por Carlos Cossi
1- La palabras ocupan un lugar muy especial en las llamadas bellas artes. Con la excepción de la literatura, en donde se tienen solo a sí mismas, en el resto están destinadas a interactuar con una diversidad de elementos. Para el cine es inevitable la importancia mayor de la imagen. Se trata de una condición del medio, flexible y cambiante, un límite que en lugar de restar, afirma un nuevo mundo de posibilidades creativas. Lo que no significa, claro está, que una película con pocos diálogos sea necesariamente mejor que una con muchos. Lo trascendente es como se filman los diálogos, no es lo mismo escuchar una conversación que verla. Algo que alcanza también al cine mudo. En él no faltan las palabras, ni siquiera los sonidos. Si bien no se oyen se adivinan en combinación con la imagen y el comentario del piano, lo único que literalmente suena. Pero sabemos que lo literal no es lo más interesante del arte.
En el caso de la música cantada -o hablada- lo importante, entre otras cosas, es como suenan las palabras y versos, como se dicen dentro del contexto de la canción y de una obra. De forma que todos los elementos expresivos encuentre un espacio justificado de convivencia, ya sea para destacar a uno en especial o para establecer un equilibrio más democrático. Como en el cine, dicha concertación expresiva no entraña para la música la obligación estética de ahorrar términos. Que sería sino de Dylan, Leonard Cohen o Jarvis Cocker, tres claros exponentes en donde la elocuencia enriquece el resultado.
Sin embargo, más allá de balances, la verdadera resolución de una obra, reside en su conexión creativa con el mundo. En ese sentido, para no girar en el vacío y desembocar en jergas y argots, el significado convencional de las palabras y sonidos no puede ser descartado de plano. Constituye un material más que, incorporado a la realización, evoluciona con ella orientadamente hacia algo nuevo. De la misma manera, incorporar los usos aceptados tal como se presentan, deriva en una clase de realismo plano que vuelve al arte redundante y conservador. Es a partir de ese desorden organizado, que el curso resignificador avanza y se despega de sus creadores y de los contextos de la creación. Un ida y vuelta no lineal y permanente para el que ya no es relevante si antes fue el huevo o la gallina, el mundo o el arte. Las morsas no son las mismas después de los Beatles, menos aún, la satisfacción luego de los Stones.
2- La música posee, además, una cualidad única, casi fantasmal. Es invisible, no se proyecta, ni se pinta, tampoco se escribe, por más que se estile decir que sí, abusando de los límites del lenguaje. La más inmaterial de las artes solo puede amplificarse y dejarnos con la mirada perdida del trance que nos induce. No solo a través de la música elaborada deliberadamente, también mediante melodías y ritmos a la vuelta de la esquina. Sin necesidad de una sala oscura, a plena luz del día, el hechizo del flautista nos conduce a otros lugares. Lugares y emociones que resuenan en los sonidos lejanos de una radio perdida y en el canto dialogado de los pájaros, en las bocinas y sus notas –esas que Charly García descifra con su oído absoluto-, o en el golpeteo de las ruedas del auto de los Bee Gees andando sobre la Julia Tuttle causeway, inspirador del comienzo de Jive Talkin’. De alguna manera, todos somos un poco melómanos.
3- A pesar de todo, en la actualidad casi nadie escucha música en el sentido más simple del verbo escuchar. El acompañamiento de la imagen es omnipresente en lo que parece una venganza por los años del cine mudo, en donde la música comentaba casi todo lo que se veía en la pantalla. Antes, escuchar música –y radio- se parecía bastante a la literatura, había un grado más alto y forzoso de imaginación involucrado. Lo cual no significa, necesariamente, que la música fuera mejor pero, no deja de ser un punto importante a tener en cuenta. Ahora, la realidad supera la imaginación, o al menos le hace buena competencia. La experiencia musical se parece más un cine que, a su vez, se parece más a la literatura y al teatro, porque cada día cree menos en el poder de la imagen debido a su institucionalización. Una de las pocas excepciones a la regla -además del IPod, heredero del Walkman- consiste en escuchar música en el auto, de los últimos lugares en donde la escucha es un verdadero viaje en más de un sentido.
El rock, sin embargo, a diferencia de otros géneros, siempre fue un poco multimedia, ya sea por el impacto estético del mismo artista o por el arte de tapa de los discos. Más adelante, los videoclips, el aumento progresivo de programas de tv dedicados al rock, y, más cerca, la red con sus interminables posibilidades, han contribuido a aumentar la diversidad de la experiencia musical. Diversidad que, bien aprovechada, puede enriquecer en gran medida las obras, aunque hasta el momento no ha superado su papel complementario. En términos estrictamente musicales, la complejidad de la música actual parece ser mayor, sin que esto tampoco implique obligatoriamente mayor calidad. Las posibilidades de combinar estilos y tradiciones, se han multiplicado considerablemente, lo mismo que las influencias de todo tipo y el acceso a discografías “difíciles” e inalcanzables. En ese sentido, no me imagino una banda como Yeasayer cincuenta años atrás. En otros aspectos, líricos y conceptuales, la banda norteamericana parece, en cambio, la continuación lógica de las mejores tradiciones.
Así y todo, hay dos elementos interesantes en el rock de los últimos 10 años, no vinculados con la experiencia total que hoy vivimos y que suelen pasar desapercibidos en el flujo interminable de información. Se trata de dos recursos musicales menores, escasamente utilizados en la historia del rock, pero que, sin ironía ni cinismo, desnudan la plasticidad y el artificio de la obra de arte. Me refiero a los cambios de ritmo y, en menor grado, a los silencios. “Take me out”, el tema de Franz Ferdinand del 2004, quizás sea el caso más logrado de rebaje del tempo, especialmente porque es gradual, generando así un cautivante efecto de desarme de la canción y la impresión de que tuviera vida propia. Luego, son frecuentes, en general, esos cortes súbitos, en donde sobreviene un silencio de no más de dos o tres segundos. Aparece así, un vacío percibido como interminable, que lleva la obra a un fojas cero y la confronta con la nada, provocando un efecto de revalorización de la música. Los silencios están, a esta altura, bastante gastados, especialmente por el uso repetido que le ha dado el nuevo metal, pero no dejan de tener su potencial. Por el contrario, al cambio de ritmo, como en el fútbol, todavía le queda un vasto campo para ser explorado.
