4. Expiar
por Andrea Paula Garfunkel
Hace cosa de dos semanas atrás, caminando por la calle con mis tres pequeños tomados de la mano, dos a un lado y el tercero al otro, acaparando el ancho de la vereda y bloqueando el paso despreocupadamente a algún urgido que necesitara pasar –cosa bastante probable, pues el ritmo de los niños, y en especial mis niños, difiere bastante del andar vertiginoso de mi querida Buenos Aires– nos topamos con un hombre y tres pequeños en idéntica situación, análoga distribución, pero sentido contrario. Como ninguno de nosotros rompía filas, ni cedía un ápice en su actitud, cual línea defensiva de tablero de ajedrez, quedamos estáticos y enfrentados. Ahí fue cuando las piezas mayores –léase: él y yo– nos miramos. El primero en reconocerme fue él, que me dijo: -Te dejaste crecer el pelo. Yo, ampliando mi visión, le dije: -Y vos, te dejaste crecer la panza. Pero no me oyó porque mis labios permanecieron inmóviles al igual que el resto de mi cuerpo. Era la primera vez que nos veíamos luego del simulacro de despedida –hace veinte años en Ezeiza– y el fulminante desenlace epistolar. Veinte años para mí, acorde al almanaque; treinta años para él, a juzgar por su apariencia.
Intenté alivianar el aire sólido desviando la vista hacia sus pequeños, y luego hacia los míos y vuelta a los de él… y de pronto me figuré una licuadora agitando gran cantidad de genes, millones de genes míos y de él –el muy cretino, el que me había hecho llorar… Llorar en dos idiomas– que luego de transformarse en una masa homogénea, daba a luz a tres pequeños que no eran los de él pero tampoco los míos. Eran los nuestros; los que pudieron haber sido. Yo había tomado la precaución de alterar la composición genética de la mezcla de la siguiente manera: su “gen cretino”, lo reemplacé por una dosis extra del de su inteligencia; mi “gen capricho”, quedó anulado por una medida doble de melanocitos. Esto garantizaría la melanina suficiente para una cabellera pelirroja y una piel blanca salpicada de pecas. Cuando era pequeña, como el menor mío, mi padre me contó que siendo yo un bebé, y por un descuido, me dejaron olvidada y dormida al sol –“Dormir al sol”…, me pierdo como la perra azulada en el laberinto de Parque Chás. Siempre me pierdo…– detrás de un mosquitero; de ahí mi apariencia pecosa. Adoré instantáneamente esa historia que elegí creer hasta la edad en que los pequeños dejan de creer en los Reyes Magos. De mis tres hijos, el último aún cree en sus pecas, en los Reyes y en el poder de los mosquiteros. Y, afortunadamente, también cree en las promesas:
—¡Maman, nous allons! Vous nous avez promis une crème glacée.
—Oui, mon cheri. Nos vamos.
—¿Será posible recuperar mi libro?
Acabo de enviárselo en un sobre reforzado y con fuelle. Me demoré dos semanas. Dos semanas que me llevó escribir este relato: mi expiación. Lo titulé “Mi primer plagio”. –¿Será qué tengo previsto otro? Lo imprimí, lo firmé al pie, y lo puse entre la tapa y la primera hoja de “Contrapunto”.
Luego sellé el sobre. Mucho más que el sobre.
Supongo que en estos momentos está leyendo. Sospecho que a esta altura ya está enterado de que yo nunca lo engañé.
enero 12, 2008 a las 8:57 am
muy lindo.
enero 12, 2008 a las 8:59 am
y desde un viaje a Noruega que hice cuando era un adolescente quedé maravillado con el cabello pelirrojo y las pecas. Aún hoy me maravillan.
enero 12, 2008 a las 9:14 am
Y que las mujeres sobrevivimos mejor a los años.
enero 12, 2008 a las 10:05 am
Esta cosas gustan o no, no hay otros motivos para los legos y a mí, que soy lego en la materia, me gustó. Felicitaciones, Andrea.
enero 12, 2008 a las 10:32 am
A mi también me gustó. Y no se si las mujeres sobreviven mejor a los años, pero que son el sexo fuerte, de eso no tengo dudas.
enero 12, 2008 a las 10:55 am
A mí también me gustó, Andrea. Está buena tu serie de plagios.
Mnnn, no, «las mujeres no sobrevivimos mejor a los años»: envejecemos peor que ellos, a pesar de sus panzas.
enero 13, 2008 a las 5:25 am
1) No voy a emitir juicio de valor literario sobre Andrea. No soy crítico; los detesto a estos últimos ( no es nada nuevo), «de manera pulsional»; como dirían los psicoanalistas. Para eso estan los Titanes, Q. , y otros que leo atentamente ( cada vez hay más, en este blog). Aprendo de su erudicción, y me conmueve lo artesanal de sus escritos. Como se las ingenian para poner en la misma bolsa, el autor de marras con distintos gatos. Y yo enquilombado tratando de reconocerlos exteriormente por los aullidos que pegan dentro ( lease: frases, pensamientos, comparaciones etc.) con lo que denomino:» la febril urgencia del crítico de quedar al menos en contexto, con el criticado » .Y tengo ganas de liberar al creativo ( que altruista la frase ) pero muchas veces, ya lo hicieron trizas. A veces nó, todo es festividad, ronroneo. A veces, copulan sobre el tejado editorial, y tengo ganas de salir a tirarles un zapato. Otras, me sorprendo con mi goze voyeur de observancia intra-bolsa del destrozado. Lo admito, gracias a este objeto pulsional-trieb-empuje, cabalga mi pasión por la lectura entre lo psíquico y biológico. Los envidio. Algo de censor y de grito libertino tiene la Crítica. Mediatamente los sigo si me abren la cabeza. O los detesto,si no los entiendo totalmente (como muchas veces me pasa), embarran la cancha , hacen la plancha o se pasan al sector «incomprendidos». 2) A propósito, siempre me pregunté si esta interfase entre lo psíquico y biológico ( «Pulsión «, ver Diccionario de Psicoanálisis de Laplanche y Pontalis / Edit. Labor , pag. 337 ) tiene neuromediadores predominantes que emitan una señal fotónica u otra carga de energia subatómica ( a la manera de áurea )… Y en el stand de Kier de la Feria del Libro (con esa gordita con su laptop y resultado en pantalla e impresora), en vez de leerme el aúrea corpóreo apoyando la mano en un «aparaquio» al efecto, me haga poner un casco y previo pago de un arancel diferenciado, me lleve el «aurea pulsional intrapsíquico» luego de una lectura: un libro, un ensayo, un poema, un microrelato. 3) que lindo sería, inaugurariamos un arco iris de interpretaciones diversas, basadas en el color. Una economia de recursos, una maravilla postmoderna no binaria de la Crítica. Un servicio Prémiun que luego poder ser comercializado, con reservas. 4) imagino el color que me aparecería en el casco, si me dan a leer este escrito de A.Garfunkel. Imagino a Q., a dasbal, a los Titanes , escribiendo una crítica y corriendo al espejo para ver el color de su propio áurea. Cotejar con el manual elaborado por neurofisiologos del 1er. mundo, pincelados con algoritmos emocionales y sociales de Daniel Goleman y traducido por los del Conicet…una maravilla. Sentir que hay una resultante que sale de la propia bolsa de gatos,tener la primicia del lado cóncavo, o la duda esclavizante. Otra que Masota y los Lacanianos.Tanto escribir y terminar al final de cuentas frente al Espejo. Noción de «Representante psico-crítico » ?, apagar el velador y gozar la lectura de lo escrito a la luz del casco ? variantes hay cuatro.Esta prohibido escribir frente al espejo. 5) me fuí del tema, queria solamente hacer un comment sobre los melanocitos que la autora habia relatado, y salió último. Hay algunas evidencias que el color oscuro de la piel es propio de las poblaciones de los hominidos originarios, que quedaron sedentarias cerca de la linea del ecuador,mas precisamente en Africa.Estas celulas protegen y a la vez son reactivas ante el estímulo luminico del sol. Las poblaciones de humanos que migraron, se alejaron de esta principal fuente de maduración del sistema inmune ( a travez de la vit. D y derivados) y la busqueda de la homeostasis lumínica derivó en pieles mas blancas,favorecedoras del pobre contacto fotónico con mutación en el tiempo, configurando parte de lo que burdamente llamamos: razas. 6) por lo visto en el relato,tus personajes hicieron un buen intercambio de genes. Es la «diversidad» una razón «pulsional » oculta y poco estudiada,por la antropologia y la psicologia poblacional actual. 7) opino modestamente, que la frase final » yo nunca lo engañé» es para mí, el comienzo de la trama secreta de tu relato, el huracán que se avecina. Por las dudas, y no debido a la temporada estival, recomiendo desde ahora, pañuelo al cuello para la protagonista. saludos, saneduardoclon (postlumínico vacacional)
enero 13, 2008 a las 8:45 am
Felicitaciones a la srita. autora, no solamente por el resultado, sino por animarse a escribir y publicar relatos. Mucha crítica, mucho soliloquio narcisoide, pero relatos, hummm…
escasos, y necesarios!
sds
enero 13, 2008 a las 12:05 pm
«Grandulon!
Prototipo de atorrante robusto, gran bacan
desperta si dormido estas,
pedazo de haragan.»
(Haragan, de Romero y Delfino)
¿ por qué un coment no podría ser también un soliloquio narcisoide ?
enero 13, 2008 a las 2:53 pm
JANFILOSA: 1 ) como me gusta releer los » SOLILOQUIOS de PERSIO» , en Los Premios !! Letra en negrita y cursiva. Librito de tapas blancas. El Cortázar mas íntimo que recuerdo, el que se despaturraba tirado en la Pampa, a pura resonancia con el mundo. Con el lenguaje poético mas en concordancia con el cosmos y su realidades de insignificancias a flor de piel. Junto con mi amado Michel H.; Q. ; T.A. (el prófugo con aviso), y otros surtiditos que no nombro, porque están en la división ascenso…tengo suficiente… pero no me basta. No. Exijo mayor profundidad. Como explicarlo, sin ofender a algunos ? Ud, por supuesto, ininputable. Mas allá del bien y del mal (JE). saludos
enero 13, 2008 a las 5:09 pm
Bueno, terminó el relato, bárbaro todo. Es cierto, mucho ‘critiquismo’ pero poco ‘creacionismo’; propongo (ya sé, nadie le da bola a mis propuestas, ¡maldición!) envíos via ‘comment’ de cosas propias de cada amigo blogger. Digamos, poesía o microcuentos, tampoco sea cuestión de abrumar-aplomizar el blog. Qe sé yo…
enero 13, 2008 a las 9:58 pm
saneduardoclon, la verdad no entendí mucho pero por las dudas :
1 gracias; 2 no estoy de acuerdo.
enero 14, 2008 a las 2:41 am
Me gusta, Andrea Paula, mucho. Un relato es bueno cuando me estremece su verdad, como una caricia. Te sigo, desde la blanca sombra de lector de blog. (Hola, ¿estás ahí?)