Ensoñaciones de la hija de Neptuno
por Flavia de la Fuente
Ayer no me podía dormir pese a que me había despertado a las 6.30 de la mañana y, entre otras cosas, había caminado como ocho kilómetros por la playa. Cuando el insomnio se pone peligroso, suelo poner mi película protectora por excelencia, Dangerous When Wet (Una chica de fuego) que no recuerdo quién dirigió pero sí que actúa Esther Williams, la reina de las aguas. Es la película que tiene la famosa animación donde mi querida musa nada con Tom y Jerry. Dangerous When Wet tiene un argumento muy estimulante para mí: se trata de una familia que va a cruzar el Canal de la Mancha, esponsoreada por las vitaminas “Liquapep”. Como el resto de la familia son viejos o demasiado jóvenes, Katie-Esther es la única que logrará hacer la travesía y ganar el premio suculento en plata que salvará al padre de la ruina. La cuestión es que esta película no solo me hace dormir dulces sueños sino que también me da coraje para mis aventuras con Neptuno. Si me siento un poco acobardada por las aguas frías del mar, paso un ratito con la familia Liquapep y al otro día seguro que nado mejor que Esther aunque el mar esté a 15 grados. Cuando Q vino ayer a la cama y vio en la pantalla a la bella nadadora exclamó “Qué linda. ¿Esta es Esther Williams?” y luego me prometió que algún día me va a regalar una bata roja, como la que luce Katie al salir del mar helado. Pero con la llegada de Q se acabó la farra y, por respeto a mi compañero de cama de hace treinta años que estaba muy cansado, apagué la tele y me puse a leer un libro de Chesterton sobre Dickens, que requería mucha más atención que mi querida familia Liquapep. Me comí una barrita de chocolate, me lavé los dientes y al rato, más serena, me dormí.
Hoy me desperté cansada, nerviosa. Ni siquiera me sacaron el malestar los comentarios a mi diario íntimo que hicieron Juan Villegas y Santi, dos amigos que respeto mucho. Pero, por suerte, Q se dio cuenta de que lo que me faltaba era ir al mar, porque con este maldito tiempo hacía días que había abandonado mi rutina marina. Me sentía débil, nerviosa, enfermiza. “Al mar”, casi me ordenó Q. “Si te quedás adentro vas a pasar un día infernal.” Casi asustada, porque me sentía débil y temerosa, me puse mansamente mi traje de triatlón y me fui caminando hacia la playa. Como estaba asustada no llevé el torpedo. Pensé que apenas iba a jugar un minuto con las olas y que iba a volver a casa volando.
Había un poco de sol, mucho viento y nubarrones negros. El aire era tibio y el contraste de la tormenta con el agua verde era bellísimo. Puse un pie en el agua y noté que no estaba tan fría como hace una semana. Me alegré de que el otoño que hoy comienza me diera una noticia tan grata y después de mojarme un poco la cara y los brazos me zambullí en una ola.
Les juro que era la única persona en el mar. Empecé a nadar suavemente, con mucho placer, dejándome arrastrar por la fuerte corriente que tiraba hacia el Norte y en diez minutos llegué hasta el Solmar, un hotel que queda a un kilómetro de casa. Fastidiada por la brevedad del ejercicio, salí del agua porque temía que me agarrara un chaparrón con tormenta eléctrica incluida y estar muy lejos. Caminé rápido y en menos de diez minutos llegué de vuelta al muelle. Pero tenía ganas de más, ese bañito no era nada para la hija de Neptuno. Así que sin dudarlo me metí de nuevo y me dejé llevar, esta vez más lejos todavía hasta casi dos kilómetros de casa. El agua estaba cristalina, tibia, no sentía frío para nada. Nadar y subir y bajar por las olas cuando el mar está picado es algo que me encanta. Pero todo tiene su fin. Pasé un par de cuadras el Balneario Norte y, aunque ya se había disipado la tormenta, temí terminar en Punta Rasa y después no tener fuerza para volver a casa. Así que resignada salí de nuevo del mar y volví caminando con los pies en el agua tibia.
¡Qué suerte que volvió el aire tibio y que se fueron las corrientes heladas! Les juro que hoy no pienso más que en mañana para volver a nadar. Mañana lo llevaré a Q y vamos a meternos bien hondo con nuestro torpedo. Nos divertimos mucho nadando juntos en el mar.
Cuando me acercaba al muelle, vi una tortuga gigante muerta en la orilla. Normalmente, hubiese mirado de inmediato hacia otro lado, pero, como el mar es un narcótico poderoso, mi pusilanimidad queda anulada casi totalmente y me animo a cosas que jamás haría, como mirar un cadáver de tortuga recién muerta que yace en la playa. No es que me acerque mucho, pero la miré. La gente que pasaba se sacaba fotos con el pobre animal muerto. Yo jamás osaría hacer tal cosa, la sola idea me da terror. Pero, sí la miré de lejos, comprobando que era una tortuga que parecía embalsamada, sin signos de descomposición, pero muy muerta la pobre. De pronto, vino una ola y la cubrió. Nada, seguí de largo y me lamenté porque me tenía que ir del mar.
Otra cosa que lamentaba mientras nadaba era que no tenía una buena cámara acuática para registrar el mar desde adentro, los cielos, en fin, para sacar fotos o filmar mientras nado. No sé si alguien la vio, pero una vez vi en el festival de Melbourne una película que hizo un millonario surfer que vivía en la costa Norte de Australia. El tipo había inventado una cámara especial que ataba a su tabla. Esa película era un belleza, no saben las imágenes hermosas que tenía. Recuerdo que intentamos darla en el Bafici, pero creo que no lo logramos, que jamás atendió el teléfono y no sé si tenía e-mail. El director, un tipo muy especial, tampoco fue al festival de Melbourne porque decía que él vivía descalzo y no quería vestirse para ir a la ciudad. Yo me siento cada vez más parecida a ese personaje. Cada vez menos quiero vestirme, ni arreglarme, ni ver gente: con el mar y la playa ya tengo todo. Perdonen la falta de información, pero no recuerdo ni el título de la película ni el nombre del director. Quizás alguien me pueda ayudar.
Y esto fue todo amigos. Solo quería comentarles que empezó el otoño y la hija de Neptuno volvió a la mar. ¡Felicidades para todos!
marzo 22, 2013 a las 1:16 am
me tranquilizo saber que despues de comer el chocolate ,antes de dormir te lavaste los dientes. Me encanto tu comentario. Me siento orgullosa de haberte dado las primeras clases de natacion. Cuanto miedo tenias. Espero hoy, 1y 15 hs.puedas disfrutar del 2º dia de otoño y el mar.
Gracias por el comentario
Norma
marzo 22, 2013 a las 5:47 am
Feliz otoño desde el hemisferio norte.
P. D.: A mi me gustó ese diario íntimo en 4 escenas.
marzo 22, 2013 a las 10:05 am
Hago mía la frase, nada más cambiando el mar por la montaña.
Y hablando de tortugas de mar, recuerdo la vez que vi, hace tiempo ya, en el acuario de Mendoza, un ejemplar enorme encerrado en una diminuta pecera de tres metros. Triste espectáculo, estúpida crueldad. Semejante criatura, acostumbrada a los abismos, aprisionada allí, muerta en vida.
Ojalá esté hoy libre de ese destino.
Feliz otoño también.
Water of love.
marzo 22, 2013 a las 10:12 am
La verdad que ver animales encerrados, o sometidos en el circo, desde niño que me resulta degradante y amargo.
Y hablando de olas y surfistas, hay una película reciente, que todavía no vi, que cuenta la vida de Jay Moriarty, el surfista californiano de las olas gigantes. Está aquí.
marzo 22, 2013 a las 11:45 am
Gracias Montáñés por la canción de Dire Straits. Me encantó.
Después del baño de mar voy a ver la película del surfista. Veremos qué tal es, aunque a mí me muestran el mar y ya me gusta. Soy muy fácil!
Pero la del surfista australiano era algo serio, como cine experimental, con imágines alucinantes creadas por su extraño dispositivo. Muero por verla de nuevo. Creo que hasta la alternaría en las noches difíciles con «Una chica de fuego». Era hipnótica y creo que tenía una música rarísima y potente.
Después voy a ver si averiguo cómo se llama. Seguro que mi amigo Brodersen la recuerda. O quizás Alderete.
Besos amigo ermitaño,
F
marzo 22, 2013 a las 4:53 pm
Flavia, por cómo describís esa película experimental del surfer australiano, a mí también me gustaría verla. Contemplar el movimiento registrado desde una cámara montada en un vehículo resulta un deleite sensual tan puro, a veces hipnótico, proporcional a la extrañeza de la situación (o a la del vehículo). Siempre agradezco esas secuencias en el cine, me deleitan su pureza y su abstracción en forma similar a la que logran ciertos planos contemplativos y silenciosos.
Otra canción temática, Waterfront.
Lo de Ermitaño está bueno… lo anoto como nick posible. Otro que tengo es Pitecántropo. Y otro podría ser Mr. Hyde.
Besos.
marzo 23, 2013 a las 10:19 am
Recién veo que la página de Chasing Mavericks tiene todos los links caídos. Aquí está de nuevo, con mejor calidad de imagen (1.3 Gb).
Para descargarla: al final de la lista de servidores, Rapidgator es el que estoy probando y funciona. Son siete links. Cuando aparezca el botón para descargar, antes de hacer click bajar una pantalla y destildar el casillero que dice «With Rapidgator Download Manager» o algo así (de lo contrario primero baja un *.exe). Y ahí sí, comenzar la descarga.
De todas formas parece que solo se trata de un telefilm común y silvestre, aunque seguro tendrá imágenes espectaculares del mar y el surf.
Saludos.
marzo 23, 2013 a las 3:17 pm
Es increíble el nivel cultural de los montañeses que viven en la Argentina. No tenemos nada que envidiarles ni a los tiroleses de Suiza.