4- Unos de los ejemplos paradigmáticos de las sorpresas que depara el vínculo entre la palabra y la música, está dado por los aparentes equívocos que generó y genera la canción “Every breath you take” de The Police. Pensada la letra, originalmente, como un apunte crítico acerca del amor posesivo, terminó constituyéndose en una de las baladas más festejada por las parejas y amantes del mundo entero. Reacción que horrorizaba un poco a Sting y, aparentemente, descubría, entre otras cosas, al enano masoquista que todos llevamos dentro. La interpretación intimista del cantante en primera persona, aplicando casi un susurro obsesivo y acosador, contrasta con la instrumentación delicada y emocionante. Inteligentemente, en el único momento en que levanta el tema y la voz despierta, es cuando la letra nos muestra el lado más vulnerable y menos amenazante del narrador, quien termina por confesar su llanto frente a la ausencia de su amada, rogándole que regrese. (“I feel so cold and i long for your embrace, i keep crying baby please”). En la misma línea de tantas canciones que nos hablan de malos momentos, mientras suena melodías eufóricas y optimistas, generando así un efecto liberador aunque inquietante.
Foto: Flavia de la Fuente
En esa ambigüedad sostenida, que expone los difusos límites entre el amor y la obsesión, radica la fuerza de la canción. Lo llamativo, es que el supuesto malentendido que sorprendía a Sting, afectaba y lo sigue haciendo, en mayor o menor grado, a las audiencias del mundo entero. Incluidas aquellas en perfectas condiciones de entender la terrible letra, esa que, desde el título, cuenta hasta los respiros de la persona amada. Una prueba más del sinsentido de la barrera idiomática y del poder del arte para derribar fronteras.
abril 1, 2012 a las 11:05 am
Estoy un poco en desacuerdo con lo expuesto. Primero: confundir amor con obsesión no tiene nada que ver con la ambiguedad que puede generar lo instrumental versus la letra. Es una confusión que está en la raíz de cómo entendemos el amor, por lo menos desde el romanticismo. Basta ver cómo la gente mira y experimenta una obra como Romeo y Julieta, por ejemplo. En vez de verla como el capricho (¿hormonal?) y desquiciado de dos adolescentes que deciden suicidarse en unos pocos días, se la ve como la quintaesencia del amor. Está lleno de canciones de «amor» que en realidad hablan de la obsesión. Nothing compares to you, todos los discos de Adele, etc. Y además porque el amor en la ficción (¿y en la realidad?) se cuenta a partir del obstáculo. O sea, una historia de amor es en realidad la historia del obstáculo: la raza, la familia, la guerra, la distancia, la enfermedad, la falta de sincronización, lo que sea. Si el obstáculo es el otro, entonces lo que tenés es la típica canción obsesiva o la del stalker (el acosador, como la canción de Sting).
Lo otro en lo que estoy en desacuerdo es que la música está acoplada con la imagen. Hm. No sé. Sí, todos miramos videítos en youtube, pero realmente el videoclip es una institución en decadencia. MTV tuvo su gloria en los 90s. Hoy no. Está lleno de gente escuchando música en sus iPods. Hay gente que escucha el iPod ADENTRO de la casa, afuera, en el colectivo. De pronto vas por la calle y ves a muchos pibes con esos auriculares gigantes, ochentosos, noise cancelling, y todo eso. Yo escucho música de grupos que no tengo ni idea cómo se ven. Para mí los 80s y los 90s fueron las décadas en los que la música y la imagen iban muy muy juntas. Hasta la gente tomaba a las bandas como referencia en vestuario, onda, y eso. Ahora no.
Por último, una recomendación, de un libro que no leí completo. A visit from the good squad, de Jennifer Egan. El libro es sobre la música, la cultura rock, y sus personajes son un productor de discos, etc, hoy. La idea era hacer una especie de En busca del tiempo perdido, pero rockero. En ese libro hay todo un capítulo dedicado a la obsesión que tiene uno de los personajes con las «pausas» en las canciones. Esos segundos de silencio. Creo que el libro te puede interesar.
abril 1, 2012 a las 11:10 am
Acá te dejo algo de Egan sobre las pausas en las canciones pop. http://www.cbc.ca/books/2011/11/jennifer-egan-on-the-best-pauses-in-rock-songs.html
abril 1, 2012 a las 11:43 am
Hay mucha tela para cortar en las notas. En este caso me parece que lo más discutible es el tema de la imagen, tal como dice Xtian. De hecho, el primer párrafo del punto 3 combina dos ideas muy discutibles: la ominpresencia de la imagen y el pasado mejor, cuando todavía existía la chance de imaginar (es muy haragán estoúltimo).
El tema de los cambios de ritmo y los silencios merecería una ampliación; no me queda claro por qué los mencionás como característicos del rock de los últimos diez años.
Acá, una canción de amor relativamente nueva, una debilidad
http://www.youtube.com/watch?v=xc3QllDwppc
Saludos
abril 1, 2012 a las 11:59 am
Xtian, antes que nada gracias por el link de Egan.
