Democracia musical (1ra. parte)

por Carlos Cossi

1- El otro día mirábamos tele con Magdalena, mi esposa, sin encontrar nada que nos llenara el ojo. Cuando el zapping empezaba a cansarme el pulgar y el aburrimiento nos ganaba, llegamos por casualidad a lo que probablemente sea el mejor programa musical de los últimos 20 años: Later… with Jools Holland (así, con puntos suspensivos). Un programa único en su forma y contenido, todo un testimonio de que otra televisión es posible. Para Magdalena fue una agradable sorpresa ya que no lo conocía, aunque sospecho que Holland no le cayó muy simpático. A mí, que hacía bastante que no lo veía, logró impresionarme casi tanto como las primeras veces.

El programa conserva todavía su clásica disposición física y, prácticamente, no ha sufrido cambios. Los artistas aparecen, como siempre, ubicados en un lugar fijo, uno al lado del otro, formando un círculo a la espera de su turno para tocar. Cuando no actúan se transforman inevitablemente en parte del público presente ubicándose en un espacio simbólico entre el mundo de los colegas y los profanos. Algo que tiene el feliz efecto de filtrar fronteras y desacartonar roles. De paso, desalienta el divismo y la competencia desalmada, tan comunes en cierta tradición roquera como en parte importante de la presente cultura televisiva.

Sigue sin haber escenarios encumbrados ni butacas, salvo por algunas pocas sillas y mesas que simulan una especie de café concert y juegan como fondo de las entrevistas. Tampoco se observan plataformas en movimiento, pirotecnia ni telones respetables. Las escenografías variadas acompañan la estética de cada artista sin distraer ni pasar desapercibidas. El público en el estudio se apuesta, en general, parado en los lugares que quedan entre los espacios destinados a cada artista, en un dibujo que evoca un ensayo abierto con curiosos y amigos. El espectáculo está dado, fundamentalmente, por la música en vivo. Tanto consagrados como recién llegados reciben el mismo trato y como reza el viejo refrán, en la cancha se ven los pingos. La horizontalidad continúa, como siempre, marcando la tónica del ambiente.

Las cámaras se ubican en el centro del círculo y desde allí cubren las performances, girando junto a Holland a medida que éste va presentado a los artistas. La dirección de cámaras se mantiene razonablemente fiel al espíritu del programa. Aunque los hay, no se abusa en general de los primeros planos. La cámara se mueve en función de las distintas partes de la canción, indicando un conocimiento previo y un respeto por lo que se filma. La mayoría de los movimientos son con grúa, no con cámara en mano estilo MTV, lo que promueve una mirada más concentrada.

Parece mentira que dos décadas después, la única diferencia importante entre las viejas y las nuevas temporadas sea la calidad de la imagen. Y más increíble es que eso no importe: con HD o sin ella los artistas brillan igual y el programa atrapa.

Descartada la preponderancia de los artificios tecnológicos, músicos, público presente y teleespectadores asistimos básicamente a lo mismo. Desde distintos puntos de vista, lo que vemos es lo que hay.

2- No todo es música en “Later…”. Entre actuaciones los músicos son brevemente entrevistados por Holland, un pianista de boggie woogie con pasado roquero en la banda new wave Squeeze.

La entrevista no es un género fácil. A la hora de enfrentar periodistas los músicos sufren un mal parecido al que padecen los futbolistas. Salvo excepciones, suelen ser víctimas de preguntas triviales y perezosas que ya contienen la respuesta y que, en el mejor de los casos, develan al fan detrás del periodista. En el caso de los músicos se los suele interrogar cual atracciones de feria acerca de las fórmulas del éxito o de la creatividad como si existiera un método infalible y oculto para escribir buenas canciones y seducir al público. Sin nombrar la afanosa búsqueda, hoy casi desaparecida, del profeta del año. De música, como de fútbol, poco y nada.

Es conocida la capacidad legendaria de Dylan para eludir estos malos momentos desarmando con precisión los gigantes lugares comunes detrás de muchas preguntas. Los Beatles, por su lado, zafaban con genial humor e ironía de tan infames simulacros. Pero no todo el mundo es Dylan o Riquelme. Lo más fácil es plegarse al juego establecido y respetar formalidades. O utilizar un código estricto de respuestas disuasivas, incluso como una manera de zafar rápidamente de la incómoda instancia. Tal como aconsejaba aquel maravilloso personaje de Kevin Costner en “Bull Durham”, conocida por estos lugares con el populista título de “La Bella y el campeón”.

Holland rompe con la trivialidad instalada en más de un sentido y abre otras posibilidades. “La primera regla es que no hay reglas” le escuché decir alguna vez sobre la creación artística. Y eso vale también para las entrevistas. De voz inconfundible y ajena a los manuales de locución, el hombre no oculta su perfil de músico y “connoisseur”. Sin embargo, uno de sus mayores méritos como entrevistador reside en no transformar aquel perfil respetado en santo y seña del academicismo excluyente, del  programa “de músicos para músicos”. En esta línea, es refrescante observar el interés de Holland por todo tipo de descubrimientos y hallazgos musicales, sobre todo  cuando no son producto de metodologías y procesos estandarizados.

