Cuando volvía de la playa con Soli, habiendo abandonado las nubes y sus reflejos en las lagunas, me topé con este guante en la arena. No saben la cantidad de guantes tirados que hay por el mundo. Ayer con Q vimos dos. Anteayer vi otro. Desde que empezó esto de fotografiar cosas, veo guantes y también zapatos tirados por todos lados. Como no tenía la cámara, pensé que ese guante podía ser la foto del día, pero que no lo tenía que decidir en ese momento. Que debía salir más tarde, con la cámara colgada al cuello, caminar un rato tranquila, mirar sin buscar nada en especial y, cuando viera la foto, gatillar una sola vez y volver a casa. Así lo hice. Después de almorzar y ordenar las cosas de la cocina, me colgué la cámara y me dirigí hacia el muelle en busca del guante, pero dispuesta a que me distrajera cualquier otra cosa. Mas no fue así. Casi sin darme cuenta, saqué la foto. Y me quedé triste. Lamenté ser tan apurada. Ya no podía probar otro encuadre ni nada. Había desperdiciado la foto del día en un instante brevísimo. Tenía que esperar otro día para volver a gatillar. Volví meditabunda hacia casa, caminando lentamente porque estaba cansada y, al pasar por la obra de al lado, me enamoré de un clavo. Me dio bronca no haberlo visto antes. Pero recordé que debía mantener la distancia, no ser ansiosa, que hoy era un día zen. Un poco avergonzada le conté a Q que ya había sacado la foto (creo que tardé cinco minutos en ir y volver). Y acá está. Solo le retoqué un poco la exposición de la luz y la saturación del color. El encuadre y todo el resto es tal como la saqué en mi única toma del día. Ahora voy seguir estudiando el manual de mi nueva cámara. Hasta mañana.
Foto: Flavia de la Fuente
agosto 4, 2011 a las 4:44 pm
…la famosa «mano de Dios»…
A mi me encanta la foto.
agosto 4, 2011 a las 6:11 pm
el impacto del guante fue con el anterior, el de la obra del terreno vecino..asi q éste, con respecto a mi mirada d aquel, es, sí, mas haiku..más … quieto en la arena
arrojado a su sino, acaricia la nada
lo cierto q uno me remite al otro y se complementan en su abandono ..
lindos, ambos
agosto 4, 2011 a las 6:12 pm
Hola Flavia, estoy siguiendo tu ejercicio de una foto al día.
Qué buen guante encontraste!
Creo que la fotografía es instante y es poesía, por eso mismo tal vez, la fotografía es como un haiku.
En un libro de John Berger, «Fotocopias», Cartier-Bresson dice en uno de sus capítulos: «La fotografía es un impulso espontáneo, resultado de estar perpetuamente mirando, que atrapa el instante y su eternidad».
A veces, sin privarme de tomar fotos, pero por no llevar la cámara conmigo, me pierdo algunas imágenes, pero mirar es un buen ejercicio también.
Un beso
Laura
agosto 4, 2011 a las 9:59 pm
Tengo que leer Fotocopias. Lo tengo por ahí. Pero también tengo que estudiar el manual de la cámara, el del Photoshop y un libro de fotografía que me prestó Dano. Me siento una nena que va a la escuela. Pero está bueno. Quizás aprenda algo. O si no aprendo, seguiré mirando y sacando fotos como siempre. Es lo peor que puede pasar, ¿no?
Mañana veremos si voy directo al clavo de la obra de al lado o si otra cosa se interpone en el camino. Yo me dejo llevar.
Besos,
F
agosto 5, 2011 a las 10:50 am
Flavia, un comentario acerca del uso de Photoshop.
Diría que, en principio, la edición fotográfica digital puede dividirse en dos aspectos generales: 1) el retoque fotográfico mínimo, que no altera sustancialmente la captura original, y 2) la edición más elaborada, que supone la utilización libre de todos los recursos disponibles y que puede transformar totalmente la foto cruda inicial. El primero no supone trabajo artístico ni creativo sino puramente técnico, en cambio el segundo es una especialidad en sí misma y no tiene límites en cuanto a la distorsión final que se quiera aplicar al resultado. El primero respeta el espíritu o el arte de la foto original, el segundo lo ignora y recrea una imagen nueva: es lo que ciertos artistas llaman “tratamiento digital”. La foto en tal caso es accesoria y sirve solo como un elemento más del taller plástico.
Por supuesto, ambas opciones son válidas y su valor intrínseco es relativo. También es difícil, a veces, definir la línea que separa una de la otra. Como sea, lo cierto es que resulta necesario trabajar con un equipamiento de buena calidad: cámara, escáner y monitor deben ser excelentes y estar en perfectas condiciones. De todas formas, opino que a una foto “técnicamente mala” no es posible (o es de una dificultad extrema) dejarla “técnicamente espléndida” sin alterarle del todo su origen o esencia. En otras palabras, es indispensable tener una buena cámara, conocer en profundidad sus posibilidades y ganar la suficiente experiencia en el manejo de la luz. El plus artístico lo da el ojo y la intuición. El manejo refinado de Photoshop es delicado y complejo. Y, más allá de la increíble precisión de ese programa, la herramienta que da el veredicto final es siempre el ojo.
Y mientras no todos los ojos ven lo mismo, todos los monitores muestran los colores con disparidad. Ni hablar cuando esos colores se imprimen en papel. La gestión de color es uno de los capítulos más arduos y problemáticos de las artes gráficas. Una buena impresión offset exige tener en cuenta diversos aspectos técnicos (la tecnología de preimpresión, el tipo de papel y su gramaje, la lineatura o resolución de la prensa, la cantidad de tintas, la regulación del entintado, etc., incluso la procedencia de los insumos gráficos incide sobre el resultado final) y a veces ni siquiera así se alcanza el objetivo deseado.
Releo lo escrito y veo que no aporta mucho, fuera de la confusión: extenso a la macana. Es tan solo una opinión, jamás leí un manual porque soy un atorrante. En definitiva quería subrayar la importancia de la cámara y de la captura original. Desconfiar un poco de Photoshop, fuera del retoque suave para brillo y contraste. El ajuste de las curvas de colores puede ser traicionero, depende en gran medida del monitor.
Apostar al ojo propio y a la óptica de la cámara.
Saludos.
agosto 5, 2011 a las 11:39 am
Una cosa que a mí me ha llamado siempre la atención son las incrustaciones metálicas en el pavimento: bulones, monedas, tapitas dentadas de gaseosa, pequeñas piezas de máquinas diversas…
Se trata del pavimento en asfalto. No es imposible en el hormigón, pero se nota que el origen es diferente: tal vez no sea incrustación sino aplastamiento.
Hace poco encontré en un puente un cospel de la época de EnTel. Hasta la palabra cospel suena antigua; es probable que la mitad de la población no sepa qué es.
Es una virtud que el metal posee: incrustarse. Lo que encuentro de bonito es que la deformidad que esto le produce al metal no impide en general identificar de qué objeto se trata, con una ganancia adicional: la circulación de peatones y vehículos pareciera imprimirle un encanto dado entre el brillo y en aquella deformación.
No tiene caso andar buscando por ahí. Agregaría que lo imprevisto da un agregado al asunto: se trata de caminar, esperar el colectivo o a alguien. Es decir, actividades en las que el factor tiempo aporta también lo suyo.
Perdón Flavia: al leer tu artículo me evocaste mis «encuentros» asfalto-metálico.-
agosto 5, 2011 a las 11:47 am
en una segunda mirada, este guante devuelve otras historias…su tosquedad contrasta con la arena o la acompaña en su realidad d objeto inanimado..y lo tosco se.entrelaza con lo suave en el destino de la imagen…un contraste q atrae e incomoda con cierto desconcierto
la mano d Dios .-no, la d Maradona- es una muy buena imagen para esta foto ..