Con respecto a los otros temas. La confusión entre amor y obsesión se puede dar en varios niveles, ya sea exclusivamente a partir de las letras o en su vinculo con la música. Incluso en la música instrumental se puede observar. La nota explora la segunda opción, para la primera está la literatura. Es decir, no digo nunca que la única forma de exponer al ambiguedad de los sentimientos sea mediante contraste música/letr. Ahora, los ejemplos que manejás no me parecen de la misma envergadura que el tema de Sting. No soy experto, pero los temas que conozco de Adele hablan de obsesión pero en ningún momento llegan a climas amenazadores de la intensidad del tema de Sting. Ni por el lado de la letra, de la música o de la relación entre ambas. En el caso de «Don´t you remember», por ejemplo, llega hasta niveles insoportables de correción y educación (cuando habla de los espacios que le dio al ser amado y otras cosas). Es más, hay algo de victimización adolescente en sus canciones que le quitan fuerza y vuelven un poco insoportable ese reclamo como ella misma admitión en una reciente entrega de premios. La música va en el sentido de la letra y nunca hay un momento en que realmente contrasta con lo que se dice para generar un efecto de sorpresa o incomodidad. Ni hablar de Somenone like you con su cierre en donde luego de decirle al ex que lo extraña declara que más adelante encontrara a alquien como él y le desea lo mejor. Uno podría pensar que esa búsqueda de alguien similar es enfermiza pero nada en la canción indica eso, tan solo queda la impresión de alquien que dice dejar algo atrás para quedar bien y no lo hace. Todo muy polite. El único momento en donde parece que se juega es cuando cuenta que se le aparece en la casa al ex. Pero enseguida aclara (la manía de aclarar!) que es solo para que quede un recuerdo, no vaya a pensar mal el hombre. La salva la autenticidad de la voz y las melodías aceptables, pero ni cerca de llegar al nivel de Winehouse (con el excelente Rehab está claro quién corre riesgos).
Con Nothing compares to you, pasa algo parecido pero en menor grado dado que la interpretación y la imágen de O’Connor la agregan alguna dosis más de incertidumbre y oscuridad. Pero tampoco es algo del otro mundo, más bien describe una obsesión menor, controlada y el narrado hasta cuenta que fue al médico!. Nunca llega al riesgo de susurrar algo acosador con música suave de fondo ni a decirle a la persona amada, no solo que cuenta sus pasos, respiros, movimientos imaginariamente sino que de hecho la va a estar observando (i´ve been watching you), o mejor dicho vigilando.
abril 1, 2012 a las 12:35 pm
En cuanto a la omnipresencia de la imágen.
Mulder, en realidad lo haragán es tu lectura del párrafo que aludís. En ningún momento digo que «el pasado fue mejor», así de esa manera plana y nostálgica. Es más, digo expresamente que el grado más alto de imaginación involucrado no hace necesariemente mejor esa época. Si me parece un asunto importante en el arte, no bombardear a la gente con todo tipo de recursos expresivos. De la misma manera, con menos recursos también se pueden hacer cosas espantosas, primitivas, sin relieve. No es un tema de pocos o muchos elementos, es como se manejan. El riesgo en la actualidad va por el lado de la sobreexposición por, entre otras cosas, las condiciones del mundo en que vivimos que señalo en la nota. Antes las distorsiones iban por el lado de cosas más elementales, la música mensaje, una adscripción más ajustada a los géneros que por otra parte se estaban afirmando, menos oferta musical, en general un mundo mucho más simple, con otros ritmos.
Con respecto al tema de la imagen. Es cierto lo que dicen los dos acerca del IPod, al que, habrán visto, pongo como excepción a la presencia exagerada de la imágen (presencia que tampoco demonizo si leen bien la nota). Ahora, me parece que es clara la tendencia a aumentar la dosis de imágenes incluso como forma básica de comunicación (ver los I phones, por ejemplo). Incluso los I pods incluyen desde el 2006, creo, la posibilidad de ver imágenes y hasta videos y películas. Y es cierto que el videoclip es una institución en decadencia,pero justamente debido a la institucionalización de la imágen. Que, aclaro, no es absoluta, ni nos condena a nada, ni es irreversible. Y, porqué no, puede llegar a ser aprovechada artísticamente de forma original, algo que todavía no ha pasado pero la historia no termina todavía. Eso sí el desafío, uno de ellos, es no saturar.
La cuestión es, ¿la presencia de la imágen hace inviable una experiencia musical genuina?. Todavía es temprano para dar una respuesta definitiva al problema. Una de las cosas interesantes del presente es que se las ingenia para hablitar usos personalizados, creando así márgenes de libertad importantes. El asunto es que cuando hay tantas posibilidades, en realidad no hay ninguna. Tal vez, ese sea al desafío más grande del arte contemporáneo. Como ser significativo desde la multiplicidad, como ganar la atención del oyente, más bien su corazón, y devolverle una mirada renovada sobre el mundo. Por eso me interesaban también los silencios y los cambios de ritmo, especialmente los que desaceleran, siempre es necesario buscar contrastes en un mundo veloz. Lo que tampoco es un mandamiento, la velocidad con presición como en el fútbol, es muy interesante y reveladora también.
Y los cambios de ritmo y silencios, me olvidaba, no eran tan comunes en las últimas dos décadas previas al 2000. Claro, no hice una encuesta, es una percepción cualitativa.
Saludos.
abril 1, 2012 a las 1:06 pm
Bueno, la lectura que hace Sting es una lectura, no la única, y esa lectura está inyectada por él, porque no hay nada en la canción, ni en letra, ni en música, que la eleve a las cimas de obsesión que vos o Sting pretenden. Es más, esa lectura le quita a la canción lo más interesante: su ambiguedad. Alguien que acaba de ser dejado por su novio y está pasándola mal podría cantarla, y también un loco peligroso que va a cortarlo en pedacitos y meterlo en tápers. Y en cuanto a polite lo único impolite de la canción es decirle «every smile you fake». El resto es una canción pop más en el que alguien enamorado se siente conectado, viendo a la otra persona (ni siquiera sabemos si el que canta la ve a ella en la realidad, o si la ve en sueños, o en duermevela, ya que aparece la mención de un sueño en la letra, no hay una sola mención concreta de voy a verte cada vez que salís de trabajar en la fábrica a las 18.15 y te voy a cortar en juliana cuando te agarre).
¿Cuál de estos personajes está más obsesionado? ¿Qué canción resulta más perturbadora? Difícil de decidir. ¿El tipo que llora y ve a la ex en duermevela y le pide por favor (Sting), la mujer que va al médico, después dice el médico es un tarado, y luego dice que ahora va a poder hacer todo lo que no hizo cuando estaba de novia y salir con quien quiera, pero al final dice nada se compara a vos, te doy otra oportunidad (Sinead), o la mina que dice no me importa, voy a encontrar a alguien como vos, pero voy a tu casa sin que me invites a recordarte las promesas que hiciste y no cumpliste, cuando el tipo ya está con otra mina (Adele)?
