Falabella: una vergüenza (2)

Alpar, Candy y Falabella: mentiras y más mentiras

por Flavia de la Fuente

Queridos amigos, acabo de volver de una caminata maravillosa con Solita. Maravillosa para mí, porque soplaba un viento tremendo y helado del norte, que hacía volar arena y había que hacer mucha fuerza para caminar. Como el suelo estaba firme, me resultaba vivificante esa lucha contra el viento. Marchar contra la adversidad. Marchar contra lo de Falabella, contra la maldición de los K y la vejez que se acerca a pasos raudos. Hubiese caminado mucho, porque las inclemencias del tiempo me suelen templar el alma, pero Solita no estaba protegida como yo. Yo le daba duro a la caminata pero llevaba un gorro térmico, campera de duvet con capucha, guantes y anteojos de sol. No me molestaba para nada la arena y hasta me gustaba ver cómo volaba. Me sentía en el desierto, en Tres hijos del diablo.  Había iniciado una marcha mística en busca del sosiego perdido y no quería detenerme por nada del mundo. Pero, de pronto, sentí un hocico que me tocaba el guante. Y, un segundo después, a mi perra que me saltaba por la espalda. Confieso que primero me resistí a los pedidos de Soli y pensé que tenía que educarla a caminar sea como sea. Pero después del tercer salto, me dio pena. Solita no pesa ni quince kilos, no tiene anteojos de sol para protegerse y anda por el suelo recibiendo toda la agresión de la arena. Así que, no lo pensé más, interrumpí mi caminata iluminadora y volvimos a casa.

Y acá estamos. Solita en la cama, atrás mío, y yo en la computadora lista para actualizarlos en el affaire Falabella / Alpar / Técnica Der. Les juro que fue delirante. Mas vayamos paso a paso.

Antes que nada, debo contarles lo que pasó anteayer, después de que Natalia Tambuti, la empleada de Falabella, me soltara la mano y me mandara a hablar con Alpar, según ella, Candy, para que me dijeran cuál era el plazo estimativo de entrega del repuesto faltante porque Falabella ya no podía hacer más nada por mí.

Resignada, me armé de valor y disqué el número de Alpar, (011) 463 3900. Esta vez me atendió una máquina:

–“Usted está comunicado con Alpar S.A. Un momento, por favor.”

–Vamos bien, pensé. Al menos me dieron el número correcto.

Después de una espera mediana, me atendió una señorita. Como no me dijo su nombre ni nada, yo me presenté y le conté mi historia.

–Mi nombre es Flavia de la Fuente. ¿Me podría decir cuál es el suyo?

–Valeria, me contestó.

–Mire, Valeria. Llamo por un lavavajilla Candy que no funciona, vivo en San Clemente y me dijeron en Falabella que tenía que hablar con ustedes para que me informaran cuál es el tiempo estimado para la entrega del repuesto faltante.

–¿Y quién tiene su lavavajilla?

–Técnica Der, el service oficial de Candy de la Costa. En Falabella me dijeron que tenía que llamarlos a ellos.

–Pero si nosotros somos el service oficial de Candy. ¿Me da su número de teléfono para ver si encuentro su pedido de reparación?

–Sí, como no. (Le dicto mi teléfono, pero, obviamente no encuentra nada. ¿Cómo iba a encontrar algo si yo a ellos nunca los había llamado?)

–Señora, no encuentro su pedido. Usted debería habernos hecho el pedido a nosotros.

­–Desesperada, empecé a gritar. ¡La gente de Falabella me hizo llamar directamente al técnico! ¡Y ahora qué hago! ¡Estoy en tierra de nadie!

—Cálmese, señora. Dígame, por favor, ¿qué repuesto es el que falla? ¿La plaqueta?

–Sí, contesté abatida.

–Las plaquetas van a estar saliendo en 15 días como máximo. Están detenidas en la aduana por el tema de las importaciones de Moreno.

–¿Y cómo hago para creerle? ¿Y si Moreno cambian de opinión? Yo estoy cansada de reclamar. Hace dos meses que estoy sin mi lavaplatos.

–Mire, no puedo hacer más que eso. Es así. Tiene que esperar solo 15 días. Me tiene que creer porque es la verdad. Hoy nos dieron el parte diario y en él decía que los repuestos de plaquetas van a estar a disposición en menos de quince días. Y si lo dice el parte diario es cierto.

–¿Y si no es así? Yo ya me harté de esperar. ¿Por qué no me dan un lavavajilla nuevo y terminamos con esto? No quiero esperar 15 días más, le dije exasperada.

–¡Ah! Si quiere un cambio de artefacto eso es otro trámite. Tiene que llamar a Candy para que le envíe un técnico a su casa para que revise su lavavajilla y diga cuál es la falla. Entonces, si es verdad que no funciona, Candy le entregará un nuevo lavavajilla.

–¿Usted habla en serio? ¿Cómo me van a mandar un técnico para revisar un agujero? Porque en mi casa ya no hay ningún lavavajilla dado que el mío se lo llevó hace un mes el técnico oficial de Candy, el mismo mismísimo señor que usted o Candy quieren volver a enviar a mi casa, y ese señor ya dictaminó que mi lavaplatos no funciona, que tiene dañada la plaqueta.

–Mire señora, es así. Si quiere cambiar el lavavajilla ese es el procedimiento. Llame a Candy y pida una orden de revisión técnica.

Yo no podía creer lo que escuchaba. La empleada de Alpar me decía que me enviarían al mismo técnico a mi casa a revisar el lavaplatos que él mismo tenía en su taller. Vendría Técnica Der a revisar la nada. Me quedé muda. Era demasiado.

Fatigada y deprimida por lo kafkiano del asunto, le pregunté si ellos no eran Candy, porque así me lo habían informado en Falabella.

–No, nosotros no somos Candy. Nosotros somos el service oficial de Candy. Como ya le dije, para obtener el cambio de artefacto debe hacer el reclamo directamente a Candy.

–¿Me podría dar el teléfono de Candy Argentina?

–No, no lo tengo en la agenda. Sáquelo de Internet.

Colgué y me quedé agobiada y deprimida hasta hoy. Ahora mismo voy a llamar a Falabella siguiendo los consejos legales de ustedes, queridos amigos, tuvieron la gentileza de darme. Veremos qué pasa.

Me da una tirria enorme todo este asunto. Estoy leyendo Resurrección de Tolstoi y Ensayos de Natalia Guinzburg que están buenísimos. Quiero leer tranquila, sacar fotos y hacer mis cosas en paz. Estoy harta de ocuparme de Falabella. Hasta la próxima.