relectura, obvio, porque es ante todo un gran palimpsesto. Ahí sí vienen bien los instrumentos arqueológicos. Después, si uno quiere comenzar, yo comenzaría con Against de Day.
Nota para los traductores futuros. Me gustaría ver como se enfrentan al localismo newyorkino idish que plaga de punta a punta Bleeding Edge.
Saludos a todos los amantes del sexo con pulpos!