Otra clara muestra de la (no) regla fue lo sucedido durante la entrevista a la cantante de soul Macy Gray. Visto que ésta se mostraba tímida y un poco elusiva, a Holland se le ocurrió  preguntarle con toda seriedad, qué comida le prepararía si la fuera a visitar a su casa. Al principio, Gray lo miraba con cierta desconfianza, posiblemente pensando si no le estarían tomando el pelo. Su desasosiego duró muy poco y al rato estaban charlando animadamente del tema culinario. Es más, en línea con el típico humor inglés, la pregunta se transformó en parte del resto de las entrevistas provocando hilaridad en el estudio. Al final, Gray terminó hablando de música y dijo cosas reveladoras acerca de su último disco. Aunque si no lo hubiera hecho tampoco era un drama, lo más importante era verla en acción.

Contra lo que podría pensarse, estos acostumbrados interludios distan de ser meros trucos psicológicos para aflojar al entrevistado. Lo que hace Holland con suceso es neutralizar los estereotipos de la cultura señalada más arriba. Más allá de los resultados  -no es una fórmula para la entrevista perfecta y ahí radica parte de su valor-  sienta las bases de otro tipo de conversación, más genuina, amable y libre.

Foto: Flavia de la Fuente

9 respuestas to “Democracia musical (1ra. parte)”

  1. guillermo Says:

    Lo mejor del programa es la enorme amplitud de seleccion. Hay de todo, y todo bueno/muy bueno en su genero.

  2. Janfiloso Says:

    Muy buena nota Carlos. Vos sos «el Q oriental» ¿hay algún tema que no domines?

  3. Rodrigo Says:

    Es cierto que «otra televisión es posible», pero ese programa debe salir carísimo; llevar artistas como Radiohead, Regina Spektor, The Strokes, etc.
    ¡Qué envidia ser Jools! ¡Encima le pagan!!

  4. cossi Says:

    Gracias Janfi. Eso si, no soy el Q oriental, él es el Cossi argentino. Fuera de broma, Q hay uno solo y a mi me falta mucho todavía, pero igual muchas gracias.
    La música es parte de mi vida desde muy chico de diversas formas. Supo ser hasta hace unos años una actividad paralela formando parte de algunas bandas. Eso si, he escrito poquísimo del tema. Siempre postergaba el momento de hacerlo, hasta que volví a ver el programa de Holland y no aguanté más.

    Rodrigo, no sé que tan caro puede salir el programa y seguramente esas bandas cobren sus buenos cachets. Ahora, no sería raro que que muchos de esos artistas deseosos de participar en el show resignaran algunas de sus exigencias. Es un espacio en el que todos quieren participar por placer y admiración, no por promoción. Uno de los logros más importantes de «Later…». Pero es toda una especulación (aunque creo que bastante razonable). Lo que no tengo dudas es que la idea es muy buena más allá de la plata, incluso por encima de la calidad de las bandas que se presentan. El show es una vidriera pero también es un incentivo que eleva las exigencias. No veo porqué no podría hacerse algo parecido en el Río de la Plata en donde claramente los presupuestos son menores.

  5. cossi Says:

    Flavia, me encanta la foto. ¿De dónde es?

    Abrazo.

  6. Rodrigo Says:

    El programa que hacía Badía estaba bueno. Acá se extraña un programa así… Creo que ahí se pudo ver a Spinetta y Charly juntos, tocando «Rezo por vos»… entre tantos otros.
    Esa sí es una idea a nuestro alcance, que sería bueno seguir. Ver a Bebe Contempomi en TN, en comparación, es como para largarse a llorar.
    El de Jools Holland es el mejor programa que vi (no digo que sea el mejor, vi poco y nada, digo que es el mejor que he visto).

  7. Montañés Says:

    Durante esta semana tienen que venir a casa a instalar Directv (la promo con sólo 70 canales). Por primera vez en más de 20 años volveré al vicio del cable (ahora por aire). Maldito zapping. Soy feliz sin TV, no sé por qué hago esto. (En realidad sí sé, por vicioso.) Espero encontrarme en algún momento con Holland.

    Ver TV o no ver TV.

    Is Chicago, is not Chicago.

  8. Gervasio Says:

    En ese show pude ver una actuación de uno de mis grupos favoritos, The Fall. Compartieton show con Robert Plant, y cuando les tocó el turno, arremetieron con el tema «Blinded», en una versión electrizante y notable.

  9. Carlos Says:

    El programa es sencillamente genial, partiendo de una simple idea. Por supuesto que a ellos les es más fácil porque tienen a casi todos al alcance de un vuelo doméstico. Permite (casi nada) escuchar otra música y disfrutar del genio de Jools cuando se manda a tocar piano a cuatro manos con algún invitado. Recomiendo las ediciones de sus discos «Friends: grandes artistas interpretando temas clásicos junto a la orquesta de Jools.

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