por Montañés
Siguiendo inveterados deseos, un gran número de ciudadanos escapan ordenadamente en masa de sus repetitivos días laborales y de sus hábitos automáticos, generalmente agotadores, y de la frenética avalancha urbana que conforma la multitud de sus semejantes. Apesadumbrados por el torrente humano en el que día tras día se agitan y debaten turbulentas pasiones, atropellándose y hartándose diariamente los unos a los otros, apelan al curioso recurso de viajar más o menos lejos para juntarse en masa con otros gentíos, los que no por ser de tierras foráneas resultan menos abrumadores o molestos que los de la propia urbe.
En efecto, vivir en cualquier ciudad medianamente grande, en fatigosa condición de asalariado, produce con frecuencia una rutina incómoda, fea y degradante. Un redundante derrotero de asfixias y torpezas. Se torna necesario escapar en algún momento de ese cúmulo de fealdad, estupidez y vanidad. Pero la ciudad, con su juego cruel y con sus falsas promesas, atrae a los hombres como la pompa y el aparato de los reyes lo hace con aduladores y cortesanos, siempre repleta y reventando de jactancias, falsedades y mentiras, esplendores favoritos de cretinos y petulantes. Y así, intentando escapar de los oprobios de la suya, el ingenuo cambia una ciudad por otra.
Las aglomeraciones contemporáneas son desproporcionadas en todos los órdenes, excediéndose tanto en ostentaciones ridículas como en necias fatigas. En implacable avidez como en caótica expansión. El transporte público, por ejemplo: una civilizada calamidad. El amontonamiento arquitectónico, otra. El horror al silencio, otra. El miedo y el desprecio por la naturaleza, otra. Tener que cumplir horarios, otra más.
Podemos seguir interminablemente. Las moles artificiales, la estridencia inútil, la urgencia ciega… el hacinamiento, el desenfreno, el derroche, la miseria, la violencia, los fanatismos, las manifestaciones: tristes cuando no horribles o peligrosos espectáculos. Las masas pululando, vociferando, sudando, clamando, sufriendo, depredando, ensuciándolo todo. Podredumbre de humanidad.
Suena resentido y lo es. ¿Cómo no resentirse ante una especie tan monstruosa, hinchada y deformada de curiosidad, ingenio, ambición y maldad? ¿Cómo llamar si no monstruosa a una especie que entre sus deleites incluye la escatología y el sadismo? ¿Y no es también monstruoso resentirse contra la propia afiliación biológica? Claro que lo es. Por eso mismo es la prédica usual de las religiones dominantes, siendo la religión otra afectación funesta del hombre. El natural humano es tan retorcido que no sólo se odia a sí mismo sino que también abomina de todo su género, haciendo discurso de ello y discriminando en categorías al conjunto de sus iguales, juzgando y condenando en algunos lo que es común a todos. Así, en medio de tanta sinrazón, el poderoso abusa del débil y luego ambos se reúnen para cantar en himnos militares o de iglesia la rabia y el desprecio ante su propia naturaleza. En la comedia de la vida, la boba e infeliz humanidad se recrimina con hipocresía sus propias flaquezas; llora por el pasado y se angustia por el futuro; se golpea el pecho a causa de espíritus y banderas; debate y pelea por doctrinas y partidos. Se abisma en materias que la superan: tontamente reconcentrada así en farsas y delirios como en complejidades insondables. Sólo el hombre, dice el filósofo, sufre por lo que es y por lo que no es; reniega de su propia condición pero cae esclavo de ella; tan fatuo y contradictorio que aun sus costumbres más íntimas y queridas pueden dejarlo sin paz y sin salud. Por otra parte, siempre está listo y con vigor para inventar artilugios o discursos de flagelo y destrucción.
Tomemos un hombre cualquiera y estudiémosle con atención. Comprobaremos que no hay ser viviente en este mundo que pierda tan fácilmente el rumbo y se extravíe, llenándose de aflicción y de obsesiones aun tranquilo y en soledad, aplastando y ahogando con sus manías aquello que ama y odiando a sus semejantes en la misma medida en que los imita y necesita. El recordado comentario del antiguo, que instauraba la frase del “animal político”, daba a la ciudad jerarquía de cuna, asiento y tumba biológica: el hombre está condenado a vivir prisionero y agitado en la muchedumbre —situación promotora de crispación, envidia y beligerancia—, organizado con una base de injusticia y de tensión, sin que logre jamás escaparse o purificarse de su herencia y de sus costumbres, del calabozo de la cultura. Un hombre no es nada sin su Puta Ciudad.
“La humanidad en conjunto es una mierda”, escribe el colombiano Fernando Vallejo. Damos fe de ello. Pues si bien hay ciertos individuos que representan un milagro de belleza, talento o bondad, la triste verdad nos susurra al oído que esas virtudes también se degradan y mueren, y que la multitud humana es finalmente dañina para el mundo y para sí misma. Una Gran Basura. Vean al enjambre homínido, cómo avanza a toda velocidad y con furor hacia la colisión de la superpoblación y al por ello procedente colapso de las catástrofes masivas. La desmesura: he aquí su principal problema “político”.
