Un programa japonés

Visita a La Casa de Japón

por Flavia de la Fuente (y Gabriela Ventureira)

Antes de salir para Buenos Aires, mi amiga Gabi, que estudia japonés de manera intensa desde hace casi tres años, me invitó a acompañarla a conocer la Casa de Japón, una residencia de más de 200 años que sus dueños trajeron desarmada de Japón hace unos 25 años. Como a mí también me fascina la cultura japonesa, la invitación me resultó irresistible.

La cita era el sábado 21 de noviembre a las 15.30 en Boulogne. En la puerta de la casa nos esperaban todos los compañeritos de Gabi del CUI, liderados por la sensei Gabriela. Cuando llegué, todos me dijeron que tenía que decir: “Konnichiwa”. Besé a uno por uno, traté de repetir con dificultad ““Konnichiwa” y me puse un poco nerviosa por estar frente a tantas personas desconocidas.

Después de sacar muchas fotos con cámaras varias a todo el grupo, se hizo la hora y pasamos a la casa a través de un sendero de piedras que atravesaba un hermoso jardín donde había una escultura ondulada.

Nos hicieron tomar asiento y el dueño de casa, el señor Guillermo Bierregaard, comenzó a explicar de qué se trataba todo. Lo primero que dijo, según recuerdo, fue que estábamos en una minka, o sea, en una casa de campo. Que hace mil años esas casas se construían dentro de un pozo y que, con el correr del tiempo, se fueron haciendo más arriba.

Continuó contándonos que en Japón el concepto de casa incluía siempre el jardín. Que no se diseñaba el interior de la casa y después el jardín, sino que se concebía todo en conjunto, como una unidad. Que el jardín debía poder disfrutarse desde adentro y que en general debía verse desde la posición de estar sentado en el piso, como se hace en Japón.

Los monjes zen, por ejemplo, recrean la naturaleza en la casa. Arena rastrillada y piedras que simbolizan el río y las montañas.

La idea de casa como refugio, donde sólo hay belleza y sosiego, es muy fuerte en esa cultura. Por eso, por ejemplo, se sacan los zapatos al entrar, para no traer la suciedad del mundo exterior a sus hogares. Además, acotó Guillermo, siempre debe verse todo limpio. Por ejemplo, ayer nosotros no nos sacamos los zapatos. Pero caminamos por un sendero de piedritas y después entramos a un hall de mosaicos que lucía brillante e inmaculado.

Desde la casa, el adentro y el afuera tiene que proveer de tranquilidad a su morador. Por eso, los japoneses construyen las casas con un alero que tapa los objetos indeseables que quedarían de otra manera en el fondo (una casa fea, un cartel). Y si con el alero no basta, ponen esas puertas corredizas de papel que bloquean la vista hacia el exterior y permiten la entrada de la luz. O hasta colocan persianas y cortinas para tapar la vista de algo que consideran desagradable. Lo desagradable, puede ser algo que no les gusta que se vea dentro de la propia casa. Por ejemplo, que no se vea la cocina desde el living.

Sosiego, serenidad, refugio y la búsqueda de la belleza son los imperativos de la arquitectura y decoración japonesa. Que nada perturbe. Lograr la máxima intimidad. Todo muy cerrado a las agresiones del mundo. Al parecer, el afuera, desde hace milenios es casi el infierno. Todo esto también me hizo acordar a Safe de Todd Haynes.

También nos contó Guillermo que la decoración no es estable como en nuestras casas. Que una pared en blanco, en Occidente, se cubre con un cuadro y así queda para siempre. En cambio, no es así en Japón. La decoración varía también según las estaciones para sentir el paso del tiempo. Así, por ejemplo, en verano se pondrán bambúes para que den sensación de frescura y en invierno se sacarán los adornos de vidrio porque transmiten la idea de frío.

El dueño de casa hizo especial hincapié en la importancia de tener en cuenta las estaciones del año, tanto para decorar el interior como para los distintos paisajes del jardín. Nos contó la anécdota de un célebre arquitecto que consideraba tan importante la vivencia de las estaciones que se construyó el baño afuera de la casa. De esta manera sentiría frío en invierno, el agua cuando llovía, calor en verano, porque se vería obligado a salir varias veces de la casa. Así que el hombre iba al baño con paraguas. Esta anécdota me hizo acordar a la casa de mis abuelos en Pompeya. Ellos tenían la cocina y el baño en un extremo y dos cuartos en el otro extremo de un patio de casi veinte metros. También debían ir con paraguas al baño. Y recuerdo que, de noche, a mí y a mi hermana nos dejaban una pelela por si queríamos hacer pis. Pero no eran japoneses, eran campesinos gallegos. Y ya de viejos, mi papá les hizo construir el baño y la cocina junto a las dos habitaciones para que no pasaran más frío. Ya habían sentido demasiado las estaciones.

