Falabella: una vergüenza

Van dos meses de reclamos y el lavavajilla sin volver

por Flavia de la Fuente

Queridos amigos,

No escribí la semana pasada porque me harta pasar el día entero pensando en un lavavajilla. Y porque me sentía cansada y vieja. Y, además, porque detesto tener que perder el tiempo en hablar de Falabella, Alpar, Técnica Der y mi lavavajilla. Pero, si no lo hago, siento que nunca me lo van a devolver, que me ganaron la batalla, que me voy a terminar comprando un nuevo como ya lo hice hace un año. Así están las cosas. Por ahora, estoy absolutamente derrotada, abandonada, Falabella me soltó la mano mal.

¿Quieren saber qué pasó?

Como había quedado, llamé a Natalia Tambuti, del área de servicio técnico el miércoles 22 de junio. Al principio, Natalia me devolvía los llamados. Su misión era hablar con Alpar, o sea, Candy, según ella, para que le dijeran la fecha estimativa de entrega del repuesto que hace falta para mi lavavajilla.

Mi pregunta del millón es qué pasa si no se consigue el repuesto faltante. O si el codiciado repuesto aparece dentro de un año. ¿Qué hago? ¿Hago una marcha en la Plaza de Mayo contra Moreno? ¿Qué me sugieren? A mí no se me ocurre nada. Solo me surgen preguntas y más preguntas.

¿Cuánto tiempo se supone que uno deba esperar un repuesto cuando tengo un aparato que no funciona y está dentro del plazo de la garantía de fábrica? Repito. Mi maldito Candy no funcionó ni siquiera un año seguido. Falla, no se consigue el repuesto y me dejan abandonada en San Clemente. Encima, se llevaron el aparato y donde el lavavajillas ayudaba a completar la exigua mesada, ahora hay un agujero. “La culpa es de Moreno y las importaciones”. ¿Y a mí qué me importa de quién es la culpa? Yo no quiero encontrar al culpable sino que me devuelvan un lavavajilla que funcione. Y ya van dos meses que estoy esperando el repuesto. Mejor dicho, un mes. Porque un mes es lo que tardó el Servico técnico de la Costa en dignarse a venirlo a buscar a San Clemente, porque, les recuerdo, solo vienen al pueblo cuando juntan varios pedidos de service. En fin, que esto de las garantías es como atenderse por la mutual o la prepaga. Aunque sea de las caras, el médico o el dentista te hacen esperar, te atienden en 10 minutos y la justificación (cierta pero no justa con el usuario que paga honorarios altísimos mensuales para tener una buena atención) es que si no es así no les rinde. El mismo argumento que da Técnica Der. Solo vienen al pueblo si juntan varios pacientes. Y uno tiene que armarse de paciencia. Y a mí se me está acabando.

Con Q pensábamos el otro día que lo mejor era no tener ninguna garantía. De esta manera, el técnico trabaja contento porque te cobra lo que le conviene. Viene, cobra sus honorarios que considera justos, trata de arreglarlo a la brevedad para poder cobrar un dinero que le resulta significativo y listo. Ahora estamos presos de la prepaga Falabella/Candy/Alpar/Técnica Der y nadie se ocupa de nosotros. Es como el Pami.

El tiempo que llevo sin mi lavavajilla, que es lo que a mí me importa, es de dos meses. Esta es la cuenta:

1 mes esperando en mi casa a que Técnica Der se dignara a venir + 1 mes esperando el repuesto en el taller de Mar de Ajó = 2 meses sin lavavajilla

O sea que llevo dos meses hablando por teléfono y sin lavaplatos. Hablando con técnica Der y con la gente de Falabella.

El viernes pasado, Natalia Tambuti me dijo que Alpar no le respondía el teléfono, que no sabía ya qué hacer. Que le iba a pedir a su jefe Matías Barraza que hiciera el llamado.

Llamó, entonces, Matías Barraza, el jefe de Natalia, y le contestaron lo que yo ya sabía: que estaban esperando el repuesto. Parece un chiste, ¿no?

Conclusión: que en Falabella me mandaron a mí a llamar a Alpar/Candy para que resuelva el problema. Me largaron sola. Me tiraron a los leones. Arreglátelas como puedas, me dijeron. En realidad fueron más suaves, es cierto. Así se expresó Natalia:

“Yo le paso el teléfono de Alpar, que es Candy, para que le digan la fecha estimativa de entrega del repuesto”, me dijo Natalia Tambuti.

El viernes yo andaba medio caída y no me dio para pelearme. Pero sentí que me estaban tomando el pelo. Si ni a ellos les contestan el teléfono. Si tiene que llamar el jefe de servicio técnico de Falabella, Matías Barraza, para que le contesten una vaguedad: “Que están esperando el repuesto”. ¿Qué se supone que voy a lograr yo, una simple consumidora?

Agobiada, con un hilo de voz, deprimida y también harta, le pregunté a Natalia Tambuti si no me podía dar los nombres de la gente de Alpar, además del número de teléfono.

“Si a vos no te atienden, tampoco me van a atender a mí. Aunque sea decime con quién tengo que hablar”, le rogué.

“Entiendo. Aguarde un segundo que le voy a preguntar a mi jefe (se refería a Matías Barraza)”

“Hola, Flavia. Me dice mi jefe que no sabe los nombres, pero que hay dos personas que trabajan por la mañana y dos por la tarde. Que la van a atender.”

Vencida –pensando en qué milagro hará que me atiendan a mí y no a Natalia y también pensando que me van decir lo mismo que a Matías Barraza, o sea, que están esperando el repuesto y que me la banque, que es así,– disqué el número de Alpar que me había dado Natalia.

Para mi sorpresa, la máquina que me atendió no dijo ni Alpar ni Candy. Ni siquiera entendí qué decía. Era el viernes pasado a las 18.25 hs. Pensé que había marcado mal, así que volví a llamar. Y me atendió de nuevo el mismo mensaje automático que no me daba ninguna opción.

En fin, en un rato voy a llamar. Ahora es temprano. Son las 8.51 y no creo que nadie me atienda en Alpar, Candy o como se llame.

Además, es muy temprano para ponerme de mal humor.

Porque, apostemos, ¿qué me van a decir? Me van a decir que están esperando el repuesto y que no pueden hacer nada por mí.

Y yo, voy a tener que recurrir a Defensa del Consumidor y empezar a mandar cartas documento y esas cosas que detesto. No me gusta vivir litigando ni llamando por teléfono. De mi lavavajilla se debería ocupar Falabella. Yo se lo compré a ellos y ellos me vendieron esa estafa que es la garantía extendida por cinco años y lo único que hacen es dejarme sola con el problema y los platos sucios.

El tiempo de uno no vale para Falabella. ¿Por qué se creen que uno les compra las garantías? Para que lo protejan, para que lo ayuden, no para que le den una agenda con teléfonos que no van a responder.

He dicho. En un rato llamo a Alpar y sigue mi via crucis. Hasta la próxima.