¿Pero entonces qué nos queda? Nos conformamos con la emoción, el arte y el escapismo, prendas que no por transitadas, sutiles y fugaces son menos pródigas y genuinas. Y las vacaciones, por supuesto… aunque no sea recomendable meterse en lugares llenos de humanos. Felizmente quedan en el planeta parajes vírgenes. Como las montañas, enormidad de serena belleza y de paz profunda. También el mar… pero no en las playas turísticas, ¡pésima idea! Están infestadas de molestias.
Foto: Javier Legris
enero 23, 2010 a las 12:52 am
Claro que cualquiera de nosotros puede dar fe de los dichos de Vallejo… ¿viste Q que te «enojaste» porque mencioné la incivilizada posible acción ciudadana contra los kás o lo que ellos representan? Bueh… ayer a la tarde un turista que estaba en un restaurant 5 tenedores de La Feliz le propinó sendos golpes al corrupto de «Pepe» Albistur; al grito de «ladrón, hijo de p*ta, nos están haciendo mierd*» dicen que le dio para que tenga, guarde y cuente… el tipo apenás pudo devolverle un par de cosquillas y después hizo teatro por un chichoncito de morondanga… así son los kás y así les va a ir… incivilizado o no, patoteril o no, pero no está mal que alguien les devuelva su propio daño… :-S
enero 23, 2010 a las 10:35 am
Tengo que el hecho ocurrió en horas del desayuno y en Cariló.
enero 23, 2010 a las 11:04 am
Juan Bautista cierto siento tu tener sobre el hecho. En concordancia.
enero 23, 2010 a las 4:29 pm
No sé por qué los comentarios derivaron al incidente con el Korrupto, pero de lo que estoy seguro es de que el posteo es muy bueno. Saludos.
enero 23, 2010 a las 5:01 pm
Bien Montañés. Tu post está muy en línea con el anterior, sólo que el tuyo es una reflexión seria y muy bien escrita; ¡vamos que la montaña de Zaratustra existe!
enero 23, 2010 a las 5:47 pm
Tenés razón JBE… me avisaron por sms pero hubo una parte que no llegó y entendí el término «feliz» como «la feliz». A mí me dijeron que fue la 1/2 día y que el pusilánime de Albistur era puro gritito y que cuando lo fue a apurar al tipo que lo putió (sic) se comió varias manos… va a tener que afeitarse como A Fernández y J Asís cuando cayó la alianza… el tema es que Asís si sabía pelear ;-))) no es puro pico…
enero 23, 2010 a las 6:54 pm
Para quienes quieran saber algo más sobre el episodio de Albistur recomiendo la nota que apareció el 17 de Enero en el poral AREA CAPITAL con el rítulo Cobro Pepe (Este fué el medio que tuvo la primicia). Les dejo el enlace http://areacapital.net/nota.asp?id=1034&s=4&ss=4
enero 23, 2010 a las 10:22 pm
Buenisimo el texto, me morí de risa. Ni Sábato lo hubiera hecho mejor.
enero 24, 2010 a las 12:23 pm
qué buena foto!!
el cuis apunta y dispara.
enero 24, 2010 a las 1:22 pm
Pep: cruzando datos nos queda que el encuentro tuvo lugar en las afueras de la confitería “Innsbruck”, en Cariló (donde Pepe posee una radio) el día sábado 16/01/10, en horas del brunch. Hay la versión de que todo se trató de un malentendido.
Efectivamente, Albistur se encontraba desalmorzando allí junto a joven dama, entregado a la lectura de cierta publicación en cuya contratapa relucía una enorme foto del Diego DT. Por la vereda de enfrente justo pasaba un turista que ante la imagen creyó tener a tiro un buen recuerdo y no dudó en pelar la cámara. Advertido de hallarse en foco, Albistur perdió la cheta calma y le hizo una levantada de pera acompañada con un ademán de quetepasa. Fue entonces cuando el turista gritó “Ma-la-do-na!!!”, que nuestro ex secretario tomó por “malandra” o “ladrón/a”, con la subsiguiente embestida, escena de pugilato y bolsas de hielo sanador. Según Comisaría de Pinamar, el turista en cuestión es un ciudadano filipino con pasaporte a nombre de Emmanuel Pacquiao, alias “Pac-man”.
enero 24, 2010 a las 8:02 pm
me dijo un vecino k que al tipo que lo trompeó lo mandó cristina porque no soporta el careteo del pepe con minas jovenes y bellas en sus mansiones…todo puede ser.
febrero 2, 2010 a las 3:11 pm
La única superioridad que reconozco es la bondad, leí en un libro del «maldito» Houelebecq.
Vallejo me dejó con un nudo apestoso en la garganta: lo abandoné. Montañés, lo decís mejor que el cruel colombiano.
De todos modos, acá estamos, ¿qué hacemos? ¿eh?
Muy bueno, me gustó mucho tu despotrique.