¿Qué te permite decidir que una canción es más obsesiva que otra? ¿Cuánto hace que el de la canción de Sting está así? ¿Se pelearon ayer a la noche, hace una semana o hace tres años? No sabemos. Es más, de las tres canciones la única que no tiene marcas en el tiempo es la de Sting. La de Sinead empieza con una referencia obsesiva al tiempo, y el macho de Adele ya tuvo tiempo de armar una relación con otra mina. El único punto en el que Sting gana es en la obsesión representada como repetición: ese every, every, every. Ahí está el hallazgo de la canción, montada sobre un mecanismo típicamente pop (empezar cada verso con la misma palabra). Pero no hay manera de decidir si el obsesivo «repetitivo» es más obsesivo que el obsesivo bipolar de Sinead (qué bueno que me puedo transar a todos, pero nada se compara a vos, fui al médico, pero es un tarado, puedo comer en un restaurant cheto, pero quiero comerte a vos, etc) o el de Adele, con su obsesividad irónica (me dijiste que no te olvidara, bueno, acá estoy, idiota, no me olvidé de vos y por eso vengo a tocarte el timbre cuando estás comiendo ravioles con tu noviecita para recordarte que no me olvidé lo que me pediste que no me olvide).
Tu decisión de leer una canción como profunda y como retrato de obsesión, mientras que leés las otras como polite, llanas y típicas, no se justifica por lo que dicen las letras, ni por la música que las acompaña. Lo único que lo justifica es la opinión de Sting y tu capricho (ambas son razones atendibles, pero caprichosas). Y yo creo que esas tres canciones son grosas no por las opiniones que cada compositor o cantante tiene sobre ellas, sino muchas veces A PESAR de esas opiniones, porque al darles una única lectura les quitan ambiguedad, cierran el espacio de pregunta y eliminan la incomodidad que provoca su escucha.
Y sí, acuerdo en que algunas conexiones entre letra y música le agregan condimento. Fijate que cuando yo cantaba el tema de Adele cantaba «I wish nothing but the best for you… two» (no leía para vos también, sino para ustedes dos, onda vos y la chirusa de tu novia actual), porque ese «two» o «too» viene luego de una pausa. ¿Qué significa esa pausa antes de «too»? ¿Es ironía? ¿Es que la mina dice eso, se frena, y luego quiere ser polite y subrayar, aunque no está convencida? ¿O agrega el too para convencerse de que realmente le desea lo mejor y quiere cortar con la obsesión de una vez? No lo sabemos. Y está bueno no saberlo. Y yo no iría a preguntarle a Adele por qué está esa pausa ahí, a veces más corta, a veces más larga. Y si escucho su opinión, no la tomaría necesariamente con la opinión que invalida todas las demás.
abril 1, 2012 a las 1:17 pm
¿Cuál es el ejemplo de lo de la imagen conectado a la música pop o rock? ¿Me explicás? Yo tengo claro cómo se veía The cure en los 80s o cómo era el video Wild Boys de Duran Duran o And she was de los Talking Heads. En la actualidad sólo sé cómo se ven Madonna o Lady Gaga, el resto me tiene sin cuidado. Antes ibas a la disquería y veías la tapa del disco y mirabas videos en MTV. La vinculación grupo – imagen – canción – video era mucho más estrecha. Hoy la gente se baja algo de internet, el álbum completo, sin tapa.
Lo único que va en la dirección de tu aseveración (que hoy no se escucha música sin imagen) es youtube. Y el paradigma de uso más típico es este: ponés cosas en youtube, o en Pandora, o en tu iTunes y mientras boludeás en el facebook. Salvo cuando entrás en loop en youtube y te mirás varios videítos al hilo. Eso es todo. Estoy en desacuerdo absoluto: cada vez más gente escucha música sin soporte en imagen, o mejor dicho, lo que hacen es facebookear, o ver el videíto una vez en facebook, que alguien posteó y luego escuchan el tema o se bajan el disco.
abril 1, 2012 a las 2:23 pm
Xtian, vamos por partes.
1-Yo hago mi lectura,no la de Sting. De nuevo. leé bien. Para mí el tema logra su objetivo de exponer los limites difusos entre el amor y la obsesión. Para Sting -no sé ahora que pensará- se trata de un malentendido.
2-Vos mismo te refutás cuando le negás ambiguedad a la canción y luego reconocés que «Alguien que acaba de ser dejado por su novio y está pasándola mal podría cantarla, y también un loco peligroso que va a cortarlo en pedacitos y meterlo en tápers.» Justamente eso es lo grandioso de la canción, esa es su ambiguedad.
3- EVYT no es polite en ningún momento, salvo cuando el tipo se muestra vulnerable en el puente de la canción. Probá decirle a alguien que amás, que contas sus respiros, sus pasos, sus movimientos, sus (supuestas) sonrisas falsas, y todavía encima después de eso decile «don’t you see, you belong to me», a ver que tal te va.
4-Por todo lo anterior, no es una canción pop más como decís, y menos es cierto que es una donde un tipo se siente «conectado» al otro. Con lo único que estás conectado el narrador es con su obsesión enfermiza que se redime cuando reconoze que se hace pelota y la necestia, necesita a un ser humano, no a una mascota o a un esclavo. Pero esa redención dura muy poco y la canción retoma las palabras de acoso hasta el final de la canción, todavía encima con coritos medios demoníacos y en repeticiones que casi no dan lugar a respirar, esta vez, al que canta.
5- Me preguntas que cosas me permiten afirmar que el tema de Sting es mejor que los otros? Todas las anteriores y algunas otras, por ejemplo lo que vos anotás acerca de las referencias temporales: que tenga pocas la vuelva más universal y abstracta. Pero además alguna referencia tiene, cuando habla de «since you been gone», el tipo habla luego de ser dejado. Pero es una opinión, no teng yo ni vos la verdad revelada.
6-«no hay manera de decidir si el obsesivo “repetitivo” es más obsesivo que el obsesivo bipolar de Sinead » Si hay, el personaje de Sinead, igual que el de Adele, al menos sigue probando y está tan controlado que, como dije, hasta va al médico. El de Sting está consumido en la obsesión y solo puede hacer catársis en un momento breve de humanidad que luego vuelve a desaparecer para reforzar la psicosis de control en los nombrados coros finales y su fade, que también refuerza la eternidad de la obsesión.
