Apostilla a Dostoievski

En el patio interno de una gran ciudad

por Robert Walser

El muchachito pobre

Mi autor me mandó a pedir limosna, pero ni se preocupó por que alguien hiciese siquiera una insignificante oferta. Con el objeto de conmover a sus lectores y a la pesca de secuaces, y con el fin de inspirarles compasión, me ha hecho llevar una vida de perros. En su fantasía se ha creado la extraña idea de que existe una figura capaz de inculcarme un gran terror. En compensación me ha concedido permanecer con la boca abierta delante de las fastuosas vidrieras en las semanas navideñas. Por supuesto, hace mucho frío, como suele suceder en San Petersburgo. Me ha aconsejado, de tan exhausto y cansado, que entrara furtivamente en este cuadrilátero de casas donde, por lo visto, no me queda sino morirme de frío. Con el fin de hacerme degustar una especie de último goce y delicia terrena, me concede la gracia de una fiebre que me permite ver un ángel. Con el asentimiento de Dostoievski, el ángel me aprieta en un abrazo. Este ángel tiene un significado muy especial, se trata de un personaje que en el momento del extremo afecto te estruja. Tal vez deba comenzar a creer que ya he pasado a mejor vida. Mientras el cuerpo se vuelve más y más rígido, veo alrededor unas luces simulando vidrios de colores. Por lo que se ve, ahora el escritor de la mano trémula deja la lapicera con la cual no ha podido hacer nada mejor sino dictar la muerte de este muchachito que soy yo. A esto llaman construir una novela, y se llaman a sí mismos autores, y no queda otra que decir adiós, vida tan querida, frágil, armoniosa. Por cierto, yo debería aprender a tener la boca cerrada, dado que esta cosa tan rara, este pasaje del más acá hacia el más allá, de experimentar sensaciones a no experimentar ninguna, nunca más, ya está causando su efecto. El deber que me prescribe la necesaria dosis de tacto me impone silencio. Alguno me encontrará aquí cuando se haga de día, visto que todavía es de noche.

Delante de una iglesia

La hermosa muchachita

Una historia angustiante, concisa y en cierto modo pálida, alegremente bordada con un azul desteñido como la que me toca vivir, de seguro no encontraremos otro que la escriba. Mi padre me destinó por consorte un personaje que con respecto a mi vida interior resulta en todos los aspectos repugnante, declarando que así debía ser y punto. ¡Ahí llegan! ¡Ayúdenme! ¡Me ahogo! El corazón quisiera saltar del pecho y del vestido de novia  y salir volando como un pajarito asustado. Me he vuelto roja del dolor y negra del horror que florece, prende en llamas y luego colapsa, y mis palabras son un pabellón lleno de pérdidas, y no logro encontrar a nadie a quien pueda suplicar o que me pueda liberar de esta máxima angustia en la que jamás una muchacha de buena y encumbrada familia se ha encontrado retorciéndose las manos con gran desesperación. El tiene las manos de un monstruo y de nada sirve que las haya deslizado dentro de unos guantes muy elegantes. No puedo maldecir a mi padre, me lo prohíben las Santas Escrituras imponiéndome una obediencia cuyo inevitable fin es mi desfloramiento. El lector bien podrá imaginarlo si no deja vagar sin rumbo su espíritu, mientras se encuentra ocupado en desentrañar el libro del que soy la suave heroína bañada por un extenuante padecimiento. Más de un joven lector ha sido presa de la viva sugestión de este pequeño volumen en cuyas páginas la historia me resalta como su protagonista. Ya debo pronunciar mi sí, trocándolo por el de un hombre al que me es imposible amar y al que he decidido fervientemente dejar sin amor. ¿Tú, autor responsable de esta historia, a qué le has dado impulso para que todo se resuelva como una melancólica balada, en forma sugestiva e indefinida, sosteniéndose en lo incierto?

Traducción: Dasbald

Ilustración: Ernesto Sabato

3 respuestas to “Apostilla a Dostoievski”

  1. carlos Says:

    horrorosa pintura de don Ernesto

  2. lalectoraprovisoria Says:

    ¿Y también es horroroso el texto de Walser? A mí me encanta. Y estoy esperando ansiosa que Dasbald me mande muchos más.

    F

  3. lilia Says:

    La rebelión de los personajes, lo que faltaba, pobre Fiodor. Por qué no hizo eso RW con los de Charly Dickens, cuántos más cargos podrían hacerle los pobrecillos al malvado.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s


A %d blogueros les gusta esto: