Se amplía la familia (2)

¿Cómo dar de comer a tres perros a la vez?

por Flavia de la Fuente

Ya hace más de veinticuatro horas que adoptamos las dos perritas, que oficialmente ya se llaman Janis, la beige, y Ella, la negra. La vida se nos alteró más de lo esperado. Aunque, en realidad, no esperábamos nada, porque nunca me imaginé que podía traer en un día dos perros nuevos a casa. Fue un impulso y aquí estamos, de pronto, en otra bifurcación de nuestra vida. Y estamos llenos de preguntas complicadas. ¿Cómo hacer para que Soli no sufra? ¿Cómo hacer para que no sufran las cachorritas porque le damos la prioridad en todo a Soli? ¿Cómo darles de comer a todas sin que se arme una guerra? ¿Cómo evitar que Soli las lastime?

Pero vamos paso a paso. En primer lugar, logramos que sobrevivieran a la primera noche. Soli no se comió a ninguna y no hubo ruidos molestos ni nada raro. Soli durmió en su cucha y las hermanitas hicieron lo propio en su nueva cucha de techo verde. Ellas duermen abrazadas. Durante el día, las cosas fueron mucho mejor que ayer. Hoy las vi a las tres tomando sol juntas en el patio. Aunque, hay que decir que Soli estaba echada sobre la puerta de entrada a casa, como haciendo guardia para que ningún perrito se metiera en su castillo.

Mientras desayunábamos, con Q estuvimos estudiando seriamente el tema de cómo darles la comida, porque nos dimos cuenta de que eso es lo que despierta la mayor violencia en Soli, a quien la tienen harta las piedritas de alimento balanceado, las come casi con asco porque no le queda otra, pero los celos hacen que codicie como si se tratara de caviar las piedritas, igualmente repugnantes, supongo, de Janis y Ella.

Otra cosa que decidimos durante nuestro té matutino es que cada perra debía comer en su plato, como nos sugirió sabiamente Gabi. Hoy fuimos especialmente a la veterinaria a comprar un plato para cada perrita. El de Janis es blanco y el de Ella, rojo.

Una dificultad extra es que Ella, que es más grandota y pesa un kilo más, tiene que comer una dosis más grande. Hay que cuidar que cada una coma su ración, porque Ella come más rápido y la pequeña Janis corre el riego de volverse raquítica.

Volviendo al tema de la violencia que despierta la comida (un clásico perruno), por el momento, lo único que se nos ocurrió es alejar a Solita de casa durante el momento de la ingesta de las perritas. Así que ya llevé a Soli dos veces a la playa, mientras Q se ocupaba de alimentar a las cachorras. Pero también tuve que soportar un intento de rebelión de Q que me dijo: “¡No quiero ser la mamá!” Y yo le contesté que no quedaba otra, porque yo era la mamá de Soli.

Miren qué linda que está Solita y cómo juega en la playa. Pero, está muy alterada y no se quiere alejar del muelle, quiere volver cuanto antes a su casa tomada. Es algo increíble. Mañana, vamos a ir a caminar los tres, para ver si logramos que Soli se aleje del muelle. Quizás se sienta más segura al ver que estamos todos juntos. O no.

No saben lo feas que son las perritas, son cruza de perro y rata. Tienen una cola larga y finita y cara de ratón. La más horrible es Janis, que es una especie de Gremlin maligno (Q dice que tiene orejas de murciélago). Además de fea es muy atrevida, vamos a tener que ponerle límites. Ella, en cambio, es un poco más bonita pero muy temerosa. ¡Nos tocó una perra fóbica! Lo único que nos faltaba. Pero, por ahora, yo no tengo la culpa, vino así, les juro que fue miedosa desde que llegó. Mientras que la temeraria Janis enfrenta a Soli a riesgo de que le arranque la cabeza, Ella mira todo desde la puerta de su cucha.

Un último comentario. Es muy gracioso verlo a Q convertido en mamá. Las perritas lo siguen y lo buscan. En mí no se interesan demasiado, porque yo estoy todo el tiempo acariciando a Soli, para que no se me enferme de melancolía. Hasta la próxima.