La conversión de Ñ
por Juan Villegas
A pesar de lo que indicaría su tapa, en la Ñ de esta semana prevalece el tema de la religión. Otra vez, esto no parece ser el resultado de un plan editorial sino pura casualidad. Enumero. La columna de Birmajer, un homenaje a Isaac B. Singer con numerosas referencias bíblicas; una nota sobre la construcción de un inmenso parque temático en Inglaterra, que defenderá la versión de la creación del mundo según el Génesis en contra de la teoría darwiniana; la sección Pistas, dedicada la frustrada visita del Papa a la Universidad de Roma y al discurso que allí iba a dar; una reseña a la edición en español de las Confesiones de San Agustín; y una breve entrevista a un antropólogo que dicta, en la UBA, un seminario llamado Teoría y Práctica en Antropología de la Religión.
El problema de la religión, para mí, es que me resulta un tema muy poco interesante. En realidad, siento que es un tema inexistente, del que no se puede decir nada. Aunque suene intolerante, tengo que decir que me parece un milagro (bienvenida la palabra, aunque suene a chiste) que la religión siga teniendo vigencia. A mi pesar, es un hecho indiscutible que sobrevive en las prácticas individuales o colectivas de multitudes en todo el mundo, en el poder económico de las diferentes Iglesias, en su influencia política e ideológica, en la generación de conflictos bélicos, en libros vendidos por millones, en películas taquilleras, en estudios académicos y también, por cierto, en los suplementos culturales argentinos. No puedo evitar sorprenderme. No tengo la pasión del creyente, pero también carezco de la del ateo. Soy, en ese sentido, un tolerante descomprometido. Los templos, los uniformes eclesiásticos y los ritos religiosos me fastidian o me repugnan, según el día y según la Iglesia, pero no movería un dedo para ayudar a que dejen de existir. Siempre me pareció poco arriesgada y facilista la postura de ciertos artistas que combaten las prácticas de las religiones desde sus obras. Siento, por ejemplo, que León Ferrari o Fernando Vallejo, con sus burlas y ataques a la intolerancia de la Iglesia, están eligiendo un blanco demasiado obvio. Por otra parte, más allá de las limitaciones estéticas que resultan de sus objetivos, si buscan alguna consecuencia positiva en las conductas sociales de los ciudadanos están errando la forma. Así, solo podrán convencer a los que ya están convencidos. Al mismo tiempo, me resultan muy burdas e inútiles las metáforas o referencias religiosas en las películas, incluso en algunas muy buenas. Cada vez que un director introduce un plano que remite a una cruz o un personaje dice cumplir treinta y tres años, me dan ganas de salir corriendo. A veces, por suerte, ni siquiera me doy cuenta de las citas y zafo. Alguien dijo que el catolicismo le ha hecho mucho mal a la humanidad pero un gran favor al cine. Puede ser. Hitchcock, Scorsese, Buñuel, Favio, Rossellini, Dreyer, Ford serían ejemplos. Es evidente que todos estos grandes directores han sido influidos por la religión, de un modo u otro. Sin embargo, creo que fueron grandes (muy grandes todos ellos), en todos los casos, por otras cosas. Las referencias religiosas fueron muchas veces las causas de sus puntos débiles, sus caídas en obviedades, la peligrosa recurrencia a símbolos y claves secretas.
Es natural, entonces, que la nota de Birmajer me haya parecido intrascendente. Por otra parte, tiene una estructura torpe, es deshilvanada y perezosa. Poco menos de la mitad del texto son citas de Singer, lo que supuestamente estaría justificado porque el propio Birmajer es el traductor de los fragmentos utilizados, algunos de ellos inéditos en español. No me parece justificación suficiente, sobre todo porque los textos son más bien banales. Lean esto, como ejemplo, aún cuando me puedan acusar de lo mismo que acuso a Birmajer.