La verdad que el tema de la arquitectura es fascinante y lamento no ser experta para contarles todo lo que se dijo. Tampoco llevé un grabador ni tomé notas, aunque con Gabi, cuando llegamos a casa, tomamos apuntes para esta crónica y, entre las dos, anotamos lo que más nos había interesado de la visita.

Continuemos. La casa que visitamos es muy grande, tiene como mil metros cuadrados. Pero todo tiene una explicación. El espacio no era un lujo, sino que servía para trabajar. Los dueños originales vivían en un sitio donde nevaba tres o cuatro meses por año. Entonces, durante el crudo invierno, en el interior, se trabajaba el gusano de seda. Cuando en Japón se encuentran casas grandes es porque unen el espacio para vivir con el espacio para el trabajo adentro.

Guillermo explicó también que la unidad de construcción de la casa era el tatami. Un tatami es una esterilla de paja que mide 180 cm de largo por 90 cm de ancho. Entonces, las casas se miden teniendo como unidad de superficie el tatami. Para que una habitación sea confortable para una persona lo ideal es 2,5 tatamis (4,05 metros cuadrados) y para dos personas, cuatro tatamis y medio (7,29 metros cuadrados). Son más chicos que nuestros cuartos. Para mí no sería confortable. Mi dormitorio mide 9 metros cuadrados y no me alcanza…

La altura de las habitaciones también está estudiada. Se considera que un cuarto tiene x metros cuadrados, medidos en tatamis. Entonces, la altura del cuarto debe ser de 0.30*x. Por ejemplo: se puede calcular la altura de una habitación para dos personas de la siguiente manera: 1,80*0,90*4,5*0,30 = 2,187 metros cuadrados. Espero que hayan entendido. Si no, pregunten.

Entonces, con este sistema reglado para la superficie y la altura, ya tienen todo asegurado para el máximo confort. Pero un cuarto de dos metros de alto es muy bajito. Q estaría muy incómodo. Se ve que es para japoneses.

Guillermo seguía hablando sobre la arquitectura japonesa y yo me moría de ganas de ir a sacar fotos de una escultura que parecían lanzas y que daba al jardín. Saqué una de lejos y otra, más tarde, de cerca.

En un momento dado, Guillermo contó que traer esa casa a la Argentina fue su proyecto de vida. Que se fueron a vivir a Japón en 1972 con su mujer Patricia. Partieron tentados por la aventura oriental pero no fueron sin nada, en busca de suerte. Iban contratados por una empresa naviera. Pero, cuando llegaron, la empresa quebró y se quedaron sin trabajo. Al poco tiempo, él se reubicó en otra empresa naviera y Patricia en un banco.

Guillermo cambió rápidamente de tema. Nos contó de lo dificultoso que fue armar la casa. Y después se dispuso a describirnos el museo de artesanías artísticas que cobija en su casa. Nos explicó que ellos eligieron obras de artistas modernos y de artesanos que eran tesoros nacionales vivientes. Estos artesanos son muy particulares. Existe uno y solo uno para cada especialidad, por ejemplo, la laca, y dentro de la laca, hay uno solo para una determinada laca. No son innovadores, ni perfectos, sino que estos artesanos buscan la excelencia, que no es lo mismo. Otro concepto oriental clave.

También nos contó que, por ejemplo, algunos artistas especializados en la pintar de las cañas de bambú, pasan decenas de años pintando lo mismo una y otra vez, porque la idea no es alcanzar la perfección sino “ser el bambú”.

Una curiosidad es este cuadro que parece una pintura moderna y, en realidad, se trata de pruebas de estampado de telas. El cuadro no es sólo una experiencia visual. También es una experiencia la textura de los géneros, que creemos recordar con Gabi que era seda. Este cuadro es un claro ejemplo de una artesanía artística.

Para ser justa, hay que decir que Guillermo habló mucho más y con mucho detalle del arte oriental y de la arquitectura. Así que los interesados no se deben perder la visita a esta casa japonesa.