7-Un pregunta, como puedo, como vos me adjudicás, tener al mismo tiempo «razones atendibles» y ser víctima de solo un «capricho». Es ilógico, por no decir caprichoso.
8- «yo no iría a preguntarle a Adele por qué está esa pausa ahí, a veces más corta, a veces más larga.» Porqué no?, ¡no se puede hablar de música?. Preguntarle eso a Adele o a cualquier artista no significa que uno se quede con su opinión. De hecho yo no me quedé con la de Sting.
abril 1, 2012 a las 3:13 pm
Con respecto al tema de la imagen, dos cosas. Que tengas en tu mente solo la imágen de Madonna y de Lady Gaga no es evidencia contraria de lo que digo. Habría que ver que pasa con los que escuchan y ven el resto de las bandas. Como ese relevamiento tipo encuesta es imposible o, si se hace, tampoco es el santo grial, uno se basa en impresiones y experiencias que vive y ve que otros viven. Luego trata de encontrale una explicación.
Es cierto lo que decís acerca de los downloads. No obstante, también pasa que es tanto lo que hay para bajar que nadie escucha todo lo que se baja y dudo que con, como decía Nick Rodhes, la «I tunes attention» se escuchen las cosas completas. Pero es difícil saberlo y concedo que ahí hay un punto en donde la imagen no juega. Algo que reconocí en un comment cuando hablé de la personalización de la recepción que permite la tecnología actual.
De todas formas, la tendencia es a que ese consumo no mediado por la imágen sea, lamentablemente, cada día más perseguido, ver sino el caso Megaupload. O sea, es un consumo de resistencia. El mundo establecido tiende, aunque no absolutamente, a priorizar la imagen. Las computadores van en ese sentido, imagen y tacto. Además vamos en camino de transformar al televisor en la computadora central de la casa.Y el Ipod, te repito, habilita ver videos y películas. Incluso en la red, canales no mainstream como youtube tienen cada día más presencia y también, son progresivamente controlados. Luego, tenés los medios de difusión establecidos. Proliferan los canales de tv dedicados al rock, en donde se pasan videos, bandas en vivo, historias y, en mtv, realities. La radio, el medio en donde solo se escucha, hay que mirarla con lupa para encontrar algo. Por último, todas las bandas tienen hoy su video, sus diversas páginas web, su cuidada estética, sus dvd’s en vivo o recopilatorios. Cosa, que como dije en la nota no es algo necesariamente malo, hay que ver si enriquece o no. Y la decadencia del video no creo que se explique por una revalorización de la eschuca a secas. Creo que al contrario, hay tanta imagen y tan diversa que se volvió uno más de los canales expresivos, que además, nunca fue gran cosa, salvo honrosas excepciones.
Por otra parte, estoy preparando una nota, posiblemente la próxima en donde hablo específicamente, aunque no solo, de esa experiencia musical más libre que permite la red y que se transforma en un alternativa compleja y difícil de evaluar. En esta nota hice referencia más bien a las tendencias del «sistema», -algo que hice en todas, o casi todas, las anteriores- aunque no es exactamente un sistema. Hay algo si se quiere incompleto cuando hablo de el papel de la imágen, y genera un efecto de sobredimensionamiento de la afirmación. Tal vez debí hacer la aclaración acerca de las cosas que no entraron, pero entonces la nota ya no se vale por si misma. Y, tampoco se puede hablar de todo.
abril 1, 2012 a las 3:32 pm
Medio al dope discutir porque vos hablás de un hallazgo en hablar del límite difuso entre amor y obsesión, y para mí es el tópico pop por excelencia. No sólo del pop, sino incluso del bolero, del melódico, etc. Más teatral, menos, más patológico, menos, más enojado, más melanco, etc. Está lleno de canciones pop que juegan en ese límite entre la autocompasión, el ajuste de cuentas emocional, la obsesión, el ya se me va a pasar, el no se me va a pasar nunca, el hacerse el petulante, el llorar y dar lástima. Ni siquiera es un tópico pop, es la charla de café que tengo con todas mis amigas. Si la canción tiene ese gancho es precisamente no porque innove, sino porque descansa, como otros cientos de canciones similares, en el molde típico. No hay nada ahí de innovación temática ni formal.
Ahora, fijate vos que yo no niego la ambiguedad de la canción, lo que niego es que tu interpretación o la de Sting, sea la única. Y te contesto con algo parecido a lo que vos decís arriba, y no comparto: si una amiga mía me llama y me dice todo esto que dice Sting en la canción le digo nena, es normal, ya se te va a pasar, te peleaste con tu novio hace una semana. Como la canción no tiene contexto ni referencia específica, que vos o Sting la vean como «enfermiza» habla más de Sting o de vos que de lo que dice la canción.
Una cosa, por último. Hay una discrepancia entre las conclusiones que tirás y cómo las sustentás. Querés imponer una lectura sobre una canción y para sustentarla hablás de «instrumentación emocionante» (que es el equivalente a decir que un tipo es macanudo) o tirás eso de la imagen y la música, dicho en varios párrafos y, más allá del lugar común de que vivimos en la saturación visual, etc, no entendí qué quisiste decir. Esto no es una crítica a la onda y al laburo que te tomás. No tenés que citar estudios de Harvard, ni colgar la partitura de la canción, ni citar estadísticas de SADAIC, pero rompe un poco las guindas el «leeme bien» sin tener la voluntad de releer lo que escribiste y pensar que podría ser más nítido, menos chirle, más específico. Porque seguramente estamos de acuerdo, pero tu manera de argumentar o presentar los temas, a mí me resulta atractivo a nivel de cadencia de prosa, y de cómo se desliza la escritura, pero desajustado en cuanto a cómo presentás y vas hilvanando las ideas.
abril 1, 2012 a las 3:47 pm
Pifiás fulero. ¿Dónde escuchaba música la gente antes? En la casa: la tele, la radio, etc. Luego vino el walkman, pero la cantidad de gente que andaba con el walkman para todos lados era poca. Eran adolescentes y jóvenes, nunca fue un gadget muy pegajoso para everybody. Además poca batería, después el discman con cds incómodos, y demás.