En uno de sus libros de memorias, Un día de placer, Singer se presenta a sí mismo con este párrafo:
“Nací en el pueblo de Radzymin, cerca de Varsovia, la capital de Polonia, el día 14 de julio de 1904. Mi padre, Pinchos Menachem Singer, era rabino y hombre de acendrado espíritu religioso. Tenía roja la barba, largas patillas negras y ojos azules. Mi madre, Batsheva, era hija del rabino de Bilogoray, población situada en las cercanías de Lublin. Mi madre tenía cabello rojo, que llevaba muy corto y cubierto con peluca, como solían las mujeres casadas piadosas.”
Este fragmento no viene a cuento de nada, ni genera un comentario posterior. Solo puede significar, entonces, un homenaje a Singer a partir de sus antecedentes rabínicos. Una ridiculez. Antes, se dedica a citar un largo fragmento en el que Singer opone la crueldad de los hombres a la sabiduría y misericordia eterna de Dios. También relata un cuento del mismo autor, que a Birmajer le parece “particularmente encantador” y a mí me pareció un poco ridículo. Aparece otra vez la idea de los hombres malos contra el Dios bueno, el tono solemne, la falsa sensibilidad. El final de la nota de Birmajer es una anécdota supuestamente edificante. Singer da una conferencia frente a estudiantes de una Universidad de Estados Unidos en 1968, en medio del clima contestatario y revolucionario propio de esa época. Singer les dice:
“…como dice el Eclesiastés, no hay nada nuevo bajo el sol. Ustedes no son los primeros revolucionarios y no serán los últimos.” La última frase no está mal, pero el sentido que Birmajer le da, a partir de lo que fue preparando en los párrafos previos, es de un conservadurismo repugnante.
La crónica de la futura construcción de un Parque Temático para refutar a Darwin, por su parte, podría haber salido publicada, tal cual, en la revista Barcelona. Con eso digo todo. Cito el final.
“La municipalidad nos cerró la puerta en la cara –protestaba Jones (el director del emprendimiento)–; basta con que uno pronuncie la palabra cristiano para que la gente no quiera saber nada”.
Lo de Ratzinger es el tipo de noticia que me resulta totalmente irrelevante. Por mí, que dejen al Papa hablar donde quiera y de lo que quiera. Yo no lo voy a escuchar. A veces me sobresalto con sus declaraciones conservadoras en cuanto al sexo y la ciencia, pero creo que su persistencia en algunos temas y la falta de adecuación a los tiempos es una ventaja: peor es el lobo disfrazado de cordero.
También había, dijimos, una entrevista a un antropólogo especialista en religión. Pablo Wright dice cosas como estas: “La religión da sentido al sufrimiento, a la finitud, a la muerte, a través de la generación de una compleja red de significados que combinan elementos intelectuales y emocionales.” Sí, puede ser. ¿Y qué? Lo único interesante de la religión sería una pregunta: ¿Dios existe o no? Lo demás solo puede ser sociología superficial. La idea de la religión como sistema de símbolos, como un lenguaje codificado que crea lazos en la comunidad, no me seduce para nada, pero tampoco me preocupa.
El único artículo interesante, sorprendentemente, es la reseña de las Confesiones de San Agustín. Está firmado por Ezequiel Ludueña, quien une, sin ningún alarde, un desarrollado conocimiento del tema con una prosa clara, elegante y relajada. Erudición y buena escritura es una combinación inusual. Hay que aprovecharla. Esperemos que Ludueña siga escribiendo. Yo prometo seguirlo. La clave de la nota es tal vez que no se centra en la religión como tema (lo que ya dije que me parece improcedente o inútil) sino en la ética, la búsqueda de la felicidad (lo que para algunos pensadores, como Bertrand Russel, son lo mismo) y la metafísica. Ludueña repasa la evolución espiritual de San Agustín, desde su preocupación por la naturaleza del mal hasta sus estudios sobre el tiempo. Destaca, además de la profundidad y modernidad de sus reflexiones, la calidad literaria de sus textos. Sostiene que el placer que producen los escritos de San Agustín “va más allá del fervor religioso en él expresado, al punto de que, por momentos, compartir o no lo que se dice parece accesorio.”
No leí ningún libro de San Agustín ni de Singer. Me dan más ganas de leer al primero, sin dudas. Tal vez sea injusto, pero si es así no será culpa mía sino de los respectivos reseñadores.
Foto: Flavia de la Fuente
enero 20, 2008 a las 6:17 pm
Supongo que la explicación a lo que bien describís podría ser algo así : el 80% de los argentinos manifiesta ser católico, pero sólo el 4% de los argentinos concurren a los oficios. Claramente entonces estamos hablando de dos religiones distintas; de una, mas filosófica, mas de cosmovisión, a la que parecen adherir la mayoría, y de otra, la de los ritos y la teología a la cual adhiere en verdad sólo una muy pequeña minoría. Ambas lecturas están presentes como bien decís en las confesiones de san agustín.
En tanto filosofia o cosmovisión, es un tema que parece interesar y genera contenido y adhesiones, y por eso no es extraño lo que bien señalás del suplemento Ñ.
En última instancia, la mayoría de la gente no va a misa pero se enoja si ofendés a Dios o te mofás de la religión y por eso de alguna manera se siente obligada y al mismo tiempo atraida por las cosas de la religión.
enero 20, 2008 a las 9:35 pm
Deberías leer a Singer. Es, como San Agustín, un escritor maravilloso. Además te introduce en la Polonia de pre guerra, en los ghetos, en el judaísmo en el exilio permanente. En cuanto a la religión fue una cuestión demasiado importante hasta mediados del siglo pasado, verás que hasta Einstein era sumamente creyente, para que desaparezca abruptamente, hoy su importancia va desapareciendo paulatinamente salvo en las regiones musulmanas y ciertos lugares anglicanos, sobre todo en EEUU.
enero 20, 2008 a las 9:58 pm
Juan, es coherente, respecto de lo que decís de lo religioso en el trabajo de algunos cineastas, que en tu adaptación de Los suicidas hayas eliminado los elementos religiosos presentes en la novela, como si te hubieran parecido ajenos o, en todo caso, impropios para el universo de tu pelìcula.
enero 20, 2008 a las 11:14 pm
“No creo en un Dios personal y nunca lo he negado, por el contrario, lo he expresado claramente. Si algo hay en mi que puede ser llamado religioso es entonces la admiración sin límites a la estructura del mundo hasta donde la ciencia ha podido revelarnos por el momento”. Albert Einstein
“La moda mística de estos tiempos, que se muestra particularmente en el crecimiento rampante de la llamada Teosofía y Espiritualismo, para mi no es más que un síntoma de debilidad y confusión. Como nuestras experiencias consisten en reproducciones y combinaciones de impresiones sensoriales, el concepto de un alma sin cuerpo me parece carente de cualquier tipo de significado”. A. Einstein
“No puedo imaginarme a un dios que premia y castiga a los objetos de su creación, cuyos propósitos han sido modelados bajo el suyo propio; un dios que no es más que el reflejo de la debilidad humana. Tampoco creo que el individuo sobreviva a la muerte de su cuerpo: esos no son más que pensamientos de miedo o egoísmo de lo mas ridículo”. A. Einstein
enero 21, 2008 a las 12:09 am
Juan:
siempre me resultan interesantes tus posteos sobre todo porque escribís muy bien. No ví tu cine, pero tengo ganas de hacerlo.
Sin embargo, y sin haber leído ñ, hay un par de cosas esta vez con las que disiento.
Lo único interesante de la religión no es la pregunta¨Existe Dios o no?¨¨ Es Creo en Dios o no?¨, lo que comunmente se llama fe.
La cuestión de la fe no es nada boba.
Decís que nada te importa menos que la religión y en efecto, a la mayoría de las personas les pasa lo mismo, sobre todo a los que resuelven el asunto llamándose católicos porque los bautizaron, tomaron la comunión, y bueh, ya que estamos…la hagamos.
Y estan los otros, los agnósticos y ateos que arman sus arbolillos navideños para esperar la llegada del niño, comen turrón y se desean paz. Yo no.
¨.
