Viaje al Norte en nueve días

por Estrella

Viernes 18 de septiembre

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Llegó el día de nuestro tan esperado viaje. La excusa: una gran amiga tucumana cumplía años, así que hacia allí partimos mi compañero de ruta (de aquí en más lo llamaremos J.) y yo. Pobre J., soy el peor de los copilotos. Porque me mareo si no voy con la vista clavada en el horizonte, porque no leo los carteles de las calles, porque soy tan zurda que siempre tiendo a decirle que hay que doblar a la izquierda, porque me gusta parar en los bares de la ruta cada dos por tres, porque pongo la música a todo volumen.

Esta vez decidí dejar en casa los CD de Leonard Cohen que me acompañan en cada viaje y elegí folclore: desde los Chalchaleros, Cafrune, Hugo Díaz, Vilca… hasta Tomi Lebrero, porque tiene una canción a Tilcara que es una delicia.
Cada tanto, y para matizar la monotonía de la ruta que atraviesa Santiago del Estero, prendíamos la radio local y entonces nos sorprendíamos con payadas de otros tiempos y con las voces de los locutores y locutoras, tan rotundamente porteñas. Lo más bizarro fue, sin duda, un hombre que conducía un programa religioso con voz amenazante; apagamos del miedo que nos dio su discurso sobre los demonios, el pecado y los vicios de estos tiempos, no sin antes preguntarnos si no sería un imitador de Peperino Pómoro.

Cuando J. se adormilaba con la armónica de Díaz o con la calentura de Cafrune y su Telesita, pegaba el grito: «¡Poneme los Chalcha, que me duermo!». Se ve que los gritos machazos y salteños lo despejaban en un santiamén.

En cada bar donde parábamos a cargar nafta y tomar un café, siempre el mismo escenario: el perro cansino despatarrado en la puerta, uno o dos parroquianos con la mirada fija en la pantalla de la tele, desde donde el canal TN les informaba los detalles sobre el conflicto en la municipalidad de Vicente López o el violento robo en el Camino de Morón.

Ya a la tardecita llegamos a Tucumán. Una siesta reparadora en el hotel, ¡y a la fiesta!
Nuestra amiga cumplía 50 años y decidió, con mucho esfuerzo, contratar un salón con servicio de comida y ambientado como para un casamiento… ¡pero invitó solo mujeres! Los únicos hombres eran los de su familia y unos pocos que llegaron desde Buenos Aires. Parece que los tucumanos chupan como esponja y ella decidió que no pensaba pagar una botella de lo que fuera por cada invitado macho. Muy resuelta, los dejó afuera, cosa que sorprendió solamente a los porteños.

Hubo video, baile entre mujeres, besos y abrazos.

Sábado 19 de septiembre

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Paseamos por Tucumán. Lapachos en flor de vivos colores: amarillos, blancos, rosas, violetas. Empanadas tucumanas. De carne. Picantísimas.
Entre los invitados a la gran fiesta, estaba el hermano de la homenajeada, que resultó ser el Embajador argentino en Brasil, Carlos Lohlé. Hombre encantador por donde se lo mire, pintón, buen conversador, atento e inquieto. Entre empanada y empanada, le conté que un tío mío había sido uno de los fundadores de Brasilia, lugar en donde está la Embajada. Ahí nomás nos pusimos a recordar la historia de este hombre de 20 años, que partió de Buenos Aires junto a su novia de 18, en un viejo jeep y con un perro a bordo, allá por el año 1957. Mi tío murió hace años, y su mujer, Mercedes, es hoy toda una personalidad de Brasilia. Me contó cosas que no sabía y me invitó a que fuera a conocer a la señora Mercedes y a mis primas brasileñas.

Domingo 20 de septiembre

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Nuestro próximo destino: Amaicha del Valle.
Dos motivos nos llevaron hasta ahí: una de mis hijas, fotógrafa, vivió cuatro meses entre la gente del pueblo e hizo junto a ellos un trabajo de reconstrucción de la historia del lugar a través de la fotografía. Cuando llegué, tuve la sensación de que ya había estado allí, porque recordé cada una de sus historias.

El otro motivo: ahí nomás, en el barrio de Los Zazos, vive un gran amigo, Balbín Amable Aguaysol, hombre de esas tierras, hijo de padres zaferos.

Un buen día, avergonzado por lo que veía en su pueblo y consciente de que el Estado les había soltado la mano, decide fundar en su pueblo la Escuelita Cultural Amauta y el Eco Museo, en alianza con la Fundación Equidad y con el apoyo de amigos de distintos puntos de la Argentina. Desde entonces, ha recibido innumerables premios y reconocimientos, mientras pelea desde hace años contra un cáncer al que vence una y otra vez.
Es un hombre joven, de amplia sonrisa y dueño de una retórica que deja sin habla a su auditorio, cada vez que lo invitan a dar charlas en centros educativos, foros empresarios o universidades de todas partes del mundo.

Junto a él y a otros amigos recorrimos la Escuela y almorzamos empanadas que nos preparó su madre.

Si algo quisiera contarles de nuestra conversación con Balbín, es su visión sobre lo que hoy está sucediendo en su provincia. Ve desánimo y apatía entre la población más joven; ve que cada hombre y cada mujer van perdiendo lo que el considera más importante: la certeza de sentirse dueñas de su destino. Muchos están a merced de punteros que los custodian con uñas y dientes como si fueran sus dueños, y que les chumban sin disimulo a los que se acercan con nuevas miradas a hablar de dignidad y de libertad. «Horrrrible, horrrrible», repetía Balbín para cerrar cada historia.

Después de una intensa conversación, nos pusimos en marcha hacia Cafayate. Pasamos la noche en un bellísimo hotel, en medio de los viñedos.

Qué cosa con los viajes, no queda tiempo para otra cosa que no sea mirar y mirar.
Recién entonces tuve un rato para leer algunos de los libros que había llevado. Antes de partir, estaba en plena lectura de un policial que me tenía atrapadísima: Delitos a largo plazo, de Jake Arnott. Pero en el silencio de la noche, cuando retomé la lectura, ya no recordaba quién era quién; corría el riesgo de confundir al asesino con el buen muchacho. Entonces abandoné la lectura y empecé un nuevo libro sobre la vida de Lugones que no logró cautivarme ni un minuto, así que apagué la luz y soñé despierta con lo que vendría.

Pero nada fue como lo imaginé.

No sabía que me esperaban los cielos más azules, el aire más límpido, las noches más perfectas.

(Continuará…)

Una respuesta to “Viaje al Norte en nueve días”

  1. zeta Says:

    Hola, estrella!;acabo de leer tus comentarios sobre esos maravillosos lugares del norte y cuán grande fue mi sorpresa acerca de la fiesta y tu encuentro con carlos «poli» lohlé, a quien conozco y de quien perdí sus rastros..; si lo ves, mandale saludos de una nicoleña !.. Para vos, lo mejor !!!! Besos

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