Hoy, en cambio, todo el mundo tiene celular, muchos tienen smartphones. El smartphone se usa para mandar mensajito de texto, sacar fotitos y escuchar música. Videos, ni en pedo. Sí, podés mirar un videito, pero te come memoria, te come batería, tenés que tener wifi (en 3G se traba todo el tiempo) y se ve en una pantallita horrible. Escuchar música, hasta mi vieja, que tiene 60 años, escucha Arjona en su celular. Y tampoco la gente mira películas ni videos en un iPod. Salvo un nerd feroz. Como explotó el consumo de música en cualquier situación porque tenés el dispositivo pegado al cuerpo (el celular, no un walkman, discman, ipod, etc), escuchás música horas y horas, desacoplados de imagen.
Donde la imagen vuelve a pegarse a la música es en la gente subiendo videítos de youtube en facebook. Si hay 15 millones de vistas diarias de los videítos de Adele es porque la gente los replica en facebook viralmente. Desenchufá facebook y vas a ver lo que pasa. Ahí sí cambia todo. Y si no mencionás la conexión facebook – youtube como dato me cuesta entender lo que decís, sobre todo si argumentás que la gente mira videos en el iPod (en el iPad sí, pero la cantidad de minutos que un usuario iPad pasa mirando videos es inferior, muy, a la que pasa escuchando música en su smartphone, alguien que tiene iPad tiene las dos cosas, pero la más portable, la que ya es parte de tu cerebro ampliado, es el celu). La gente no ve videítos pasados por email, no mira MTV, no mira tele, tanto como chupa la teta de facebook (y en menor cantidad twitter, etc).
abril 1, 2012 a las 4:11 pm
Xtian, si es al pedo discutir conmigo no lo hagas, es más al pedo todavía.
Te repito por enésima vez, el asunto acá no es el tema de los límites entre el amor y la obsesión, es el tratamiento que se le da en la canción. No me trates de pelotudo, es recontra obvio que es un tema clásico como tantos otros, el tema, como siempre es lo que se hace con él. Por otro lado, no me rompas más con la psicología de bolsillo, esa de que lo que digo habla más de mi que de la canción. No solo que no estás en condiciones de hablar de mi psicología sino que lo que hacés es la negación más trivial de la crítica que existe. Juzgá lo que digo y punto o mejor, si es al pedo, o se trata solo de caprichos como me acusaste antes, dedicate a cosas más productivas.
Por otra parte, no sé de donde sacás que yo diga que mi interpretación es la única, no sé, realmente delirante. Tampoco se de donde sacás que pueda sentirme ofendido en mi onda y capacidad de trabajo o lo que corno fuere. En ningún momento pensé ninguna de esas cosas, en todo caso, lo que pienso es como discuto con alguien que piensa que la discusión no tiene sentido.
abril 1, 2012 a las 4:22 pm
Sobre el tema de la imagen, que no sé porqué te indigna de esa manera.
Explicame el primer párrafo de tu último commmnt porque no se entiende. Y empieza con «pifias fulero», genial, bien como para rescatar la discusión, pero claro es al pedo.
Luego si no te das cuenta del cambio que implica como signo de los tiempos que en un dispositivo de audio ahora se incluye la potencialidad de ver videos, bueno, no se que más decir. Y tampoco, de distraído por pensar bien, no te das cuenta que reconocí que existen instancias en donde se puede escuchar música sin imágen. El ejemplo del celular vale, pero también vale que en los celulares también además de hablar y escuchar podés ver videos, entrar a youtube, etc. Y ese cambio habla a las claras de la importancia de la imágen que se monta a dispositivos que en principio no la necesitan, como el teléfono o el IPod y que antes no tenían esas posibilidades.
abril 1, 2012 a las 5:25 pm
Hay un problema en el asunto de la imagen, Cossi. Que un aparato permita hacer X no quiere decir que los usuarios hagan X. Yo tengo un celular viejísimo con un par de juegos incorporados; en mi puta vida los usé. Es un ejemplo sin pretensión de nada, pero hay que tener en cuenta los usos, no solo las posibilidades (al guiarte demasiado por esto último creo que fetichizás los aparatos)
Sigo preguntándome qué especificidad tendrían los cambios de ritmo y los siencios – según vos, recursos desatendidos hasta hace poco – en el rock de la última década.
En cuanto a que no dijiste algo tan tonto como que el pasado era mejor… Bueno. Como quieras. Sgue pareciéndome haragán pensar que antes (¿cuándo?) había condiciones que favorecían la imaginación y que ahora existen cada vez más obstáculos, como si la imaginación fuera un flujo sostenido de elementos y la historia un albañil que pone cada día un ladrillo de su cárcel absoluta. Por supuesto, dijiste también que la música no era necesariamente mejor antes que ahora; no desnonozco tus matices (los tomo como matices).
abril 1, 2012 a las 6:38 pm
Mulder, a ver si logro aclarar las cosas. Es obvio que hay opciones, no obligaciones. Pero no es un tema individual o solamente individual. No todas las opciones tienen el mismo significado y no todo conjunto de opciones tienen los mismos impactos. Uno si quiere puede no usar tarjeta, no ir al supermercado, si va puede comprar lo necesario, puede rechazar las infinitas promociones que llegan vía mail, puede colgar el teléfono cada vez que llaman de una tarjeta sabiendo todos tus datos, incluido ingresos (en lo que constituye una clara violación a la privacidad), puede no comprar los cada vez más baratos autos, puede resistirse a comprar inmuebles en interminables cuotas, puede comprarse un smartphone y usarlo solo para hablar. Convengamos que igual existe el consumismo, las burbujas inmobiliarias, los embotellamientos, las deudas, y la plata tirada a la calle de un smartphone que solo se usa en su minima expresión (salvo que se compre por status o estética, que es otra posibilidad). Es tema de la próxima nota, pero en términos agregados la sobreabundancia de medios y posibilidades tiene efectos generales que no se explican solo bajo la idea de que «cada uno puede hacer lo que quiera».
