por Janfiloso
El partido de San Isidro representa los extremos de nuestro país, desde las más lujosas casas sobre las barrancas del río en Martínez, hasta La Cava, una de las áreas de precarización más grandes del país. Más allá de los extremos, de por si notables, existen en el partido representaciones de todas los niveles socioeconómicos y, en particular, una notable muestra de la diversidad de niveles de clase media, desde la media alta a la media baja.
El partido tiene un frente de más de cinco kilómetros en su límite Este con el Río de la Plata y lados de unos diez kilómetros lindando con los municipios de San Fernando al Norte y Vicente López al Sur; al Oeste limita con el Municipio de San Martín. Cerca de cinco mil hectáreas con más de cuatrocientos mil habitantes y La Cava que ocupa unas treinta y dos hectáreas.
Lo atraviesan tres líneas férreas, el Mitre, el de la Costa y el Belgrano; las avenidas del Libertador, Maipú y la Panamericana y sus dos ramales, Tigre y Rutas 8 y 9, que conforman justamente la zona conocida como “La Horqueta”; todas ellas tienen una dirección Norte-Sur, aunque el Belgrano y el ramal Ruta 8 toman luego una dirección Oeste saliendo del partido.
Las estaciones del Mitre representan los barrios más granados del partido: Martínez, Acassuso, Beccar, etc. y las del Belgrano las más olvidadas, Villa Adelina, Boulogne, etc. El tren de la costa representa sin duda una fallida inversión de los Soldati y algunas de sus estaciones marcan la enorme población que por querer vivir en San Isidro lo hace en tierras que se inundan ante la menor sudestada; privilegios de pertenecer. Lo cierto es que justamente la zona de la Horqueta que forman los dos ramales de la Panamericana representa el crisol de la clase media, mucha de la cual lucha desesperadamente por mantenerse y parte de ella se desespera por decir que vive en San Isidro cuando su código postal revela irreversiblemente Boulogne. Como los límites entre barrios dentro del partido son circunscripciones bastante desconocidas, la confusión ayuda bastante a mantener la prosapia sanisidrense.
Dos menciones al paso podrían justificar esta crónica. Una es el trabajo que se realiza justamente en La Cava para atenuar la precariedad de la condición de sus habitantes. La intendencia está manejada por la dinastía de los Posse y aunque no podría decir que comparto su gestión, la tarea que se realiza en La Cava es digna de mención. La foto del edificio vidriado es la sala de salud de La Cava; que el municipio deba ocuparse de una función que es de naturaleza provincial es de por sí notable, que lo haga en La Cava con edificios como el que ilustra la foto es más destacable aún.
Para hacer el argumento más breve, diré que con una arquitectura más modesta podrían haberse hecho más metros; sin embargo es justamente destacable que la estética y hasta si se quiere el lujo, sean atributos con los que se atiende a La Cava. Representa una deuda social sideral, y que se pague aunque sea parte de ella con una moneda de oro parece querer indicar que el saldo de la deuda se pagará en la misma moneda de exceso. No sé, por ahí es retórico, pero me gusta pensar que alguien piensa que esa gente merece eso y más y que la estética no es una cuestión reservada a los ricos. La otro foto muestra las casas que reemplazan a las viviendas precarias y parecen bastantes buenas también. Todo esto cubre media hectárea, una como mucho, de modo que quedan 31 hectáreas para corregir, pero al menos se empezó y el centro de salud ya está.
La tercera foto refleja también una peculiar situación de San Isidro. Cómo en la década del 60 la zona de la horqueta era extramuros, había bastantes fábricas. Una de ellas la Bayer, la empresa alemana de medicamentos que quedó enclavada en el medio de la horqueta. En la década del 90 la Bayer le cedió a la Goethe Schule los fondos de su fábrica y allí se construyó un colegio que asombra; el edificio es extraordinario y tiene pista de atletismo, canchas de futbol y hasta un observatorio astronómico. La Bayer quedó en unas dos hectáreas sobre una zona que debe valer unos 200 dólares el metro y veinte años después, le vuelve a ceder los terrenos al colegio alemán para que amplíe sus instalaciones. El cartel refleja que la obra la hace otra empresa alemana, Stieglitz, una constructora muy conocida.
Dos hectáreas a doscientos dólares el metro son cuatro millones de dólares. Estoy seguro que cualquier empresa argentina hubiera hecho lo mismo (je). Lo que importa a países como Alemania, Inglaterra, Italia o Francia la difusión de su cultura en otros países es increíble.
Hay mil historias como esta en la ciudad desnuda.
octubre 4, 2009 a las 10:43 pm
http://www.lalectoraprovisoria.com.ar/?p=4847
octubre 5, 2009 a las 2:37 pm
Muy buena la radiografía, Janfi. Lástima que me perdí los otros comentarios.
octubre 5, 2009 a las 4:05 pm
No muy lejos de hoy a Pilar le toca algo parecido. Las villas, los countrys, los shoppings, las innudaciones, las oficinas de lujo, los autos abandonados… y así y así… sin quedar con un punto gris.
noviembre 27, 2009 a las 2:17 pm
stieglitz no es una empresa alemana, es una empresa 100% argentina fundada por un maestro mayor de obras que nació en La Pampa, se crió en el monte chaqueño, empezó trabajando de albañil y sigue trabajando todos los días con 82 años a cuestas…