La preocupación religiosa puede ser muy torturante para quien SI cree en Dios, no puede torcer esa confianza y no encuentra una religión que lo cobije, tal mi caso. Hija de socialistas, nadie me bautizó ni tengo la foto de la comunión y creo en Dios desde que recuerdo.
Hago la gran Woody allen buscando a los krishnas, me busco un catecista, voy a la mezquita a tomar un seminario? Ya lo hice y sigo sin resolverlo.
Al final tomo de aquí y de acullá lo que puedo, hago el Itzcor cada año, como si fuese judía, le prendo una vela a la Guadalupe para que mi abuela no se muera, como si fuese catolica, no como animales como los hare hare y soy anti abortista.
Ya sé: te parezco una boluda irredimible y no no lo descarto.
Yo me considero una sufriente porque no encuentro una religión y siento la existencia de Dios con sinceridad.
El ateo convencido – mi viejo- como el creyente convencido, es un tipo que se ha preguntado por Dios muchísimo más que el que sigue por inercia una tradición familiar.
León Ferrari ataca al catolicismo porque su padre pintaba capillas y la Iglesia colaboró con la desaparición de su hijo. Te parece banal? Su obra no te gusta, ok. Su lucha tampoco?
Rozanski metió en cana al segundo cura del mundo condenado por genocidio.
Te parece un caso más? Es una obviedad resaltarlo en el país donde el culto oficial es el católico?
Volviendo a ñ:
Las declaraciones de la Rata Zinger, que nos promete un mea culpa por su club de pederastas no te interesan por obvias. Son obvias para vos y para varios, pero hay gente que todavía duerme. No vale la pena escribir sobre ello?
Entonces rescatás el artículo de Ludueña por bien escrito, porque te insinúa a un San Agustín gran escritor y poque elude el tema de la religión, que considerás improcedente o inútil: pues habrá muchos lectores a quienes el tema les interese sobremanera, como a mí.
No discierno si te parece que un suplemento cultural debería obviar un tema que a vos, juan Villegas, no te interesa o si tal discusión debería darse en otra sección, como ¨sociedad¨ o ¨religión¨.
Tu post me dejó la sensación de que un suplemento cultural debería referir los temas que a vos te interesan. Qué opinás?
Te hablo con buena fe, nunca mas propia la muletilla, de verdad me gustan mucho tus intervenciones, pero ésta no.
enero 21, 2008 a las 12:27 am
Ajá:
si así lo sintió el Nobel de Física, me quedo con lo que sintió Nobel de Literatura.
No, mejor me quedo con lo que siento yo.
enero 21, 2008 a las 12:28 am
quisedecir la nobel
enero 21, 2008 a las 2:01 am
Juan, el ultimo jueves volvi a ver Sabado
Que exquisita es la escena final.
Saludos
enero 21, 2008 a las 3:37 pm
Blaquier cada día te quiero mas Coincido con que Singer es un escritor maravilloso.
enero 21, 2008 a las 3:45 pm
Yo en cambio, creo que si el mundo fue decayendo y volviendose mas negociante y lucratico..fue a causa del abandono de la verdadera religion… no de la de palabra unicamente…sino de la que va acompañada de actos….no creo en el catolicismo y me repele enormemente…….no creo que las cruces estampitas y plasticos tengan poderes de curacion…..pero si creo que Dios existe….y que hay que preocuparse por la salvacion del alma……pero no caminando hasta lujan no se que dias al mes…..sino siendo compasivos en los lugares que frecuentamos y en las cosas que decimos y hacemos……..
tengo que ir al trabajo…..luego pasare a terminar…gracias.
enero 21, 2008 a las 6:49 pm
creemos que no se puede dejar de lado el post de ernesto..
enero 21, 2008 a las 10:27 pm
Es cierto lo que dice David. Lo había olvidado. Lo que menos me gustaba de la novela de Di Benedetto eran las referencias religiosas. El personaje tenía 33 años y al final vive una especie de muerte y resurrección. Mucha gente me decía que mantuviera eso. ¡Nunca! Es posible que a la película le hubiera ido mejor: esas analogías gustan mucho a algunos críticos y a ciertos programadores de festivales europeos.
Con respecto al comentario de emeygriega, solo puedo decir que efectívamente creo que un suplemento cultural sería mejor si obviara ciertos temas que me parecen irrelevantes. Pero también digo que es evidente que para mucha gente no es irrelevante. También me parecen irrelevantes las películas de Iñarritu, pero el tipo sigue ahí, haciendo películas que se ven y se premian en todo el mundo. Creo que el cine sería mejor sin Iñarritu, pero eso no significa que habría que prohibirlo. El suplemento cultural puede hablar de lo que quiera y yo puedo decir que no me gusta que hable de algunas cosas porque me parecen intrascendentes. ¿Se entiende? Creo que hay una común confusión entre crítica y censura. Son dos cosas muy diferentes. También hay otra idea peligrosa, que es la de intentar diferenciar los criterios objetivos de los subjetivos. Me hace acordar a uno que decía: «desde mi punto de vista subjetivo, yo creo que…». Sí, no hace falta aclarar tanto.
Ah, gracias Manuel por tus comentarios. ¡En este blog hay casi tantos espectadores de Sábado como los que fueron al cine a verla!
enero 22, 2008 a las 9:48 pm
No hay casualidades, todo es Obra, también Ñ.
enero 29, 2008 a las 4:44 pm
Tengo que decir que me encuentro -casi- en la categoría de emeygriega aunque no sigo ningún rito, no soy anti abortista (todo lo contrario) y hay momentos en que me da más paz espiritual escuchar a Led Zeppelin que rezar un rosario (ni hablar de ver un corto de Bugs Bunny, que supera ambas experiencias, mal que les pese a los ateos de la animación).
Yo no puedo no ser creyente: juro que lo intenté, pero por alguna razón misteriosa la idea de una trascendencia y de un Dios siguen allí, acompañadas paradójicamente por la duda. El problema de Ñ es mucho más serio que ésto: el problema de Ñ -y de las publicaciones del grupo Clarín en general- es que cree que Dios existe, sigue un programa muy claro y debe imponerse esta idea a como dé lugar. Sí, es azar lo de Ñ de esta semana. Lo que no es azar es que los medios nacionales más tradicionales sean confesionales (ver las coberturas constantes de TN de cuanta peregrinación para pedir trabajo o novio hay en cualquier tempo del neopaganismo de los santos).
Pero por otro lado, el cristianismo o la «fe» en la Argentina no es una cuestión separada de lo político. Uno de los problemas culturales de la Argentina es la pretensión de que la religión ocupe el espacio que debería ocupar lo político. La gente no necesariamente cree en Dios: más bien teme. La sociedad argentina está construida sobre el miedo, entendido «miedo» en el sentido más amplio del término y como mecanismo de control. Por lo tanto, y dado que uno por miedo a perder lo poco que tiene no comete ningún tipo de acción en defensa de sus derechos, se encomienda a lo sobrenatural. Esta noción, paralelamente, bastardea la idea de que exista algo sobrenatural, de que exista espacio al menos para la duda al respecto (interesante lo que escribió Paul Davies y salió publicado en el suplemento de ciencia de Página 12 hace un par de semanas). Quiero decir: Dios no existe en el imaginario colectivo de nuestra sociedad. Lo que existe es el miedo paralizante y la apelación a «algo de afuera» que nos «salve». Y en gran medida la ausencia de un pensamiento crítico respecto de la religión (estaba pensando en el último libro de Daniel Dennet, Romper el hechizo. La religión como un fenómeno natural. Buenos Aires / Madrid: Katz, 2007) sobre todo en la Argentina, donde es imprescindible dado el peso que tiene la Iglesia en decisiones políticas y sociales de todo tipo es también responsabilidad de muchos intelectuales a los que les basta decir con una sonrisa «Lo de Dios es una pavada». Puede que lo sea, pero es una pavada que tiene un peso enorme -y desgraciadamente nocivo- en esta parte del mundo. Y en otras, aunque no sigan al insulto que hay de Papa ahora.
Perdón por el largo.