Cuando terminó su disertación, decidió que un grupo debía visitar el museo en el primer piso y el resto, abajo. Eramos dos grupos de quince personas. A mí y a los japonesitos de Gabi nos tocó ir al primer piso con la señora Patricia. Yo estaba muy intrigada por su historia de vida. ¿Por qué se habían ido a Japón? ¿Cómo se les había ocurrido comprar una casa gigante, desarmarla y traerla a Buenos Aires? Me hacía acordar a Fitzcarraldo. Pero no me resultó fácil entablar conversación con la mujer. Era muy esquiva. Me acerqué varias veces sin lograr que me contara nada. Todos me decían que no era por mí, que era así, que tenía mentalidad japonesa, es decir, que era muy cerrada.

Pero, no sé por qué, insistí todo lo que el pudor me permitió y logré enterarme de algo más. Le dije: “Disculpe que la moleste, pero realmente me interesa mucho la historia de su vida. Me gustaría que me contara un poco más”. Y algo más me contó. Me reiteró que partieron hacia Japón en 1972 a los 26 años. Que se venían tiempos difíciles en la Argentina. Y que a los cinco de estar ahí decidieron quedarse indefinidamente. Pronto, su proyecto de vida se convirtió en traer a Buenos Aires la casa que habían comprado en Fukui en 1979 y convertirla en un museo sobre el arte y el estilo de vida japonés. Le pregunté si la casa había sido muy cara y me dijo que no. Que se la habían comprado a unos viejitos pobres que querían mudarse a algo más pequeño y cómodo. Que cuando llegó, además de trabajar en el banco, estudió letras en la universidad. Que era hija de diplomáticos y que había vivido en Japón cuando era chica, que había trabajado en Japan Air, así que conocía el idioma. También me dijo que una vez que compraron la casa, durante el resto de los 25 años que vivieron en Japón, se la pasaron ahorrando para costear el traslado de la casa desarmada y para comprar arte. Salían a buscar objetos de arte cinco veces por semana, tratando de encontrar lo más representativo para traer a la Argentina. Después en la internet encontré que se llamaba Patricia Hardy. Si ponen en el Google “Casa de Japón” van a encontrar muchísimas notas sobre el tema.

El proceso del traslado y reconstrucción de la casa fue costosísimo. Antes de enviarla a la Argentina, la armaron en el puerto de Nagoya, para chequear que no faltara ninguna parte. Porque si faltaba algo, allí iba a ser más fácil de reparar lo que fuera necesario. Una vez verificado que no faltaba nada, la desarmaron de nuevo y la enviaron a la Argentina junto con un plano hecho por un arquitecto de 90 años, discípulo de Frank Lloyd Wright. Y además, junto con la casa, viajaron seis albañiles y carpinteros japoneses, que trabajaron en el rearmado de la casa de campo en Boulogne. Este proceso de reconstrucción llevó 25 años de incansable trabajo. También me contó que ellos viven en el altillo.

Bueno, no me acuerdo de nada más. Me gustó mucho estar en esa atmósfera pacífica, despojada, y siempre con vista a un jardín verde. A la salida, nos despedimos con un “sayonara” de los compañeritos de Gabi. Llovía y todo se veía muy bello. Nos sentíamos en armonía.

14 respuestas to “Un programa japonés”

  1. Ethan Edwards Says:

    Muy estimulante relato, F. Dan ganas de ir. Además, acabo de ver la gran Election 2, de Johnny To..digo..para compartir la onda oriental -mas allá de que el mío fue un programa chino y menos pacífico-. Saludos y que mejoren de las muelas…

  2. Galois Says:

    Hablando de programa oriental y de To, anoche vi la inmensa Breaking News</i<.
    Y la semana pasada, el que en mi opinión es su mejor film,
    Mad Detective.

    Vamos a terminar con los ojos rasgados….

    Me encantaron la IMG 9834 y la 9837.

  3. Galois Says:

    Puse mal las tags HTML y quedó «breaking» la itálica…

  4. Ethan Edwards Says:

    En la buena edición del dvd local de Election 2, hay un pequeño extra de seis minutos en el cual To, sentado en un sillón como El Padrino, explica la complejidad que existe ahora en Hong Kong en su nueva relación con la China continental. Si bien sabe a poco, está subtitulado y se disfruta mucho. Interesante complemento para seguir disfrutando la relación que se entabla entre el policía chino y el gangster isleño.

  5. Pepe Trueno Says:

    Muy buenos encuadres, Flavia! ;-)

  6. JorgePayador Says:

    Qué historia, más allá de las bellas imágenes que Flavia logra captar. Felicitaciones.

