La amante de Stalin, de Luz Marus
por Quintín
No sé mucho de la editorial Pánico el Pánico, salvo que es relativamente nueva y que sus títulos marcan la aparición de un nuevo grupo de escritores en la literatura argentina. Parecen jóvenes, estudiantes o egresados de Letras y, aunque no tengo elementos para un juicio más claro, me da la impresión de que, a diferencia de lo que suele ocurrir con las bandas juveniles que intentan abrirse camino en el mundo literario, estos están en paz con el medio, contentos con la literatura y con su propia condición social y cultural.
En realidad, el primer libro que me llegó de la editorial fue Los años felices, de Sebastián Robles, que sonaba por mail y en Twitter como un tipo simpático. Pero me atranqué por la mitad de lo que parecía una novela ligera, que desplegaba su costumbrismo adolescente en los 90 (ahora me pregunto si el título sería una ironía y, en todo caso, una ironía contra quién).
Luego compré las dos novelas de Pánico el Pánico que parecen haber hecho más ruido, La última de César Aira de Ariel Idez y Literatura argentina de Pablo Farrés (de cada uno tengo además otro libro, en una colección de formato más chico). Pero el otro día estuve en Eterna Cadencia y compré dos libros más, Correo sentimental de Valeria Iglesias y este La amante de Stalin, que acabo de leer acaso porque es corta (60 páginas), tiene un título raro y una atractiva tapa gris.
El libro no tiene nada que ver con el Stalin histórico (difícil concebir una novela más apolítica, aunque tiene dos horribles pasajes de kirchnerismo bobo y disimulado en la página 39). El personaje del título es un escritor y editor casado, del que la narradora (que se llama también Luz Marus) se enamora en su condición de alumna particular además de bautizarlo de ese modo por su dureza. La Amante de Stalin es un roman à clef presunto, porque juega todo el tiempo con la posibilidad de revelar la identidad secreta de Stalin, aunque tampoco da fe de su existencia. Stalin, dice Marus II, es el tipo que le enseñó a escribir: “Me dijo que la literatura muchos piensan que está allá lejos, pero que en realidad está acá cerca, y que hay que partir de la anécdota y ficcionarla. Algo así…” Marus I aprendió y tiene una sintaxis comprimida y elegante. (“Es martes, me visto, me arreglo y me tomo el colectivo rumbo a Stalin”).
La amante de Stalin es una novela ligera, divertida, autorreferente, que cruza sus niveles. Habla de literatura en general, sirve como crónica del mundillo de los narradores porteños que aparecen como personajes y como referencias (desde el maestro Laiseca al que trata muy bien hasta el amigo Guebel, al que no tanto, pasando por Fernanda Laguna, a la que idolatra) y cuenta también la historia de su propia escritura y publicación. Pero también tiene un núcleo emocional mucho más límpido que el de una novela pariente pero más densa y forzada como es Las teorías salvajes. Marus cuenta la historia de la estudiante con su maestro al que describe como musa y Pigmalión. La situación y el sufrimiento resultantes tienen el perfume del erotismo y sobre todo el de las lágrimas. Tal vez el mayor hallazgo de Marus sea encontrar en ese pastoso, promiscuo y abigarrado sistema de la literatura argentina joven un orden edípico y socrático e iluminar la transición desde el diván al aula en la figura de la transferencia. Así, la protagonista no puede sino seguir la ley que la condena a enamorarse de quien tiene el saber para ponerse en funcionamiento como artista.
Foto: Flavia de la Fuente
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