En realidad, todos estamos más presionados por un mercado tecnológico inflado (ver sino el lanzamiento del último I Pad, que es prácticamente igual al anterior). Algunos se resisten más, otros menos y otros lo aprovechan al máximo, pero igual es un signo de los tiempos. La tecnología se ha transformado en un gusto, en desmedro del valor de uso. Esto último, lo del gusto me parece bien, o al menos inofensivo. Ahora, la escalada de funciones, accesos, cruces, interconexiones, me parece que genera un uso muy puntual que de tan puntual y personalizado pierde en conexiones, panorama, noción de evoluciones, coherencia conceputal. Ese uso no es necesariamente malo si logra generar espacios comunes novedosos, flexibles y abiertos en donde aparezcan perspectivas más amplias.Es más diría que de generar esos espacios la cosa se pondría mucho más interesante que antes. Preguntale a cualquiera a donde va la música hoy y la respuesta es muy difícil de armar. Sin embargo, la historia no para.
En cuanto a la imágen. Las principales novedades en términos de tecnología desde el surgimiento del PC tienen que ver con la imagen. Internet, por ejemplo, está vinculado mucho más con la imagen que con el sonido desde su nacimiento. Luego, no es menor que todos los dispositivos de comunicación incluyan imágen. Aunque no la uses sabés que está ahí y eso es una novedad.
Con respecto al pensamiento haragán, creo que dí bastantes razones que explican como era ese antes. Con respecto a este párrafo: «Sigue pareciéndome haragán pensar que antes (¿cuándo?) había condiciones que favorecían la imaginación y que ahora existen cada vez más obstáculos, como si la imaginación fuera un flujo sostenido de elementos y la historia un albañil que pone cada día un ladrillo de su cárcel absoluta.» te diría que es muy perezoso. Lo del flujo sostenido no se desprende de la primer parte de la oración. Que hubiera condiciones que la favorecieran no significa que haya un flujo sostenido, ni que lo que imagine la gente fuera interesante o optimizador de las obras, ni que las obras fueran mejores. Ya lo dije más de una vez antes, a lo que me refiero es que antes (del surgimiento de la red y de la televisión por cable si querés ser más específico) había menos saturación y eso en el arte es un elemento importante, aunque tampoco la fórmula secreta que no existe. También la simpleza es peligrosa cuando deriva en obras planas, sin tensiones, ni matices.
abril 1, 2012 a las 6:41 pm
Y los de los cambios de ritmo y los silencios lo expliqué en la nota.
abril 1, 2012 a las 6:51 pm
Una cosa más, por si se malentiende lo anterior, Me parece muy bueno que exista la red, y que existas opciones, es un espacio de libertad -uno de los últimos- y la capacidad de optar es siempre bienvenida. Lo que digo es que ese salto democratizador genera a su vez otros desafios vinculados con cómo se retoman en otros niveles esa nuevas libertades precisamente para que sean duraderas. En la libertad como en la música el feedback es tan importante como la elección.
abril 1, 2012 a las 7:05 pm
Pensándolo bien, me queda algo más. Percibo una preocupante tendencia en los comments por la cuál se rechaza de plano cualquier crítica al estado de cosas actual como si eso supusiera un pensamiento reaccionario, quedado en el tiempo, nostálgico, y otras cosas más, y no como lo que es, al menos en mi caso, una preocupación por que lo nuevo además de nuevo sea bueno y perdurable. Si no, se despretigia la novedad y se vuelve novelería, una costumbre de los más conservadora.
abril 1, 2012 a las 11:03 pm
Hablando de arte, pero no de política.
Por supuesto que el estado actual de cosas es susceptible de crítica, tanto negativa como elogiosa, pero lo es del mismo modo que el pasado estado de cosas. Después de todo, el “presente” junta lo viejo y lo nuevo así como sus correspondientes reacciones recíprocas de choque, formándose los juicios respectivos no solo en función de la razón sino también, fatalmente, de la edad. Si el joven tiene menos recuerdos y por lo común, además de rebeldía, apreciaciones más flexibles y desordenadas, al madurar organiza y afianza sus gustos tornándose a veces excesivamente crítico de lo contemporáneo en relación al pasado. El panorama parece entonces afearse y empeorar, no por las calamidades universales que siempre lo azotan, sino porque degrada en función de cierta corrupción o involución histórica.
Pero el pasado resulta muy espeso con relación al presente y por eso es, con frecuencia, injusta la comparación entre ellos. Si el presente es una entidad difusa e imposible de definir —nadie conoce con precisión todo lo que está ocurriendo ni el potencial y dirección que encierra—, también es cierto que no se lo puede comparar con un lapso equivalente: no es justo confrontarlo con toda una época pasada, ya desarrollada y destilada, como ocurre al juntar décadas o siglos. Finalmente tampoco es justo reducir dicha contrastación a la propia experiencia, puesto que un individuo no es parámetro adecuado para juzgar al conjunto cuando desconoce en gran medida sus atributos. Así, nadie comprende del todo la historia.
Quedan solitarias la opinión y la especulación. Con ellas puede deducirse que, si la historia del arte nunca se detuvo —puesto que los hombres son siempre los mismos—, todo apagamiento que creamos ver en la creación humana tiene que ser un espejismo o la incubación de un cambio.
El mundo termina siendo malo no solo por la fealdad y desgracias que juzgamos propias de su constitución, ni tampoco porque degrade, ya que es eterno y metamórfico, sino porque todo aquel que lo observa envejece, decae y muere. Si existió un tiempo que fue mejor, fue aquel sin fatalidad ni agotamiento ni dolor en el que no habíamos nacido.
abril 2, 2012 a las 12:08 am
Montañes, la forma en que empieza tu comentario es buena, no estoy de acuerdo con el desarrollo que le das. Creo que lo que hecho en estas notas, ha sido justamente eso que decís al principio. Señalé cosas negativas y positivas del presente, incluso del show de Holland, y otras positivas y negativas del pasado (por ejemplo cuando digo que no me imagina a Yeasayer 50 años atrás). Por eso sigo sin entender cuál es el motivo de tanta molestia con las críticas al presente, cuando es el mejor favor que podemos hacerle antes que aplaudirlo. Creo que además lo hice en el acierto o en el error, aportando un punto de vista no relativista. Y aquí es en donde discrepo con el resto de tu comment. Por supuesto, que la edad del que opina incide, que es muy difícil pronunciarse sobre épocas (creo que fui específico sino en las notas en los comments acerca de que hablo), especialmente el presente y que las crisis esconden futuros renacimientos (aunque no siempre, a veces son terminales). Pero hay que tratar, me parece, de distanciarse un poco de esos factores o en todo caso ver en que contribuyen a alumbrar la situación, no a renunciar a la evaluación. Porque sino sería imposible el pensamiento y el discernimiento. Algunos de los comments de Mulder, de Xtian y tuyos han cuestionado con diversos argumentos la posiblidad de ejercer un juicio aunque sea aproximado sobre el presente musical. En el caso de Mulder y Xtian (que hicieron otros comments buenísimos) además plantearon contraejemplos, en algunos casos muy pertinentes. Pero nada sobre la cuestión de fondo. ¿Es que consideran que no es posible pronunciarse sobre la actualidad?. Me resulta terrible ese escenario, me pregunto entonces que nos queda por hacer.
abril 2, 2012 a las 12:23 am
Cossi, está bien. Te aseguro que no estoy enfrentado a tus ideas, aunque a veces no las entienda muy bien o no las comparta del todo. Quizás sea contradictorio, pero te sigo en tu discurso y no me produce rechazo. Me parece que en ocasiones hablamos de cosas diferentes, tan simple como eso.
Yo también soy confuso y enredado para expresarme y no la tengo del todo clara. Creo que me lo tomo como una especie de ejercicio. Es agradable intercambiar impresiones, como cuando uno se tira en el pasto a hablar pavadas con serenidad y sin rumbo.
Me voy a dormir. Buenas noches.
abril 2, 2012 a las 12:39 am
No hay manera Cossi. No se trata de lo que se puede hacer o no sino de lo que efectivamente se hace, Se compra en cuotas, se cambia el auto, se ve a Tinelli… el peso de las imágenes en la escucha no es mayor que antes (yo diría que ocurre más bien lo contrario). Xtian te dio ejemplos muy buenos, pero vos interpretás mecánicamemte los datos, y si un videito de Youtube tiene un millón de vistas, entonces…..
Lo siento. Yo no encuentro en tu texto nada que respalde la idea de que el cambio de ritmo y el silencio son rasgos propios del rock de los últimos diez años. Lo que hay es una afirmación y algunas vaguedades; en realidad, y con todo respeto, me parece que hay zaraza: «Aparece así, un vacío percibido como interminable, que lleva la obra a un fojas cero y la confronta con la nada», «… desnudan la plasticidad y el artificio de la obra de arte»,»… un cautivante efecto de desarme de la canción y la impresión de que tuviera vida propia».
La crítica es crítica del presente. No hay vueltas. El problema no es la disconformidad con el estado de cosas sino la invención del pasado feliz. No, no es tu caso, está bien.
Dije haragán. Vos decís perezoso. Me toca a mí pero me bajo.
abril 2, 2012 a las 12:46 am
Perdón. Quiero que quede claro que me interesan las notas y que me parece genial que podamos hablar de música en LLP.
abril 2, 2012 a las 10:33 am
Montañes, está todo bien, yo a veces me pongo un poco solemne y drámático. Un abrazo.
Mulder, cómo sabés lo que efectivamente se hace? Vos y Xtian la tienen re-clara. A pesar de todos los agregados de imagen la gente no le da bola y siguer aferrada a la escucha a secas, lo cuál no es necesariamente mejor.
Después me tirás «vos interpretás mecánicamemte los datos, y si un videito de Youtube tiene un millón de vistas, entonces…..» Mirá vos, dónde hago tamaña pavada? me querés decir? Si es metafórica la crítica, es también un error porque la nota no se basa en estadísticas, no es mi estilo que es más bien ensayístico.
Con respecto al cambio de ritmo y los silencios. me decís que «no encuentro en tu texto nada que respalde la idea de que el cambio de ritmo y el silencio son rasgos propios del rock de los últimos diez años.» Otra vez, pensás con cabeza cuantitativa. Me baso en impresiones, en lo que he escuchado y luego interpreto. Tal vez me equivoque acá y en lo de la imágen. Pero en los dos casos vos no me das argumentos contrarios y yo ya te dí los míos. Específicamene, hace mucho y estoy rememorando, que no veía esos recursos tan explotados, especialmente los silencios. Cuando apareció el tema de F Ferdinand fue toda una novedad en el pop/rock. Un tema importante, que marque una cierta tendencia o continúe significativamente alguna (algo de los Strokes) que incluya esa bajada de tempo hacía mucho que no aparecía. En los 80, en los 90 mirá los principales temas del pop y verás que no hay ese tipo de recursos al menos con la frecuencia que los hubo. Pero insisto no estoy contando cuántos hubo, puede haber mucho de algo y no tener ninguna incidencia ni relevancia. En este caso me pareció una novedad interesante, pero de la que pocos hablan y que tiene los efectos señalados.
Y no es zaraza. El silencio es lo opuesto a la música pero puede ser complementario y formar parte de ella. Cuando aparece, el efecto, entre otros, es el de un parate que, como todo parate, te habilita una mirada renovada (si, claro, no a todos, uf). Y el rebaje de tempo funciona como un motor que se va quedando y en ese quede uno se pregunta cómo es el motor, qué le pasa, porqué se va quedando. Es algo inesperado que revela otros funcionamientos, ya que lo normal es que el motor ande, no se pare lentamente salvo que sea por orden nuestra. Algo parecido, pero más importante, pasa con la canción. En su caso el enlentecimiento es deliberado, lo que permite además de generanos una cantidad de preguntas como las que genera el motor parándose (ya que no sabemos cuando va a pasar en la primer escucha), apreciar la flexibilidad del formato canción, como puede estirarse, frenarse, acelerarse. En el pop/rock es algo raro de encontrar.
La próxima nota va a incluir, seguramente, más «zarasa» de este tipo, aviso por las dudas.