  7. estrella Says:

    Para Flavia y Gaby: se nota que han puesto toda su atención para después poder contar cada cosa que vieron, ¡gracias!
    Impresionante el relato, si dan ganas de ir ya a ver la casa japonesa.

    Excelentes las fotos!

  8. Martin H Says:

    Que lugar extraordinario Pienso en que un lugar tan hermoso esté en el conurbano y sufro Nadie mas imbecil que los argentinos para arruinar un pais

  9. Mariana V. Says:

    Queridas Flavia y Gabi,
    ¡Voy a ir a visitar la casita!
    La arquitectura japonesa está basada en la escala humana (oriental, claro! Quintín excede la altura de los antiguos japoneses). Es algo así como la domesticación del espacio interior y exterior vs la grandilocuencia occidental. Basta comparar un jardín japonés, concebido como un ‘mini-landscape’ abarcable al que no le falta nada, con la inmensidad de Versailles, donde se fuerza a la naturaleza a responder a las reglas de la geometría. Los ingleses, en cambio, estuvieron más influenciados por Oriente en el diseño del paisaje.
    Fue la arquitectura japonesa la gran inspiradora de la arquitectura moderna. Primero fueron las líneas ornamentales del Art Nouveau, inspiradas en los trazos japoneses, hasta que vino la “revolución interna” o el cambio radical en el modo de concebir los espacios. Pasamos de la sección áurea al tatami, porque el Modulor de Le Corbusier se inspiró en el tatami. También Frank Lloyd Wright, el gran precursor, estuvo influenciado por la arquitectura japonesa.
    Los espacios se modelan y modulan partiendo de las medidas del hombre (el tatami es la medida de un hombre acostado), se quita lo superfluo (ornamentos) y se “trae” el exterior, o el interior “sale”; se prioriza la relación entre el interior y el jardín.
    Y la inspiración del Oriente Zen continua en el minimalismo…
    ¡Y viva la sabiduría oriental!

  10. Duncan Says:

    Parezco a mi que eso estilo no es de japan y es solo una copier de los estilo de charles rennie mcintosh sin flair. Es claro que no es un casi para vivir pero mas como un casi para esos que tengo el miedo de paises de aborratado de gentes.

  11. vozextraña Says:

    La experiencia del afuera

    El satori, escribe Barthes, es un pequeño seísmo (conmoción y sacudida de la persona), y el zen un acto de conocimiento sin sujeto cognoscente y sin objeto de conocimiento. Oriente, que por suerte no ha tenido su Hegel (y que tampoco ha tenido Dios), ignora la identidad total del sujeto y del objeto que sería el resultado de la teleología histórica; más bien vacía de antemano esas categorías. ..
    Es verdad que esas cumbres (no igualadas en ninguna otra parte) del esnobismo específicamente japonés han sido patrimonio exclusivo de los nobles y de los ricos. Pero, a pesar de las desigualdades económicas y sociales persistentes, todos los japoneses, sin excepción (las palabras son de otro viajero ilustre, Alexandre Kojève, pero los subrayados son míos), son capaces en la actualidad de vivir en función de valores totalmente formalizados, es decir, vacíos por completo de cualquier contenido «humano» en el sentido de «histórico».
    Desde entonces y hasta su último curso (La preparación de la novela, la mitad del cual está consagrado al haiku japonés), Roland Barthes no cesará de investigar esas formas totalmente vaciadas de historicidad (en el sentido hegeliano) como variables y reglas para organizar la vida en común y la cohabitación (la comunidad más allá del comunismo).»
    diarios de Roland Barthes -«La comunidad de los ausentes» – Daniel Link Revista Ñ 19.11.09

  12. carlos Says:

    en relación a la arquitectura japonesa, a su concepción del espacio y la valorización de la luz en los ambientes habitables, la armonía de la relación entre el hombre y su entorno, recomiendo la lectura de Elogio de la sombra, de Tanizaki.

  13. Mariana V. Says:

    Flavia, creo que la foto del objeto en forma de «S» es un pinche de ikebana puesto al revés ¿o me equivoco?

  14. Maricarmen Says:

    Yo también estuve ahí y quedé arrobada por la belleza del lugar, además de lo interesante de sus habitantes. Hace desde que volví de ese viaje que me pregunto que árbol será ese blanco y verde que se ve en la foto en la que en 1er plano están las piedritas, luego el césped inmaculado y en el fondo parte de la fronda de ese árbol. Si alguien me puede sacar de la duda, se los voy a a gradecer. Saludos

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s


A %d blogueros les gusta esto: